Gespräche in der Dämmerung 00599
C. (BB) Der Geist / C. (BB) El espíritu
VI. Der Geist / Capítulo VI: El espíritu
C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad
a. Die moralische Weltanschauung / a. La visión moral del mundo
[Sin noticia]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[599] [442] Das Selbstbewußtsein weiß die Pflicht als das absolute Wesen; es ist nur durch sie gebunden, und diese Substanz ist sein eigenes reines Bewußtsein; die Pflicht kann nicht die Form eines Fremden für es erhalten. So aber in sich selbst beschlossen ist das moralische Selbstbewußtsein noch nicht als Bewußtsein gesetzt und betrachtet. Der Gegenstand ist [442] unmittelbares Wissen, und so rein von dem Selbst durchdrungen ist er nicht Gegenstand. Aber wesentlich die Vermittlung und Negativität, hat es in seinem Begriffe die Beziehung auf ein Anderssein und ist Bewußtsein. Dies Anderssein ist einerseits, weil die Pflicht seinen einzigen wesentlichen Zweck und Gegenstand ausmacht, für es eine völlig bedeutungslose Wirklichkeit. Weil dies Bewußtsein aber so vollkommen in sich beschlossen ist, so verhält es sich gegen dies Anderssein vollkommen frei und gleichgültig, und das Dasein ist daher andererseits ein vom Selbstbewußtsein völlig freigelassenes, sich ebenso nur auf sich beziehendes Dasein; je freier das Selbstbewußtsein wird, desto freier auch der negative Gegenstand seines Bewußtseins. Er ist hierdurch eine zur eigenen Individualität in sich vollendete Welt, ein selbständiges Ganzes eigentümlicher Gesetze sowie ein selbständiger Gang und freie Verwirklichung derselben, – eine Natur überhaupt, deren Gesetze wie ihr Tun ihr selbst angehören, als einem Wesen, das unbekümmert um das moralische Selbstbewußtsein ist, wie dieses um sie.
Conversaciones en Valencia
a. La visión moral del mundo X231X.1Vide infra Algunas aclaraciones X231X.
[599] La autoconciencia sabe el deber como el ser absoluto [absolutes Wesen]; la autoconciencia sólo está ligada por el deber, y esta sustancia es su propia conciencia pura [o su propia pura conciencia]; el deber no puede cobrar para la autoconciencia la forma de algo extraño. Pero resuelta [beschlossen] en sí misma en tales términos [en el doble sentido de «decidida en sí misma en tales términos» y de «reducida a sí misma en tales términos»], la autoconciencia moral todavía no está puesta ni está considerada como conciencia [es decir, como conteniendo objeto alguno contrapuesto a ella]. Pues aquí el objeto es inmediatamente saber, y, al estar tan puramente traspasado por el self, ese objeto no es objeto. Pero consistiendo esencialmente esa autoconciencia moral en mediación y en negatividad, esa autoconciencia contiene en su concepto la relación con un ser-otro, y, por tanto, es conciencia X232X.2 Y puesto que el deber constituye el único fin y objeto esencial de la autoconciencia, por un lado ese ser-otro es [habrá de ser] para la autoconciencia una realidad enteramente carente de significado y de importancia [es decir, se tratará de lo sensible, lo existente, la naturaleza]. Y porque esta conciencia está tan perfectamente decidida y resuelta en sí misma, y tan perfectamente reducida a sí misma [beschlossen], se comporta respecto a ese ser-otro de forma perfectamente libre e indiferente, con lo cual resulta que, por el otro lado [es decir, con lo cual resulta que, por lo que se refiere al lado de lo sensible], la existencia [lo existente] es algo dejado enteramente libre ahí por la autoconciencia, [es dejado como] una existencia que asimismo [es decir, que igual que la autoconciencia] sólo se refiere a sí misma [o sólo queda referida a sí misma]; cuanto más libre es la autoconciencia, tanto más libre es también el objeto negativo de su conciencia [el objeto que es la negación de la de la autoconciencia y que se define por no ser la autoconciencia]. Y ese objeto es entonces un mundo en sí, concluso en su propia individualidad, un todo autónomo de leyes peculiares, así como una marcha autónoma de esas leyes y una libre realización de esas leyes, una naturaleza en general cuyas leyes, al igual que su hacer [el hacer de esa naturaleza], le pertenecen a ella misma como a un ser al que nada le importa la autoconciencia moral [al que la conciencia moral «le trae en viento fresco», le trae sin cuidado], lo mismo que a la autoconciencia moral nada le importa esa naturaleza.
