Gespräche in der Dämmerung 00787

Parte de:

C. (CC.) La religión [C. (CC.) Die Religion] / Cap. VII: La religión [VII. Die Religion] / C. La religión revelada [C. Die offenbare Religion]

 

[Que lo que la conciencia religiosa, como conciencia del Ser absoluto, tiene ahora delante es lo que devino al final del capítulo VI; el último no saber de la conciencia religiosa]

Gespräche in Jena

[787] Vollendet aber ist diese Gemeinde noch nicht in diesem ihrem Selbstbewußtsein; ihr Inhalt ist überhaupt in der Form des Vorstellens für sie, und diese Entzweiung hat auch die wirkliche Geistigkeit derselben, ihre Rückkehr aus ihrem Vorstellen, noch an ihr, wie das Element des reinen Denkens selbst damit behaftet war. Sie hat nicht auch das Bewußtsein über das, was sie ist; sie ist das geistige Selbstbewußtsein, das sich nicht als dieses Gegenstand ist oder sich nicht zum Bewußtsein seiner selbst aufschließt; sondern insofern sie Bewußtsein ist, hat sie Vorstellungen, die betrachtet wurden. – Wir sehen das Selbstbewußtsein auf seinem letzten Wendungspunkte sich innerlich werden und zum Wissen des Insichseins gelangen; wir sehen es sein natürliches Dasein entäußern und die reine Negativität gewinnen. Aber die positive Bedeutung, daß nämlich diese Negativität oder reine Innerlichkeit des Wissens ebensosehr das sichselbstgleiche Wesen ist – oder daß die Substanz hierin dazu gelangt, absolutes Selbstbewußtsein zu sein, dies ist ein Anderes für das andächtige Bewußtsein. Es ergreift diese Seite, daß das reine Innerlichwerden des Wissens an sich die absolute Einfachheit oder die Substanz ist, als die Vorstellung von etwas, das nicht dem Begriffe nach so ist, sondern als die Handlung einer fremden Genugtuung. Oder es ist nicht dies für es, daß diese Tiefe des reinen Selbsts die Gewalt ist, wodurch das abstrakte Wesen aus seiner Abstraktion herabgezogen und durch die Macht dieser reinen Andacht zum Selbst erhoben wird. – Das Tun des Selbsts behält dadurch diese negative Bedeutung gegen es, weil die Entäußerung der Substanz von ihrer Seite ein Ansich für jenes ist, das es nicht ebenso erfaßt und begreift oder nicht in seinem Tun als solchem findet. – Indem an sich diese Einheit des Wesens und des Selbsts zustande gekommen, so hat das Bewußtsein auch noch diese Vorstellung seiner Versöhnung, aber als Vorstellung. Es erlangt die Befriedigung dadurch, daß es seiner reinen Negativität [573] die positive Bedeutung der Einheit seiner mit dem Wesen äußerlich hinzufügt; seine Befriedigung bleibt also selbst mit dem Gegensatze eines Jenseits behaftet. Seine eigene Versöhnung tritt daher als ein Fernes in sein Bewußtsein ein, als ein Fernes der Zukunft, wie die Versöhnung, die das andere Selbst vollbrachte, als eine Ferne der Vergangenheit erscheint. So wie der einzelne göttliche Mensch einen ansichseienden Vater und nur eine wirkliche Mutter hat, so hat auch der allgemeine göttliche Mensch, die Gemeinde, ihr eigenes Tun und Wissen zu ihrem Vater, zu ihrer Mutter aber die ewige Liebe, die sie nur fühlt, nicht aber in ihrem Bewußtsein als wirklichen unmittelbaren Gegenstand anschaut. Ihre Versöhnung ist daher in ihrem Herzen, aber mit ihrem Bewußtsein noch entzweit und ihre Wirklichkeit noch gebrochen. Was als das Ansich oder die Seite der reinen Vermittlung in ihr Bewußtsein tritt, ist die jenseits liegende Versöhnung; was aber als gegenwärtig, als die Seite der Unmittelbarkeit und des Daseins, ist die Welt, die ihre Verklärung noch zu gewarten hat. Sie ist wohl an sich versöhnt mit dem Wesen; und vom Wesen wird wohl gewußt, daß es den Gegenstand nicht mehr als sich entfremdet erkennt, sondern in seiner Liebe als sich gleich. Aber für das Selbstbewußtsein hat diese unmittelbare Gegenwart noch nicht Geistsgestalt. Der Geist der Gemeinde ist so in seinem unmittelbaren Bewußtsein getrennt von seinem religiösen, das zwar es ausspricht, daß sie an sich nicht getrennt seien, aber ein Ansich, das nicht realisiert oder noch nicht ebenso absolutes Fürsichsein geworden. [574]

