Gespräche in der Dämmerung 00205
Parte de:
B. Autoconciencia [B. Selbstbewußtsein] / IV: La Verdad de la Certeza de sí mismo [IV. Die Wahrheit der Gewißheit seiner selbst] / B. Libertad de la autoconciencia; estoicismo, escepticismo y la conciencia desgraciada [B. Freiheit des Selbstbewußtseins; Stoizismus, Skeptizismus und das unglückliche Bewußtsein]
[La autoconciencia escéptica; absoluto desaparecer y perspectiva de inmovilidad; contingencia y desigualdad, e inmutabilidad e igualdad]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[205] Das skeptische Selbstbewußtsein erfährt also In dem Wandel alles dessen, was sich für es befestigen will, seine eigene Freiheit als durch es selbst sich gegeben und erhalten; es ist sich diese Ataraxie des sich selbst Denkens, die unwandelbare und wahrhafte Gewißheit seiner selbst. Sie geht nicht aus einem Fremden, das seine vielfache Entwicklung in sich zusammenstürzte, als ein Resultat hervor, welches sein Werden hinter sich hätte; sondern das Bewußtsein selbst ist die absolute dialektische Unruhe, dieses Gemisch von sinnlichen und gedachten Vorstellungen, deren Unterschiede zusammenfallen und deren Gleichheit sich ebenso – denn sie ist selbst die Bestimmtheit gegen das Ungleiche – wieder auflöst. Dies Bewußtsein ist aber eben hierin in der Tat, statt sichselbstgleiches Bewußtsein zu sein, nur eine schlechthin zufällige Verwirrung, der Schwindel einer sich immer erzeugenden Unordnung. Es ist dies für sich selbst; denn es selbst erhält und bringt diese sich bewegende Verwirrung hervor. Es bekennt sich darum auch dazu, es bekennt, ein ganz zufälliges, einzelnes Bewußtsein zu sein – ein Bewußtsein, das empirisch ist, sich nach dem richtet, was keine Realität für es hat, dem gehorcht, was ihm kein Wesen ist, das tut und zur Wirklichkeit bringt, was ihm keine Wahrheit hat. Aber ebenso, wie es sich auf diese Weise als einzelnes, zufälliges [161] und in der Tat tierisches Leben und verlorenes Selbstbewußtsein gilt, macht es sich im Gegenteile auch wieder zum allgemeinen sichselbstgleichen, denn es ist die Negativität aller Einzelheit und alles Unterschiedes. Von dieser Sichselbstgleichheit oder in ihr selbst vielmehr fällt es wieder in Jene Zufälligkeit und Verwirrung zurück, denn eben diese sich bewegende Negativität hat es nur mit Einzelnem zu tun und treibt sich mit Zufälligem herum. Dies Bewußtsein ist also diese bewußtlose Faselei, von dem einen Extreme des sichselbstgleichen Selbstbewußtseins zum ändern des zufälligen, verworrenen und verwirrenden Bewußtseins hinüber- und herüberzugehen. Es selbst bringt diese beiden Gedanken seiner selbst nicht zusammen; es erkennt seine Freiheit einmal als Erhebung über alle Verwirrung und alle Zufälligkeit des Daseins und bekennt sich ebenso das andere Mal wieder als ein Zurückfallen in die Unwesentlichkeit und als ein Herumtreiben in ihr. Es läßt den unwesentlichen Inhalt in seinem Denken verschwinden, aber eben darin ist es das Bewußtsein eines Unwesentlichen; es spricht das absolute Verschwinden aus, aber das Aussprechen ist, und dies Bewußtsein ist das ausgesprochene Verschwinden; es spricht die Nichtigkeit des Sehens, Hörens usf. aus, und es sieht, hört usf. selbst, es spricht die Nichtigkeit der sittlichen Wesenheiten aus und macht sie selbst zu den Mächten seines Handelns. Sein Tun und seine Worte widersprechen sich immer, und ebenso hat es selbst das gedoppelte widersprechende Bewußtsein der Unwandelbarkeit und Gleichheit und der völligen Zufälligkeit und Ungleichheit mit sich. Aber es hält diesen Widerspruch seiner selbst auseinander und verhält sich darüber wie in seiner rein negativen Bewegung überhaupt. Wird ihm die Gleichheit aufgezeigt, so zeigt es die Ungleichheit auf; und indem ihm diese, die es eben ausgesprochen hat, jetzt vorgehalten wird, so geht es zum Aufzeigen der Gleichheit über; sein Gerede ist in der Tat ein Gezanke eigensinniger Jungen, deren einer A sagt, wenn der andere B, und wieder B, wenn der andere A, und die sich durch den [162] Widerspruch mit sich selbst die Freude erkaufen, miteinander im Widerspruche zu bleiben.