Algunas aclaraciones
X231X
En el presente cap. VI, C, a, el autor pasa a considerar la «visión moral del mundo» como una posible interpretación del final del cap. VI, B, III. Y así tenemos que el cap. VI, C, a, es más bien la exposición de esa cosmovisión, y el cap. VI, C, b, es la exposición de su aporética. En conjunto tenemos que el cap. VI, C, a y el cap. VI, C, b, nos describen la conciencia en el punto alcanzado al final del cap. VI, B, III, pero perdida en el elemento de la representación. El final del cap. VI, C, b, representa el retorno de la conciencia a sí misma a partir de ese elemento, o si se quiere: el rotundo rechazo por parte de Hegel de la «cosmovisión moral» de Kant. O quizá mejor: la inaceptabilidad de la «cosmovisión moral» kantiana, la inaceptabilidad del intento de Kant de reintroducir las representaciones de la fe, es para Hegel una de las experiencias fundamentales de la conciencia contemporánea, precisamente en el contexto de un saber que ya no tiene por objeto sino su propio hacer, es decir, en el contexto del haber de darse esa conciencia alcance conceptualmente a sí misma en su carácter absoluto como actividad (como libertad absoluta), pues así en su carácter de Ser absoluto activo se tiene ella ahora a sí misma delante. En ese intento de Kant esta conciencia contemporánea hace la experiencia de un resto de no entender que el cap. VI, C, c, el cap. VII, C, y el cap. VIII tratan de disipar. Como digo, también está implicado en ello el cap. VII, C, pues en las afirmaciones anteriores se trata ya del Ser absoluto como autoconciencia, o de la autoconciencia como ser absoluto, y la religión es la conciencia del Ser absoluto. Dentro de esta crítica de la «fe moral» de Kant, diríase que a Hegel se le vuelve imprescindible el repaso de la Religión dentro de los límites de la mera razón de Kant, que también es un referente del cap. VII, C y algunos de cuyos motivos apuntan ya en el cap. VI, C, c.
X232X
Esa autoconciencia contiene, pues, objeto, es decir, es conciencia.
Conversaciones en Madrid
a. La visión moral del mundo.
[599] La autoconciencia sabe el deber como la esencia absoluta; sólo está obligada a él, y esta substancia es su propia conciencia pura; el deber no puede adquirir para ella la forma de algo extraño. Pero así, encerrada dentro de ella misma, la autoconciencia moral no está puesta todavía como conciencia, ni se la ha examinado como tal. El objeto es saber inmediato, y así, tan puramente penetrado por el sí-mismo como está, no es objeto. Pero, siendo esencialmente mediación y negatividad, la autoconciencia tiene en su concepto la referencia a un ser-otro; y es conciencia. Este ser-otro, de un lado, puesto que el deber constituye el único y esencial objeto y fin de la conciencia, es para ella una realidad efectiva carente por completo de significado. Pero, puesto que esta conciencia está tan perfectamente encerrada dentro de sí, se comporta frente a este ser-otro de manera plenamente libre e indiferente, y por eso la existencia es, de otro lado, una existencia que la autoconciencia ha dejado completamente en libertad, y que también se refiere solamente a sí: cuanto más libre llega a ser la autoconciencia, tanto más libre llega a ser también el objeto negativo de su conciencia. Este objeto es, por consiguiente, un mundo acabado dentro de sí hasta ser una individualidad propia, un todo autónomo de leyes propias y características, así como una marcha autónoma y una libre efectuación de las mismas: una naturaleza, sin más, cuyas leyes, al igual que su actividad, le pertenecen a ella misma en cuanto que es una esencia que no se preocupa por la autoconciencia moral. como ésta tampoco por ella.
Conversations in Washington
C. (BB) Spirit
VI. Spirit
C. Spirit Certain of Itself: Morality
a. The Moral Worldview
[599] [599]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition Self-consciousness knows duty as the absolute essence. It is bound only by duty, and this substance is its own pure consciousness. For self-consciousness, duty cannot assume the form of something alien. However, moral self-consciousness, when resolved in that way within itself, is not yet posited and regarded as consciousness. The object is immediate knowing, and, as so purely permeated by the self, it is not an object. However, because it is essentially mediation and negativity, self-consciousness has in its concept the relation to an otherness and is thus consciousness. On the one hand, because duty constitutes its sole essential purpose and is the object of self-consciousness, this otherness is a completely meaningless actuality for it. Because this consciousness is so entirely resolved within itself, it relates itself freely and indifferently to this otherness, and existence, on the other hand, is completely free-standing vis-à-vis self-consciousness, only relating itself to itself. The more free-standing self-consciousness becomes, the more free-standing is the negative object of its consciousness. The object is thereby a world perfected within itself with an individuality all its own; it is a self-sufficient whole of laws peculiar to itself as well as a self-sufficient operation of these laws and their free realization – a nature as such, whose laws and activities belong to itself, a nature which, as an essence, is as unconcerned with moral self-consciousness as moral self-consciousness is unconcerned with it.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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