Gespräche in der Dämmerung 00554
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / B. El espíritu extrañado de sí; la formación o Bildung [B. Der sich entfremdete Geist. Die Bildung] / II. La Ilustración [II. Die Aufklärung] / a. La lucha de la Ilustración contra la superstición [a. Der Kampf der Aufklärung mit dem Aberglauben]
[1.f. De cómo la Ilustración condena en las representaciones de la fe lo que ella misma es; segundo momento: la intelección pura sobre la relación de la fe con el fundamento de la fe]
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Gespräche in Jena

[554] Das zweite Moment ist die Beziehung des Glaubens als wissenden Bewußtseins auf dieses Wesen. Als denkendem, reinem Bewußtsein ist ihm dies Wesen unmittelbar; aber das reine Bewußtsein ist ebensosehr vermittelte Beziehung der Gewißheit auf die Wahrheit; eine Beziehung, welche den Grund des Glaubens ausmacht. Dieser Grund wird für die Aufklärung ebenso zu einem zufälligen Wissen von zufälligen Begebenheiten. Der Grund des Wissens aber ist das wissende Allgemeine und in seiner Wahrheit der absolute Geist, der in dem abstrakten reinen Bewußtsein oder dem Denken als solchem nur absolutes Wesen, als Selbstbewußtsein aber das Wissen von sich ist. Die reine Einsicht setzt dies wissende Allgemeine, den einfachen sich selbst wissenden Geist, ebenso als Negatives des Selbstbewußtseins. Sie ist zwar selbst das reine vermittelte, d.h. sich mit sich vermittelnde Denken, sie ist das reine Wissen; aber indem sie reine Einsicht, reines Wissen ist, das sich selbst noch nicht weiß, d.h. für welches es noch nicht ist, daß sie diese reine vermittelnde Bewegung ist, er scheint sie ihr, wie alles, was sie selbst ist, als ein Anderes. In ihrer Verwirklichung also begriffen, entwickelt sie dies ihr wesentliches Moment, aber es erscheint ihr als dem Glauben angehörend und in seiner Bestimmtheit, ein ihr Äußeres zu sein, als ein zufälliges Wissen eben solcher gemein wirklicher Geschichten. Sie dichtet also hier dem religiösen Glauben an, daß seine Gewißheit sich auf einige einzelne historische Zeugnisse gründe, welche als historische Zeugnisse betrachtet freilich nicht den Grad von Gewißheit über ihren Inhalt gewähren würden, den uns Zeitungsnachrichten über irgendeine Begebenheit geben; daß seine Gewißheit ferner auf dem Zufall der Aufbewahrung dieser Zeugnisse beruhe – der Aufbewahrung durch Papier einerseits und andererseits durch die Geschicklichkeit und Ehrlichkeit der Übertragung von einem Papier auf ein anderes –, und endlich auf der richtigen Auffassung des Sinnes toter Worte und Buchstaben. In der Tat aber fällt es dem Glauben nicht ein, an solche Zeugnisse und Zufälligkeiten [410] seine Gewißheit zu knüpfen; er ist in seiner Gewißheit unbefangenes Verhältnis zu seinem absoluten Gegenstande, ein reines Wissen desselben, welches nicht Buchstaben, Papier und Abschreiber in sein Bewußtsein des absoluten Wesens einmischt und nicht durch solcherlei Dinge sich damit vermittelt. Sondern dies Bewußtsein ist der sich selbst vermittelnde Grund seines Wissens; es ist der Geist selbst, der das Zeugnis von sich ist, ebenso im Innern des einzelnen Bewußtseins als durch die allgemeine Gegenwart des Glaubens aller an ihn. Wenn der Glaube sich aus dem Geschichtlichen auch jene Weise von Begründung oder wenigstens Bestätigung seines Inhalts, von der die Aufklärung spricht, geben will und ernsthaft meint und tut, als ob es darauf ankäme, so hat er sich schon von der Aufklärung verführen lassen; und seine Bemühungen, sich auf solche Weise zu begründen oder zu befestigen, sind nur Zeugnisse, die er von seiner Ansteckung gibt.
