Gespräche in der Dämmerung 00545
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / B. El espíritu extrañado de sí; la formación o Bildung [B. Der sich entfremdete Geist. Die Bildung] / II. La Ilustración [II. Die Aufklärung] / a. La lucha de la Ilustración contra la superstición [a. Der Kampf der Aufklärung mit dem Aberglauben]
[1.b. La intelección pura y la masa]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[545] Von dieser Seite, daß beide wesentlich dasselbe sind und die Beziehung der reinen Einsicht durch und in demselben Elemente geschieht, ist ihre Mitteilung eine unmittelbare und ihr Geben und Empfangen ein ungestörtes Ineinanderfließen. Was auch sonst weiter in das Bewußtsein für Pflöcke eingeschlagen seien, es ist an sich diese Einfachheit, in welcher alles aufgelöst, vergessen und unbefangen und die daher des Begriffs schlechthin empfänglich ist. Die Mitteilung der reinen Einsicht ist deswegen einer ruhigen Ausdehnung oder dem Verbreiten wie eines Duftes in der widerstandslosen Atmosphäre zu vergleichen. Sie ist eine durchdringende Ansteckung, welche sich nicht vorher gegen das gleichgültige Element, in das sie sich insinuiert, als Entgegengesetztes [402] bemerkbar macht und daher nicht abgewehrt werden kann. Erst wenn die Ansteckung sich verbreitet hat, ist sie für das Bewußtsein, das sich ihr unbesorgt überließ. Denn es war zwar das einfache, sich und ihm gleiche Wesen, was es in sich empfing, aber zugleich die Einfachheit der in sich reflektierten Negativität, welche nachher auch sich nach ihrer Natur als Entgegengesetztes entfaltet und das Bewußtsein hierdurch an seine vorige Weise erinnert; sie ist der Begriff, der das einfache Wissen ist, welches sich selbst und zugleich sein Gegenteil, aber dieses in ihm als aufgehoben weiß. Sowie daher die reine Einsicht für das Bewußtsein ist, hat sie sich schon verbreitet; der Kampf gegen sie verrät die geschehene Ansteckung; er ist zu spät, und jedes Mittel verschlimmert nur die Krankheit, denn sie hat das Mark des geistigen Lebens ergriffen, nämlich das Bewußtsein in seinem Begriffe oder sein reines Wesen selbst; es gibt darum auch keine Kraft in ihm, welche über ihr wäre. Weil sie im Wesen selbst ist, lassen sich ihre noch vereinzelten Äußerungen zurückdrängen und die oberflächlichen Symptome dämpfen. Es ist ihr dies höchst vorteilhaft; denn sie vergeudet nun nicht unnütz die Kraft, noch zeigt sie sich ihres Wesens unwürdig, was dann der Fall ist, wenn sie in Symptome und einzelne Eruptionen gegen den Inhalt des Glaubens und gegen den Zusammenhang seiner äußeren Wirklichkeit hervorbricht, Sondern nun ein unsichtbarer und unbemerkter Geist, durchschleicht sie die edlen Teile durch und durch und hat sich bald aller Eingeweide und Glieder des bewußtlosen Götzen gründlich bemächtigt, und ›an einem schönen Morgen gibt sie mit dem Ellbogen dem Kameraden einen Schub, und Bautz! Baradautz! der Götze liegt am Boden‹. – An einem schönen Morgen, dessen Mittag nicht blutig ist, wenn die Ansteckung alle Organe des geistigen Lebens durchdrungen hat; nur das Gedächtnis bewahrt dann noch als eine, man weiß nicht wie, vergangene Geschichte die tote Weise der [403] vorigen Gestalt des Geistes auf; und die neue, für die Anbetung erhöhte Schlange der Weisheit hat auf diese Weise nur eine welke Haut schmerzlos abgestreift.
