Gespräche in der Dämmerung 00441

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist]

 

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Gespräche in Jena

[441] Die lebendige sittliche Welt ist der Geist in seiner Wahrheit, wie er zunächst zum abstrakten Wissen seines Wesens kommt, geht die Sittlichkeit in der formalen Allgemeinheit [326] des Rechts unter. Der in sich selbst nunmehr entzweite Geist beschreibt in seinem gegenständlichen Elemente als in einer harten Wirklichkeit die eine seiner Welten, das Reich der Bildung, und ihr gegenüber im Elemente des Gedankens die Welt des Glaubens, das Reich des Wesens. Beide Welten aber, von dem Geiste, der aus diesem Verluste seiner selbst in sich geht, von dem Begriffe erfaßt, werden durch die Einsicht und ihre Verbreitung, die Aufklärung, verwirrt und revolutioniert, und das in das Diesseits und Jenseits verteilte und ausgebreitete Reich kehrt in das Selbstbewußtsein zurück, das nun in der Moralität sich als die Wesenheit und das Wesen als wirkliches Selbst erfaßt, seine Welt und ihren Grund nicht mehr aus sich heraussetzt, sondern alles in sich verglimmen läßt und als Gewissen der seiner selbst gewisse Geist ist.

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Conversaciones en Valencia

[441] [541] El mundo ético vivo es el espíritu en su verdad X15X1Es decir, un saber de sí como de una realidad que está ahí. [cap. VI, A, a, b]; pero al no empezar llegando por de pronto sino a un saber abstracto de ese su ser [Wesen], resulta que la eticidad se hunde o se va a pique en la universalidad formal del derecho [en la reflexividad que el derecho formal implica] [cap. VI, A, c] X16X.2Vide infra Algunas aclaraciones X16X.2 El espíritu, escindido de ahora en adelante en sí mismo [por tanto, escindido a partir del cap VI, A, c, en dos mundos, el de él como realidad objetual y el de él como pensamiento], delinea o describe o inscribe en su elemento objetivo u objetual como en una realidad dura uno de sus mundos, es decir, el reino de la formación y de la cultura [Bildung], y frente a él [es decir; frente a ese primer mundo] el espíritu delinea o describe o inscribe en el elemento del pensamiento el mundo de la fe, el reino de la esencia. Pero ambos mundos del espíritu, que desde esta pérdida de sí no hace sino retornar y recogerse en sí, ambos mundos del espíritu, digo, alcanzados por el concepto, se ven confundidos [hechos un lío] y revolucionados por el inteligir, es decir, se ven revolucionados por la Einsicht, [por el insight, por las Luces] y por la difusión del inteligir [es decir, por la difusión de las Luces], es decir, por la Ilustración [cap. VI, B], y ese reino dividido y desarrollado en un más acá y en un más allá, retorna a [o experimenta un movimiento de retorno y reducción a] la autoconciencia que ahora en la moralidad [cap. VI, C] se aprehende como la esencialidad [se aprehende como siendo ella el ser, Wesen], y que aprehende a la esencia [y que aprehende al ser, Wesen] como self real y que ya no pone fuera de sí al mundo de la autoconciencia y al fundamento de ese mundo, sino que hace consumirse todo en sí [hace consumirse todo en autoconciencia], y en cuanto Gewissen o conciencia moral es el espíritu seguro de sí mismo X17X.3Repare el lector en la sorprendente velocidad de la escritura del autor.

Algunas aclaraciones

X15X

Es decir, un saber de sí como de una realidad que está ahí.

X16X

Esta observación es muy importante, pues nos dice desde dónde va a hablar el autor en el presente cap. VI y cómo hay que leerlo.

De lo que se trata en este cap. VI es, como hemos dicho, «de la razón consciente de sí misma como de su mundo y del mundo como de sí misma» pero de una razón tan sabedora de ello, que ese su ser ella mundo y su ser ella su mundo empieza a convertírsele a ella en self, y por tanto todo inmediato habitar en el mundo que es ella, y todo inmediato ser ella ese mundo, empieza a quedarle a ella detrás.

