Gespräche in der Dämmerung 00626
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / b. El trastrueque, o todo cambiado de sitio [b. Die Verstellung]
[Moralidad no consumada y moralidad consumada; el legislador santo]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[626] Die Moralität also im moralischen Bewußtsein ist unvollendet; dies ist es, was jetzt aufgestellt wird. Aber es ist ihr Wesen, nur das Vollendete, Reine zu sein; die unvollendete Moralität ist daher unrein, oder sie ist Immoralität. Die Moralität selbst ist also in einem anderen Wesen als in dem wirklichen Bewußtsein; es ist ein heiliger moralischer Gesetzgeber, – Die im Bewußtsein unvollendete Moralität, welche der Grund dieses Postulierens ist, hat zunächst die Bedeutung, daß die Moralität, indem sie im Bewußt sein als wirklich gesetzt wird, in der Beziehung auf ein Anderes, auf ein Dasein steht, also selbst an ihr das Anderssein oder den Unterschied erhält, wodurch eine vielfache Menge von moralischen Geboten entsteht. Das moralische Selbstbewußtsein hält aber zugleich diese vielen Pflichten für unwesentlich; denn es ist nur um die eine reine Pflicht zu tun, und für es haben sie, insofern sie bestimmte sind, keine Wahrheit. Sie können ihre Wahrheit also nur in einem Anderen haben und sind, was sie für es nicht sind, heilig durch einen heiligen Gesetzgeber. – Allein dies ist selbst wieder nur eine Verstellung der Sache. Denn das moralische Selbstbewußtsein ist sich das Absolute, und Pflicht schlechthin nur das, was es als Pflicht weiß. Es weiß aber nur die reine Pflicht als Pflicht; was ihm nicht heilig ist, ist an sich nicht heilig, und was an sich nicht heilig ist, kann durch das heilige Wesen nicht geheiligt werden. Es ist dem moralischen Bewußtsein auch überhaupt damit nicht Ernst, etwas durch ein anderes Bewußtsein, als es selbst ist, heiligen zu lassen; denn es ist ihm schlechthin nur das heilig, was ihm durch sich selbst und in ihm heilig ist. – Es ist also ebensowenig damit Ernst, daß [460] dies andere Wesen ein heiliges sei, denn in ihm sollte etwas zur Wesenheit gelangen, was für das moralische Bewußtsein, d.h. an sich keine Wesenheit hat.
Conversaciones en Valencia
[Moralidad no consumada y moralidad consumada; el legislador santo]
[626]1Epígrafe: Moralidad no consumada y moralidad consumada; el legislador santo. En la conciencia moral, la moralidad es, pues, algo no consumado, es algo incompleto o imperfecto [unvollendet]; y esto es lo que ahora se establece, esto es lo que ahora queda establecido, pero habíamos quedado en que su esencia [la esencia de la moralidad] es lo puro en completud, es decir, lo puro completo [lo puro que no puede ser sino completo, lo puro consumado, das vollendete reine]. Esa moralidad no consumada, esa moralidad incompleta, es, por tanto, lo impuro, o es la inmoralidad. La moralidad misma [la pura y completa] reside, pues, en un ser [Wesen] distinto que la conciencia real; se trata de un legislador moral santo. — La moralidad que así, en la conciencia [moral], es una moralidad no consumada, una moralidad incompleta, y que es el fundamento de este postular [es decir, que es el fundamento de este postulado, del postulado de un legislador santo], tiene por de pronto [como vimos en el cap. VI, C, a] el significado de que la moralidad, en tanto que queda puesta como real en la conciencia, guarda relación con un otro [guarda relación con algo otro, guarda relación con otra cosa], guarda relación con una existencia, es decir, ella misma lleva en ella o cobra en ella el ser-otro o la diferencia mediante la que surge una multiplicidad de mandatos morales. Pero la conciencia moral tiene a la vez estos múltiples deberes por inesenciales; pues ella sólo tiene que ver con el puro deber, que es Uno, por tanto para ella esos deberes, en cuanto determinados [o en cuanto deberes determinados], no tienen verdad alguna. Así pues, sólo pueden tener su verdad en un Otro, y son lo que no son para ella, es decir, santos, sólo a través de un legislador santo X250X.2Vide infra Algunas aclaraciones X250X. Pero esto es de nuevo un trastocar las cosas, un cambiarlas de sitio. Pues la autoconciencia moral se es lo absoluto, y deber [deber-ser] es absolutamente sólo aquello que ella sabe como deber. Ahora bien, ella sólo sabe como deber el puro deber; y lo que para ella no es santo, no es santo en sí, y lo que no es santo en sí difícilmente puede santificarlo ningún otro Ser santo [heiliges Wesen]. Por tanto, la conciencia moral tampoco puede tomarse en serio tal santificación de algo por otra conciencia distinta de ella [es decir, no puede tomarse en serio el que otra conciencia distinta de ella pueda santificar algo]; pues para la conciencia moral sólo puede ser santo en absoluto aquello que para la conciencia moral es santo por medio de la conciencia moral y en la conciencia moral [o por la conciencia moral y en la conciencia moral]; y la conciencia moral, pues, tampoco puede tomarse en serio que otro ser sea santo, pues entonces resultaría que en ese ser habría de cobrar esencialidad algo que para la conciencia moral, es decir, en si, no tendría esencialidad ninguna.