Ende des Kapitels VII

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Conversaciones en Valencia

[787] Pero esa comunidad no está todavía completa o consumada en esa su autoconciencia; su contenido [el contenido de esta comunidad] está para ella  en la forma de la representación [ella, en términos generales, sigue teniendo su contenido en la forma de la representación] y esta disociación la tiene también la espiritualidad real de ella, es decir, [de esta disociación adolece también] su retorno a sí desde el representar [es decir, esta disociación, la de representación y objeto representado, afecta también a la espiritualidad real de la comunidad, la cual espiritualidad real no es sino el retornar a sí desde la representación], esa disociación afecta, digo, a la espiritualidad real, lo mismo que [también] el elemento del pensamiento puro mismo se veía todavía lastrado con esa disociación. La comunidad tampoco tiene conciencia acerca de aquello que ella es; la comunidad es la autoconciencia espiritual que todavía no se es objeto como tal conciencia espiritual, o lo que es lo mismo: que todavía no se ha abierto a la conciencia de sí misma [o que todavía no se abre a la conciencia de sí misma]; sino que, en cuanto es conciencia, tiene representaciones que son objeto de consideración [religiosa] y contemplación [religiosa] [que son las que hemos considerado]. — Estamos viendo, pues, a la autoconciencia convertirse en interior en este su último punto de inflexión, y llegar al saber del ser-dentro-de-sí [del In-sich-seyn, de su carácter de interior, de su no consistir ella sino en ser-dentro-de-sí]; la estamos viendo enajenarse de su existencia natural y cobrando la negatividad pura. Pero el significado positivo X198X1Más abajo va a oponer a este «significado positivo» el «significado negativo» que la conciencia devota conserva de ser distinta de su objeto. de lo que estamos viendo, a saber: que esta negatividad o la pura interioridad del saber es asimismo la esencia igual a sí misma, o lo que es lo mismo: que es aquí donde la sustancia llega a ser autoconciencia absoluta, todo eso sigue siendo todavía algo distinto [algo otro] para la conciencia devota [andächtiges Bewusstseyn]. La conciencia devota se hace cargo de este lado de que [o que consiste en que] el convertirse en puramente interno el saber en-sí es la simplicidad absoluta o la sustancia absoluta, la conciencia devota [la conciencia piadosa, la conciencia religiosa] se hace cargo de ese lado, digo, como si se tratase de una representación de algo que no es así conforme al concepto, sino [que se hace cargo de ello] como la acción de satisfacer a un extraño o de desagraviar a un extraño. O lo que es lo mismo: ese lado no consiste todavía para ella en que esa profundidad del self puro es el poder o violencia por medio de la cual el ser [Wesen] abstracto es hecho descender de su abstracción y mediante el poder de esa pura devoción queda elevado a self. — El hacer del self conserva ese significado negativo X199X2Este «significado negativo» es el significado contrapuesto al «significado positivo» del que ha hablado unas líneas más arriba en este mismo párrafo (a la altura de X198X). respecto al Ser abstracto [el significado de ser algo distinto que Ser abstracto] porque la enajenación [Entäusserung] de la sustancia [es decir, porque ese extrañamiento de Dios] es, por su parte, un en-sí [algo distinto que el self] para ese self [para ese self religioso], el cual no aprehende y concibe esa enajenación en esos términos [en los términos de la mencionada profundidad del self] o no la encuentra en esos términos en su hacer como tal. — Y