Gespräche in der Dämmerung 00424

Parte de:

C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / C. La individualidad que se es real en y para sí misma [C. Die Individualität, welche sich an und für sich selbst reell ist] / b. La razón legisladora [b. Die gesetzgebende Vernunft]

 

[Análisis de dos de esas determinidades o de dos de esas supuestas leyes]

Gespräche in Jena

[424] Ein anderes berühmtes Gebot ist: Liebe deinen Nächsten als dich selbst. Es ist an den Einzelnen im Verhältnisse zu den Einzelnen gerichtet und behauptet es als ein Verhältnis des Einzelnen zum Einzelnen oder als Verhältnis der Empfindung. Die tätige Liebe – denn eine untätige hat kein Sein und ist darum wohl nicht gemeint – geht darauf, Übel von einem Menschen abzusondern und ihm Gutes zuzufügen. Zu diesem Behuf muß unterschieden werden, was an ihm das Übel, was gegen dies Übel das zweckmäßige Gute und was überhaupt sein Wohl ist; d.h. ich muß ihn mit Verstand lieben; unverständige Liebe wird ihm schaden, vielleicht mehr als Haß. Das verständige wesentliche Wohltun ist aber in seiner reichsten und wichtigsten Gestalt das verständige allgemeine Tun des Staats – ein Tun, mit welchem verglichen [314] das Tun des Einzelnen als eines Einzelnen etwas überhaupt so Geringfügiges wird, daß es fast nicht der Mühe wert ist, davon zu sprechen. Jenes Tun ist dabei von so großer Macht, daß, wenn das einzelne Tun sich ihm entgegensetzen und entweder geradezu für sich Verbrechen sein oder einem anderen zuliebe das Allgemeine um das Recht und den Anteil, welchen es an ihm hat, betrügen wollte, es überhaupt unnütz sein und unwiderstehlich zerstört werden würde. Es bleibt dem Wohltun, welches Empfindung ist, nur die Bedeutung eines ganz einzelnen Tuns, einer Nothilfe, die ebenso zufällig als augenblicklich ist. Der Zufall bestimmt nicht nur seine Gelegenheit, sondern auch dies, ob es überhaupt ein Werk ist, ob es nicht sogleich wieder aufgelöst und selbst vielmehr in Übel verkehrt wird. Dieses Handeln also zum Wohl anderer, das als notwendig ausgesprochen wird, ist so beschaffen, daß es vielleicht existieren kann, vielleicht auch nicht; daß, wenn der Fall zufälligerweise sich darbietet, es vielleicht ein Werk, vielleicht gut ist, vielleicht auch nicht. Dies Gesetz hat hiermit ebensowenig einen allgemeinen Inhalt als das erste, das betrachtet wurde, und drückt nicht, wie es als absolutes Sittengesetz sollte, etwas aus, das an und für sich ist. Oder solche Gesetze bleiben nur beim Sollen stehen, haben aber keine Wirklichkeit; sie sind nicht Gesetze, sondern nur Gebote.

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Conversaciones en Valencia

[424] Otro mandamiento muy famoso es: Amarás al prójimo como a ti mismo. Es un mandamiento dirigido al individuo particular en su relación con otro individuo particular, y lo que manda lo afirma como una relación de particular a particular, o como una relación de sentimiento, es decir, concerniente a algo que hay que sentir. Pues bien, el amor activo, (pues un amor inactivo no tiene ser alguno y, por tanto, no es en un amor inactivo en lo que se está pensando), el amor activo, digo, se endereza a apartar el mal del prójimo y a aportarle un bien. Pero para ofrecerle tal auxilio hay que poder distinguir qué es lo que en el prójimo es un mal, cuál sería el bien idóneo para remediar ese mal, y en qué consistiría en general el bienestar, la eudaimonía del prójimo, o el irle bien al prójimo; y esto significa: tengo que amar al prójimo con cabeza, tengo que amarlo con entendimiento; un amor sin entendimiento, un amor sin cabeza, le haría daño, incluso le haría quizá más daño que el odio; pero una beneficencia que cubra lo básico y esté hecha con cabeza y entendimiento, en la forma más rica e importante que esa beneficencia puede ofrecer, es el hacer hacer universal, la acción entendida y experta del Estado, un hacer, comparado con el cual el hacer del particular se convierte en algo de tan escasa cuantía, en algo de tan poca monta, en algo tan sin importancia, que casi no merece la pena hablar de él. Y ese hacer universal y experto del Estado es de tan gran poder que sí el hacer del particular se quisiese oponer a él, bien porque directamente quisiera ser de por sí un delito [es decir, bien porque fuese una contravención directa o intencionada de la ley], bien porque por amor a otro quisiera defraudar [o engañar] a ese universal respecto a las obligaciones y a la aportación que a ese hacer particular corresponden en ese hacer universal, resulta que ese hacer particular sería inútil, y al cabo habría de quedar irresistiblemente destruido y hecho polvo. A esa beneficencia o a ese hacer el bien, que es sentimiento o que se basa en el sentimiento, sólo le queda, pues, el significado de un hacer enteramente particular [es decir, circunstancial, suelto, einzeln], de un echar una mano in extremis, de una ayuda de urgencia, que es tan contingente como dependiente del instante y momentánea. Esa contingencia no sólo determina la ocasionalidad de la ayuda [no sólo obliga a que la ayuda tenga un carácter sólo ocasional], sino que determina también que respecto a ella se suscite la cuestión de si es de verdad una obra [es decir, algo efectivo y operante en el sentido que se busca], o si no se disolverá enseguida otra vez, y no se trocará más bien en un mal. Por tanto, esta acción en pro del bien de otros, que [en el principio, en el mandamiento de partida] se declara a sí misma necesaria, es de índole tal que, pese a declararse a sí misma necesaria, puede quizá existir, o puede también no existir; es tal que cuando la ocasión casualmente se ofrece, sea quizá propiamente una obra [quizá sea efectiva y pueda producir lo que se busca]; «quizá», es decir, quizá sea buena, pero quizá también no. Esta ley tiene, por tanto, un contenido tan poco universal como la primera que hemos considerado y no expresa algo en y para sí, algo que sea en y de por sí, como debería hacerlo en cuanto ley ética absoluta. O tales leyes [Gesetze] se quedan sólo en el deber-ser [se quedan sólo en el Sollen], y no tienen ninguna realidad; no son entonces leyes [que implican el hacerse valer e imponerse ellas como tales leyes], sino sólo mandamientos [o imperativos categóricos, Gebote].

