Gespräche in der Dämmerung 00752
Parte de:
C. (CC.) La religión [C. (CC.) Die Religion] / Cap. VII: La religión [VII. Die Religion] / C. La religión revelada [C. Die offenbare Religion]
[A qué figura del espíritu pertenece la religión revelada, o a la inversa: qué figura del espíritu real hace el enunciado «El self es el ser absoluto»; persona jurídica, y conciencia de la completud perdida; de nuevo la conciencia desgraciada; tragedia de lo ético y divina comedia]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[752] Dieses weiß, welche Bewandtnis es mit dem wirklichen Gelten der abstrakten Person und ebenso mit dem Gelten derselben in dem reinen Gedanken hat. Es weiß ein solches Gelten vielmehr als den vollkommenen Verlust; es selbst ist dieser seiner bewußte Verlust und die Entäußerung seines Wissens von sich. – Wir sehen, daß dies unglückliche Bewußtsein die Gegenseite und Vervollständigung des in sich vollkommen glücklichen, des komischen Bewußtseins ausmacht. In das letztere geht alles göttliche Wesen zurück, oder es ist die vollkommene Entäußerung der Substanz. Jenes hingegen ist umgekehrt das tragische Schicksal der an und für sich sein sollenden Gewißheit seiner selbst. Es ist das Bewußtsein des Verlustes aller Wesenheit in dieser Gewißheit seiner und des Verlustes eben dieses Wissens von sich – der Substanz wie des Selbsts; es ist der Schmerz, der sich als das harte Wort ausspricht, daß Gott gestorben ist.
Conversaciones en Valencia
[752] Ésta sabe qué es lo que de verdad pasa con la vigencia real de la persona abstracta, y también con la vigencia de ella en el pensamiento puro [es decir, sabe qué es lo que de verdad hay de ello]. Ella sabe tal vigencia [o tal valer, o tal tener valor, o tal validez] de la persona abstracta más bien como la completa pérdida. Ella misma es tal pérdida consciente de sí y el extrañamiento de su saber de sí misma [o el extrañamiento de su saber respecto de ese mismo saber]. — Y vemos que esta conciencia desgraciada es el lado opuesto [la contrapartida] y el complemento de la conciencia en sí perfectamente feliz, de la conciencia cómica, es decir, de la conciencia tal como la conciencia se nos presenta en la comedia. A esta última es adonde se retrae, o retrocede, o se reduce en definitiva todo ser divino, o lo que es lo mismo: esa conciencia [la conciencia cómica] es el perfecto o completo extrañamiento de la sustancia X115X.1Vide infra Algunas aclaraciones X115X. Y al revés, la conciencia desgraciada es, en cambio, el destino trágico de la certeza de sí misma, en su haber de ser esa certeza en y para sí. Es la conciencia de la pérdida de toda esencialidad en esta certeza de sí y de la pérdida precisamente de ese saber de sí [o de la pérdida que representa ese saber de sí], [de,la pérdida] tanto de la sustancia corno del self, es el dolor que se expresa en la dura frase de que Dios ha muerto X116X.2Vide infra Algunas aclaraciones X116X.
Algunas aclaraciones
X115X
La figura de la «conciencia desgraciada» introducida en el cap. IV (vide 00207) que desempeñaba ya un papel importante al final del cap. V, A (vide 00344 et seqq.), y al final del cap. VI, C (vide 00657 et seqq.; vide 00673 et seqq.), pasa a desempeñar también un papel central en este cap. VII, C. En todo caso, comedia, estoicismo, conciencia desgraciada y la abstracción de la persona jurídica (considerémoslos como figuras de la conciencia) son para Hegel el medio de la figura de la religión revelada.
X116X
Propiamente está hablando del helenismo y de Roma y, sin embargo, es admirable la brevísima descripción que el autor está haciendo de la dimensión tragicómica de la conciencia moderna. Y ello en el inicio mismo del análisis de la religión revelada como forma específica de la relación que la conciencia moderna guarda con sus ultimidades, es decir, de la relación que la conciencia moderna guarda con su propio carácter de Ser absoluto. Es esa conciencia la que protagoniza la disputa entre la fe y la Ilustración del cap. VI, B (vide 00537 et seqq.), y la conversión de la representación religiosa en concepto, descrita al final del presente cap. VII, C, y en el cap. VIII.
