Gespräche in der Dämmerung 00658

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]

 

[Que la conciencia en su cúspide es la conciencia más pobre, la kenosis de lo absoluto; otra vez la «conciencia desgraciada»; el «alma bella» a lo Goethe]

Gespräche in Jena

[658] Dies Versinken innerhalb seiner selbst betrachtet, so ist für das Bewußtsein die ansichseiende Substanz das Wissen als sein Wissen. Als Bewußtsein ist es in den Gegensatz seiner und des Gegenstandes, der für es das Wesen ist, getrennt; aber dieser Gegenstand eben ist das vollkommen Durchsichtige, es ist sein Selbst, und sein Bewußtsein ist nur das Wissen von sich. Alles Leben und alle geistige Wesenheit ist in dies Selbst zurückgegangen und hat seine Verschiedenheit von dem Ich-Selbst verloren. Die Momente des Bewußtseins sind daher diese extremen Abstraktionen, deren keine steht, sondern in der anderen sich verliert und sie erzeugt. Es ist der Wechsel des unglücklichen Bewußtseins mit sich, der aber für es selbst innerhalb seiner vorgeht und der Begriff der Vernunft zu sein sich bewußt ist, der jenes nur an sich ist. Die absolute Gewißheit seiner selbst schlägt ihr also als Bewußtsein unmittelbar in ein Austönen, in Gegenständlichkeit seines Fürsichseins um; aber diese erschaffene Welt ist seine Rede, die es ebenso unmittelbar vernommen und deren Echo nur zu ihm zurückkommt. Diese Rückkehr hat daher nicht die Bedeutung, daß es an und für sich darin ist; denn das Wesen ist ihm kein Ansich, sondern es selbst; ebensowenig hat es Dasein, denn das Gegenständliche kommt nicht dazu, ein Negatives des wirklichen Selbsts zu sein, so wie dieses nicht zur Wirklichkeit [kommt]. Es fehlt ihm die Kraft der Entäußerung, die Kraft, sich zum Dinge zu machen und das Sein zu ertragen. Es lebt in der Angst, die Herrlichkeit seines Innern durch Handlung und Dasein zu beflecken; und um die Reinheit seines Herzens zu bewahren, flieht es die Berührung der Wirklichkeit und beharrt in der eigensinnigen Kraftlosigkeit, seinem zur letzten Abstraktion zugespitzten Selbst zu entsagen und sich Substantialität zu geben oder sein Denken in Sein zu verwandeln und sich dem absoluten [483] Unterschiede anzuvertrauen. Der hohle Gegenstand, den es sich erzeugt, erfüllt es daher nun mit dem Bewußtsein der Leerheit; sein Tun ist das Sehnen, das in dem Werden seiner selbst zum wesenlosen Gegenstande sich nur verliert und, über diesen Verlust hinaus und zurück zu sich fallend, sich nur als verlorenes findet; – in dieser durchsichtigen Reinheit seiner Momente eine unglückliche sogenannte schöne Seele, verglimmt sie in sich und schwindet als ein gestaltloser Dunst, der sich in Luft auflöst.