Conversaciones en Valencia
[545] Por este lado que consiste en que ambas [la fe y la intelección pura] son esencialmente lo mismo y de que la relación de la intelección pura [con la fe] tiene lugar a través de (y en) el mismo elemento, la comunicación de la intelección pura con la fe es una comunicación inmediata, y su dar y su recibir es un confluir sin perturbaciones la una en la otra y la otra [646] en la una. Pues sea cual fuere el tipo de durezas o anquilosamientos que hayan podido agarrar o formarse en la conciencia, la conciencia sigue siendo en sí esa simplicidad en la que todo se disuelve, en la que todo se olvida, que no se deja atrapar por nada y que, por tanto, es absolutamente receptiva para el concepto. La comunicación de la pura intelección [el comunicarse la intelección pura a la fe de la masa o de las masas] puede compararse, por tanto, con un suave extenderse, con un suave difundirse un aroma en una atmósfera sin resistencias. La comunicación del inteligir puro [el comunicarse el inteligir puro] es como un contagio que todo lo penetra, que no se hace notar previamente como algo contrapuesto al elemento indiferente en el que se insinúa, y contra el que, por tanto, no caben defensas. Sólo cuando el contagio se ha difundido y ya ha operado, es entonces cuando el contagio queda ahí para la conciencia [se hace presente a la conciencia] que, despreocupadamente y sin darse cuenta, se entregó a él. Pues ciertamente, [en el contagio] fue la esencia [Wesen] simple igual a sí misma lo que la conciencia recibió, pero a la vez recibió la simplicidad de la negatividad reflectida en sí, la cual después, conforme a su propia naturaleza, se desarrolla también como lo contrapuesto, y recuerda mediante ello a la conciencia su forma pasada pero como pasada, es decir, como consistiendo la conciencia en esa fe, pero superada X154X;1Es decir, hace «recordar» a la conciencia, hace que ésta se despierte y se percate de esa fe, de modo que, al percatarse la conciencia de esa fe, esa fe no puede sino quedar a distancia, no puede sino convertirse en algo pasado, pues esa fe se vuelve inteligida, se convierte en intelección pura. esa negatividad es el concepto que es el saber simple que se sabe a sí mismo y que sabe a la vez a su contrario, pero que sabe a su contrario en cuanto suprimido y superado en ese saber. Resulta, por tanto, que cuando la intelección pura [o pura Einsicht] es para la conciencia [cuando la conciencia se percata de ella, se hace cargo de ella, se es ella esa intelección], esa intelección o Einsicht se ha extendido ya; la lucha contra ella sólo delata que se ha producido el contagio; esa lucha llega demasiado tarde y todo remedio no hace sino empeorar la enfermedad, pues esa enfermedad se ha apoderado ya del tuétano de la vida espiritual, a saber: se ha apoderado de la conciencia en su concepto [es decir, lo otro de la conciencia resulta ser la conciencia misma, reduciéndose a ella] o [se ha apoderado] de su pura esencia misma [es decir, de la pura esencia de la conciencia]; no hay [no queda], por tanto, ninguna fuerza en esa conciencia que estuviese por encima de dicha intelección. Puesto que esa intelección radica en la conciencia misma, podrán combatirse algunas manifestaciones aisladas de ella, y mitigarse sus síntomas superfi- [647] /ciales. Pero eso le resulta a esa intelección altamente ventajoso; pues así no derrocha inútilmente su fuerza, ni tampoco se muestra indigna de su esencia, lo que ocurriría si esa intelección se limitase a romper o a irrumpir en [forma de] síntomas y erupciones sueltas contra el contenido de la fe y contra el contexto o trama o tejido de la realidad externa de esa fe. De modo que como un espíritu invisible y que no se hace notar, esa intelección pura se desliza cada vez más profunda y penetrantemente por el interior de las partes nobles, y pronto se ha adueñado profundamente de todas las entrañas y miembros del ídolo inconsciente, y «un buen día [la intelección pura] empuja con el codo a su camarada (al ídolo), y ¡patapaf!, he ahí el ídolo en el suelo» X155X:2«El ídolo extranjero se pone humildemente sobre el altar aliado del ídolo del país; poco a poco se va afianzando; un buen día empuja con el codo a su camarada; y patapaf, he ahí el ídolo en el suelo», Le neveu de Rameau, págs. 453 s. un buen día, cuyo mediodía no es sangriento, cuando el contagio ha penetrado ya en todos los órganos de la vida espiritual; y entonces sólo la memoria conserva aún como una historia pasada (aunque no se sabe bien cómo tal historia llegó a ser pasada) el modo muerto [o la forma muerta] de la anterior figura del espíritu; y la nueva serpiente de la sabiduría, levantada para adoración [para ser adorada, al igual que la que levantó Moisés de modo que mirándola uno se curaba de la mordedura de la serpiente], no ha hecho de este modo sino desprenderse sin dolor de una piel marchita [es decir, no es sino la misma vieja serpiente que inicialmente mordió en forma de fe, pero que ha cambiado de piel].
