Gespräche in der Dämmerung 00671
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]
[El espíritu absoluto]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[671] Er tritt ins Dasein nur auf der Spitze, auf welcher sein reines Wissen von sich selbst der Gegensatz und Wechsel mit sich selbst ist. Wissend, daß sein reines Wissen das abstrakte Wesen ist, ist er diese wissende Pflicht im absoluten Gegensatze gegen das Wissen, das sich als absolute Einzelheit des Selbsts das Wesen zu sein weiß. Jenes ist die reine Kontinuität des Allgemeinen, welches die sich als Wesen wissende Einzelheit als das an sich Nichtige, als das Böse weiß. Dies aber ist die absolute Diskretion, welche sich selbst in ihrem reinen Eins absolut und jenes Allgemeine als das Unwirkliche weiß, das nur für Andere ist. Beide Seiten sind zu dieser Reinheit geläutert, worin kein selbstloses Dasein, kein Negatives des Bewußtseins mehr an ihnen ist, sondern jene Pflicht ist der sich gleichbleibende Charakter seines Sichselbstwissens, und dieses Böse hat ebenso seinen Zweck in seinem Insichsein und seine Wirklichkeit in seiner Rede; der Inhalt dieser Rede ist die Substanz seines Bestehens; sie ist die Versicherung von der Gewißheit des Geistes in sich selbst. – Beide ihrer selbst gewissen Geister haben keinen anderen Zweck als ihr reines Selbst und keine andere Realität und Dasein als eben dieses reine Selbst. Aber sie sind noch verschieden, und die Verschiedenheit ist die absolute, weil sie in diesem Elemente des reinen Begriffs gesetzt ist. Sie ist es auch nicht nur für uns, sondern für die Begriffe selbst, die in diesem Gegensatze stehen. Denn diese Begriffe sind zwar bestimmte gegeneinander, aber zugleich an sich allgemeine, so daß sie den ganzen Umfang des Selbsts ausfüllen und dies Selbst keinen anderen Inhalt als diese seine Bestimmtheit hat, die weder über es hinausgeht noch beschränkter ist als es; denn die eine, das absolut Allgemeine, ist ebenso das reine Sichselbstwissen als das andere, die absolute Diskretion [493] der Einzelheit, und beide sind nur dies reine Sichwissen. Beide Bestimmtheiten sind also die wissenden reinen Begriffe, deren Bestimmtheit selbst unmittelbar Wissen oder deren Verhältnis und Gegensatz das Ich ist. Hierdurch sind sie füreinander diese schlechthin Entgegengesetzten; es ist das vollkommen Innere, das so sich selbst gegenüber und ins Dasein getreten ist; sie machen das reine Wissen aus, das durch diesen Gegensatz als Bewußtsein gesetzt ist. Aber noch ist es nicht Selbstbewußtsein. Diese Verwirklichung hat es in der Bewegung dieses Gegensatzes. Denn dieser Gegensatz ist vielmehr selbst die indiskrete Kontinuität und Gleichheit des Ich = Ich; und jedes für sich eben durch den Widerspruch seiner reinen Allgemeinheit, welche zugleich seiner Gleichheit mit dem Anderen noch widerstrebt und sich davon absondert, hebt an ihm selbst sich auf. Durch diese Entäußerung kehrt dies in seinem Dasein entzweite Wissen in die Einheit des Selbst! zurück; es ist das wirkliche Ich, das allgemeine Sichselbstwissen in seinem absoluten Gegenteile, in dem insichseienden Wissen, das um der Reinheit seines abgesonderten Insichseins [willen] selbst das vollkommen Allgemeine ist. Das versöhnende Ja, worin beide Ich von ihrem entgegengesetzten Dasein ablassen, ist das Dasein des zur Zweiheit ausgedehnten Ichs, das darin sich gleich bleibt und in seiner vollkommenen Entäußerung und Gegenteile die Gewißheit seiner selbst hat; – es ist der erscheinende Gott mitten unter ihnen, die sich als das reine Wissen wissen. [494]
Ende des Kapitels VI
Conversaciones en Valencia
[El espíritu absoluto]
