Perí Physeos PARM VIII 26-31

Parmenidis De Natura

Περί φύσεως (Παρμενίδης)

VIII 26-31

Una versión del siglo XXI

VIII 26-31

αὐτὰρ ἀκίνητον μεγάλων ἐν πείρασι δεσμῶν

ἔστιν ἄναρχον ἄπαυστον, ἐπεὶ γένεσις καὶ ὄλεθρος

τῆλε μάλ’ ἐπλάχθησαν, ἀπῶσε δὲ πίστις ἀληθής.

ταὐτόν τ’ ἐν ταὐτῶι τε μένον καθ’ ἑαυτό τε κεῖται

[30] χοὔτως ἔμπεδον αὖθι μένει· κρατερὴ γὰρ Ἀνάγκη

πείρατος ἐν δεσμοῖσιν ἔχει, τό μιν ἀμφὶς ἐέργει,

VIII 26-31

Mas inmutable, en la atadura de cadenas poderosas

está, sin principio ni fin, pues «nacimiento» y «destrucción»

fueron desterrados muy lejos y los rechazó la verdadera convicción.

Manteniéndose lo mismo y en lo mismo, yace por sí mismo

[30] y así permanece firme donde está, pues la poderosa Necesidad

lo mantiene en las prisiones de la atadura que lo encierra por ambos lados,

Aclaraciones a la versión castellana

XX1X = (v. 26): πείρατα tiene aquí un sentido arcaico, el de las «ataduras» o «nudos». No se trata de referirse a «límites» en extensión del ser, sino a que permanece metafóricamente «atado» porque no puede cambiar.

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Comentarios de Jorge Pérez de Tudela

[CONTINUA DE LA ENTRADA ANTERIOR] Respuesta: si por «tiempo» se entiende un proceso de la nada a la nada; el transitorio vibrar de una presencia que, nacida desde la ausencia, se limita a cumplimentar el transitorio ciclo de su vida; si por «tiempo», en otras palabras, no se entiende más allá del Paso de los sucesos, obvio es que ese «tiempo» no puede tener cabida alguna en el pensar de la diosa. La diosa, lo hemos comprobado hasta la saciedad, amadrina una visión «global» y «en bloque» del Proceso de lo Real en la que lo continuo de eso Real parece abocado a devorar la multiplicidad de tal Proceso. Su Objeto es Uno, y si «tiempo» significa «cambio», en tanto que «cambio» significa pluralidad, la aparente multitud de los acontecimientos sólo parece poder resolverse en la Mismidad de un único continuo espacio-temporal cuya perfecta autopresencia, en rigor, no puede sino anularlos. Como se sabe, no pocos investigadores, siguiendo esta línea de interpretación, han querido ver en el panorama del mundo que así dibujaría la diosa una construcción cuando menos análoga a la del continuo tetradimensional que, se dice, demuestra la teoría einsteniana de la relatividad. Y sería más que difícil, en verdad, evitar una conclusión como ésta cuando, como decimos, se entiende que «tiempo» es concepto que, necesariamente, implica entre sus elementos individualidad y desconexión (vale decir, cuando se entiende que sólo se da «tiempo» cuando sus elementos gozan de las mismas características que Parménides ha dado a la totalidad) X133X. Ahora bien: ni «tiempo» tiene por qué significar tal cosa, ni la teoría de la relatividad admite sólo esa interpretación «espacializante» a que nos referimos. Y es que son teóricos relativistas (pienso en especial en Paul Davies) los que, contra lo apuntado, han mostrado la necesidad de, al analizar la «realidad» del repetido concepto de «tiempo» a la luz de la relatividad, distinguir cuidadosamente entre la (negable) «realidad» (Gödel diría «objetividad») de su flujo, del cambio, y la (innegable) «realidad» del tiempo mismo, ordenado en su totalidad por esa forma no-arbitraria de seriación asimétrica que llamamos «flecha del tiempo» X134X. Porque si por «tiempo» se entiende, como decimos, la serie acabada, completa y global de esos mismos sucesos tomados en conjunto (de forma que, manteniendo la exigencia de respetar su «orden» respectivo de aparición, sea posible apreciar la cerrada totalidad de su serie), en este segundo caso sí me parece factible que la diosa, que sin duda rechazó el devenir en el primer sentido del término, se muestre dispuesta, en cambio, a aceptar ese Todo-de-lo-sucesivo que llamamos, no en balde sustantivándolo, «el» tiempo. Una visión de la única serie universal de todos los sucesos, ordenadamente conectados entre sí, que acaso resulte en la desaparición del flujo y cambio objetivos del tiempo, pero que desde luego no anula la objetividad del tiempo mismo, como el todo de un proceso (presente-pasado-futuro) que propiamente no transcurre, pero que contiene la secuencia de todos los estados del mundo, cuyo orden asimétrico se presenta como irreversible. Para una concepción como ésta X135X, puede que el paso del tiempo sea, sí, una ilusión; pero no por ello será ilusorio el tiempo mismo —con lo que, como vimos, esa constante danza de apariciones-y-desapariciones en que, al parecer, se disuelve lo fenoménico, viene a salvarse en conjunto en la tranquila auto-identidad del plano de lo noético; plano de copresencia absoluta de los sucesos en el que éstos, por así decirlo, quedan unánimemente referidos a la Verdad X136X.