Algunas aclaraciones
X154X = Es decir, hace «recordar» a la conciencia, hace que ésta se despierte y se percate de esa fe, de modo que, al percatarse la conciencia de esa fe, esa fe no puede sino quedar a distancia, no puede sino convertirse en algo pasado, pues esa fe se vuelve inteligida, se convierte en intelección pura.
X155X = «El ídolo extranjero se pone humildemente sobre el altar aliado del ídolo del país; poco a poco se va afianzando; un buen día empuja con el codo a su camarada; y patapaf, he ahí el ídolo en el suelo», Le neveu de Rameau, págs. 453 s.
Conversaciones en Madrid
[545] De este lado, que ambas sean esencialmente lo mismo y la referencia de la intelección pura ocurra por y en el mismo elemento, su comunicación es una comunicación inmediata, y su dar y recibir un fluir la una en la otra sin perturbaciones. Cualesquiera que sean las otras estacas clavadas en la conciencia, ella es en sí esta simplicidad en la que todo está disuelto y olvidado, es ingenuo, y por eso es receptiva al concepto sin más. Por consiguiente, la comunicación de la intelección pura puede compararse con una expansión tranquila o con el difundirse de un aroma en una atmósfera que no le opone resistencia. Es un contagio penetrante que no se hace notar previamente como algo opuesto al elemento indiferente en el que se insinúa, y que por eso no puede ser evitado. Sólo cuando ya se ha difundido, llega el contagio a ser él para la conciencia que se había abandonado descuidadamente a él. Pues era, ciertamente, la esencia igual a sí y a él lo que ella recibía dentro de sí, pero, al mismo tiempo, era la simplicidad de la negatividad reflejada dentro de sí la que, posteriormente, se despliega también como contrapuesta, según su naturaleza, y le recuerda así a la conciencia cuál era su modo anterior; esa simplicidad es el concepto que es el saber simple, que se sabe a sí mismo y a la vez sabe a su contrario, pero a éste lo sabe como cancelado dentro de él. Por eso, según va siendo para la conciencia, la intelección pura ya se ha difundido; la lucha contra ella delata que el contagio ha ocurrido; es una lucha que llega demasiado tarde, y cada remedio no hace sino empeorar la enfermedad, pues ésta ha hecho presa en la médula de la vida espiritual, a saber, en la conciencia dentro de su concepto, o en su esencia pura misma; por eso, no hay dentro de ella ninguna fuerza que sea capaz de vencer a la enfermedad. Como ésta está dentro de la esencia misma, sus manifestaciones, todavía aisladas, pueden reprimirse, y contenerse los síntomas superficiales. Para la enfermedad, esto resulta sumamente ventajoso, pues así no malgasta inútilmente la fuerza ni se muestra indigna de su esencia, cosa que ocurre cuando ella brota en síntomas y erupciones individuales contra el contenido de la fe y contra las conexiones de la efectividad exterior de ésta. Más bien al contrario, espíritu invisible e inadvertido, se desliza infiltrándose por todas las partes nobles, y pronto se ha apoderado totalmente de todas las entrañas y miembros del ídolo sin conciencia, y «una hermosa mañana le da un codazo al camarada y, cataplún, el ídolo ha caído» X*1X.3La cita es de El sobrino de Rameau, en la traducción de Goethe. El texto de Diderot es: «un beau jour, il [el dios extraño] pousse du coude son camerade, et patatras, voilà l’idole en bas», OC, ed. cit., IX, p. 163. Una hermosa mañana cuyo mediodía no es sangriento si el contagio ha penetrado en todos los órganos de la vida espiritual; sólo la memoria conserva todavía, como [641] una historia ya pasada no se sabe cómo, el modo muerto de la anterior figura del espíritu; y la nueva serpiente de la sabiduría levantada para la oración no ha hecho así más que desprenderse sin dolor de una piel marchita X*2X.4Números, 21:8.