[671]1Epígrafe: El espíritu absoluto. El espíritu absoluto entra en la existencia [cobra existencia] sólo en esta cúspide en la que su puro conocimiento de sí mismo [o el conocimiento puro de sí mismo] es la contraposición consigo mismo y el intercambio consigo mismo. Sabiendo que su puro saber es el ser [Wesen] abstracto, el espíritu es ese sabiente deber, que lo es [que es tal sabiente deber] X296X2Explicará inmediatamente qué quiere decir con este wissende Pflicht. en contraposición absoluta con el saber que se sabe ser la esencia [que se sabe ser el ser, Wesen] en tanto que individualidad [Einzelnheit] absoluta del self. Aquel saber primero es la pura continuidad de lo universal, y a la individualidad particular que se sabe a sí misma como esencia o ser, [aquel saber primero] la sabe como lo en sí nulo [nichtig], como lo que es nada, como lo malo, o como el mal. Y el saber segundo [el que consiste en la individualidad particular del self], en cambio, es la discontinuidad absoluta o la absoluta discontinuidad que se sabe a sí misma como absoluta en ese su puro Uno [es decir, en su no consistir sino en algo uno, excluyente], y que a aquello universal lo sabe como lo irreal [como no real, como no efectivo, como no descansando sobre sí], que sólo es para otros. Ambos lados han quedado limpios hasta tal punto, han alcanzado una pureza y limpieza tal, que en ella no queda ya en ellos ningún momento de existencia carente de self, es decir, no hay ya en ellos nada que quede ahí carente de self, ya no queda en ellos elemento negativo alguno de la conciencia [ningún objeto que represente una negación del self o sí-mismo], sino que aquel deber o aquello debido [lo universal] no es sino precisamente ese su carácter de saberse [cada lado] a sí mismo, que permanece igual a sí mismo, y aquello malo [la particularidad, la individualidad] tiene igualmente como fin y telos su ser-cabe-sí [Insichseyn, su estar dentro de sí mismo, en su estar consigo, su saberse, pues], y su realidad la tiene en su habla [su realidad la tiene en lo que dice, su realidad es, pues, universalidad y self]; el contenido de ese habla, el contenido de eso que dice, es la sustancia de su consistencia [de ese su estar ahí delante como self]. Ese habla [Rede] es el aseguramiento o afirmación de la certeza del espíritu en sí mismo [o que el espíritu tiene de sí mismo]. — Ambos espíritus [los que eran la conciencia confesante y la conciencia enjuiciadora], seguros de sí mismos, no tienen otro fin que su propio self, ni ninguna otra realidad o existencia que precisamente este self puro. Pero son todavía distintos, y esta diversidad es la diversidad absoluta, [y es la diversidad absoluta] porque está puesta en el elemento del concepto puro. Y además esa diversidad no es solamente para nosotros, sino también para los conceptos mismos que están en tal contraposición; Pues esos conceptos son, ciertamente, conceptos determinados el uno respecto al otro y el otro respecto al uno, pero a la vez son conceptos en sí universales [ambos], de manera que llenan [cada uno de ellos llena] toda la extensión del self, y este self no tiene otro contenido que esa su [propia] determinidad X297X,3Hegel se despista. Va a hablar, no de una determinidad, sino de determinidades, de dos determinidades. que ni va más allá de él, ni tampoco es más reducida que él; pues la una [pues la primera de esas dos determinidades], a saber: lo absolutamente universal, es tan puro saberse a sí mismo, como lo es el otro X298X4De nuevo el autor se despista e introduce este neutro, cuando debería haber dicho «la otra determinidad». [es decir, como lo es la otra determinidad], que es la absoluta discreción o discontinuidad de la individualidad [Einzelnheit], y ambos [ambas determinidades] son sólo este puro saberse [en una traducción levemente distinta X299X:5Y que supone que en el texto no se produce ningún despiste por parte del autor. pues la una, la determinidad, es puro saberse a sí misma, lo mismo que el otro, es decir, lo mismo que el self, que representa la absoluta discreción o discontinuidad de la Einzelnheit, de la individualidad particular, y ambos son sólo ese puro saberse] X300X.6Vide infra Algunas aclaraciones X300X. Ambas determinidades son, por tanto, los sabientes conceptos puros, cuya determinidad es ella misma inmediatamente