(Una vez, en los años cuarenta del siglo pasado, Albert Einstein y Leopold Infeld explicaron con gran sencillez algo que, aunque parezca mentira, resulta difícil de comprender: que un mismo movimiento físico [como sería el de una partícula desplazándose por el espacio] tanto puede representarse como una serie de acontecimientos en el continuo espacio unidimensional cuanto como una curva unitaria en el continuo espacio-temporal tridimensional. Con la consecuencia, filosóficamente relevante, de que si en el primer caso se obtiene una representación dinámica de la serie de posiciones que cambian con el tiempo, en el segundo el movimiento pasa a tener ese carácter estático que corresponde a algo que, en realidad, ya no puede decirse que cambia, sino que es X137X. Muchos siglos antes, Zenón había explicado, a su vez, otra cosa —la misma—: que el movimiento sólo es comprensible cuando la mente no se maneja con conceptos de multiplicidad, sino única y exclusivamente con la idea de «uno», de «una [sola] cosa»; utilizando sistemáticamente la categoría de «unidad».) [CONTINUA EN LA SIGUIENTE ENTRADA]

Algunas aclaraciones

X133X

Es la posición clásica de Popper, empeñado, según relata, en llamar «Parménides», sin resistencia del interesado, a Einstein. Anécdotas personales aparte, que entre Parménides y Einstein corre una firme proximidad conceptual era algo, para Popper, perfectamente defendible. Argumentó esta opinión en diversos textos, en alguno de los cuales su dicción es formal: «Así pues Einstein, uno de los máximos y más revolucionarios pensadores de todos los tiempos, era parmenídeo. A menudo se tildaba a sí mismo de spinozista, lo que no es muy distinto; y cuando se le provocaba admitía su tentativa fe parmenídea» («Más allá de la búsqueda de invariantes», en El mundo de Parménides, pp. 195-289; la cita, en p. 227). La idea no es descabellada, toda vez que, como se sabe, no son precisamente escasas las interpretaciones «inmovilislas» del continuum relativista espacio-temporal. Reléase, en este sentido, un informe tan clásico como el de M. Eapek: «Tan pronto como se propuso esta fusión de espacio y tiempo, ciertas influencias psicológicas […] entraron en juego y desfiguraron particularmente su significado. La propia elección de la palabra que Minkowski utilizó para designar esta fusión era característica: el continuum de cuatro dimensiones de sucesos-puntos era llamado por él “el mundo” (die Welt). Esto indicaba que comprendía esta fusión como operación en la que el componente temporal era absorbido por el espacial. En esta conexión Minkowski no se hallaba solo. Émile Meyerson, en su comentario filosófico sobre la teoría de la relatividad, da una larga lista de pensadores, tanto filósofos como físicos, que consideraban la propuesta fusión como una espacialización de tiempo; según ellos, el propio tiempo se ha convertido en una cuarta dimensión adicional del espacio en que lodos los sucesos, “pasados”, “presentes» y “futuros”, se hallaban yuxtapuestos. Según el propio Einstein, “lo que viene a ser» en el espacio tridimensional se ha transformado en “ser” en el mundo de cuatro dimensiones; según Hermann Weyl, “el mundo objetivo es, no viene a ser”; sólo parece que viene a ser a “los ojos vendados de nuestra conciencia” (abgelendete Bewusstsein), que se introduce en el futuro a lo largo de su “línea universal”» (El impacto filosófico…, pp. 170-171). El propio Einstein, por lo demás, pudo autorizar indirectamente semejantes exégesis, por ejemplo cuando escribió que «Así como fue necesario, desde el punto de vista newtoniano, hacer las dos suposiciones tempus est absolutum y spatium est absolutum, desde el punto de vista de la teoría de la relatividad especial debemos decir continuum spatii et temporis est absolutum» (El significado de la relatividad, p. 70). También K. Gödel, por último, autointerpretó su propia solución de las ecuaciones de campo relativistas bajo el mismo marco categorial: «Dicho brevemente, parece que obtenemos una prueba inequívoca de la concepción de los filósofos que, como Parménides, Kant y los idealistas modernos, niegan la objetividad del cambio y consideran que el cambio es una ilusión o una apariencia debida a nuestro especial modo de percepción» («Una observación sobre la relación entre la teoría de la relatividad y la filosofía idealista», en Obras Completas, pp. 379-385; la cita está en p. 380).