en cuanto se produce esta unidad de la esencia y el self pero de modo que esa unidad sigue siendo todavía en-sí, resulta que la conciencia sigue teniendo todavía esa representación de su reconciliación, pero precisamente como representación. Y sólo obtiene su satisfacción añadiendo externamente a su negatividad pura [añadiendo a la negatividad de no ser ella el objeto sobre el que ella versa], añadiendo, digo, a esa negatividad pura ese significado positivo de la unidad de sí con la esencia o de la unidad de ella con la esencia [el significado positivo que le viene prestado por la representación]; su satisfacción permanece, por tanto, lastrada ella misma por la contraposición de un más-allá [o por la contraposición que representa su más-allá, es decir, que representa el mencionado añadido externo]. Su propia reconciliación entra, por tanto, en la conciencia como algo lejano, como algo que queda lejos en el futuro, al igual que la reconciliación que el otro self efectuó [que el mediador efectuó] aparece como algo lejano en el pasado. Así como el hombre-Dios individual [el hombre divino individual, einzelner] tiene un Padre que es en-sí [por tanto, abstracto] y real sólo tiene a su madre [la autoconciencia, como vimos más arriba], así también el hombre-Dios universal [o el hombre divino universal], es decir, la comunidad, tiene a su propio hacer y saber por padre y tiene por madre al amor eterno que esa comunidad siente [que esa comunidad no hace sino sentir], pero que todavía no es capaz ella [la comunidad] de ver en su conciencia [o de intuir en su conciencia, o de ponerse delante ante su conciencia] como objeto real inmediato. Su reconciliación es, por tanto, una reconciliación en su corazón, pero todavía disociada de su conciencia, y su realidad [la realidad de esa reconciliación y, por tanto, la realidad de esa comunidad] es una realidad todavía quebrada y refractada. Lo que en la conciencia de esa comunidad se presenta como el en-sí, o como el lado de la pura mediación, es la reconciliación, pero una reconciliación situada en el más allá; y lo que aparece como presente, es decir, lo que aparece como el lado de la inmediatez y de la existencia, es el mundo, un mundo que todavía tiene que aguardar a su transfiguración. La comunidad está, ciertamente, reconciliada en sí con la esencia [Wesen]; y de la esencia [Wesen] se sabe que la esencia no conoce ya su objeto como algo extrañado de ella, sino que en su amor lo conoce como algo igual a sí X200X.3Vide infra Algunas aclaraciones X200X. Pero para la autoconciencia esta inmediata presencia [o esta inmediata actualidad, este estar ya presente la reconciliación] todavía no tiene forma de espíritu. Así pues, el espíritu de la comunidad en su inmediata conciencia [la conciencia inmediata que ese espíritu tiene de sí] está separado de su conciencia religiosa [de la conciencia religiosa de ese espíritu, de aquello que ese espíritu en cuanto religioso se representa como objeto], la cual conciencia, ciertamente, expresa que ambos, en , no están separados, pero se trata de un en-sí todavía no realizado, o que todavía no se ha convertido en un ser-para-sí asimismo absoluto X201X.4Vide infra Algunas aclaraciones X201X.

Final del Capítulo VII

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Algunas aclaraciones

X198X

Más abajo va a oponer a este «significado positivo» el «significado negativo» que la conciencia devota conserva de ser distinta de su objeto.

X199X

Este «significado negativo» es el significado contrapuesto al «significado positivo» del que ha hablado unas líneas más arriba en este mismo párrafo (a la altura de X198X).