saber, o cuya relación y contraposición [cuyo relacionarse y contraponerse] no es sino el yo. Y es a través de ello como ambos, el uno para el otro y el otro para el uno, son conceptos simplemente contrapuestos o absolutamente contrapuestos; es lo perfectamente interno o consumadamente interno que, de esta forma, ha pasado a quedar enfrente de sí mismo, y ha entrado así en la existencia, ha cobrado así existencia [ha quedado ahí fuera siendo él]; ambos constituyen el puro saber [o el saber puro] que por medio de esta contraposición queda puesto como conciencia [como un saber que tiene ahí delante lo que sabe, como contrapuesto a él] X301X.7Como religión del espíritu, pues. Véase cap. VII, C. Pero ese saber no es aún autoconciencia [esto es, lo que acabamos de decir, no convierte todavía a ese saber en autoconciencia; ello sucede con lo que vamos a añadir a continuación]. Esa realización [la realización de ello, el volverse ese saber autoconciencia] la tiene en el movimiento de dicha contraposición. Pues esa contraposición, más que contraposición, es ella misma la indiscontinua [la no discreta] continuidad e igualdad del yo = yo; y cada uno [de esos dos ingredientes, esos dos yoes] de por sí, precisamente por la contradicción de esa su universalidad pura que a la vez (siendo tal universalidad pura) se resiste empero todavía a su igualdad con el otro y se separa de él y se aísla de él, cada uno de por sí, digo, se suprime y se supera en él mismo a sí mismo. Y mediante este extrañamiento, este saber disociado en su existencia [disociado en ese su quedar ahí] retorna a la unidad del self, es el yo real, el universal saberse a sí mismo en su contrario absoluto, es decir, saberse a sí mismo en el saber-que-es-en-sí [in sich, es decir, que es dentro de sí, que se tiene él a sí] que precisamente en virtud de la pureza de ese su separado y aislado ser-en-sí [esto es, que en virtud de ese su separado quedar cabe sí o dentro de sí], es él mismo lo perfectamente [es decir, es él mismo perfecta o completamente universal en ese su ser perfectamente y completamente individual]. El SÍ reconciliador en el que ambos yoes desisten de su contrapuesta existencia, es la existencia de un yo extendido en dualidad [o extendido a dualidad, o estirado a dualidad], que precisamente en esa forma permanece igual a sí mismo y que en su completo extrañamiento y en su completo contrario tiene la certeza de sí mismo, se trata de Dios apareciente en medio de ellos que se saben como el saber puro, como puro saber X302X.8Vide infra Algunas aclaraciones X302X.
Final del Capítulo VI
Algunas aclaraciones
X296X
Explicará inmediatamente qué quiere decir con este wissende Pflicht.
X297X
Hegel se despista. Va a hablar, no de una determinidad, sino de determinidades, de dos determinidades.
X298X
De nuevo el autor se despista e introduce este neutro, cuando debería haber dicho «la otra determinidad».
X299X
Y que supone que en el texto no se produce ningún despiste por parte del autor.
X300X
La idea en ambos casos es que el lado de lo universal, al no consistir sino en puro saberse a sí mismo, es lo mismo que el lado de la pura discreción, de la pura separación, es decir, que ambos lados, pese a ser distintos, y aun absolutamente distintos, son el mismo. Por lo demás, repare el lector en la afirmación hecha por el autor unas lineas más arriba de que, cuando los dos espíritus, el confesante y el enjuiciador, se tienen delante como absolutamente iguales, es cuando se tienen también delante en su diferencia absoluta, es decir, es cuando cada uno de ellos, al cubrir cada uno la entera amplitud del concepto, se sabe también absolutamente ser-otro.
Se repite, pues, aquí el mismo motivo del cap. III, el de no ser algo lo mismo sino siendo lo inverso y lo otro de sí. Para el concepto de razón comunicativa ello significa que en aquel con quien he de entenderme puede írrumpirme lo absolutamente extraño, y viceversa, si es que ello no me irrumpe ya dentro de mí mismo.
