Gespräche in der Dämmerung 00785
Parte de:
C. (CC.) La religión [C. (CC.) Die Religion] / Cap. VII: La religión [VII. Die Religion] / C. La religión revelada [C. Die offenbare Religion]
[Más allá de la conciencia representativa; supresión y superación de los momentos de la representación en la negatividad del self; la resurrección espiritual y la transfiguración espiritual de la muerte; el elemento de la representación reducido a concepto; la representación de Cristo resucitado y la muerte de Dios, o la muerte del hombre-Dios y la muerte de Dios; la conciencia desgraciada y la noche del yo pienso]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[785] Dasjenige, was dem Elemente der Vorstellung angehört, daß der absolute Geist als ein einzelner oder vielmehr als ein besonderer an seinem Dasein die Natur des Geistes vorstellt, ist also hier in das Selbstbewußtsein selbst versetzt, in das in seinem Anderssein sich erhaltende Wissen; dies stirbt daher nicht wirklich, wie der Besondere vorgestellt wird, wirklich gestorben zu sein, sondern seine Besonderheit erstirbt in seiner Allgemeinheit, d.h. in seinem Wissen, welches das sich mit sich versöhnende Wesen ist. Das zunächst vorhergehende Element des Vorstellen; ist also hier als aufgehobenes gesetzt, oder es ist in das Selbst, in seinen Begriff, zurückgegangen; das in jenem nur Seiende ist zum Subjekte geworden. Eben damit ist auch das erste Element, das reine Denken und der in ihm ewige Geist nicht mehr jenseits des vorstellenden Bewußtseins noch des Selbsts, sondern die Rückkehr des Ganzen in sich ist eben dies, alle Momente in sich zu enthalten. Der vom Selbst ergriffene Tod des Mittlers ist das Aufheben seiner Gegenständlichkeit oder seines besonderen Fürsichseins; dies besondere Fürsichsein ist allgemeines Selbstbewußtsein geworden. – Auf der ändern Seite ist das Allgemeine eben dadurch Selbstbewußtsein und der reine oder unwirkliche Geist des bloßen Denkens wirklich geworden. – Der Tod des Mittlers ist Tod nicht nur der natürlichen Seite desselben oder seines besonderen Fürsichseins; es stirbt nicht nur die vom Wesen abgezogene, schon tote Hülle, sondern auch die Abstraktion des göttlichen Wesens. Denn er ist, insofern sein Tod die Versöhnung noch nicht vollendet hat, das Einseitige, welches das Einfache des Denkens als das Wesen weiß im Gegensatze gegen die Wirklichkeit; dies Extrem des Selbsts hat noch nicht gleichen Wert mit dem Wesen; dies hat das Selbst erst im Geiste. Der [571] Tod dieser Vorstellung enthält also zugleich den Tod der Abstraktion des göttlichen Wesens, das nicht als Selbst gesetzt ist. Er ist das schmerzliche Gefühl des unglücklichen Bewußtseins, daß Gott selbst gestorben ist. Dieser harte Ausdruck ist der Ausdruck des Innersten sich einfach Wissens, die Rückkehr des Bewußtseins in die Tiefe der Nacht des Ich = Ich, die nichts außer ihr mehr unterscheidet und weiß. Dies Gefühl ist also in der Tat der Verlust der Substanz und ihres Gegenübertretens gegen das Bewußtsein; aber zugleich ist es die reine Subjektivität der Substanz oder die reine Gewißheit seiner selbst, die ihr als dem Gegenstande oder dem Unmittelbaren oder dem reinen Wesen fehlte. Dies Wissen also ist die Begeistung, wodurch die Substanz Subjekt, ihre Abstraktion und Leblosigkeit gestorben, sie also wirklich und einfaches und allgemeines Selbstbewußtsein geworden ist.