Algunas aclaraciones
X250X = En relación con esta cuestión, que ya ha desempeñado también un papel importante en la argumentación del cap. VI, C, a, recuerde el lector que para Kant una «voluntad santa», una voluntad absolutamente buena, es aquella «que no sería susceptible de máxima alguna que contradijese a la ley moral», sería, por tanto, aquella cuyas «máximas coinciden necesariamente con las leyes de la autonomía» y tal voluntad no necesita, por tanto, de ningún mandato y de ningún imperativo. En la «voluntad santa» se da, por tanto, una conexión necesaria entre la voluntad y la determinidad del deber, una conexión necesaria entre la voluntad y el contenido del deber; a diferencia de lo que ocurre en la voluntad finita, para la que la necesidad de la ley moral sólo hace referencia a la universalizabilidad de la máxima, pudiendo, por tanto, el contenido concreto del imperativo moral ser éste, pero habiendo podido muy bien ser quizá también otro. Es, por tanto, en la «voluntad santa» donde la santidad del imperativo moral (si es que en la «voluntad santa» pudiera hablarse de imperativo) alcanza también al contenido del imperativo. Lo que a la voluntad finita, que se endereza al deber como deber (y, por tanto, a la forma del deber), le acontece ser el contenido de su deber, forma parte del orden de lo querido por la «voluntad santa» y, por tanto, forma parte también del orden de lo debido (pues en la «voluntad santa» tienen que coincidir ambas cosas); en cierto modo, pues, la santidad del contenido de la pluralidad de deberes le viene también indirectamente arropada a la voluntad finita por la «voluntad santa». Y de paso, en el presente contexto aparece también la idea (que creo que no aparecía en el cap. VI, C, a, con la misma claridad) de que la conciencia moral está referida a la pluralidad y, por tanto, a una pluralidad de imperativos, precisamente porque en ella misma está esencialmente referida a un ser-otro.
Conversaciones en Madrid
[626] Así, pues, la moralidad está inacabada en la conciencia moral; esto es lo que ahora se ha emplazado, pero la esencia de aquélla es ser solamente lo acabado puro; por eso, la moralidad inacabada es impura, o bien, es inmoralidad. La moralidad misma, entonces, está en otra esencia distinta de la conciencia efectivamente real; y tal esencia es un legislador moral sagrado. — Que la moralidad esté inacabada en la conciencia, lo cual es la razón de todo este postular, tiene, primero, el significado de que la moralidad, al ser puesta como realmente efectiva dentro de la conciencia, está en referencia a otro, a una existencia, conserva en ella, pues, el ser otro o la diferencia por la que surge un conjunto plural de mandamientos morales. Pero, la vez, la autoconciencia moral tiene por inesenciales estos deberes plurales; pues se trata sólo de un único deber puro, y para ella tales deberes carecen de verdad, en la medida en que son determinados. Pueden tener su verdad, entonces, solamente en otro, y son lo que no son para ella, son sagrados, en virtud de un legislador sagrado. — Pero esto mismo no es más que un nuevo desplazamiento disimulado de la Cosa. Pues la autoconciencia moral se es a sí misma lo absoluto, y el deber sin más es solamente lo que ella sabe como deber. Pero ella sabe como deber sólo al deber puro; lo que a sus ojos no es sagrado, no es sagrado en sí, y lo que no es sagrado en sí, no puede ser consagrado por el Ser sagrado. A ojos de la conciencia moral, tampoco puede ser cosa seria el dejar que algo se haga sagrado por otra conciencia distinta de ella misma; pues, a sus ojos, es pura y simplemente sagrado sólo aquello que sea sagrado a sus ojos por sí mismo y en ella. — Igual de poco serio, entonces, es que esta otra esencia sea algo sagrado, pues, dentro de ella, debería alcanzar la esencialidad lo que no tiene ninguna esencialidad para la conciencia moral, esto es, lo que no la tiene en sí.
Conversations in Washington
[626] [626]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition Morality is therefore not completed in moral consciousness. This is what is now being proposed, but the essence of moral consciousness is just to be completed purity, and incomplete morality is thus impure, or is immorality. Morality itself thus is in another essence than in that of actual consciousness, and this other is a holy moral legislator. – The morality which is not completed in consciousness, the very morality which is the basis for this postulating, initially signifies the morality which, as it is posited within consciousness as actual, stands in relation to an other, or to an existence, and thus acquires in it otherness, or difference, within which a variegated plurality of moral commands arises. However, at the same time, moral self-consciousness holds these many duties to be inessential, for it is concerned only with the one pure duty, and for self-consciousness, this plurality of duties, insofar as they are determinate duties, has no truth. They thus can have their truth only in an other, and although they are not holy for self-consciousness, they are made holy through a holy law-giver. – Yet this is itself again only dissemblance about what is at issue. This is so because, to itself, moral self-consciousness is absolute, and duty purely and simply is only that which self-consciousness knows to be duty. However, it knows only pure duty as duty; what, to itself, is not holy is not holy in itself, and what is not holy in itself cannot be made holy by the holy being.4Wesen Moral consciousness is also not really serious about permitting something to be made holy by another consciousness than itself, since, to itself, the utterly holy is only that which is made holy through itself and is holy in moral consciousness. – It is thus not any more serious about the claim that this other being is a holy being, for in that holy being5Wesen something should have arrived at essentiality, which, for moral consciousness, i.e., in itself, has no such essentiality.ç
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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