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Conversaciones en Valencia

[658] Considerando ahora este sumergirse o hundirse o engolfarse la conciencia [Bewusstseyn] dentro de sí misma o irse a pique [versinken] en sí, resulta que para la conciencia la sustancia que es en sí es ahora el saber como saber suyo. La conciencia, en cuanto conciencia [Bewusstseyn] [es decir, esto es lo que la caracteriza a la conciencia] está dividida en la contraposición entre ella misma y su objeto, objeto que es para ella la esencia [Wesen, o siendo ese objeto para ella lo esencial]; pero justo ese objeto se ha convertido en lo perfectamente transparente, ese objeto es su self [el self de la conciencia] y su conciencia [la conciencia de ese objeto] es sólo el saber de sí. Toda vida y toda esencialidad espiritual [todo ente espiritual] han retornado a este self, se han reducido a él, y han perdido su diversidad respecto al yo-mismo [es decir, han dejado de ser distintos de yo-mismo, Ich-selbst]. Los momentos de la conciencia son, por tanto, esas abstracciones extremas, de las que ninguna es estable o está quieta, sino que se pierde en la otra y la genera. Es el cambio y el intercambio, y el giro y el dar vueltas de la conciencia desgraciada consigo misma, pero que transcurre para esa conciencia dentro de sí misma y que se es consciente [ese cambio e intercambio se es sabedor] de ser el concepto de la razón que aquélla [es decir, que la «conciencia desgraciada», cap. IV, B] sólo lo era en sí o sólo lo es en sí. La certeza absoluta de sí mismo [la absoluta certeza que acompaña a ese cambio] se trueca, pues, inmediatamente (para esa razón) en un quedar-dicha [esa certeza] y, por tanto, en objetualidad u objetividad de su ser-para-sí; pero este mundo así creado es su hablar, que la conciencia escucha de forma asimismo inmediata, y cuyo eco [el de ese hablar] retorna a ella. Este retorno no tiene, por tanto, el significado de que en él la conciencia sea en y para sí; pues la esencia [Wesen] no es para la conciencia en-sí alguno, sino que la esencia [Wesen, es decir, ese en-sí] es la conciencia misma [Bewusstseyn]; ni tampoco tiene la conciencia existencia alguna, pues lo objetivo no llega a convertirse en lo negativo del self real [es decir, en algo que constituyese la negación del self real o que constituyese la negación que es el self real contrapuesto al self], ya que éste [el self] tampoco llega a convertirse en realidad [o también: pues éste no llega a hacerse realidad]; pues le falta la fuerza de la enajenación, la fuerza de convertirse en cosa y de soportar o aguantar el ser [Seyn] X285X.1Lo que sigue es sin duda la impresión general que se saca de la lectura del libro VI de Wilhelmmeisters Lehrjahre («Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister») de Goethe, que aconsejo al lector para una comprensión cabal del presente pasaje. la conciencia vive con la angustia de manchar mediante la acción y la existencia esa gloria y brillo de su propio interior y, para conservar la pureza de su corazón, rehuye el contacto con la realidad y se empecina en la tozuda incapacidad que le impide decir que no a ese su self levantado a suprema abstracción, [se empecina en la tozuda incapacidad] que le impide darse sustancialidad, o lo que es lo mismo: que le impide transformar su pensamiento en ser y [que le impide] confiarse y entregarse a la diferencia absoluta. Ese vacuo objeto que ella se genera, ella no puede, por tanto, llenarlo sino con la conciencia de la vaciedad o vacuidad; su hacer no es sino la nostalgia o aspiración que no hace sino perderse en ese convertirse ella misma en un objeto carente de contenido y esencia, y que, [yendo ella] allende esa pérdida y [desde ese ir allende] recayendo ella de nuevo en sí misma, no hace sino encontrarse perdida. — Y en esta transparente pureza de sus momentos, esta «alma bella», como suele decirse, pero infeliz y desgraciada, se va apagando [como las ascuas] lentamente en sí misma, y desaparece en una especie de vaho informe que se deshace en el aire.

Algunas aclaraciones

X285X = Lo que sigue es sin duda la impresión general que se saca de la lectura del libro VI de Wilhelmmeisters Lehrjahre («Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister») de Goethe, que aconsejo al lector para una comprensión cabal del presente pasaje.

