Gespräche in der Dämmerung 00481
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / A. El espíritu verdadero, la eticidad [A. Der wahre Geist. Die Sittlichkeit] / c. El Estado de derecho [c. Der Rechtszustand]
[Roma, Versalles (y las cortes alemanas) vistas con ojos de revolucionario; y tal vez también el espectáculo de desenfreno y miseria que puede llegar a ofrecer el mercado moderno, al perder la satisfacción de las necesidades cualquier medida tradicional X69X;1Vide infra Algunas aclaraciones X69X. pero en todo caso, también el destino de la modernidad, o la subjetividad como destino]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[481] Der Herr der Welt hat das wirkliche Bewußtsein dessen, was er ist, der allgemeinen Macht der Wirklichkeit, in der zerstörenden Gewalt, die er gegen das ihm gegenüberstehende Selbst seiner Untertanen ausübt. Denn seine Macht ist nicht die Einigkeit des Geistes, worin die Personen ihr eigenes Selbstbewußtsein erkennten, vielmehr sind sie als Personen für sich und schließen die Kontinuität mit anderen aus der absoluten Sprödigkeit ihrer Punktualität aus; sie sind also in einem nur negativen Verhältnisse wie zueinander so zu ihm, der ihre Beziehung oder Kontinuität ist. Als diese Kontinuität ist er das Wesen und der Inhalt ihres Formalismus, aber der ihnen fremde Inhalt und das feindliche Wesen, welches gerade dasjenige, was für sie als ihr Wesen gilt, das inhaltsleere Fürsichsein, vielmehr aufhebt – und als die Kontinuität ihrer Persönlichkeit eben diese zerstört. Die rechtliche Persönlichkeit erfährt also, indem der ihr fremde Inhalt sich in ihr geltend macht – und er macht sich in ihnen geltend, weil er ihre Realität ist –, vielmehr ihre Substanzlosigkeit. [358] Das Das zerstörende Wühlen in diesem wesenlosen Boden gibt sich dagegen das Bewußtsein seiner Allherrschaft, aber dieses Selbst ist bloßes Verwüsten, daher nur außer sich und vielmehr das Wegwerfen seines Selbstbewußtseins.
Conversaciones en Valencia
[Roma, Versalles (y las cortes alemanas) vistas con ojos de revolucionario; y tal vez también el espectáculo de desenfreno y miseria que puede llegar a ofrecer el mercado moderno, al perder la satisfacción de las necesidades cualquier medida tradicional X69X;2Vide infra Algunas aclaraciones X69X. pero en todo caso, también el destino de la modernidad, o la subjetividad como destino]
[481]3Epígrafe: Roma, Versalles (y las cortes alemanas) vistas con ojos de revolucionario; y tal vez también el espectáculo de desenfreno y miseria que puede llegar a ofrecer el mercado moderno, al perder la satisfacción de las necesidades cualquier medida tradicional; pero en todo caso, también el destino de la modernidad, o la subjetividad como destino. El señor del mundo tiene la conciencia real de aquello que él es, del poder universal de la realidad, la tiene, digo, en la violencia destructiva que él ejerce contra el self de sus súbditos, que le queda enfrente. Pues su poder no es el ser-uno o unidad o concordia del espíritu [no es la unidad del espíritu, no es el ser-uno consigo del espíritu, no es el ser-uno consigo y estar consigo de acuerdo el espíritu, y el ser todos uno que representa el espíritu], unidad en la que las personas reconocerían su propia autoconciencia, sino que más bien, en cuanto personas, esas personas son para sí y excluyen la continuidad con los otros, la excluyen, digo, de absoluta dureza (a la vez que fragilidad) de su puntualidad [de la puntualidad de ellas, de los puntos que ellas representan o de los puntos que ellas son]; por tanto, ellas están sólo en una relación negativa, tanto entre sí, como también respecto a él, pues es él quien representa (quien es) la relación de ellas o la continuidad de ellas X70X.4Es la idea de Hobbes de que el que se haga efectiva para cualquiera (en ese su tratarse de ser cualquiera) su condición de persona jurídica abstracta, implica la existencia de un poder extraño a todos (dimanante, sin embargo, del poder de todos y de cada uno) que es el que funda la continuidad de todos. Como tal continuidad, o como esta continuidad, él es el ser [Wesen] y el contenido del formalismo de ellas; pero es un contenido extraño a ellas, y un ser hostil, que más bien suprime y supera aquello que ellas consideran su ser o esencia de ellas, es decir, el ser-para-sí exento y vacío de todo contenido; y que, en cuanto continuidad de la personalidad de ellas, o como continuidad de la personalidad de ellas, destruye precisamente esa personalidad. La personalidad jurídica, precisamente al hacerse valer el contenido que le es extraño, y ese contenido se hace valer en ellas [en las personas] porque ese contenido es la realidad de ellas, la personalidad jurídica, digo, hace más bien la experiencia de su carencia y ausencia de sustancia. Y, sin embargo, ese destructivo y destructor gozar en ese suelo carente de sustancia se da a sí mismo más bien la conciencia de su omnipotencia, pero ese sí-mismo, ese self, no es sino un mero destruir y devastar y, por tanto, no es sino un estar fuera de sí y quedar fuera de sí, y más bien es un tirar por la borda su propia autoconciencia [la conciencia de su propio valer].