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Conversaciones en Madrid

[424] Otro célebre mandamiento es: amarás al prójimo como a ti mismo XX*X.1Levitico, 19, 18; et. 22, 39. También Kant, I.: KprV 147 y sigs. Está dirigido al individuo singular en su relación con otros individuos singulares, y lo afirma COMO una relación de singular a singular, o sea, como relación de sentimiento. El amor activo —pues un amor inactivo no tiene ningún ser, y por eso no es el que se quiere decir aquí íntimamente— persigue apartar el mal de un ser humano y hacerle el bien. Para este menester, hay que diferenciar cuál es el mal en él, cuál es el bien adecuado para hacer frente a ese mal, y cuál es, en general, su bienestar; esto es, tengo que amarle con entendimiento; un amor sin entendimiento le hará daño, quizá más que el odio. Pero esta beneficencia esencial y con entendimiento, inteligente, es, en la más rica e importante de sus figuras, una actividad universal e inteligente X113X2Verständig. Igualmente se podría traducir por «racional». Pero Hegel juega con Verstand en el sentido, a la vez, de inteligencia y de racionalidad que calcula. del Estado: una actividad comparada con la cual, la actividad del individuo singular en cuanto singular es, como tal, tan poca cosa que casi no merece la pena el esfuerzo de hablar acerca de ella. Mientras que esa actividad del Estado es de un poderío tal que si la actividad singular quisiera oponerse a él y quisiera, ya ser directamente un crimen de por sí, ya, por amor al otro, estafarle a lo universal el derecho y la participación que tiene en ese otro, sería completamente inútil, y quedaría destruida inexorablemente. A la beneficencia que es sentimiento no le queda más significado que el de una actividad totalmente singular, una ayuda de emergencia tan contingente como momentánea. Es el azar quien determina no sólo su ocasión, sino también si realmente es una obra, si no volverá a disolverse enseguida otra vez o si no se volverá más bien en un mal. Con lo cual, este actuar para el bienestar de los otros que se enuncia como necesario tiene tal hechura que quizá pueda existir, o quizá no; que, si por azar se da el caso, quizá sea una obra, quizá sea buena, o quizá no. De modo que esta ley tiene un contenido tan poco universal como la primera que hemos considerado y no expresa —como debiera hacerlo en tanto que ley ética absoluta— algo que sea en y para sí. O bien, en otros términos: tales leyes se quedan estancadas en el deber, pero no tienen ninguna realidad efectiva; no son leyes, sino nada más que mandamientos.

Algunas aclaraciones

XX*X = Levitico, 19, 18; et. 22, 39. También Kant, I.: KprV 147 y sigs.

X113X = Verständig. Igualmente se podría traducir por «racional». Pero Hegel juega con Verstand en el sentido, a la vez, de inteligencia y de racionalidad que calcula.

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Conversations in Washington

[424] [424]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition Another famous command is: Love thy neighbor as thyself. It is directed to a singular individual in a relationship with another singular individual, and it asserts it as a relationship between a singular individual and a singular individual, or as a relationship of sentiment. Active love – for an inactive love has no being and is for that reason surely not what is meant here – aims at removing an evil from someone and adding some good to him. To this end, the difference must be drawn between what is evil in regard to him,4an ihm das Übel what is the appropriate good vis-à-vis this evil, and what in general is his welfare; i.e., I must love him intelligently.5mit Verstand Unintelligent love will do him harm, perhaps even more so than hatred. However, intelligent, essential beneficence is in its richest and most important shape an intelligent and universal doing of the state – a doing compared with which what a singular individual does is in general something so trivial that it is hardly worth the trouble to talk about it. What the state does is of such great power that if the singular individual’s activity were to oppose it and directly choose for himself the life of crime, or if out of love for another person he were to will that he cheat the universal out of its right and out of the share it has in him, then his doing would be entirely without utility and would be irresistibly destroyed. The only significance that remains to beneficence is that of sentiment, or that of a wholly singular act, an act of assistance in time of need which is itself just as contingent as it is momentary. Chance not only determines its occasion but also whether it amounts to a work at all, or whether it has not directly dissolved and instead inverted into evil. Therefore, acting for the welfare of another, which is expressed as necessary, is so constituted that maybe it can exist, also maybe not, and if quite contingently such a case turns up, it may perhaps turn out to be a work, perhaps even a good work, but then again perhaps not. This law thereby has no more universal content than did the first law which was considered, and it does not express something that is in and for itself, which, as an absolute ethical law, it is supposed to do; or, such laws stay fixed at the ought but have no actuality. They are not laws; they are only commands.

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Conversaciones en el Atrium

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