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Conversaciones en Madrid

[658] Si consideramos este hundirse dentro de sí misma, vemos que, para la conciencia, la substancia que es en-sí es el saber en cuanto su saber. En cuanto conciencia, ella está separada en la oposición entre ella y el objeto que es la esencia para ella; pero justamente este objeto es lo perfectamente transparente, es su sí-mismo, y su conciencia es sólo el saber de sí. Toda vida, y toda esencialidad espiritual, han regresado dentro de este sí-mismo, y han perdido su diversidad respecto al yo-mismo. De ahí que los momentos de la conciencia sean esas abstracciones extremas, ninguna de las cuales se mantiene en pie, sino que se pierde en las otras, y las genera. Es la alternancia de la conciencia desdichada consigo misma, pero una alternancia que, para ella, se produce en el interior de ella, y es consciente de ser el concepto de la razón, concepto que aquella conciencia desdichada sólo era en sí. La certeza absoluta de sí misma se muda de golpe, ante ella misma en cuanto conciencia, entonces, inmediatamente, en el apagarse de un sonido, en objetualidad de su ser para sí; pero este mudo creado es su discurso, que también es oído inmediatamente, y cuyo eco vuelve sólo a ella. De ahí que este regreso no tenga el significado de que ella sea aquí en y para sí; pues la esencia no es, a sus ojos, en-sí alguno, sino que lo es ella misma; ni tampoco tiene existencia, pues lo objetual no llega a ser algo negativo del sí-mismo efectivo; así como este último no llega a la realidad efectiva. Le falta la fuerza de exteriorizarse, la fuerza de hacerse cosa y de soportar el ser. Vive en la angustia de mancillar la magnificencia de su interior por medio de la acción y de la existencia, y, a fin de conservar la pureza de su corazón, rehúye el contacto con la realidad, y se obstina en la terca flojedad para renunciar a su sí-mismo enconado hasta la última abstracción y darse substancialidad, o para transformar su pensar en ser y confiarse a la diferencia absoluta. Por eso, el objeto hueco que ella se genera lo rellena únicamente con la conciencia de la vaciedad; su actividad es el anhelar que, en el llegar a ser sí misma, no hace sino perderse hasta quedar en objeto sin esencia y, saliendo de esta pérdida para volver a caer dentro de sí, sólo se encuentra como perdida; — en esta pureza transparente de sus momentos, es un alma desgraciada, lo que se llama un alma bella X*X,2Vide infra Algunas aclaraciones X*X. que se va apagando dentro de sí, y se desvanece como un humo sin figura que se disuelve en el aire.

Algunas aclaraciones

X*X = En la época de la Fenomenología del espíritu, el concepto de alma bella estaba muy difundido. Hegel podría estar pensando, concretamente, en el Wilhelm Meister de Goethe (libro VI, Confesiones de un alma bella), o en el Woldemar de Jacobi. Hirsch argumenta, convincentemente, que Hegel piensa directamente en Novalis y su Heinrich von Ofterdingen, donde también se usa el verbo apagarse, consumirse (verglimmen) para describir el destino del alma bella. Cf. Hirsch, F., loc. cit.

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Conversations in Washington

[658] [658]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition Taken as this submersion of consciousness inside of itself, the substance existing-in-itself is, for consciousness, knowing as its knowing. As consciousness, it is separated into the opposition between itself and the object, an opposition which, to itself, is the essence. But this object is precisely what is completely transparent, it is its own self, and its consciousness is only the knowing of itself. All life and all spiritual essentiality have receded into this self and have lost their diversity from the I-self. The moments of consciousness are therefore these extreme abstractions, neither of which holds its ground but each of which loses itself in the other and generates the other. It is the flux of the unhappy consciousness with itself, but which takes place this time inside itself, so that this time it is conscious of being the concept of reason, something which the unhappy consciousness was only in itself. Thus, as consciousness, absolute certainty of itself is immediately turned around into a fading tone, into the objectivity of its being-for-itself, but this created world is its speech, which it has just as immediately heard and whose echo is all that returns to it. That the echo returns to it does not thus mean that consciousness is therein in and for itself, for the essence is, to itself, no in-itself but rather just itself. Nor does it have existence, for what is objective does not arrive at being a negative of the actual self, just as this self does not arrive at actuality. It lacks the force to relinquish itself,4Kraft der Entäußerung lacks the force to make itself into a thing and to sustain being. It lives with the anxiety that it will stain the splendor of its innerness through action and existence. Thus, to preserve the purity of its heart, it flees from contact with actuality, and it steadfastly perseveres in its obstinate powerlessness to renounce its own self, a self which has been tapered to the final point of abstraction. It stably exists in its powerlessness to give itself substantiality, or to transform its thinking into being and to entrust itself to absolute difference. The hollow object which it generates to itself it thus now fills only with the consciousness of emptiness. It is a yearning which only loses itself as it becomes an essenceless object, and as it goes beyond this loss and then falls back on itself, it only finds itself as lost. – In this transparent purity of its moments it becomes an unhappy, so-called beautiful soul, and its burning embers gradually die out, and, as they do, the beautiful soul vanishes like a shapeless vapor dissolving into thin air.

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Conversaciones en el Atrium

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