X134X

Vid. P. Davies, About Time. Einstein’s Unfinished Revolution.

X135X

Que, obviamente, nada tiene de axiomática. Piénsese en los numerosos esfuerzos realizados por cierta ciencia y Filosofía de la ciencia contemporáneas, con Prigogine a la cabeza, por demostrar, tomando pie en la físico-química de los procesos irreversibles, la objetividad del flujo del tiempo.

X136X

Las intuiciones fundadoras que Parménides, sin lugar a dudas, tuvo en materia de lógica alcanzan hasta el extremo de compartir con Frege, separado de él por siglos, esa noción nuclear de que el referente de todas las proposiciones verdaderas es su valor de verdad —un valor de verdad que, para todas, siempre será el mismo, y que por ende no puede ser otro que la Verdad—. Ahora bien, que todo enunciado verdadero sea un nombre de la Verdad no sólo garantiza su pertenencia al universo del discurso (verdadero); es también un estímulo para considerar, en paralelo, que las apariencias, en tanto «apariencias-de», ganan su consistencia en su común referencia unitaria a Eso único que Parménides,. por lo que vemos, llamó «todo», pero también «ser» y «verdad». Alguna vez se ha intuido correctamente este parentesco de fondo: «Según esto, hay una única gran condición, un único gran acaecimiento, que de hecho se da y de cuyo darse depende a la vez la verdad de todos los enunciados verdaderos; podemos pensar en este referente único de todos los enunciados —la Verdad— como análogo, quizá, a lo que Parménides llamó el Ser» (M. García-Carpintero, Las palabras, las ideas…, p. 215).

X137X

A. Einstein y L. Infeld, The Evolution of Physics. cap. 3.

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Una versión del siglo XX

iii) (c) Invariable.

298 Fr. 8, 26-31, Simplicio, in Phys. 145, 27 (continuación de 297)

αὐτὰρ ἀκίνητον μεγάλων ἐν πείρασι δεσμῶν

ἔστιν ἄναρχον ἄπαυστον, ἐπεὶ γένεσις καὶ ὄλεθρος

τῆλε μάλ’ ἐπλάχθησαν, ἀπῶσε δὲ πίστις ἀληθής.

ταὐτόν τ’ ἐν ταὐτῷ τε μένον καθ’ ἑαυτό τε κεῖται

[30] χοὔτως ἔμπεδον αὖθι μένει· κρατερὴ γὰρ Ἀνάγκη

πείρατος ἐν δεσμοῖσιν ἔχει, τό μιν ἀμφὶς ἐέργει,

298. Mas inmutable dentro de los límites de

poderosas cadenas existe sin comienzo ni fin, puesto

que el nacimiento y la destrucción han sido

apartados muy lejos y la verdadera creencia los

rechazó. Igual a sí mismo y en el mismo lugar está

por sí mismo y así quedará firme donde está; pues la

poderosa Necesidad lo mantiene dentro de las

cadenas de un límite que por todas partes lo

aprisiona.

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Comentarios de Kirk, Raven y Schofield

Los versos 26-8 sugieren la siguiente argumentación:

(1) Es imposible que lo que es llegue a ser o perezca. Por tanto, (2) existe sin cambio dentro de las ataduras de un límite.

Es, pues, natural que interpretemos los vv. 29-31 como una expresión más enfática del contenido de (2). Interpretado así, indican una inferencia más compleja desde (1), por tanto:

(2a) está contenido dentro de las ataduras de un límite que lo aprisiona por todas partes. En consecuencia,

(2b) permanece el mismo y en el mismo lugar y sigue estando por sí mismo.

Es obscura la noción que del límite expresa aquí Parménides. Lo más fácil es entenderlo como un límite espacial y, en ese caso, (2b) adviene inteligible a partir de (2a). Pero, ¿por qué, según esta interpretación, (2a) tendría que deducirse de (1)? Tal vez, «dentro de los límites» sea, más bien, un modo metafórico de hablar de determinación.

En este caso, Parménides estaría diciendo, en (2a), que lo que es no tiene potencialidad para ser diferente —en cualquier tiempo o en cualquier respecto— de lo que es en el presente.

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