Gespräche in der Dämmerung 00689

C. (CC.) Die Religion / C. (CC.) La religión

VII. Die Religion / Capítulo VII: La religión

A. Die natürliche Religion / A. La religión natural

b. Die Pflanze und das Tier / b. Las plantas y el animal

 

[Las plantas y el animal]

Gespräche in Jena

[689] [507] Der selbstbewußte Geist, der aus dem gestaltlosen Wesen in sich gegangen oder seine Unmittelbarkeit zum Selbst überhaupt erhoben, bestimmt seine Einfachheit als eine Mannigfaltigkeit des Fürsichseins und ist die Religion der geistigen Wahrnehmung, worin er in die zahllose Vielheit schwächerer und kräftigerer, reicherer und ärmerer Geister zerfällt. Dieser Pantheismus, zunächst das ruhige Bestehen dieser Geisteratome, wird zur feindseligen Bewegung in sich selbst. Die Unschuld der Blumenreligion, die nur selbstlose Vorstellung des Selbsts ist, geht in den Ernst des kämpfenden Lebens, in die Schuld der Tierreligion, die Ruhe und Ohnmacht der anschauenden Individualität in das zerstörende Fürsichsein über. – Es hilft nichts, den Dingen der Wahrnehmung den Tod der Abstraktion genommen und sie zu Wesen geistiger Wahrnehmung erhoben zu haben; die Beseelung dieses Geisterreichs hat ihn durch die Bestimmtheit und die Negativität an ihr, die über die unschuldige Gleichgültigkeit derselben übergreift. Durch sie wird die Zerstreuung in die Mannigfaltigkeit der ruhigen Pflanzengestalten eine feindselige Bewegung, worin sich der Haß ihres Fürsichseins aufreibt. – Das wirkliche Selbstbewußtsein dieses zerstreuten Geistes ist eine Menge vereinzelter ungeselliger Völkergeister, die in ihrem Hasse sich auf den Tod bekämpfen und bestimmter Tiergestalten als ihres Wesens sich bewußt werden, denn sie sind nichts anderes als Tiergeister, [507] sich absondernde, ihrer ohne Allgemeinheit bewußte Tierleben.

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b. Las plantas y el animal

[689] El espíritu autoconsciente, que desde el ser [Wesen] informe o carente aún de forma ha pasado a sí mismo [ha revertido en sí mismo] o que esa su inmediatez la ha elevado a self, determina su simplicidad [da determinación a su simplicidad] como una diversidad o pluralidad del ser-para-sí [como una multiplicidad y diversidad de seres-para-sí, de inmediateces retornadas a sí mismas], y es la religión de la percepción espiritual [es decir, de lo que era la percepción como momento de la conciencia, cap. II, pero de forma que ese momento articula ahora toda la autoconciencia del espíritu] y es la religión de la percepción espiritual, digo, en la que ese espíritu se descompone y desintegra en una pluralidad sin fin de espíritus más débiles y más fuertes, más ricos y más pobres. Este panteísmo que empieza siendo un quiescente quedar ahí o darse ahí estos átomos espirituales, se convierte en un movimiento de enemistad, en un movimiento hostil dentro de sí mismo, en sí mismo X50X.1Bien pensado, el movimiento del cap. II era todo él una riña. Y así, la inocencia de la religión de las flores [es decir, del jardín, del paraíso], la cual inocencia es sólo una representación del self pero carente ella de self, se transforma en la seriedad y gravedad de la vida en lucha, en la deuda y culpa de la religión de los animales, es decir, la quietud e impotencia de una individualidad sumida en su intuición [sumida en su estar ahí no más que viendo y mirando, o en su estar ahí reducida a no más que ver y mirar] se trueca en un ser-para-sí destructor. — De nada vale haber sacado las cosas de la abstracción de la certeza inmediata [cap. I], de nada vale que las cosas de la percepción [cap. II] hayan sido sacadas de la muerte de la abstracción [es decir, haberles sacudido esa abstracción, esa muerte], y se las haya elevado a seres [Wesen] de percepción espiritual [de esta percepción del cap. II conforme a la que aquí se articula el reino del espíritu]; la animación de este reino de los espíritus lleva la muerte en ella a causa de la determinidad y negatividad que esa animación implica, que alcanza mucho más allá de una inocente indiferencia entre ellos [entiendo entre «los seres de percepción la espiritual»] X51X.2Si bien la frase quizá podría traducirse también: «la cual animación lleva más allá de una inocente indiferencia de tal determinidad y negatividad»; pero me parece que esto no tiene sentido. Por medio de ellas, es decir, por medio de esa determinidad y negatividad, la dispersión en la diversidad de las tranquilas figuras de plantas se trueca en enemistad, en un movimiento hostil en el que el odio [que se sigue] de su ser-para-sí [o de su ser de por sí o de su presunto ser de por sí] hace rozarse, desollarse y triturarse a esos seres los unos contra los otros y los otros contra los unos. — La autoconciencia real de este espíritu disperso y desparramado es un conjunto o pluralidad de espíritus de pueblos, aislados los unos contra los otros e insociables, que odiándose se combaten a muerte y que cobran conciencia de lo que son como de determinadas figuras de animales, pues ellos no son otra cosa que espíritus animales, vidas animales que se aíslan, que son conscientes de sí pero sin universalidad.