X200X

Éste es exactamente el tema de uno de los pequeños monumentos de la teología especulativa del siglo XX. Me refiero al libro de Hans Urs von Balthasar, Glaubhaft ist nur Liebe (Solo el amor es creíble), Einsiedeln, 1963 [existe trad. al castellano por Ángel Cordovilla Pérez: Sólo el amor es digno de fe, Salamanca: Sígueme, 2006]. La dura polémica de la pág. 47 [vide p. 67 en la edición castellana] con Hegel (o con los hegelianos) es una buena demostración in concreto de la tensión última entre representación y concepto a la que aquí se refiere Hegel, una tensión que Urs von Balthasar, naturalmente, como teólogo, desarrolla en sentido contrario al de Hegel. Pero precisamente la resistencia que la representación ofrece en este casi último paso de su propia espiritualización hace patentes los problemas inherentes al tránsito desde el fin del cap. VI y del cap. VII (que para Hegel, como hemos visto, son dos formas de lo mismo) al cap. VIII. En este paso final de la espiritualización de la representación y de su polémica contra el concepto se inscribe también casi toda la polémica teológica de Kierkegaard contra Hegel, a la que también apela Urs von Balthasar. Pero por más que esa polémica de Kierkegaard suela ser un buen antídoto contra el mísero Hegel de manual, parece que, pese a todos los aspavientos de Kierkegaard, éste está más cerca del Hegel real y de la letra del Hegel real, de lo que él supone o de lo que él mismo dice estar. Urs von Balthasar ve muy bien que «el más íntimo y profundo simplemente saberse» y «lo profundo de la noche del yo = yo, que nada distingue ya fuera de ella y nada sabe ya fuera de ella», de los que habla Hegel como paso último en la espiritualización de la representación (en 00785), por más vueltas que les dé, no pueden quedar muy lejos del Maestro Eckhart o de San Juan de la Cruz. Por eso, cuando, hablando de San Juan de la Cruz, Urs von Balthasar afirma contra Hegel que «la revelación única del Dios único a santos únicos no es reductible a categorías universales del ser o de la razón» (p. 47; ed. cast. 67), la pregunta es si la «unicidad» no es precisamente una categoría del ser y del pensamiento, como trata de mostrar Hegel ya desde el cap. I del presente libro. Precisamente al final del cap. VI, C, que hay que ver en relación con este final del cap. VII, la categoría de la Einzelnheit, de la singularidad, de la unicidad cobra para Hegel en el contexto de la razón comunicativa una posición tan central como la categoría de la universalidad (pese a toda la crítica Th. W. Adorno a Hegel).

Quizá sólo dos años después de escribir esto, estando ya en Nuremberg (1808), Hegel explica así a sus alumnos de bachillerato este punto más alto de la representación religiosa: «Este amor religioso es el infinito poder sobre todo lo finito del espíritu, sobre lo malo, sobre el mal, sobre el crimen, también sobre las leyes positivas […] El amor divino perdona los pecados, hace que para el espíritu lo hecho quede no hecho […] El amor queda incluso por encima de los respectos de la moral […] La relación sustancial del hombre con Dios es el perdón de los pecados […] El perdón de los pecados no es algo temporal, no es algo que sea resultado de un castigo externo, sino que es una consecuencia eterna, interna en el espíritu y en el ánimo. Lo que hace el amor es aniquilar la nihilidad que el pecado es. La relación sustancial del hombre con Dios tiene la apariencia de ser un más allá, pero el amor de Dios por el hombre y del hombre por Dios cancela esa separación entre el más allá y el más acá y es vida eterna. Esta identidad queda a la vista en Cristo. Cristo es hijo del hombre e hijo de Dios. Para el hombre-Dios no existe el más-allá. Lo importante de él no es ser este hombre [einzelner], sino hombre universal, el verdadero hombre […] Su dolor era la profundidad de la unidad de la naturaleza humana y divina en la vida y en el sufrimiento […] Por Cristo se convierte en santa incluso la realidad común, que deja de ser despreciable […] A la fe no le interesa en absoluto el acontecer empírico, sino sólo aquello que eternamente sucede. Historia de Dios. — La reconciliación del hombre con Dios se sabe en la Iglesia. Saberlo es el espíritu santo de la comunidad. — El reino de Dios sólo lo es la Iglesia invisible, que abraza a toda la tierra y a todas las religiones […]. El mal es sabido como lo en sí y por sí nulo. Y el dolor de ello tiene que penetrar al hombre; éste tiene que abrazar la gracia de Dios, tiene que unirse con él pese al mal, dejándolo y apartándose de él» (Hegel, Philosophische Enzyklopödie für die Oberklasse, en G. F. W. Hegel, Werke 4, Nümberger und Heidelberger Schriften, Francfort, 1970, págs. 67 ss.) [vide la trad. de M. Jiménez Redondo: Enciclopedia Filosófica para los últimos cursos de Bachillerato, Valencia: Museu Valencià de la Il-lustració i de la Modernitat, 2007, pp. 95-97; que puede encontrar en Conversaciones en el Atrium en 00669].