Asimismo, es cuando tenemos que lo otro en puridad, lo otro en absoluto, es el self, que lo otro en absoluto no es a su vez sino self, es entonces, digo, cuando todo enunciado se reduce en definitiva al self, en su ser el self otro de sí, siendo él mismo. Pues los enunciados lo que dicen es que una cosa es de esta o aquella manera en virtud de tal otra, y que esta otra es a su vez de tal o cual manera en virtud de una tercera, etc. Y nosotros hemos acabado diciendo que el self no es sino lo absolutamente otro de sí, que a su vez no es sino self, en virtud de ese mismo self. El self tiene, pues, estructura de enunciado (pues el ser una cosa tal otra en virtud de una tercera que sirve de base al nexo de ambas, es la estructura misma de la enunciación en general, que aquí queda traída a su base); o lo que es lo mismo: el self, en este hacérsele patente su carácter absoluto, tiene carácter apofántico, carácter de enunciado, de λόγος ἀποφαντικός, y en todo caso también de autorrevelación, de automanifestación. O conforme a las representaciones religiosas de la «religión revelada» a las que Hegel se va a referir el cap. VII, C: el self es palabra, logos, que en definitiva en su carácter absoluto es palabra de Dios y que no puede ser sino Dios, que no puede ser sino la autorrevelación de Dios.
Por lo demás, en estas condiciones la «filosofía del sujeto» sólo puede cobrar en definitiva la forma de una fenomenología del espíritu (de un quedar ahí el espíritu siéndose presente en es su diferencia respecto a sí) y de una ciencia de la lógica.
Pero todo esto eran cosas que el autor de la Fenomenología del espíritu (al menos de oídas) sabía, sin duda, que también empezaba a decirlas el segundo Fichte.
X301X
Como religión del espíritu, pues. Véase cap. VII, C.
X302X
Como saber de saber, como como νόησις νοήσεως. Este aparecer del carácter absoluto o incondicionado del self «estirado a dualidad», o este resultar ser el Ser absoluto autoconciencia, self, es el tema del cap. VII. El cap. VII sigue al cap. VI en el sentido de que ese carácter absoluto e incondicionado, que en las religiones sólo viene figurado, queda ahora sabido. La conclusión del cap. VII en que la representación religiosa acaba autosuperándose en concepto es el cap. VIII, y, por tanto, el cierre de lo que en el cap. VI, B, II (la crítica ilustrada de la religión) sólo podía quedar hecho a medias o sólo quedó hecho a medias.
Conversaciones en Madrid
[671] Éste accede a la existencia sólo en la cúspide en la que su saber puro acerca de sí mismo es la oposición y el intercambio consigo mismo. Sabiendo que su saber puro es la esencia abstracta, él es este deber que sabe en oposición absoluta frente al saber que, en cuanto singularidad absoluta del sí-mismo, se sabe la esencia. Aquel saber primero es la continuidad pura de lo universal que sabe que la singularidad que se sabe como esencia es lo nulo en sí, es el mal. Mientras el segundo saber es la discreción absoluta que se sabe a sí misma absoluta dentro de su pura unidad, y sabe que aquello universal es lo irreal e inefectivo, que es sólo para otros. Ambos lados se han depurado hasta esta pureza en la que no hay ya en ellos ninguna existencia carente de sí-mismo, nada negativo de la conciencia, sino que aquel deber es el carácter, que permanece igual a sí, de su saberse a sí mismo, y este mal tiene también su fin en su ser-dentro-de-sí, y su realidad efectiva en su discurso; el contenido de este discurso es la substancia de su persistencia; el discurso es la aseveración de la certeza del espíritu dentro de sí mismo. — Ninguno de los espíritus ciertos de sí mismos tiene otro fin que su puro sí-mismo, ni otra realidad y existencia que precisamente ese sí-mismo puro. Pero siguen siendo diversos, y la diversidad es absoluta, porque está puesta en este elemento del concepto puro. Y no sólo es absoluta para nosotros, sino también para los conceptos mismos que se hallan en esta oposición. Pues estos conceptos son, ciertamente, conceptos mutuamente determinados, pero, a la vez, son, en sí, universales, de manera que colman toda la extensión del sí-mismo, y este sí-mismo no tiene otro contenido que esta determinidad suya, que ni lo transciende ni es tampoco más restringida que él; pues una de las determinidades, lo absolutamente universal, es tan puro saberse a sí mismo como el otro, la discreción absoluta de la singularidad, y ambos son únicamente este puro saberse. Ambas determinidades, pues, son los conceptos puros que saben, cuya determinidad es ella misma, inmediatamente, saber, o bien cuya relación y oposición es el yo. Por consiguiente, son recíprocamente estos contrapuestos sin más; es lo perfectamente interior que se ha colocado frente a sí mismo, y ha accedido a la existencia; ellas constituyen el saber puro que, por medio de esta oposición, está puesto como conciencia. Pero todavía no es autoconciencia. Esa realización efectiva la tiene en el movimiento