Conversaciones en Valencia
[1.f. De cómo la Ilustración condena en las representaciones de la fe lo que ella misma es; segundo momento: la intelección pura sobre la relación de la fe con el fundamento de la fe]
[554]1Epígrafe: 1.f. De cómo la Ilustración condena en las representaciones de la fe lo que ella misma es; segundo momento: la intelección pura sobre la relación de la fe con el fundamento de la fe. El segundo momento es la relación que la fe, en cuanto conciencia sabiente, tiene con ese Ser. A la fe, como conciencia pura pensante, ese ser [Wesen] le es inmediato; pero la conciencia pura es asimismo relación mediada de la certeza con la verdad X163X;2Relación mediada de la certeza con la verdad, esto es, la idea que la fe se hace (certeza) acerca de aquello sobre lo que versa (verdad), se apoya o se apoyaría en testimonios y argumentos. una relación [esa relación mediada] que constituye la base o el fundamento de la fe. Y este fundamento se convierte asimismo para la Ilustración en [es decir, la Ilustración lo interpreta como] un saber contingente acerca de asuntos contingentes. Ahora bien, el fundamento del saber es [aquí] lo Universal sabiente [das wissende Allgemeine] [o el Universal sabiente, la universalidad en su saberse ella a sí misma, el quedar allende toda particularidad en su tenerse él presente a sí mismo] [esto en lo tocante a certeza], y, en su verdad [es decir, en lo tocante a verdad], [el fundamento del saber es aquí] el espíritu absoluto que en la conciencia pura abstracta o en el pensamiento como tal es sólo Ser absoluto, pero que como autoconciencia es saber de sí mismo. La intelección pura pone este Universal sabiente, es decir, pone a este Universal, en su saberse, es decir, en el saberse de este universal, es decir, pone al espíritu simple que se sabe a sí mismo, lo pone, digo, asimismo como lo negativo de la autoconciencia [por tanto, lo pone como algo enfrente, como objeto]. La intelección pura es, ciertamente, ella misma el puro pensamiento mediado, o el pensamiento puro mediado, es decir, [656] el pensamiento mediándose consigo mismo [la mediación entre lo Universal sabiente y la autoconciencia como Ser absoluto], ella [la intelección pura] es el puro saber; pero en cuanto ella [la intelección pura] es puro inteligir, puro saber que todavía no se sabe a sí mismo, es decir, un saber para el que todavía no es que esa pura intelección es tal movimiento mediador, resulta que ese movimiento le aparece a la pura intelección, al igual que todo lo que ella misma es, le aparece, digo, como algo distinto de ella [es decir, ese Universal sabiente como algo distinto de la intelección pura]. Estando, pues, ella en el trance de su propia realización, ella desarrolla este momento que le es esencial, pero ese momento le aparece todavía a ella como perteneciente a la fe X164X,3Vide infra Algunas aclaraciones X164X. y, en su determinidad [en la determinidad de ese momento] de ser algo externo a ella, le aparece a ella [a la intelección pura] como un saber contingente de tales o cuales historias reales comunes y corrientes. De modo que es ella [la intelección pura] quien se pone aquí a inventarle a la fe religiosa [a colgarle a la fe religiosa el cuento de] que la certeza de esta fe religiosa se funda en testimonios históricos particulares, pero en unos testimonios históricos que, considerados en su carácter de tales, ni siquiera son capaces de ofrecer acerca de su propio contenido el grado de certeza que a nosotros nos pueden garantizar las noticias que nos da un periódico acerca de cualquier suceso; y, además, le inventa y añade a la fe religiosa [le cuelga el cuento de] que la certeza de la fe no se funda sino en la casualidad de la conservación de tales testimonios, de su conservación mediante el papel, por un lado, y, por otro lado, [no se funda sino] en el buen hacer, buen sentido y honestidad con que esos testimonios hayan podido ser transferidos de un papel a otro, y, finalmente, [no se funda sino] en la correcta comprensión del sentido de las palabras, en definitiva de palabras y letra que en último término son palabras y letra muertas. Pero en realidad, a la fe ni siquiera se le ha pasado por la cabeza vincular su certeza a tales testimonios y a tales contingencias; pues en su certeza, la fe es una relación que va al grano en lo que a su objeto se refiere, una relación directa con su objeto absoluto, un puro saber de él que no mezcla en esa su conciencia del Ser absoluto [es decir, en ese su tenerlo por objeto] ni letra, ni papeles, ni copistas, ni escribientes, ni escribanos, y, por tanto, no se media consigo misma mediante esa clase de cosas X165X.4Esto suena a fe luterana o a la «pura fe» de San Juan de la Cruz. Sino que esa conciencia es ella la base de ese su propio saber que se media a sí mismo o que se suministra ella a sí misma; es el espíritu mismo el que es testimo- [657] /nio de sí mismo [el que da testimonio de sí mismo], y ello tanto en el interior de la conciencia individual [en el interior de cada conciencia] como mediante la universal presencia de la fe que todos tienen en él [que todos le profesan]. Cuando la fe, también ella, quiere darse a sí misma, a partir de lo histórico, ese modo de fundamentación o por lo menos esa confirmación histórica de su contenido, de la que la Ilustración habla, y piensa en serio y de verdad en ello y se pone a hacerlo como si eso fuera lo que importase, entonces la fe se ha dejado ya seducir por la Ilustración; y sus esfuerzos para fundamentarse a sí misma o para afianzarse a sí misma en tales términos, no son sino testimonios que ella da de su contagio por la Ilustración.