Conversaciones en Valencia
[785] Aquello que pertenece al elemento de la representación [aquello que pertenece al conjunto de representaciones cristianas] a saber: que el espíritu absoluto, como un individuo particular o más bien como comunidad, como grupo [es decir, no como un Einzelner, como individuo particular, sino como besonderer, como la particularidad consciente de un grupo] X191X1Éste es otro de los pocos pasajes en que Hegel distingue netamente entre einzelnes (individual), besonderes (particular) y allgemeines (universal). Cfr. nota X271X al cap. VI. representa en su existencia a la naturaleza del espíritu, queda aquí, por tanto, desplazado y trasladado a la autoconciencia, [queda trasladado] al saber que se mantiene y se mueve en su propio ser-otro; y, por tanto, éste [este saber que se mantiene y se mueve en lo otro de sí] no muere realmente, a diferencia de lo que sucede con aquel individuo [Einzelner] que es representado como realmente estando muerto o habiendo muerto, sino que aquello en lo que su particularidad [Besonderheit] [la del saber] muere es en su universalidad [en la universalidad del saber], es decir, en su saber que ese ser [Wesen, el En-sí, el ser divino] se reconcilia a sí consigo mismo. Por tanto, el elemento de la representación que empieza precediéndole, queda aquí puesto como suprimido y superado, o lo que es lo mismo: ha retornado al self, ha retornado a su concepto X192X;2Mediante la representación artística y mediante la representación religiosa, suprimidas y superadas, es como la comunidad con la que se ha cerrado el cap. VI, C, c (00671), ha llegado a tenerse conceptualmente a sí misma delante en su carácter absoluto. y, por tanto, lo que en aquel elemento era solamente un quedar ahí [era sólo cosa, era sólo algo que estaba ahí delante, que pasaba ahí delante], se ha convertido en sujeto. — Y precisamente con ello, también lo que es el primer elemento, es decir, el pensamiento puro y el espíritu eterno en él, no queda ya allende la conciencia representativa, ni tampoco del self, sino que el retorno del todo a sí mismo consiste precisamente en contener en sí todos los momentos. — La muerte del mediador de la que el self se hace cargo [que el self ha hecho suya, asumido, e interiorizado, ergriffen], es la supresión y superación de su objetualidad [de ser el mediador una cosa que existe ahí] y de su particular ser-para-sí [del mediador]. Este particular ser-para-sí [o este ser-para-sí particular] se ha convertido en autoconciencia universal [en autoconciencia catholica]. — Por otro lado, es precisamente por ello por lo que [o es precisamente mediante ello mediante lo que] lo universal se vuelve autoconciencia, y el espíritu puro o el espíritu irreal del puro pensamiento se convierte [o se ha convertido] en real. — La muerte del mediador es la muerte no solamente del lado natural de él, o de su ser-para-sí particular, no sólo muere la envoltura (ya de por sí muerta) sustraída de la esencia, sino que también muere la abstracción de la esencia divina [es decir, también muere la abstracción que representa el ser divino] X193X.3Vide infra Algunas aclaraciones X193X. Pues el mediador, en cuanto su muerte no ha efectuado o consumado todavía la reconciliación [es decir, antes de su muerte], es lo unilateral que sabe a lo Simple del pensamiento como la esencia por contraposición con la realidad; este extremo del self, o este extremo que representa aquí el self [considerado antes de la reconciliación por la muerte], no comparte todavía igual valor con la esencia [es decir, no es todavía de igual valor que la esencia, o no tiene todavía el mismo valor que la esencia]; pues ésta [es decir, la esencia] como empieza teniendo self es en el espíritu [es decir, pues ésta, la esencia no tiene self sino es en el espíritu]. La muerte de esa representación contiene, pues, a la vez la muerte de la abstracción de la esencia divina que todavía no está puesta como self [o del ser divino en su no estar puesto todavía como self]. Esa muerte [de la abstracción] es el doloroso sentimiento de la conciencia desgraciada de que es Dios mismo quien ha muerto. Esta dura expresión es la expresión del más intimo y profundo simplemente-saber-se X194X4Vide infra Algunas aclaraciones X194X. [del más íntimo y profundo saberse simpliciter] y el retorno de la conciencia a lo profundo de la noche del yo = yo, que nada distingue ya fuera de ella y nada sabe ya fuera de ella. Este sentimiento expresa en realidad la pérdida de la sustancia y la pérdida del quedar la sustancia [del haberse esfumado el quedar la sustancia] enfrente de la conciencia [como algo distinto de la conciencia y frente a ella] X195X;5La nostalgia de sustancialidad y los remedos de ella figuran, pues, negativamente para el Hegel de la Fenomenología del espíritu entre las principales fuentes de obnubilación de la «autoconciencia pura» contemporánea y de catástrofe para la «conciencia real» contemporánea. pero a la vez es la pura subjetividad de la sustancia [o la subjetividad pura de la sustancia], o la pura certeza de su self, que a ella le faltaba como objeto [que a ella le faltaba cuando ella no era sino objeto], o [que a ella le faltaba] como lo inmediato, o como la pura esencia [cuando no era sino lo inmediato o la pura esencia]. El saber es, pues, la «espiritización» [la sublimación, Begeistung] mediante la que la sustancia se ha vuelto sujeto X196X,6Es, pues, mediante la idea de que «Dios ha muerto», como Hegel da conceptualmente alcance a la idea expresada en el Prefacio de que el Absoluto no es sustancia sino sujeto (vide 00017). El saber, al desempeñarse en su búsqueda de lo incondicionado, acaba dando con que lo absolutamente Otro, respecto a lo que él no era sino un momento desapareciente, no es sino él mismo. mediante la que han muerto su abstracción y falta de vida, [la abstracción y falta de vida de la sustancia], mediante la que, pues, la sustancia se ha vuelto real y se ha convertido en autoconciencia simple y universal.