de esa oposición. Pues tal oposición es, más bien, la continuidad indiscreta y la igualdad del yo = yo; y cada uno para sí, precisamente por la contradicción de su universalidad pura, la cual a la vez sigue oponiéndose a su igualdad con el otro y se separa de él, cancelándose en él mismo. Por este despojamiento en el que se exterioriza, este saber dividido en su existencia regresa a la unidad del sí-mismo; es el yo efectivamente real, el universal saberse a sí mismo en su absoluto contrario, en el saber que es-dentro-de-sí, el cual, en virtud de la pureza de su ser-dentro-de-sí-separado, es él mismo el saber perfectamente universal. El SI que reconcilia, en el que ambos yoes se desasen de su existencia contrapuesta, es la existencia del yo extendido a la duplicidad, que permanece igual a sí en ella y que, en su exteriorización y contrario perfectos, tiene la certeza de sí mismo; — es el Dios apareciendo en medio de ellos, que se saben como el saber puro.
Final del Capítulo VI
Conversations in Washington
[671] [671]9We kept the numeration given by the editor in the printed edition Absolute spirit comes into existence only at the point where its pure knowing of itself is the opposition and flux of itself with itself. Knowing that its pure knowing is the abstract essence, it is this duty knowingly10wissende Pflicht in absolute opposition to the knowing that knows itself, as the absolute singular individuality of the self, as the essence. The former is the pure continuity of the universal which knows singular individuality knowing itself as the essence as nullity in itself, as evil. However, the latter is the absolute discretion which knows itself absolutely in its pure oneness, and it knows the universal as the non-actual and as what is only for others. Both aspects are refined into this purity within which, in the aspects themselves, there is no longer existence devoid of self, no longer the negative of consciousness, but rather within which that former duty is the self-consistent character of its knowing-of-itself. This evil has its purpose just as much in its inwardly-turned-being11In-sich-sein and its actuality in its speech. The content of this speech is the substance of its stable existence; the speech is the assurance of spirit’s certainty in its inward turn. – Each of these self-certain spirits has no other end than its pure self and has no other reality and existence other than just this pure self. However, they are still different, and the difference is absolute because it is posited as lying in this element of the pure concept. The difference is also absolute not only for us but also for the concepts themselves which stand in this opposition. For these concepts are indeed determinate against each other, but at the same time they are in themselves universal such that they fill out the whole range of the self, and this self has no other content than this, its own determinateness, a determinateness which neither goes beyond the self nor is more restricted than it, for one of them, namely, the absolutely universal, is just as much pure self-knowing as is the other, the absolute discretion of singular individuality, and both are only this pure self-knowing. Both determinatenesses are thus the pure, knowing12wissenden concepts whose determinateness itself is immediately knowing, or whose relationship and opposition is the I. For-each-other, they are thereby these utter opposites. It is the completely inner which has entered into confrontation with itself and has entered into existence. They constitute pure knowing, which, through this opposition, is posited as consciousness. But it is still not yet self-consciousness. It has its actualization in this opposition’s movement, for this opposition is instead itself the indiscrete continuity and equality of the “I = I.” Each of the I’s, for itself just through the contradiction of its pure universality which at the same time strives against its equality with the other and separates itself from it, sublates itself in its own self. Through this relinquishing,13Entäußerung this knowing, which is estranged in its own existence, returns back into the unity of the self. It is the actual I, the universal self-knowing in its absolute opposite, in the existing knowing that has taken the inward turn, which, according to the purity of its separated inwardly-turned-being, is itself the completed universal. The reconciling yes, in which both I’s let go of their opposed existence, is the existence of the I extended into two-ness, which therein remains the same as itself14sich gleich bleibt and which has the certainty of itself in its complete self-relinquishing and in its opposite. – It is the God that appears15der erscheinende Gott in the midst of those who know themselves as pure knowing.
End of the Chapter VI
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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