Algunas aclaraciones
X163X
Relación mediada de la certeza con la verdad, esto es, la idea que la fe se hace (certeza) acerca de aquello sobre lo que versa (verdad), se apoya o se apoyaría en testimonios y argumentos.
X164X
El quedar más allá de toda particularidad; por tanto, el ser universal; o el quedar más allá de toda objetualidad; por tanto, el ser negatividad, pero sabiéndose, eso es lo que la intelección pura es. Y sin embargo, no logra reconocerse en el Universal sabiente y en la Negatividad sabiente que la fe afirma. No se reconoce porque la fe dota a esa universalidad y a esa negatividad del carácter de un objeto, aunque se trate de un objeto ideal, es decir, las reduce al elemento de algo representado. Pero esa objetualidad es y tiene que ser una objetualidad hueca, vacía, por más que la Ilustración tampoco sepa verlo, eludiéndose, por tanto, ella a sí misma en aquello que la fe dice.
X165X
Esto suena a fe luterana o a la «pura fe» de San Juan de la Cruz.
Conversaciones en Madrid
[554] El segundo momento es la referencia de la fe, en cuanto conciencia que sabe, a esta esencia. A ella, en cuanto conciencia pura que piensa, esta esencia le es inmediata; pero la conciencia pura es, en la misma medida, referencia mediata de la certeza a la verdad; una referencia que constituye el fundamento de la fe. Para la Ilustración, este fundamento llega también a ser un saber contingente acerca de sucesos contingentes. Pero el fundamento del saber es lo universal que sabe, y en su verdad es el espíritu absoluto, el cual, en la conciencia abstracta pura, o en el pensar en cuanto tal, es sólo esencia absoluta, pero en cuanto autoconciencia es el saber de sí. La intelección pura pone esto universal que sabe, el espíritu simple que se sabe a sí mismo, también como algo negativo de la autoconciencia. Ella misma es, ciertamente, el pensar puro mediado, esto es, que se media a sí consigo mismo, es el saber puro; pero al ser intelección pura, saber puro que todavía no se sabe a sí mismo, esto es, para el cual todavía no es el que ella sea este movimiento puro mediador, este movimiento se le aparece a ella, al igual que todo lo que ella misma es, como algo otro. Concebida, entonces, en el proceso de su realización efectiva, desarrolla este momento esencial suyo, el cual, sin embargo, se le aparece a ella como perteneciente a la fe, y en [651] la determinidad que tiene ese momento de ser algo externo suyo, se le aparece como un saber contingente de precisamente tales historias reales en el sentido ordinario. Le imputa falsamente. a la fe religiosa, entonces, que su certeza se fundamenta en algunos testimonios históricos sueltos los cuales, examinados como testimonios históricos, de ningún modo garantizarían el grado de certeza acerca de su contenido que sí nos dan las noticias del periódico acerca de cualquier suceso; — que su certeza, además, descansa sobre la contingencia de que se hayan conservado estos testimonios: que se hayan conservado gracias al papel, primero, segundo, gracias a la destreza y honestidad al transmitirlos de un papel a otro, y finalmente. que se haya captado correctamente el sentido de las palabras y letras muertas. Pero, de hecho, a la fe no se le ocurre vincular su certeza a tales testimonios y contingencias; en su certeza, la fe es una relación ingenua y espontanea hacia su objeto absoluto, un saber puro del mismo, un saber que no mezcla letras, papel y copistas en su conciencia de la esencia absoluta, ni se media, por tanto, con cosas de ese género. Sino que esta conciencia es el fundamento, que se media a sí mismo, de su saber; es el espíritu mismo, que es el testimonio de sí, tanto en el interior de la conciencia singular como por medio de la presencia universal de la fe de todos en él. Cuando la fe también quiere usar lo histórico para darse ese modo de fundamentación, o al menos de ratificación de su contenido del que habla la Ilustración, y cuando opina y actúa seriamente como si todo dependiera de ello, es que ya se ha dejado seducir por la Ilustración; y sus esfuerzos por fundarse o consolidarse de ese modo no son más que testimonios de que ya se ha contagiado XX*X.5Vide infra Algunas aclaraciones XX*X.