Conversaciones en Valencia
[La autoconciencia escéptica; absoluto desaparecer y perspectiva de inmovilidad; contingencia y desigualdad, e inmutabilidad e igualdad]
[205]1Epígrafe: La autoconciencia escéptica; absoluto desaparecer y perspectiva de inmovilidad; contingencia y desigualdad, e inmutabilidad e igualdad. En el cambiar y mudarse de todo aquello que para ella querría afianzarse, la autoconciencia escéptica hace, por tanto, experiencia de su propia libertad como de una libertad que es esa conciencia quien se la ha dado a sí misma y quien la mantiene; esa autoconciencia se es [consiste en] esa ataraxia del pensarse a sí misma, es la inmutable y verdadera certeza de sí misma [o la inmutable certeza de sí misma, que se ha hecho verdad] X68X.2Vide infra Algunas aclaraciones X68X. Esa certeza [supongo que sie se refiere a certeza, aunque también podría referirse a libertad, e incluso a ataraxia] esa certeza, digo, no proviene o surge de algo extraño que acabase echando abajo su propio desenvolvimiento [o que su propio desenvolvimiento acabara echando abajo] X69X,3Gramaticalmente la frase puede leerse de ambas formas y ambas formas tienen aquí sentido. [no proviene de algo extraño, digo] como un resultado que dejase tras de sí su propia gestación o génesis [antes esa certeza es un puro engendrarse, pura génesis]; sino que la conciencia misma es la absoluta inquiescencia dialéctica [en su propia certeza de sí consiste en ser ese su propio revuelto movimiento y desenvolvimiento], la conciencia misma es esa mixtura de representaciones sensibles y pensadas cuyas diferencias vienen a quebrarse y a coincidir [a volverse, por tanto, iguales], y cuya igualdad asimismo se disuelve otra vez (pues esa igualdad es ella misma la determinidad respecto a lo desigual o es ella misma determinidad respecto a lo desigual) [y, por tanto, lo desigual de lo desigual, y, por ende, la igualdad que consigo guarda lo desigual]. Y precisamente en todo ello, esta conciencia en lugar de ser una conciencia igual a sí misma [en esa su certeza y ataraxia] sólo es en realidad una confusión y lío totalmente contingentes, el vértigo de un desorden que una y otra vez vuelve a engendrarse a sí mismo. Y esa conciencia es esto para sí misma, pues es ella misma la que mantiene y produce esa se-moviente confusión y lío. Y por eso ella misma hace también confesión de ello. Ella confiesa ser una conciencia enteramente contingente, singular [einzelnes], una conciencia que es empírica, que se orienta por aquello que propiamente no tiene realidad ninguna para ella, que obedece a aquello que no tiene para ella esencia alguna [que no tiene para ella ser alguno], que hace aquello y convierte en realidad aquello que para ella no tiene ninguna verdad. Pero lo mismo que [y a la vez que] de esta forma ella no se es sino como [ella no se considera a sí sino como, o ella no vale para sí sino como, ella no tiene para sí otra consideración que la de] una vida individual, suelta [einzelnes], contingente y de hecho una vida [poco más que] animal, y ella no se es sino como autoconciencia perdida, a la vez que eso, digo, ella se convierte también por contra otra vez en autoconciencia universal igual a sí misma; pues esa autoconciencia es la negatividad de toda individualidad particular y de toda diferencia. Y es desde esta igualdad consigo misma, o dentro de esa igualdad consigo misma, desde donde ella o donde ella vuelve a caer en aquella contingencia y en aquella confusión y lío; pues precisamente esa se-moviente negatividad tiene que ver no más que con tales o cuales cosas individuales, con cosas particulares, y anda siempre a vueltas con cosas contingentes. Esta conciencia es, por tanto, esa, digamos, inconsciente chochez [ese «dale que dale a lo mismo»] o inconsciente puerilidad que anda siempre yendo y viniendo del extremo de una autoconciencia igual a sí misma al otro extremo de una conciencia contingente, sumida en confusión, y fuente ella de toda clase de confusiones. Y ella misma no logra atar y aunar estos dos cabos, estas dos ideas de sí misma; pues, por un lado, esa autoconciencia reconoce su libertad como elevación sobre toda confusión y sobre toda contingencia de la existencia y, por otro, vuelve igualmente a confesarse otra vez a sí misma como una recaída en la inesencialidad y como un andar a vueltas con la inesencialidad y en la inesencialidad. Esa autoconciencia hace desaparecer en su pensamiento el contenido inesencial, pero justamente al hacerlo se convierte en la conciencia de algo inesencial; esta conciencia enuncia y declara el absoluto desaparecer, pero tal declarar ES [tal declarar existe, está ahí], y, por tanto, es esa conciencia, es la conciencia de ello, la que se convierte [ella misma a sí misma] en el desaparecer [la que se es ella misma ese desaparecer] que esa autoconciencia declara; esa autoconciencia declara la nihilidad del ver, del oír, etc., y, sin embargo, es ella misma la que ve, la que oye, etc.; esa autoconciencia expresa o declara la nihilidad de las (digamos) esencialidades éticas, y, sin embargo, es ella misma la que las convierte en poderes de su acción, en poderes que la rigen. Su acción y sus palabras se contradicen siempre, y es igualmente