Algunas aclaraciones
X191X
Éste es otro de los pocos pasajes en que Hegel distingue netamente entre einzelnes (individual), besonderes (particular) y allgemeines (universal). Cfr. nota X271X al cap. VI.
X192X
Mediante la representación artística y mediante la representación religiosa, suprimidas y superadas, es como la comunidad con la que se ha cerrado el cap. VI, C, c (00671), ha llegado a tenerse conceptualmente a sí misma delante en su carácter absoluto.
X193X
Se diría que Hegel está respondiendo aquí a las palabras de Lutero citadas más arriba conforme a las que «como Cristo es Dios y hombre en una persona, resulta que lo que se dice de él como hombre, también hay que decirlo de Dios. Y así, Cristo ha muerto, y Cristo es Dios, por tanto Dios ha muerto. No el Dios separado, sino el Dios unido con la humanidad. Pues del Dios separado ambas cosas serían falsas» (ed. Weimar, 1914, tomo 50, p. 589). Hegel parece replicar que la idea de muerte de Dios se aplica sobre todo a la abstracción de la esencia divina, al «Dios separado». Por tanto, cuando el self, al darse alcance conceptualmente a sí mismo desde la representación, se tiene a sí mismo delante en su carácter absoluto, lo que tiene delante es un inmenso vacío (véase nota X99X); sobre todo después de haber dado la espalda con asco (cap. VI, V, a, b) al intento kantiano de llenar ese vacío mediante una «cosmovisión moral» y de haber dado la espalda a las figuraciones religiosas (El Ser supremo y la Materia) con las que la Ilustración vencedora sustituye a la fe que ella critica.
X194X
A mi entender, ésta es aquí la última palabra de Hegel. El cap. VIII desarrolla simplemente este «simplemente saberse», en el que la conciencia sabe a lo enigmática, infinita y absolutamente Otro como siendo ella, pues eso Otro no es sino tal saber (o ha acabado reduciéndose a tal saber); se trata de la noche del yo = yo, de la que se habla a continuación. En un ensayo sobre Samuel Beckett, Th. W. Adorno hablaba de implosión del «sentido metafísico» en la obra de Beckett. Por limitarme a este ejemplo que me atrae especialmente, me parece que, vistas las cosas desde Hegel, en lo que se refiere a «autoconciencia pura» (como diría Hegel), podría decirse que la obra de Beckett y quizá también monumentos de la teología negativa, susceptibles de leerse desde Beckett como pueden ser la obra de Eckhart o de San Juan de la Cruz, podrían representar muy bien el genuino «sentido metafísico» de la «conciencia pura» contemporánea, es decir, aquello a lo que Hegel parece estar apuntando aquí. Aunque, naturalmente, no habría por qué limitarse a este tipo de ejemplos. Hay otras formas de lo que podríamos llamar una repetición contemporánea de la «religión del arte», como puede ser la obra de Vicente Huidobro o la obra de Juan Ramón Jiménez, que podrían también ilustrarnos muy bien sobre este punto de la argumentación hegeliana. Como el lector ve, evito referirme a Hölderlin. Entiendo que una de las ideas más machaconas de Hegel es que de lo que se trata es de darse conceptualmente alcance a sí misma la autoconciencia en el carácter absoluto que esa autoconciencia tiene, en su incondicional actualidad, y, por tanto, en el serse también esa autoconciencia (en lo que se refiere a su «autoconciencia pura») lo absolutamente otro de sí misma, lo absolutamente extraño a sí misma (es el doble enunciado). Me parece que esto es algo que tiene poco que ver con la infinita nostalgia de la mejor «poesía metafísica» tanto de Schiller como de Hölderlin. Más bien la posición de Hegel me parece una crítica de ese tipo de «repetición» de la «religión del arte». Poesía como la de Juan Ramón Jiménez o la de Huidobro me parecen, en cambio, admirables ejemplos de un tipo de «repetición» de la «religión del arte» en la que la conciencia pura de la más actual actualidad busca penetrarse a sí misma en ese su saberse lo absolutamente otro de sí (naturalmente, al hablar en este caso de «religión del arte» me atengo a la terminología y conceptos de la Fenomenología del espíritu, conforme a los que, como hemos visto, tanto Shakespeare como el himno luterano caen bajo la figura o noción de «religión del arte»).
