Gespräche in der Dämmerung 00423
Parte de:
C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / C. La individualidad que se es real en y para sí misma [C. Die Individualität, welche sich an und für sich selbst reell ist] / b. La razón legisladora [b. Die gesetzgebende Vernunft]
[Análisis de dos de esas determinidades o de dos de esas supuestas leyes]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[423] »Jeder soll die Wahrheit sprechen.« – Bei dieser als unbedingt ausgesprochenen Pflicht wird sogleich die Bedingung zugegeben werden: wenn er die Wahrheit weiß. Das Gebot wird hiermit jetzt so lauten: jeder soll die Wahrheit reden, jedesmal nach seiner Kenntnis und Überzeugung davon. Die gesunde Vernunft, eben dies sittliche Bewußtsein, welches unmittelbar weiß, was recht und gut ist, wird auch erklären, daß diese Bedingung mit seinem allgemeinen Ausspruche schon so verbunden gewesen sei, daß sie jenes Gebot so gemeint habe. Damit gibt sie aber in der Tat zu, daß sie vielmehr schon unmittelbar im Aussprechen desselben dasselbe verletzte; sie sprach: jeder soll die Wahrheit sprechen; sie meinte aber, er solle sie sprechen nach seiner Kenntnis und Überzeugung davon; d.h. sie sprach anders als sie meinte, und anders sprechen, als man meint, heißt die Wahrheit nicht sprechen. Die verbesserte Unwahrheit oder Ungeschicklichkeit drückt sich nun so aus: jeder solle die Wahrheit nach seiner jedesmaligen Kenntnis und Überzeugung davon sprechen. – Damit aber hat sich das allgemein Notwendige, an sich Geltende, welches der Satz aussprechen wollte, vielmehr in eine vollkommene Zufälligkeit verkehrt. Denn daß die Wahrheit gesprochen wird, ist dem Zufalle, ob ich sie kenne und mich davon überzeugen kann, anheimgestellt; und es ist weiter nichts gesagt, als daß Wahres und Falsches durcheinander, wie es kommt, daß es einer kennt, meint und begreift, gesprochen werden solle. Diese Zufälligkeit des Inhalts hat die Allgemeinheit nur an der Form eines Satzes, in der sie ausgedrückt ist; aber als sittlicher Satz verspricht er einen allgemeinen und notwendigen Inhalt und widerspricht [313] so durch die Zufälligkeit desselben sich selbst. – Wird endlich der Satz so verbessert, daß die Zufälligkeit der Kenntnis und Überzeugung von der Wahrheit wegfallen und die Wahrheit auch gewußt werden solle, so wäre dies ein Gebot, welches dem geradezu widerspricht, wovon ausgegangen wurde. Die gesunde Vernunft sollte zuerst unmittelbar die Fähigkeit haben, die Wahrheit auszusprechen; jetzt aber ist gesagt, daß sie sie wissen sollte, d.h. sie nicht unmittelbar auszusprechen wisse. – Von Seite des Inhalts betrachtet, so ist er in der Forderung, man solle die Wahrheit wissen, hinweggefallen; denn sie bezieht sich auf das Wissen überhaupt: man soll wissen; was gefordert ist, ist also vielmehr das von allem bestimmten Inhalte Freie. Aber hier war von einem bestimmten Inhalt, von einem Unterschiede an der sittlichen Substanz die Rede. Allein diese unmittelbare Bestimmung derselben ist ein solcher Inhalt, der sich vielmehr als eine vollkommene Zufälligkeit zeigte und, in die Allgemeinheit und Notwendigkeit erhoben, so daß das Wissen als das Gesetz ausgesprochen wird, vielmehr verschwindet.
