Gespräche in der Dämmerung 00655

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]

 

[Que el Gewissen, en su esencial mediación lingüística, queda por encima de toda ley determinada; Gewissen y genialidad moral; Gewissen y voz de Dios; la naturaleza del ethos posrevolucionario, o el ethos en el medio de la libertad absoluta]

Gespräche in Jena

[655] Das Gewissen also in der Majestät seiner Erhabenheit über das bestimmte Gesetz und jeden Inhalt der Pflicht legt den beliebigen Inhalt in sein Wissen und Wollen; es ist die moralische Genialität, welche die innere Stimme ihres unmittelbaren Wissens als göttliche Stimme weiß, und indem sie an diesem Wissen ebenso unmittelbar das Dasein weiß, ist sie die göttliche Schöpferkraft, die in ihrem Begriffe die Lebendigkeit hat. Sie ist ebenso der Gottesdienst in sich selbst; denn ihr Handeln ist das Anschauen dieser ihrer eigenen Göttlichkeit.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Valencia

[Que el Gewissen, en su esencial mediación lingüística, queda por encima de toda ley determinada; Gewissen y genialidad moral; Gewissen y voz de Dios; la naturaleza del ethos posrevolucionario, o el ethos en el medio de la libertad absoluta]

[655]1Epígrafe: Que el Gewissen, en su esencial mediación lingüística, queda por encima de toda ley determinada; Gewissen y genialidad moral; Gewissen y voz de Dios; la naturaleza del ethos posrevolucionario, o el ethos en el medio de la libertad absoluta. La conciencia moral [Gewissen], pues, en la majestad de ese su quedar por encima de la ley determinada [o de toda ley determinada], y de todo contenido del deber, pone en su saber y querer el contenido que a ella le place [que a ella le viene en gana] [el contenido cualquiera, den beliebigen Inhalt, el contenido que quiere, el contenido que tenga a bien poner]; es la genialidad moral que sabe la voz interior de ese su inmediato saber como la voz de Dios, y, en cuanto en ese saber, de manera asimismo inmediata, sabe la existencia [es decir, sabe inmediatamente que el contenido de ese saber es lo justo, en el estar quedando eso justo ahí], esta genialidad moral es la potencia creadora de Dios que en su propio concepto porta la vida [es portadora de vida]. Esa genialidad X280X2Vide infra Algunas aclaraciones X280X. es a la vez en sí misma culto divino, servicio de Dios X281X;3Vide infra Algunas aclaraciones X281X. pues su acción consiste en poner a la vista y quedar a la vista su propia divinidad y mirar ella ahí [Anschauen] su propia divinidad [saber mirar su propia divinidad en esa su obra que ella pone ahí en cuanto Gewissen].

Algunas aclaraciones

X280X

Se trata aquí de lo que más abajo va a llamar el self como destino de la esencialidad y de la realidad, es decir, del self como quedando por encima de la forma misma del deber y del contenido del deber y decidiendo soberanamente sobre ellos como momentos evanescentes suyos. Para referirse a tal soberanía y facultad no bastan ya ni el concepto formal kantiano de deber ni la noción aristotélica de phrónesis. Del primero se ha desprendido propiamente Hegel en el cap. V, C, b, c, y no digamos ya en el cap. VI, C, a, b. Y el concepto aristotélico de phrónesis hace referencia a un mundo en el que el self no es soberano.

Hegel recurre a un concepto de la «Crítica del juicio estético» de la Crítica del juicio de Kant, al concepto de genialidad, conforme al que la efectiva obra de arte, en la ejemplaridad y universal validez que reclama para sí, queda puesta ahí casi ex nihilo como producto irrepetible de una particularidad, de un para-sí individual, del «genio».