Algunas aclaraciones

X50X = Bien pensado, el movimiento del cap. II era todo él una riña.

X51X = Si bien la frase quizá podría traducirse también: «la cual animación lleva más allá de una inocente indiferencia de tal determinidad y negatividad»; pero me parece que esto no tiene sentido.

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b. La planta y el animal

[689] El espíritu autoconsciente que ha caminado desde la esencia sin figura hacia dentro de sí, o que ha elevado su inmediatez hasta el sí-mismo como tal, determina su simplicidad como una multiplicidad del ser-para-sí, y es la religión de la percepción espiritual en la que él se descompone en una pluralidad innúmera de espíritus más débiles y más vigorosos, más ricos y más pobres. Este panteísmo, que empieza siendo el subsistir tranquilo de estos átomos espirituales, se convierte en movimiento hostil dentro de sí mismo. La inocencia de la religión floral, que no es más que representación sin sí-mismo del sí-mismo, pasa a la seriedad de la vida en lucha, a la culpa de la religión animal, y la quietud y la impotencia de la individualidad que contempla pasa al ser-para-sí destructor. — De nada sirve haberle quitado a las cosas de la percepción la muerte de la abstracción y haberlas elevado hasta ser esencia de la percepción espiritual; la animización de este reino de espíritus tiene en ella a la muerte por la determinidad y la negatividad que invade su indiferencia inocente. Por medio de ella, la dispersión en la multiplicidad de las figuras-planta quietas deviene un movimiento hostil en el que ella queda restregada y consumida por el odio de su ser-para-sí. — La autoconciencia efectivamente real de este espíritu disperso es una multitud de espíritus del pueblo aislados y asociales que, movidos por su odio, se combaten hasta la muerte X*X3Hegel alude, probablemente, a las luchas entre tribus en Egipto. En las Lecciones de Filosofía de la Religión, Hegel llamará odioso al culto egipcio a los animales. En VPR, II, 528. y se hacen conscientes de determinadas figuras de animales como si fueran su esencia, pues no son otra que espíritus de animales, vidas animales separándose y particularizándose, conscientes de ellas sin universalidad.

Algunas aclaraciones

X*X = Hegel alude, probablemente, a las luchas entre tribus en Egipto. En las Lecciones de Filosofía de la Religión, Hegel llamará odioso al culto egipcio a los animales. En VPR, II, 528.

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(CC) Religion

VII. Religion

A. Natural Religion

b. Plants and Animals

[689] [689]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition Self-conscious spirit, which has taken an inward turn from out of the shapeless essence, or which has elevated its immediacy to that of the self as such, determines its simplicity as a manifoldness of being-for-itself and is the religion of spiritual perception, within which it falls apart into an innumerable plurality of weaker and stronger, richer and poorer spirits. This pantheism, which is initially the motionless stable existence of these spiritual atoms, becomes a hostile movement within itself. The innocence of the flower religion, which is only a representation of the self void of any self, passes over into the seriousness of warring life, into the guilt of animal religion; the motionless being and the impotence of intuiting individuality passes over into destructive being-for-itself. – It does not help to have taken the death of abstraction away from the things of perception and to have elevated them into the essence of spiritual perception; the ensouling of this spiritual realm has that death through the determinateness and the negativity in it which make it encroach on the innocent indifference of that religion. It is through this determinateness and negativity that the dispersal into the manifoldness of the motionless shapes of plants becomes a hostile movement in which the hatred of their being-for-itself gradually wears itself out. – The actual self-consciousness within this dispersed spirit is a multitude of thinned-out and unsociable spirits of different peoples, who, in their hatred, battle with each other to the death and become conscious of determinate shapes of animals as their essence, for they themselves are nothing more than animal spirits, segregating themselves from their conscious animal life, bereft of universality.

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