X201X

Es en la religión donde el «espíritu seguro de sí mismo» (cap. VI, C) se tiene delante a sí mismo en su carácter absoluto, pero no es en ella, sino en el saber, donde ese espíritu cobra definitivamente su condición de «espíritu seguro de sí» en ese su carácter absoluto, incondicionado, donde ese espíritu se cerciora de ese su carácter. En la religión todavía hay una diferencia entre la inmediata conciencia de la comunidad y la conciencia que esa conciencia tiene del ser absoluto, por más que la comunidad sepa que esa diferencia no es ninguna.

Conversaciones en Madrid

[787] Sin embargo, esta comunidad no está todavía acabada y completa en esta autoconciencia suya: su contenido en general está para ella en forma de representar, y esta escisión también la tiene aún en ella la espiritualidad efectiva de la comunidad, su retorno a partir de su representar, igual que el elemento del pensar puro también arrastraba él mismo esa escisión. La comunidad no tiene tampoco conciencia de lo que ella es; ella es la autoconciencia espiritual que no se es a sí como este objeto, o que no se abre y desvela como conciencia de sí misma; sino que, en la medida en que es conciencia, tiene representaciones que ya hemos examinado. — Vemos a la conciencia hacerse interior en su último giro, y llegar al saber del ser-dentro-de-sí; la vemos despojarse de su existencia natural y ganar la negatividad pura. Pero el significado positivo —a saber, que esta negatividad o pura interioridad del saber es, en la misma medida, la esencia igual a sí misma, o que la substancia consigue aquí llegar a ser autoconciencia absoluta— es otro y distinto para la conciencia devota. Ella atrapa este lado de que el puro hacerse-interior del saber es en sí la simplicidad absoluta, o la substancia, y lo atrapa como la representación de algo que no es así conforme al concepto, sino como la acción de una satisfacción extraña. O bien, no es para ella que esta profundidad del sí-mismo puro sea la violencia por la que la esencia abstracta se ve extraída de su abstracción y elevada al sí-mismo por el poder de esta devoción pura. — La actividad del sí-mismo retiene este significado negativo frente a ella, porque el despojamiento y exteriorización de la substancia, por su parte, es para tal conciencia un en-sí que ella, igualmente, no capta ni concibe, o no lo encuentra en su actividad como tal. — En tanto que esta unidad de la esencia y del sí-mismo se ha producido en sí, la conciencia sigue teniendo esta representación de su reconciliación, pero como representación. Obtiene satisfacción al añadir exteriormente a su negatividad pura el significado positivo de la unidad de sí con la esencia; su satisfacción misma. Entonces, sigue arrastrado la oposición de un más allá. Por eso, su propia reconciliación hace entrada como algo lejano en su conciencia, como algo lejano del futuro, como la reconciliación que el otro sí-mismo llevó a cabo, que aparece como una lejanía del pasado. Del mismo modo que el hombre divino singular tiene un padre que-es-en-sí, y sólo una madre efectiva, también el hombre divino universal, la comunidad, tiene a su padre en su propia actividad y saber, y a su madre, en cambio, en el amor eterno que ella sólo siente, pero que no contempla en su conciencia como objeto efectivo e inmediato. De ahí que su reconciliación lo sea en su corazón, pero esté todavía escindida con su conciencia, y esté en ruptura con su realidad efectiva. Lo que accede a su conciencia como lo en-sí o lado de la mediación pura es la reconciliación que reside más allá; pero lo que accede a ella como presente, como lado de la inmediatez y de la existencia, del estar ahí, es el mundo, que ha de esperar aún su transfiguración. Desde luego, el mundo, en sí, está reconciliado con la esencia; y de la esencia se sabe, desde luego, que conoce el objeto, ya no como extrañado de sí, sino como igual a sí en su amor. Pero, para la autoconciencia, este presente inmediato no tiene todavía figura de espíritu. El espíritu de la comunidad está, así, en su conciencia inmediata, separado de su conciencia religiosa, la cual, ciertamente, enuncia que, en-sí, ambas conciencias no están separadas, pero es un en-sí que no ha sido realizado, o que todavía no ha llegado a ser, en la misma medida, ser-para-sí absoluto.