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[Análisis de dos de esas determinidades o de dos de esas supuestas leyes]

[423]1Epígrafe: Análisis de dos de esas determinidades o de dos de esas supuestas leyes. «Se debe decir la verdad», o «Cada cual debe decir la verdad», o «Todo el mundo debe decir la verdad». — Respecto a este deber que aquí se expresa como incondicionado, se admitirá enseguida la condición: «[Todo el mundo] debe decir la verdad, si es que la sabe». El mandamiento [el imperativo, Gebot] rezará entonces de la siguiente forma: Todos y cada uno deben decir la verdad, en cada caso conforme al conocimiento que tengan de ella y a la convicción que se hayan hecho o formado de ella. La sana razón, precisamente esta conciencia ética que sabe inmediatamente qué es lo justo y qué es lo bueno, aclarará enseguida que esta condición iba ya siempre ligada a aquella máxima de tipo general, es decir, que aquel mandamiento venía ya siempre pensado [gemeynt] en esos términos [es decir, que tales términos se daban ya siempre por descontados]. Pero con ello esa sana razón [gesunde Vernunft] está efectivamente concediendo que ella más bien, ya inmediatamente, estaba vulnerando ese mandamiento cuando lo estaba expresando; pues ella decía: todos [y cada uno, jeder] deben decir la verdad; pero [obviamente] quería decir que todos [y cada uno] tenían que decir la verdad conforme al conocimiento que tuviesen de ella y a la convicción que se hubiesen hecho acerca de ella; lo cual quiere decir que esa sana razón estaba diciendo algo distinto de lo que pensaba, es decir, de aquello que estaba suponiendo, de aquello en que estaba pensando; y decir algo distinto de aquello que se está suponiendo, de aquello en que se está pensando [de aquello que uno piensa] significa no decir la verdad X281X.2La verdad es que tampoco es para tomárselo así. Esa no verdad o ese desacierto y torpeza X282X,3Esto de «desacierto o torpeza» es ya más razonable. una vez corregidos, pueden quedar así: Todos y cada uno deben decir la verdad conforme a lo que en cada caso sea su conocimiento, o a lo que en cada caso sea la convicción que se han hecho acerca de ella. — Pero con eso lo universalmente necesario, lo en sí válido, que la frase [o que esa proposición moral o que ese principio moral, Satz] debía expresar, se ha convertido más bien en una perfecta contingencia. Pues el que se diga la verdad queda ahora entregado a la contingencia de que yo la conozca y pueda convencerme de ella; y la frase [o el principio] no dice entonces otra cosa sino que uno debe decir lo verdadero y lo falso [tanto lo que es verdad como lo que no lo es], en la mezcla y confusión en que lo verdadero y lo falso se suelen presentar, tal como a uno le suceda conocerlos, imaginárselos o entenderlos. Esta contingencia del contenido no tiene ya otra universalidad que la que le presta la forma del principio [que le presta la forma de la proposición, Satz] en la que esa contingencia está expresada; pero como principio ético esa frase [ese principio] prometía o se prometía un contenido universal y necesario, y, por tanto, se está contradiciendo a sí misma a causa de la contingencia de ese contenido. — Si, finalmente, corregimos el principio [Satz, proposición, frase] haciéndole decir lo siguiente: debe eliminarse la contingencia en el conocimiento de la verdad y en la convicción que uno se hace de la verdad, de suerte que uno tiene también el deber de ser sabedor de la verdad; entonces esto sería un mandamiento que contradiría directamente a aquel del que se ha partido. Pues, primero [es decir, en el mandamiento del que hemos partido], la sana razón tenía que tener la capacidad de decir inmediatamente la verdad o la capacidad inmediata de decir la verdad; pero lo que ahora se dice es que debería saberla, esto es, que no sabe decirla inmediatamente. — Considerando las cosas por el lado del contenido [del contenido del mandamiento de partida], ese contenido [del mandamiento de partida] ha desaparecido de la exigencia de que se debe saber la verdad; pues esa exigencia se refiere ahora al saber en general: se debe saber; lo que se exige, pues, es más bien lo libre de todo contenido determinado; ahora bien, de lo que se hablaba, era, precisamente, de un contenido determinado, de una diferencia en la sustancia ética. — Sólo que tal determinación inmediata de la sustancia resultaba ser un contenido que se mostraba más bien como una perfecta contingencia, y que, una vez que queda elevado universalidad y necesidad, de manera que en definitiva era el saber lo que acaba quedando expresado como ley, ese contenido más bien desaparece.

Algunas aclaraciones
X281X = La verdad es que tampoco es para tomárselo así.
X282X = Esto de «desacierto o torpeza» es ya más razonable.