Algunas aclaraciones
X69X
Véase sobre esto los parágrafos 185 ss. de la Filosofía del Derecho de Hegel. En todo caso, aquí sólo está apuntado lo que en la Filosofía del Derecho se va a llamar «sociedad civil» como aquella esfera de socialidad resultante de haberse hecho realidad el «derecho abstracto». Pero advierta el lector que, aunque la conceptuación de la Filosofía del Derecho es una conceptuación mucho más desarrollada y compleja que la de la Fenomenología del espíritu, en este cap. VI, A, c, se trata de la misma temática que en los parágrafos señalados de la Filosofía del Derecho.
Y sin embargo, me parece que en el presente cap. VI, A, c, la relación de complementariedad funcional entre el Leviatán, la persona jurídica y el estallido de la materialidad de toda eticidad tradicional tras derrumbarse la estructura de ésta, está mejor dibujada que en la Filosofía del Derecho. En ese libro de la etapa de Berlín, el Hegel de la época de la Restauración está quizá demasiado empellado en convertir el Leviatán en una «reconstrucción de la eticidad perdida en sus extremos» (que la «sociedad civil» representa), lo cual me parece que no es sin más así en el Hegel de la Fenomenología del espíritu, por más que éste no resulte contradictorio con aquél; todo se reduce a cuál es la relación que se establece entre el cap. VI, A, a, b, y el cap. VI, C, c. Por mi parte ya la he indicado más arriba. En todo caso el Hegel de la Fenomenología del espíritu parece mucho más empeñado, sin compromiso alguno, en escrutar el origen y sentido del irreversible vuelco revolucionario y los principales rasgos de la figura del nuevo mundo que, cual iluminada por un rayo, como dice en el Prefacio, parece venir dibujada en ese vuelco. Quizá eso explique que la presente obra no gustase mucho al Hegel de Berlín, aunque la verdad es que el presente libro dejó de gustar al autor casi desde que logró publicarlo.
X70X
Es la idea de Hobbes de que el que se haga efectiva para cualquiera (en ese su tratarse de ser cualquiera) su condición de persona jurídica abstracta, implica la existencia de un poder extraño a todos (dimanante, sin embargo, del poder de todos y de cada uno) que es el que funda la continuidad de todos.
Conversaciones en Madrid
[481] El señor del mundo tiene conciencia efectiva de lo que él es, de la potencia universal de la realidad efectiva, en la violencia destructiva que ejerce contra los sí-mismos de sus súbditos, enfrentados a él. Pues su poder no es la unanimidad del espíritu en que las personas reconocieran a su propia autoconciencia; antes bien, en cuanto personas, ellas son para sí y excluyen la continuidad con los otros de la absoluta fragilidad de su carácter puntual; están, por tanto, en una relación sólo negativa, tanto entre sí como respecto a él, que es su referencia o continuidad. En cuanto que es esta continuidad, él es la esencia y el contenido de su formalismo; pero es el contenido extraño a ellas, las personas, y la esencia hostil que, más bien, cancela precisamente aquello que para ellas vale como su esencia: el ser-para-sí vacío de contenido; —y, en cuanto continuidad de su personalidad, precisamente la destruye. La personalidad jurídica, entonces, en tanto que un contenido que le es extraño se hace valer dentro de ella —y se hace valer dentro de las personas porque es su realidad—, hace más bien la experiencia de su insubstancialidad. El hozar destructivo en este suelo sin esencia se da, en cambio, la conciencia de su señorío sobre todos, pero este sí-mismo no es más que un producir devastación, y por eso no hace sino estar fuera de sí, y es más bien un tirar su autoconciencia.
Conversations in Washington
[481] [481]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition In the destructive violence he exercises upon the selves of his subjects as they confront him, the lord of the world has the actual consciousness of what he is, namely, the universal might of actuality. This is so because his power is not the union of spirit in which persons became cognizant6erkannten of their own self-consciousness, but instead, as a person, each is for himself, and he excludes continuity with others through the absolute aloofness of his point-like existence. Those persons are thus in an only negative relationship to each other in the same way that they are in a negative relationship to the lord of the world, who is himself their relation to each other, or their continuity with each other. As this continuity, he is the essence and content of their formalism, but he is a content alien to them, a hostile essence who sublates what counts for them as their essence, namely, their contentless being-for-itself – and as the continuity of their personality, he destroys that very personality itself. While the content alien to personality makes itself felt in it, and it makes itself felt because it is their reality, personality thus experiences instead its substancelessness. In contrast, the destructive groping around in this essenceless arena gives itself a consciousness of its mastery over all others, but this self is merely a laying waste to everything and thus is only external to itself7außer sich. Alternatively, this could be rendered as “beside itself,” or “frantic.” and instead is the discarding of its own self-consciousness.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
EN CONSTRVCCION