Gespräche in der Dämmerung 00460

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / A. El espíritu verdadero, la eticidad [A. Der wahre Geist. Die Sittlichkeit] / a. El mundo ético, la ley divina y la ley humana, el hombre y la mujer [ a. Die sittliche Welt. Das menschliche und göttliche Gesetz, der Mann und das Weib]

 

[Resumen, repaso de las figuras del capítulo V]

Gespräche in Jena

[460] Die allgemeinen sittlichen Wesen sind also die Substanz als Allgemeines und sie als einzelnes Bewußtsein; sie haben das Volk und die Familie zu ihrer allgemeinen Wirklichkeit, den Mann aber und das Weib zu ihrem natürlichen Selbst und der betätigenden Individualität. In diesem Inhalt der sittlichen Welt sehen wir die Zwecke erreicht, welche die vorhergehenden substanzlosen Gestalten des Bewußtseins sich machten; was die Vernunft nur als Gegenstand auffaßte, ist Selbstbewußtsein geworden, und was dieses nur in ihm selbst hatte, als wahre Wirklichkeit vorhanden. – Was die Beobachtung als ein Vorgefundenes wußte, an dem das Selbst keinen Teil hätte, ist hier vorgefundene Sitte, aber eine Wirklichkeit, die zugleich Tat und Werk des Findenden ist. – Der Einzelne, die Lust des Genusses seiner Einzelheit suchend, findet sie in der Familie, und die Notwendigkeit, worin die Lust vergeht, ist sein eigenes Selbstbewußtsein als Bürgers seines Volks; – oder es ist dieses, das Gesetz des Herzens als das Gesetz aller Herzen, das Bewußtsein des Selbsts als die anerkannte allgemeine Ordnung zu wissen; es ist die Tugend, welche der Früchte ihrer Aufopferung genießt; sie bringt zustande, worauf sie geht, nämlich das Wesen zur wirklichen Gegenwart herauszuheben, und ihr Genuß ist dies allgemeine Leben. – Endlich das Bewußtsein [339] der Sache selbst wird in der realen Substanz befriedigt, die auf eine positive Weise die abstrakten Momente jener leeren Kategorie enthält und erhält. Sie hat an den sittlichen Mächten einen wahrhaften Inhalt, der an die Stelle der substanzlosen Gebote getreten, die die gesunde Vernunft geben und wissen wollte, – sowie hierdurch einen inhaltsvollen, an ihm selbst bestimmten Maßstab der Prüfung nicht der Gesetze, sondern dessen, was getan wird.

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Conversaciones en Valencia

[Resumen, repaso de las figuras del capítulo V]

[460]1Epígrafe: Resumen, repaso de las figuras del capítulo V. Los seres [Wesen] éticos universales [o las esferas éticas universales] son, por tanto, la sustancia como conciencia universal y la sustancia como conciencia particular [einzelnes, como conciencia de una individualidad particular]; y esas dos entidades éticas universales tienen al pueblo y a la familia como su realidad universal [conciencia universal], y al hombre y a la mujer como su self natural que los [confirma y] mantiene en actividad [conciencia particular]. En este contenido del mundo ético vemos alcanzados los fines que las figuras anteriores de la conciencia, exentas de sustancia, se «hacían» a sí mismas o se proponían a sí mismas; lo que la razón sólo aprehendía como objeto [recuérdese el cap. V, A] se ha convertido en autoconciencia, y lo que la autoconciencia sólo tenía en ella misma [cap. V, B] [sólo le quedaba dentro de ella] está ahora ahí delante como una verdadera realidad. — Lo que la observación [cap. V, A, b] sabía como algo con lo que se encontraba ahí [aquello de lo que la observación tenía conocimiento como de algo que se encontraba ahí y que estaba ya ahí], en lo que, por tanto, el self [o sí-mismo] no tenía parte alguna, [558] se convierte aquí [o aparece aquí] como costumbre que estaba ahí ya, pero, por tanto, como una realidad que a la vez es acción y obra de quien la encuentra ahí ya. — El particular, el individuo, buscando el placer del disfrute de su propia individualidad particular [Einzelnheit] [cap. V, B, a], lo encuentra en la familia, y la necesidad [Notwendigkeit] en la que ese placer se extingue y pasa [es decir, en la que queda totalmente relativizado] es su propia autoconciencia [es la propia autoconciencia de ese individuo particular] en cuanto ciudadano de su pueblo; o ello [el buscar ese placer] consiste precisamente en eso: en saber la ley del corazón [cap. V, B, b] como la ley de todos los corazones, y en saber la conciencia del sí-mismo como el orden universal reconocido [y querido por todos]; o [el buscar ese placer] es la virtud [cap. V, B, c], [el buscar ese placer] es la areté, es la excelencia, que goza de los frutos de su sacrificio; pues la virtud y este su sacrificio producen aquello a lo que se enderezan, a saber: sacar y elevar el ser [Wesen] a verdadera actualidad, y su goce [el goce de la virtud, aquello de lo que ella, por ser ella excelencia, es goce] es esta vida universal. — Finalmente, la conciencia de «la cosa misma» [cap. V, C, a] queda satisfecha en la sustancia real, que de forma positiva contiene y retiene y conserva los momentos abstractos de aquella vacía categoría [es decir, en la sustancia real cobra realidad positiva lo que en la figura de «la cosa misma» era abstracta vacuidad]. Ella [es decir, aquella categoría, o la cosa misma] tiene en los poderes éticos un verdadero contenido que sustituye a aquellos mandatos, carentes de sustancia, que la sana razón quería dar y quería saber [cap. V, C, b, c], y a la vez, a través de ello, aquella «cosa misma» [lo que allí era categoría vacía] recibe un criterio enteramente lleno de contenido, un criterio que en él mismo viene ya determinado por sí mismo, para el examen [cap. V, C, c] no de leyes sino de aquello que se hace y se está efectivamente haciendo X35X.2En resumen, el espíritu (cap. VI) es la razón (cap. V), que se es teniéndose no abstractamente como ocurre en las figuras del cap. V, sino teniéndose como una efectiva realidad ahí delante. Es la categoría en y para sí, de la que se tiene conciencia, y, por tanto, que ahí está.