De ahí la importancia que va a empezar a cobrar enseguida en el cap. VI, A, el tema del espíritu extrañado definitivamente de su mundo, del espíritu «ido»: del «difunto», de la muerte. El motivo del ser-relativamente-a-la-muerte ocupa desde luego un lugar central en las consideraciones de Ser y tiempo de M. Heidegger, pero no ocupa un lugar menos central en el presente cap. VI (sobre todo en el cap. VI, A, c, en que se introduce la figura del espíritu extrañado de sí mismo apelando a las bases grecorromanas de la conciencia moderna, y en el cap. VI, B, III, donde se introduce la noción de libertad absoluta como el elemento más básico de la autocomprensión de la conciencia contemporánea).

Por tanto, el centro de las consideraciones de Hegel lo constituirán por de pronto el extrañamiento de espíritu de ese su mundo en que él consiste (cap. VI, B, I) y el convertírsele ese mundo en self (cap. VI, B, II). La conclusión de esas consideraciones va a ser el cap. VI, B, III («La libertad absoluta y el terror»). Y la disputa en torno a la autointerpretación de esa conclusión es el formidable cap. VI, C, el cual convierte en imprescindible al cap. VII, C.

Ni que decir tiene que, por tanto, en el centro del presente cap. VI esté el venirse abajo cualquier eticidad simple (cap. VI, A, a, b) por la emergencia de las abstractas estructuras jurídicas, políticas, sociales y culturales de lo que podemos llamar conciencia moderna o de la sociedad ilustrada moderna (cap. VI, A, c, cap VI, B, I, cap. VI, B, II, cap., VI, B, III, y cap. VI,C).

Llama la atención que en la recepción que de la Fenomenología del espíritu se hizo en España en los años sesenta y setenta del siglo XX (véase también la nota 26 al cap. IV [en 00178 X26X]) se pasase del movimiento de aquella noción de reconocimiento unilateral e inestable del cap. IV, A, a las eticidades simples del cap. VI, A, a, b, haciéndose residir reaccionariamente en ellas aquel reconocimiento, y omitiéndose todo lo concerniente al Estado de derecho, a la voluntad general del cap. VI, B, III, y a la razón comunicativa del cap. VI, C, c. Creo que ello guarda alguna correlación con la tendencia observable en la intelectualidad hispana a compaginar el izquierdismo con la afirmación de eticidades sustanciales sean de tipo religioso, nacional, étnico, o cultural en general.

Por otro lado, lo desafiante del recurso de Hegel al pensamiento griego y al cristianismo precisamente para dar conceptualmente alcance al sujeto cartesiano y kantiano moderno, lo desafiante de esa posición que mantuvo con toda radicalidad desde el principio hasta el final, y que sin duda resultará chocante al lector del cap. VI, B, del cap. VI, C, y del cap. VII, lo percibió ya Goethe, a propósito de un legado testamentario del Hegel ya fallecido en 1831, que a Goethe no le hizo ninguna gracia y que quizá por parte de Hegel no significaba a su vez sino un último desafío a una de las cabezas que él más admiraba. En 1830, con motivo de su sesenta cumpleaños, antiguos alumnos regalaron a Hegel una muy bonita medalla, que en una de las caras tenía grabada la figura de Hegel; y en la otra cara, a la izquierda tenía grabada una figura sentada en actitud de estar pensando y a la derecha una figura levantando la cruz; en el centro un genio con dos caras miraba en ambas direcciones. La medalla quería simbolizar la mediación de filosofía griega y moderna y teología. En sus últimos días Hegel manda que esa medalla le sea enviada a Goethe con quien le unía una larga relación de buena amistad. Goethe al recibirla comentó con desagrado que no entendía a qué venía aquella mezcla de filosofía y teología. «El filósofo no necesita del prestigio de la religión para demostrar sus doctrinas […] Una ligera cruz honorífica será siempre algo de lo más grato en la vida. Pero nadie sensato debería afanarse por exhumar y levantar el odioso leño de la cruz, una de las cosas más desagradables que puedan existir bajo el sol.» Quizá la medalla era la última réplica de Hegel en una vieja disensión con Goethe (que tal vez se remontase a la época de la Fenomenología del espíritu, en Jena). Y efectivamente, tanto de la genialidad como del desafío que este libro representa, uno se da cuenta cuando se percata de que, sobre la base del cap. III, el centro del libro lo constituyen el cap. VI, B, el cap. VI, C, el cap. VII, C, y el cap. VIII, los cuales contienen la interpretación más impresionante que hasta ahora se haya dado de la «libertad absoluta moderna», es decir, del Yo pienso moderno (que Hegel escudriña hasta el fondo), hecha desde el pensamiento griego y la teología (y viceversa).