Al hablar aquí de genialidad, quizá esté pensando en una figura como la de Napoleón, en la que, por lo demás, tenía que estar pensando cualquier otro alemán en los días en que se redactaron estas líneas. Pero naturalmente, ni mucho menos está pensando sólo ni principalmente en Napoleón. Está pensando en la condición de un self posilustrado que, si no sigue la corriente, tiene que presentarse como una particularidad que reclama universalidad, que reclama que se le reconozca, que reclama reconocimiento por todos. Ese self seguro de sí en esa su particularidad reclamante de universal reconocimiento puede resultar haberse adherido a máximas no universalizables que quizá tampoco sean susceptibles de compromiso, e incluso quizá se haya adherido de antemano a la máxima de no universalizabilidad de máximas, a un quererse por encima de toda ley y como condición de cualquier ley, que de ninguna manera resulta ya resoluble en universalidad, que es más o menos lo que Kant en La religión dentro de los límites de la mera razón llamaba mal radical. Es decir, ese self puede resultar haberse puesto ya de antemano en lugar de Dios, lo cual significa aquí: en lugar de sí mismo. Preste el lector atención a lo que Hegel desde este momento tiene que decir acerca de la diferencia entre el bien y el mal y, correlativamente, acerca de un self, que habiendo de entenderse como absoluto se suplanta a sí mismo en ese su carácter de Absoluto. Lo que sigue es en cierto modo el movimiento de esa suplantación, que la religión, como veremos en cap. VII, C, había anticipado en representaciones.

Por otro lado, en el presente contexto (pese a que lo vengo haciendo) no resulta adecuado hablar sin más de universalizabilidad o no universalizabilidad de las máximas. Ello sólo puede ser un momento del Gewissen, pero la soberanía del Gewissen queda por encima del deber en el sentido de Kant. Creo que Hegel está pensando más bien en una conciencia moral que, habida cuenta del caso en que actúa, el cual siempre es un caso singular, actúa con la pretensión de ser reconocida por todos, por más que lo universalizable de ese comportamiento pueda ser escaso o muy escaso. Algo de universalizabilidad habrá, sin embargo, que extraer o habrá de ser susceptible de compromiso, sobre todo con vistas a la imprescindible normación jurídica.

X281X

El presente pasaje ha de leerse, pues, en conexión con los correspondientes pasajes del VII, C, «La religión revelada».

Obsérvese también que la célebre tesis sostenida y enfatizada por Carl Schmitt en su Teología política de que el concepto moderno de soberanía tiene por base una representación teológica es una tesis que aquí Hegel simplemente da por supuesta y por sentada. Pues aunque el concepto de soberanía que está desarrollando no sea estrictamente el de soberanía en sentido político, no cabe duda de que el concepto de soberanía política depende de él, pues soberanía significa principalmente en ambos casos ser el soberano fuente de la ley y quedar el soberano por encima de la ley de la que es fuente, el «poder de atar y desatar». Por lo demás, ante la «novedad» de las actuales versiones «discursivas» y «procedimentales» del concepto de «soberanía», Hegel quizá no hubiera hecho sino sonreír, lo cual no quiere decir que no constituyan en este punto unas muy buenas interpretaciones (algo parciales) de Hegel.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Madrid

[655] La certeza moral, pues, en la majestad de su sublimidad por encima de la ley determinada y de todo contenido del deber, deposita cualquier contenido arbitrario en su saber y su querer; es la genialidad moral X*X4Vide infra Algunas aclaraciones X*X. la que sabe que la voz interior de su saber inmediato es voz divina, y en tanto que, en este saber, sabe también, inmediatamente, la existencia, es la fuerza creadora divina, que tiene su vitalidad en su concepto. Es, asimismo, el servicio divino dentro de sí mismo; pues su actuar es contemplar esta divinidad suya propia.

Algunas aclaraciones

X*X = Hirsch identifica la expresión «genialidad moral» en la novela Woldemar de Jacobi (cf. Hirsch, E.: »Die Beisetzung der Romantiker in Hegels Phänomenologie. Ein Kommentar zu dem Abschnitte über die Moralitat«, en: Materialien zu Hegels “Phänomenologie des Geistes”, ed. de Hans Friedrich Fulda y Dieter Henrich, Frankfurt, Suhrkamp, 1973, pp. 245-275. A la vez, y en mutua influencia con Jacobi, Fichte habla del «genio para la virtud» (Genie zur Tugend), sobre todo en la Sittenlehre de 1798, § 16, FW IV, 185; trad. 229.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversations in Washington

[655] [655]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition Therefore, conscience, in the majesty of its sublimity rising above determinate law and every content of duty, puts any content it likes into its knowing and willing. Conscience is the moral genius who knows the inner voice of his immediate knowing to be the divine voice, and as he is in this knowing, he just as immediately knows existence, he is the divine creative power who has the vitality of life within its concept. He equally conducts a worship service within himself, for his action is the intuiting of his own divinity.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en el Atrium

Revisar Juan 15:1-8.

EN CONSTRVCCION

EN CONSTRVCCION

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Sidebar



error: Content is protected !!