La frase «Dios ha muerto», que por lo general suele asociarse con el nombre de Nietzsche, proviene evidentemente de Hegel. Pero como Hegel expresamente señala en sus Lecciones sobre filosofía de la religión, la toma directamente de Lutero y de cantos luteranos de Viernes Santo, que muy probablemente sean también el lugar de donde la recibió Nietzsche, si no la recibió directamente de Hegel. Cfr. sobre todo esto E. Jüngel, Gott als Geheimnis der Welt, op. cit., págs. 55 ss.
En la edición de W. Bonsiepen y R. Heede se citan dos de las fuentes a las que Hegel se refiere en su curso de filosofía de la religión.
Lutero escribe: «Como Cristo es Dios y hombre en una sola persona, resulta que lo que se dice de él como hombre, también hay que decirlo de Dios. Y así, Cristo ha muerto, y Cristo es Dios, por tanto Dios ha muerto. No el Dios separado, sino el Dios unido con la humanidad. Pues del Dios separado ambas cosas serian falsas» (ed. Weimar, 1914, tomo 50, p. 589).
Bonsiepen y Heede citan también una cancioncilla de Viernes Santo de Johann Risten, impresa en 1658, que dice: «Oh espanto y horror, / Dios mismo murió. / En la cruz ha muerto, / por amor, / y en el reino del cielo / así nos ha puesto». La letra acabó considerándose tan dura, que se la sustituyó por la siguiente: «Oh espanto y horror, / murió el hijo de Dios. / En la cruz ha muerto, / por amor, / y en el reino del cielo / así nos ha puesto».
Por último, Klaus Wrehde me llama la atención sobre el texto de una de las «pasiones» de Juan Sebastián Bach, en el que se habla de que »Gott selbst erbleicht…« («Dios mismo palidece y expira»).
Naturalmente, esta clase de expresiones cobran su peculiar importancia en ese contexto de religiosidad, teología y filosofía que, pasando por el idealismo alemán, llega hasta Nietzsche. Pues si uno pega el oído a esta clase de expresiones, las encuentra también en catalán en la poseía de Rois de Corella y en castellano en la poesía religiosa de Quevedo (por señalar dos casos en que me ha sucedido encontrarlas), sin que en ninguno de esos dos casos quedasen asociadas al efecto de Erinnerung que tuvieron en aquella tradición protestante.
Para Hegel es la autoconciencia que representativamente cobra conciencia de su Ser absoluto en la forma de religión revelada, es esa autoconciencia, digo, la que ya desde la propia representación religiosa, aun con anterioridad al concepto, efectúa el tránsito por el que esa autoconciencia se convierte en una autoconciencia sin representación de Dios. Desde la perspectiva misma de la «representación» la ausencia de Dios es la peculiar forma de religión de esa autoconciencia. Y es mediante esa representación como esa autoconciencia, al darse conceptualmente alcance a sí misma como conciencia ilustrada, puede dar con la idea del carácter de ser-absoluto de esa misma autoconciencia para la que el Ser absoluto se autoniega, por más que para Hegel esa conciencia ilustrada acabe no entendiéndose propiamente a sí misma.
Pero las fuentes del motivo que aquí analiza Hegel no son sólo cristianas. No puede sorprender que en el presente cap. VII, C, Hegel recurra a J. Böhme, el cual bebe de fuentes cabalísticas que Hegel se toma mucho más a la letra de lo que después se las tomarla Schelling (que, naturalmente, a través de Böhme, también apela a la Cábala en su escrito de 1809 sobre la esencia de la libertad humana). Conforme a la doctrina del tsim-tsum de Isaac Luria, tal como se expone, por ejemplo, en el libro Puerta del Cielo de Abraham Cohen de Herrera, este mundo es el que es precisamente porque Dios se fue, porque ese mundo no es sino «encogimiento» de Dios. En las tradiciones cabalísticas se contiene, pues, una impresionante interpretación religiosa de la obligada ausencia de Dios en la autoconciencia que se da alcance a sí misma en esas tradiciones.