Algunas aclaraciones

XX*X
Con todo el párrafo, Hegel puede estar refiriéndose a Lessing y su polémica con el pastor Goeze. Frente a este último, Lessing sostenía que la verdad de la religión cristiana no puede demostrarse con testimonios históricos. Los sucesos relatados en los Textos Sagrados no son apropiados para fundamentar las «verdades necesarias de la razón». Pero, por eso, la verdadera religiosidad no necesita de la letra de la Biblia. «La letra no es el espíritu, y la Biblia no es la religión. […] En consecuencia, las objeciones a la letra y a la biblia no lo son contra el espíritu ni contra la religión» (Axiomata, 36). La tradición escrita debe explicarse por su verdad interna, y por eso, alguien como Goeze, con sus esfuerzos de fundamentación hermenéutico histórica del cristianismo, «no ha dejado de contagiarse, en sus guerras teológicas, de la heterodoxia de su enemigo». Cf. Üeber den Beweis des Geistes un der Kraft (1777), en Gotthold Ephraim Lessings Werke, ed. de Herbert g. Göpfer, vol. 8, Darmstadt, 1970, 9-10; también cf. Axiomata, wenn es deren in dergeleichen Dingen giebt. Wider den Herrn Parsor Goeze, in Hamburg (1778), en Gotthold Ephraim Lessings Werke, op. cit., vol. 8, pp. 128-159 (ibid.). También Goeze tenía una réplica a Lessing: «¿De dónde quiere sacar él [Lessing] el conocimiento de la verdad interna de la religión cristiana sino de lo que se ha transmitido por escrito, de los escritos de los evangelios y de los apóstoles, enlazados como es debido con los escritos del Antiguo testamento?» (Etwas Vorläufiges gegen, des Herrn Hofrats Lessing mittelbare und unmittelbare feindselige Angriffe auf unsere allerheiligste Religion, und auf den einigen derselben, die heilige Schrift, en Gotthold Ephraim Lessings Werke, op. cit., vol. 8, pp. 102-116).
Conversations in Washington
[554] [554]6We kept the numeration given by the editor in the printed edition The second moment is the relation of faith as knowing consciousness to this essence. As pure, thinking consciousness, this essence is immediate to faith. However, pure consciousness is just as much a mediated relation of certainty to truth, which is a relation that constitutes the ground of faith. For the Enlightenment, this ground just as much becomes a contingent knowing of contingent occurrences. However, the ground of knowing is the knowing universal, and in its truth it is absolute spirit, which, in abstract pure consciousness, or in thinking as such, is only absolute essence, but which as self-consciousness is self-knowing. Likewise, pure insight posits this knowing universal, the simple self-knowing spirit, as the negative of self-consciousness. This pure insight is indeed itself pure mediated thinking, or thinking mediating itself with itself. It is pure knowing, but while it is pure insight, or pure knowing which does not yet know itself, i.e., it is what, to itself, is not yet this pure, mediating movement, this movement appears to pure insight, as does everything which it is itself, as an other. Thus comprehended7begriffen in its actualization, it develops this moment which is essential to it, but the moment appears to it as belonging to faith, and in its determinateness as something external to pure insight, it appears to be a contingent knowing of exactly those rather ordinary and matter of fact8wirklicher stories. Here it therefore charges religious faith with basing its certainty on a collection of singular historical testimonies, which, considered as historical testimony, would not even warrant that degree of certainty that we get with respect to any event mentioned in the newspapers; it charges further that faith’s certainty rests on the accident that all this testimony happens to have been preserved – that it rests in part on the preservation of this testimony on a piece of paper, and in part through the skill and honesty in transferring what is written on one piece of paper onto another piece of paper – and, finally, that its certainty rests on the accurate grasp of the sense of those dead words and letters. But in fact it never even occurs to faith to link its certainty to that kind of testimony and those kinds of contingencies. In its certainty, faith stands in an unencumbered relation to its absolute object. It is a pure knowing of that object, and it never lets letters, paper, or copyists interfere with its consciousness of the absolute essence; it does not mediate itself with [323] the absolute essence by those kinds of things. Rather, this consciousness is the self-mediating ground of its knowing. It is spirit itself which is its own testimony, just as much in the inner of singular consciousness as it is through the universal presence of the faith of everyone in it. However much faith wishes to substantiate itself, or if it wishes at the very least to confirm for itself the topics about which the Enlightenment speaks, and if it wishes to do this by drawing on what is historical, and if furthermore it seriously thinks and acts as if something really depended on its doing so, then so has it already let itself be seduced by the Enlightenment. Its efforts to ground itself or to bolster itself in this way only amounts to testimony that attests to its infection by the Enlightenment.