Final del Capítulo VII

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Conversations in Washington

[787] [787]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition However, this religious community has not yet reached its completion in this, its self-consciousness. Its content is in the form of representational thinking, and this estrangement also still has in itself the actual spirituality of the religious community, its return from out of its representational thinking, just as the element of pure thinking was itself also burdened with that opposition. This spiritual religious community also does not have a consciousness about what it is; it is spiritual self-consciousness, which, to itself, is not this object, or does not develop into a consciousness of itself; rather, to the extent that it is consciousness, it has those representational thoughts that have been examined. – We see self-consciousness at its last turning point becoming, to itself, inward, and arriving at the knowing of its inwardly-turned-being; we see it relinquish itself of its natural existence and gain pure negativity. However, the positive meaning, that this very negativity, or the pure inwardness of knowing, is just as much the self-equal essence, or that substance has here arrived at absolute self-consciousness, all this is an other for the devotional consciousness. It gets a grip on this aspect, that the pure inwardization of knowing is in itself absolute simplicity, or is the substance, as the representational thought of something which is the way it is not according to its concept but rather as the action of an alien satisfaction.6Genugtuung Or, it is not this for the devotional consciousness: That this depth of the pure self is the power through which the abstract essence is pulled down out of its abstraction and elevated to the self through the power of this pure devotion. – As a result, in relation to the devotional consciousness, the doing of the self retains this negative meaning because the substance’s self-relinquishing is for the self an in-itself which the self likewise does not grasp and comprehend, or which it does not find in its doing as such. – While this unity of essence and self has in itself taken place, consciousness also still has this representational thought of its reconciliation, but as a representation. It achieves satisfaction as a result of externally adding to its pure negativity the positive meaning of the unity of itself with essence; its satisfaction thus itself remains burdened with the opposition of an other-worldly beyond. Its own reconciliation therefore enters into its consciousness as something remote, something far away in the future, just as the reconciliation which the other self achieved appears as something remote in the past. Just as the singularly individual divine man has a father existing-in-itself and only an actual mother, so too the universal divine man, the religious community, has as its father its own doing and knowing, but for its mother it has eternal love, which it only feels but does not intuit in its consciousness as an actual immediate object. Its reconciliation consequently is in its heart, but it is still estranged from its consciousness, and its actuality is still fractured. What enters into its consciousness as the in-itself, or the aspect of pure mediation, is the reconciliation which lies in the other-worldly beyond, but what appears as current, as the aspect of immediacy and of existence, is the world, which still has to await its transfiguration. The world is indeed in itself reconciled with the essence; and it is indeed known of that essence that it no longer cognizes the object as self-alienated, but cognizes it as the same as itself in its love. However, for self-consciousness, this immediate present does not yet have spiritual shape. The spirit of the religious community is in its immediate consciousness still separated from its religious consciousness, which indeed declares that in itself these two are not supposed to be separated, but that they have become an in-itself which is not realized, or which has not yet become an equally absolute being-for-itself.

End of the Chapter VII

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Conversaciones en el Atrium

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