ella misma quien tiene esa doble conciencia de inmutabilidad e igualdad [por un lado], y de entera contingencia y desigualdad consigo misma [por otro]; pero esta conciencia mantiene separados los términos de esta contradicción de sí misma [es decir, de esta contradicción en que ella misma consiste]; y se comporta respecto a ella como su propio movimiento puramente negativo en general [es decir, como el propio movimiento puramente negativo en que esa autoconciencia consiste]. Si se le señala y se le muestra la igualdad, entonces ella pasa a mostrar la desigualdad; y en cuanto uno pasa ahora a ponerle por delante esa des-igualdad que ella acaba de declarar, resulta que la conciencia pasa a poner de manifiesto y a mostrar la igualdad; de modo que su charla se convierte en realidad en uno de esos altercados de adolescentes tozudos, en el que uno dice A cuando el otro dice B, y pasa a decir B cuando el otro dice A, y mediante tal contradicción consigo mismos se procuran el «gustazo» de permanecer en mutua contradicción el uno con el otro.
Algunas aclaraciones
X68X
La relación de la conciencia con su propio carácter absoluto tiene como introducción necesaria la conciencia escéptica e incluso empieza siendo equivalente a conciencia escéptica y a consecuencias de la conciencia escéptica. El lector no debería perder nunca de vista la fascinación que el escepticismo ejerce sobre Hegel; es siempre para Hegel el signo mediante el que se anuncia lo absoluto. No se olvide que Hegel entiende el espíritu como negatividad referida a sí misma que acaba teniéndose ella ahí delante a sí misma en su carácter incondicionado.
X69X
Gramaticalmente la frase puede leerse de ambas formas y ambas formas tienen aquí sentido.
Conversaciones en Madrid
[205] La conciencia escéptica, entonces, en la mutación de todo lo que quiere fijarse sólidamente para ella, hace la experiencia de su propia libertad como otorgada y conservada por ella misma; es esta ataraxia del pensarse a sí misma, la certeza de sí misma, inmutable y de verdad. Tal certeza no se desprende de algo extraño que derrumbara dentro de sí su múltiple desarrollo como un resultado que tuviera un devenir detrás; sino que la propia conciencia es la inquietud dialéctica absoluta, esa mezcla de representaciones sensoriales y pensadas cuyas diferencias coinciden y cuya igualdad —por ser ella misma la determinidad frente a lo desigual— vuelve, en la misma medida, a disolverse. Pero aquí, de hecho, esta conciencia, en lugar de conciencia igual a sí misma, no es ni más ni menos que una confusión azarosa, el vértigo de un desorden que está siempre engendrándose. Lo es para sí misma; pues ella misma conserva y produce esta confusión en movimiento. Por eso, también confiesa serlo, confiesa ser una conciencia totalmente contingente, singular: una conciencia que es empírica, que se rige por lo que no tiene ninguna realidad para ella, que obedece a lo que a sus ojos no es esencia, que hace y lleva hasta la realidad efectiva lo que a sus ojos no tiene verdad. Pero, en la misma medida, igual que a sí misma se considera una vida singular, contingente y, de hecho, animal XX*X,4Vide infra Algunas aclaraciones XX*X. una autoconciencia perdida, también, al contrario, hace a su vez de sí una conciencia universal e igual a sí misma; pues ella es la negatividad de toda singularidad y de toda diferencia. Desde esta seipseigualdad, o más bien dentro de ella misma, vuelve a caer en esa contingencia y confusión, pues justo esta negatividad semoviente trata sólo con lo singular, y anda ocupada con lo contingente. Esta conciencia es, entonces, ese desatino sin conciencia, consistente en andar yendo y viniendo desde el extremo de la autoconciencia seipseigual hasta el otro de la conciencia contingente, confundida y confundente. Ella misma no llega a juntar estos dos pensamientos de sí misma; por un lado reconoce su libertad como elevación por encima de toda confusión y toda contingencia de existir, y por otro lado vuelve a confesarse como un recaer en la condición inesencial y un estar ocupada con ella. Hace desaparecer el contenido inesencial dentro de su pensar, pero justamente al hacer eso es la conciencia de algo inesencial; enuncia el desaparecer absoluto, pero el enunciar ES, y esta conciencia es el desaparecer enunciado; enuncia la nulidad del ver, del oír, etcétera, y ella misma ve, oye, etcétera; enuncia la nulidad de las esencialidades éticas, y se constituye en los poderes de su obrar. Siempre se contradicen su hacer y sus palabras, y ella misma tiene igualmente consigo la doble conciencia contradictoria de la inmutabilidad y la igualdad, de la completa contingencia y la desigualdad. Pero mantiene separada esta contradicción que es de ella misma; y se comporta respecto a ella como lo hace en general en su movimiento puramente negativo. Si se le señala la igualdad, ella señala la desigualdad; y cuando se le pone delante esta última, que ella acaba de enunciar, pasa ella a señalar la igualdad; de hecho, su palabrería es una riña de jóvenes obstinados, en la que uno dice A cuando el otro dice B, y luego B, cuando el otro A, y con esta contradicción consigo mismos se pagan el placer de seguir contradiciéndose entre ellos.