Algunas aclaraciones
X*1X = La cita es de El sobrino de Rameau, en la traducción de Goethe. El texto de Diderot es: «un beau jour, il [el dios extraño] pousse du coude son camerade, et patatras, voilà l’idole en bas», OC, ed. cit., IX, p. 163.
X*2X = Números, 21:8.
Conversations in Washington
[545] [545]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition From this aspect, that both are essentially the same, the relation of pure insight happens in and through the same element. The communication between them is immediate, and their giving and receiving is an undisturbed flow of the one into the other. Whatever other pegs may be driven into consciousness, it is in itself this simplicity in which everything is dissolved, forgotten, and unencumbered, and which is thus utterly receptive to the concept. For that reason, the communication of pure insight is comparable to a peaceful diffusion of something like a scent in a compliant atmosphere. It is a pervading infection and is not noticeable beforehand as being opposed to the indifferent element into which it insinuates itself; it thus cannot be warded off. It is only when the infection has become widespread that it is for consciousness, which had carefreely yielded itself to it, for what this consciousness received into itself was precisely the simple essence, which was equal to itself and to consciousness but which was at the same time the simplicity of negativity taking a reflective turn into itself.6in sich reflektierten Negativität This latter inward turn, according to its nature, also subsequently unfolds itself into an opposition, and it thereby reminds consciousness of its previous mode. It is the concept which is the simple knowing that at the same time knows itself and its opposite, but which knows this opposite to be sublated within it. As soon as pure insight thus is for consciousness, this insight has already made itself widespread, and the struggle against it betrays the fact that the infection has already taken hold. The struggle is too late, and all the remedies taken only make the disease worse, for the disease has seized the very marrow of spiritual life, namely, consciousness in its concept, or its pure essence itself. For that reason, there is no force within it that could prevail over the disease. Because it is in the essence itself, its still isolated expressions are repressed, and its superficial symptoms are muffled. This is immensely to its advantage, for in that case it neither uselessly squanders its force nor does it show itself to be unworthy [317] of its essence, something which is the case when it breaks out into symptoms and when there are singular outbreaks contrary both to the content of faith and to the way its external actuality coheres. Rather, now that it is an invisible and undetected spirit, it winds its way all through the nobler parts, and it has soon taken complete hold over all the fibers and members of the unaware idol. At that point, “some fine morning it gives its comrade a shove with the elbow, and, thump! kadump! the idol is lying on the floor”7This is another quotation from Diderot’s Rameau’s Nephew. – on some fine morning, where the noontime is bloodless and when the infection has permeated every organ of spiritual life. Only then does memory alone still preserve the dead mode of spirit’s previous shape as a vanished history (although exactly how it does this nobody knows), and the new serpent of wisdom, which is elevated for adoration, has in this way painlessly only shed its withered skin.