Algunas aclaraciones

X35X = En resumen, el espíritu (cap. VI) es la razón (cap. V), que se es teniéndose no abstractamente como ocurre en las figuras del cap. V, sino teniéndose como una efectiva realidad ahí delante. Es la categoría en y para sí, de la que se tiene conciencia, y, por tanto, que ahí está.

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Conversaciones en Madrid

[460] Las esencias éticas universales son, entonces, la substancia en cuanto conciencia universal y la substancia en cuanto conciencia singular; tienen al pueblo y la familia como efectiva realidad universal, al hombre y la mujer, empero, como su sí-mismo natural e individualidad activadora. En este contenido del mundo ético vemos alcanzados los fines que se proponían las figuras precedentes de la conciencia, que carecían de substancia; lo que la razón aprehendía sólo como objeto, ha llegado a ser autoconciencia, y lo que ésta tenía sólo dentro de ella misma, está ahora presente como realidad efectiva verdadera. — Lo que la observación sabía como algo hallado, y en lo que el sí-mismo no tenía parte alguna, es aquí un ethos hallado, pero una realidad efectiva que, a la vez, es obra y hecho del que la halla. — El individuo singular que buscaba el placer del goce de su singularidad, lo encuentra en la familia, y la necesidad en la que el placer se [545] extinguía es su propia autoconciencia como ciudadano de su pueblo; o bien. Hay que saber la ley del corazón como ley de todos los corazones, la conciencia del sí-mismo como orden universal reconocido; es la virtud que goza de los frutos de su sacrificio; produce aquello a lo que se dirige, a saber, realzar la esencia y elevarla hasta ser presencia efectivamente real, y su goce es esta vida universal. — Finalmente, la conciencia de la Cosa misma se satisface en la substancia real, que contiene y conserva de una manera positiva los momentos abstractos de aquella categoría vacía. Tiene en las potencias éticas un contenido de verdad que ha reemplazado al mandamiento sin substancia que la sana razón quería dar y saber; — así como, por eso, una pauta llena de contenido, autodeterminada en ella, para someter a examen no las leyes, sino aquello que se ha hecho.

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Conversations in Washington

[460] [460]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition The universal ethical essences are thus the substance as universal consciousness and as singular consciousness. They have the people and the family for their universal actuality, and they have man and wife for their natural self and their activating individuality. In this content of the ethical world, we see that the purposes which the previous substanceless shapes of consciousness had set for themselves are now achieved. What reason only grasped as an object has become self-consciousness, and what self-consciousness only possessed within itself is here present as true actuality. – What observation knew as an item as it found it, in which the self would have had no share, is here a set of given mores, an actuality which is at the same time the deed and work of those who are finding themselves in it. – The singular individual seeking the pleasure of relishing his singular individuality finds it in the family, and the necessity within which that pleasure slips away is his own self-consciousness as a citizen of his nation – or, it is the knowing of the law of the heart as the law of all hearts, the consciousness of the self as the recognized universal order of society – it is virtue, which enjoys the fruits of its own sacrifice and which brings about what it is concerned with, namely, to lift the essence out of the actual present, [266] and its own relish to be in this universal life. – Finally, consciousness of the crux of the matter is satisfied within the real substance, which contains and sustains in a positive manner the abstract moments of that empty category. The substance has a genuine content in the ethical powers, a content that takes the place of the insubstantial commands which healthy rationality wanted to give and to know – just as it thereby obtains a material standard which in its own self is self-determined,4an ihm selbstbestimmten Maßstab der Prüfung not for the testing of laws but for testing what is done.

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Conversaciones en el Atrium

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