Pero naturalmente, estas sugerencias no deberían conducir a confusiones. Beckett, o San Juan de la Cruz o Eckhart, o Vicente Huidobro, o Juan Ramón Jiménez son arte, o en todo caso son arte y religión, o en todo caso religión y elaboración teológica de representaciones religiosas.
Pero para Hegel se trata de otra cosa, para Hegel no se trata de representaciones (ni siquiera de las de Beckett, o de San Juan de la Cruz o de Eckhart leídos desde Beckett), sino del concepto. El concepto es aquí la forma de la conciencia del Ser absoluto que en eso absolutamente otro y extraño no se es sino ella, por más que ese concepto necesite de la mediación de la «representación», ya sea esa representación artística, ya sea una representación religiosa o teológica.
Ahora bien, lo más importante para Hegel no es nunca sólo ni primariamente lo concerniente a «autoconciencia pura» sino lo concerniente a «autoconciencia real» (es decir, lo concerniente a la vida práctica). O tan importante como lo concerniente a «autoconciencia pura» es para Hegel lo concerniente a «autoconciencia real». Y como sólo en el medio de su «autoconciencia pura» puede estar la «conciencia real» a la altura de su ser-conciencia, de su carácter de conciencia, es decir, tener claridad sobre sí misma, sobre su propia actualidad, también por este lado tanto en arte como en religión Hegel parece preferir aquellas formas de conciencia pura que no se engañan acerca de la noche del yo = yo. Una conciencia a la altura de su propia actualidad tiene que tener radicalmente que ver con la experiencia de ello.
X195X
La nostalgia de sustancialidad y los remedos de ella figuran, pues, negativamente para el Hegel de la Fenomenología del espíritu entre las principales fuentes de obnubilación de la «autoconciencia pura» contemporánea y de catástrofe para la «conciencia real» contemporánea.
X196X
Es, pues, mediante la idea de que «Dios ha muerto», como Hegel da conceptualmente alcance a la idea expresada en el Prefacio de que el Absoluto no es sustancia sino sujeto (vide 00017). El saber, al desempeñarse en su búsqueda de lo incondicionado, acaba dando con que lo absolutamente Otro, respecto a lo que él no era sino un momento desapareciente, no es sino él mismo.