Es esa conciencia la que se trueca enseguida en lado mesiánico de la conciencia revolucionaria, la que (en lo que respecta a su carácter de conciencia del Ser absoluto) se trueca en el encargo mesiánico de hacer retornar un sentido absoluto ausente (de hacer retornar a su creación al airado Dios que se fue), en anticipación de un futuro absoluto, ligado precisamente a la muerte de Dios entendido como un más-allá separado. Pero este motivo mesiánico es más bien ajeno al Hegel de los caps. VII y VIII del presente libro, aunque, ciertamente, buena parte de la izquierda hegeliana interpretó enseguida a Hegel desde él.
Por lo demás, es en el contexto de la especulación cabalística donde por primera vez se apela al neoplatonismo y a Platón en los términos en que lo hace Hegel. Creo que en el mencionado escrito de Schelling, pese a la masiva presencia de Böhme y pese a la expresa apelación a la Cábala judía en él, hay más bien poco de ello. En sus Lecciones sobre historia de la filosofía Hegel pone la Cábala bajo el epígrafe de «Los neoplatónicos», y del «neoplatonismo» dice que fue la última filosofía antes de Descartes.
Jürgen Habermas recoge en su libro Perfiles filosófico-políticos un temprano articulo suyo titulado «El idealismo alemán de los filósofos judíos» cuya idea central, que es precisamente la del título (el artículo de por sí es más bien flojo), merece ser tomada en serio. De interés también en relación con lo que estoy diciendo, es el artículo que en ese mismo libro Habermas dedica a G. Scholem con el titulo de «La Torá disfrazada».
Conversaciones en Madrid
[752] Ésta sabe qué pasa con la vigencia efectiva de la persona abstracta, así como con la vigencia de ésta dentro del pensamiento puro. Sabe que semejante vigencia es, más bien, la pérdida perfecta, ella misma es esta pérdida consciente de sí y el despojamiento de su saber de sí. — Vemos que esta conciencia desdichada constituye el lado opuesto y complementario de la conciencia que es perfectamente dichosa dentro de sí, la conciencia cómica. En esta última, toda esencia divina retrocede, o sea, ella es el despojamiento perfecto de la substancia. Aquélla, en cambio, es al revés, el destino trágico de la certeza de sí mismo que debe ser en y para sí. Es la conciencia de la pérdida de toda esencialidad en esta certeza de sí y de la pérdida, justamente, de este saber de sí: tanto de la substancia como del sí-mismo; es el dolor que se enuncia con las duras palabras de que Dios ha muerto X*X.3Vide infra Algunas aclaraciones X*X.
Algunas aclaraciones
X*X = La frase que Nietzsche hará célebre, y que Hegel escribe antes que él para señalar el final del mundo antiguo y el paso el mundo cristiano, procede en realidad de Lutero y de la literatura evangélica en la que Hegel se había formado. Según recuerda el editor Bonsiepen, de Lutero mismo es el texto: «Pues nosotros, los cristianos, hemos de hacernos a los idiomas de las dos naturalezas iguales en Cristo / pues Cristo es Dios y hombre en una persona / por eso, lo que de él se diga / como hombre / debe decirse también de Dios / y es que / Cristo ha muerto / y Cristo es Dios / y por eso Dios ha muerto / no el Dios separado / sino el Dios unido con lo humano, / que del Dios separado ambas cosas son falsas…». En: Martin Luthers Werke, kritische Gesamtausgabe, vol. 50, Weimar, 1914, p. 589. En las Lecciones de Filosofía de la Religión Hegel se referirá a una canción de iglesia del mismo tenor, que Bonsiepen identifica en esta letrilla del siglo XVII: «Ay, qué dolor / que murió Dios / en cruz ha muerto / y por amor el cielo / nos lo ha abierto».
Conversations in Washington
[752] [752]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition This self knows the story about what actually counts concerning the abstract person; it likewise also knows the story about what counts concerning the person in pure thought. It knows that what this amounts to is instead a complete loss; it is itself this loss which has become conscious of itself, and it is the self-relinquishing of its knowing of itself. – We now see that the unhappy consciousness constituted the counterpart and the culmination of the consciousness that was perfectly happy within itself, namely, the comic consciousness. All divine essence returns back into this comic consciousness, or it is the complete self-relinquishing of substance. In contrast, the unhappy consciousness is conversely the tragic fate of the certainty of itself that is supposed to be in and for itself. It is the consciousness of the loss of all essentiality in this certainty of itself and of the loss even of this knowing of itself – It is the loss of substance as well as of the self, the pain that expresses itself in the harsh phrase that God is dead.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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