X17X

Repare el lector en la sorprendente velocidad de la escritura del autor.

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Conversaciones en Madrid

[441] El mundo ético vivo es el espíritu en su verdad; según éste llega primero al saber abstracto de su esencia, la eticidad sucumbe en la universalidad formal del Derecho. El espíritu, a partir de entonces escindido dentro de sí mismo, describe, dentro de la dura realidad efectiva de su elemento objetual, uno de sus mundos, el reino de la cultura, y frente a él, dentro del elemento del pensamiento, el mundo de la fe, el reino de la esencia. Pero ambos mundos, captados por el espíritu que va de esta pérdida de sí mismo hacia dentro de sí, captados por el concepto, son trastornados y revolucionados por la intelección y su difusión, esto es, por la Ilustración, y el reino dividido y extendido entre el más acá y el más allá retorna a la autoconciencia, la cual, ahora, dentro de la moralidad, se capta como la esencialidad, y capta la esencia como sí-mismo efectivamente real, no saca ya su mundo y el fundamento de éste para ponerlos fuera de sí, sino que deja que todo se apague lentamente por dentro de sí y, como certeza moral X115X,4Gewissen, en alemán, expresa la conciencia en sentido moral, no cognitivo, esto es, la buena o (más a menudo) mala conciencia. A falta de otra palabra en español, traduzco con la expresión «certeza moral», que mantiene el juego de palabras con «certeza» y «cierto», que también se da en el alemán. Véase Gewissen. es el espíritu cierto de sí mismo.

Algunas aclaraciones

X115X = Gewissen, en alemán, expresa la conciencia en sentido moral, no cognitivo, esto es, la buena o (más a menudo) mala conciencia. A falta de otra palabra en español, traduzco con la expresión «certeza moral», que mantiene el juego de palabras con «certeza» y «cierto», que también se da en el alemán. Véase Gewissen.

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Conversations in Washington

[441] [441]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition The living ethical world is spirit in its truth. As spirit initially attains an abstract knowing of its essence, ethical life declines into the formal universality of law. Spirit, henceforth estranged within itself, depicts one of its worlds in its objective element, namely, the realm of cultural formation,6Reich der Bildung as a harsh actuality, and another as confronting that first one in the element of thought, namely, the world of faith, the realm of essence. However, both worlds, when grasped in concepts by spirit (which, in coming out of this loss of itself, turns inward) are thrown into disarray and are revolutionized through insight7Einsicht. This could also be rendered as “intelligence,” in keeping with some eighteenth-century usage. and its dissemination, the Enlightenment, and the realm which had thus been divided and extended into the this-worldly present and the other-worldly beyond returns back into self-consciousness, which now in morality grasps itself as essentiality and grasps essence as its actual self. Morality no longer posits its world and its ground as lying outside of itself, but rather lets everything die out within itself, and is the conscience of the spirit certain of itself.

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Conversaciones en el Atrium

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