Algunas aclaraciones
XX*X = Puede que la expresión vida animal aluda aquí a una anécdota de Pirrón, quien, durante una tempestad en el mar, les mostró a sus compañeros de viaje a un cerdo que seguía comiendo tranquilamente como ejemplo de un ánimo inalterable. Hegel cita la anécdota en sus Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie. Cf. Wilhelm Friedrich Hegel: «Werke in zwanzig Bänden. Auf der Grundlage der Werke von 1832-1845 neu edierte Ausgabe»; Redaktion Eva Moldenhauer und Karl Markus Miehel, Band 19, Frankfurl am Main, Suhrkamp,1979, vol. 19: 370-1.
Conversations in Washington
[205] [205]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition Throughout the changing flux of everything which would secure itself for it, skeptical self-consciousness thus experiences its own freedom, both as given to itself by itself and as sustained by itself to itself; it is this Ataraxia [indifference] of thought-thinking-itself,6Sich-selbst-denkens. the unchangeable and genuine certainty of its own self. This certainty does not emerge from an alien source whose multifarious development would have collapsed into itself, nor does it emerge as a result which would have its coming-to-be firmly behind it. Rather, consciousness itself is the absolute dialectical unrest, this mixture of sensuous representations and representational thought, whose differences collapse into each other and whose equality – for this equality is itself determinateness with respect to the unequal – likewise is again brought to dissolution. However, this consciousness, instead of being a self-equal consciousness, is in fact therein only an utterly contingent disarray, the vertigo of a perpetually self-creating disorder. This is what it is for itself, for it itself sustains and engenders this self-moving disarray. For that reason, it avows that it is an entirely contingent singularly individual consciousness – a consciousness which is empirical, which orients itself according to what has no reality for it, which obeys what is not essential for it, and which acts on and actualizes what has no truth for it. However, just in the way that, to itself, it counts as a singular individual, as contingent, and in fact, as both animal life and as forsaken self-consciousness, it also, on the contrary, makes itself again into universal self-equal self-consciousness, for it is the negativity of all singular individuality and all difference. From this self-equality, or from within itself, it instead falls back once again into that contingency and disarray, for this self-moving negativity has to do solely with what is singularly individual, and it occupies itself with what is contingent. This consciousness is thus the insensible claptrap that goes to and fro from the one extreme of self-equal self-consciousness to the other extreme of contingent, disordered, and disordering consciousness. It does not itself bring either of these two thoughts of itself into contact with each other. At one time, it has cognizance7erkennt of its freedom as an elevation above all the disarray and contingency of existence, and at another time it again just as much avows that it is backsliding into inessentiality and wandering aimlessly within it. It lets the inessential content in its thinking vanish, but it is therein the very consciousness of something inessential. It speaks about absolute disappearance, but that “speaking about” itself is, and this consciousness is the disappearance spoken about. It speaks about the nullity of seeing, hearing, and so on, and it itself sees, hears, and so on. It speaks about the nullity of ethical essentialities, and then it makes those essentialities themselves into the powers governing its actions. Its acts and its words always contradict each other, and it itself has the doubled contradictory consciousness of unchangeableness and equality combined with that of utter contingency and inequality with itself. However, it keeps its contradictions separated from each other, and it conducts itself in relation to them in the way it does in its purely negative movement itself. If equality is pointed out to it, it points out inequality, and if it is reproached with the latter (about which it had just spoken), it quickly shifts over into pointing out equality. Its talk is indeed like that of a squabble among stubborn children, one of whom says A when the other says B, and then says B when the other says A. By being in contradiction with himself, each of them purchases the delight of remaining in contradiction with each other.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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