Conversaciones en Madrid
[785] Lo que pertenece al elemento de la representación, que el espíritu absoluto, en cuanto espíritu singular, o mejor dicho, en cuanto espíritu particular, represente en su existencia la naturaleza del espíritu, queda aquí traspuesto, entonces, a la autoconciencia misma, al saber que se conserva en su ser-otro; por eso, esta conciencia no muere efectivamente, tal como se representa que el particular ha muerto efectivamente, sino que su particularidad se muere en su universalidad, es decir, en su saber que es la esencia que se reconcilia consigo misma. El elemento del representar, que en principio era previo, es puesto aquí como cancelado, o dicho de otro modo, ha retornado al sí-mismo, a su concepto; lo que en aquél sólo es se ha convertido en sujeto. — Precisamente con ello, lo también el primer elemento, el pensar puro y el espíritu eterno que hay dentro de él no están ya más allá de la conciencia representante, ni del sí-mismo, sino que el retorno de todo hacía dentro de sí ha de contener precisamente todos estos momentos dentro de sí. — La muerte del mediador, cuando el sí- [891] /mismo se ha hecho con ella, es cancelar su objetualidad o su ser-para-sí particular; este ser-para-sí particular se ha convertido en autoconciencia universal. — Por otro lado, precisamente por eso, lo universal es autoconciencia, y el espíritu puro o inefectivo del mero pensar se ha hecho efectivamente real. — La muerte del mediador es muerte, no sólo del lado natural de éste, o de su ser-para-sí particular, no sólo muere la cáscara ya muerta, arrancada de la esencia, sino también la abstracción de la esencia divina. Pues, en la medida en que su muerte no ha completado todavía la reconciliación, el mediador es lo unilateral que sabe lo simple del pensar como la esencia, en oposición a la realidad efectiva; este extremo del sí-mismo no tiene todavía el mismo valor que la esencia; ésta sólo llega a tener al sí-mismo por primera vez en el espíritu. La muerte de esta representación contiene, entonces, a la vez, la muerte de la abstracción de la esencia divina, que no está puesta como sí-mismo. Esta muerte es el doloroso sentimiento de la conciencia desdichada de que es Dios mismo quien ha muerto. Esta dura expresión es la expresión del más íntimo saberse simplemente, el retorno de la conciencia a las profundidades de la noche del yo = yo, que ya no diferencian ni saben nada aparte de esa noche. Este sentimiento es, entonces, de hecho, la pérdida de la substancia y del enfrentarse de ésta a la conciencia; pero, al mismo tiempo, es la pura subjetividad de la substancia, o la certeza pura de sí mismo, certeza que le faltaba en cuanto objeto o en cuanto lo inmediato, o en cuanto la esencia pura. Este saber, entonces, es la espiritualización por la que la substancia se ha hecho sujeto, su abstracción y falta de vida han muerto, y ella, entonces. ha devenido efectivamente real, ha llegado a ser autoconciencia simple y universal.
Conversations in Washington
[785] [785]7We kept the numeration given by the editor in the printed edition What belongs to the element of representational thought, absolute spirit representing the nature of spirit in its existence as a singular spirit or instead as a particular spirit, is therefore shifted here into self-consciousness itself, into the knowing that sustains itself in its otherness. This self-consciousness thus does not therefore actually die off in the way that the particular is represented to have actually died; rather, its particularity dies off in its universality, which is to say, in its knowing, which is the essence reconciling itself with itself. That initially antecedent element of representational thinking is therefore posited here as sublated, or it has returned into the self, into its concept; what was only an existent in the former has become the subject. – precisely by doing so, the first element, pure thinking, and the eternal spirit in it are also no longer an other-worldly beyond to representationally thinking consciousness, nor are they an other-worldly beyond to the self; rather, the return of the whole into itself consists precisely in containing all moments within itself. – The death of the mediator, which has so deeply moved the self, is the sublation of his objectivity, or of his particular being-for-itself; this particular being-for-itself has become universal self-consciousness. – On the other side of the coin and just as a result, the universal is self-consciousness, and the pure, or the non-actual spirit of mere thinking has become actual. – The death of the mediator is the death not only of his natural aspect, or of his particular being-for-itself. What dies is not only the already dead outer shell stripped of essence but also the abstraction of the divine essence, for the mediator is, to the extent that his death has not yet completed the reconciliation, one-sided, which as one-sided knows the simplicity of thinking as the essence in opposition to actuality. This extreme of the self is not yet of equivalent value with the essence; it is only as spirit that the self has that value. The death of this representational thought contains at the same time the death of the abstraction of the divine essence which is not yet posited as a self. That death is the agonized feeling of the unhappy consciousness that God himself is dead. This harsh expression is the expression of the inmost simple-knowing-of-oneself, the return of consciousness into the depth of the night of the I = I which no longer differentiates and knows nothing external to it. This feeling thus is in fact the loss of substance and of the substance taking a stance against consciousness. However, at the same time it is the pure subjectivity of substance, or the pure certainty of its own self which it lacked as object, as immediacy, or as pure essence. This knowing is therefore spirit-giving, as a result of which substance becomes subject, its abstraction and lifelessness have died, and it has become actual, simple, and universal self-consciousness.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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