Conversaciones en Madrid
[423] «Cada cual debe decir la verdad» XX*X4Hegel está pensando en Kant y Fichte, que son quienes expresan este mandamiento como deber incondicionado. Cf. Kant, «Sobre un supuesto derecho a mentir por amor a la humanidad», en: Berlinische Blätter, 1, septiembre 1797, p. 307 (hay trad. al cast. De J. M. Palacios, en Kant, I.: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Madrid, Tecnos, 1987); y cf. Fichte, System der Sittenlehre, en FW IV, 283, trad. de Jacinto Rivera de Rosales, en Fichte, J. G.: Ética o el sistema de la doctrina de las costumbres según los principios de la Doctrina de la Ciencia, Madrid, Akal, 2005, p. 303. — Aunque esta obligación se enuncia como incondicional, enseguida se concede esta condición: que uno sepa la verdad. Con lo que el mandamiento rezará así: cada cual debe decir la verdad, cada vez según el conocimiento y la convicción que de ella tenga. La sana razón, justo esa conciencia ética que sabe inmediatamente lo que es justo y bueno, explicará también que esta condición venía ya asociada con su sentencia universal de tal manera que ella, íntimamente, quería decir el mandamiento en ese sentido. Pero, al decir esto, está concediendo, de hecho, que, más bien, ya está infringiendo inmediatamente el mandamiento al enunciarlo; decía: cada cual debe decir la verdad: pero lo que quería decir íntimamente era que debe decir la verdad de acuerdo con el conocimiento y la convicción que de ella tenga; esto es: decía algo distinto de lo que quería decir íntimamente; y decir algo distinto de lo que se quiere decir íntimamente significa no decir la verdad. La no-verdad o la torpeza, corregida, se expresa entonces así: cada uno debe decir la verdad de acuerdo con el conocimiento y la convicción que tenga de ella en cada caso. — Pero, con esto, lo que vale en sí, universal y necesario que la sentencia quería enunciar se ha invertido, más bien, en una perfecta contingencia. Pues el que la verdad pueda ser dicha depende de la contingencia de que yo la conozca y me pueda persuadir de ella; por lo demás, no se dice nada más que esto: que lo verdadero y lo falso deben ser dichos los dos revueltos, según viene que uno lo conozca, lo quiera decir íntimamente y lo conciba. Esta contingencia del contenido tiene la universalidad sólo en la forma de una proposición en la cual se expresa; pero, en cuanto proposición ética, promete un contenido universal y necesario, y se contradice a sí misma por el carácter contingente de éste. — Si, finalmente, se corrigiera la proposición eliminando el carácter contingente del conocimiento y de la convicción de la verdad, diciendo que ésta, además, debiera ser sabida, entonces sería éste un mandamiento que contradiría justamente aquello de lo que se partía. Primero, la sana razón debía tener inmediatamente la capacidad de enunciar la verdad; pero ahora se dice que debería saberla, es decir, que no sabe enunciarla inmediatamente. — Si se examina la proposición del lado del contenido, éste ha desaparecido con la exigencia de que se debe saber la verdad; pues tal exigencia se refiere al saber sin más: se debe saber; lo que se exige, entonces, más bien, es algo que está libre de todo contenido determinado. Pero aquí se estaba hablando de un contenido determinado, de una diferencia en la substancia ética. Sólo que esta determinación inmediata de la substancia es un contenido tal que se ha mostrado más bien como una contingencia perfecta, y que, una vez elevado a la universalidad y necesidad de tal manera que el saber quede enunciado como ley, más bien se desvanece.
Algunas aclaraciones
XX*X = Hegel está pensando en Kant y Fichte, que son quienes expresan este mandamiento como deber incondicionado. Cf. Kant, «Sobre un supuesto derecho a mentir por amor a la humanidad», en: Berlinische Blätter, 1, septiembre 1797, p. 307 (hay trad. al cast. De J. M. Palacios, en Kant, I.: Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Madrid, Tecnos, 1987); y cf. Fichte, System der Sittenlehre, en FW IV, 283, trad. de Jacinto Rivera de Rosales, en Fichte, J. G.: Ética o el sistema de la doctrina de las costumbres según los principios de la Doctrina de la Ciencia, Madrid, Akal, 2005, p. 303.
Conversations in Washington
[423] [423]5We kept the numeration given by the editor in the printed edition “Every one ought to speak the truth.” – When this is expressed as an unconditional duty, the condition will at once be added: If he knows the truth. The command will accordingly now state: Everyone should speak the truth, at all times according to his knowing and conviction of it. Healthy reason, which is just this ethical consciousness which immediately knows what is right and good, will also explain that this condition is already so closely linked with its universal pronouncements that it is how it meant that the command was to be taken. However, it thereby admits that it has instead already immediately violated the pronouncement in its own expression of it. It said: Each ought to speak the truth; however, it meant: One ought to speak the truth according to his knowing and conviction, i.e., it said something other than it meant, and saying something other than one means is what one calls “not speaking the truth.” The improved untruth, or the improved lack of adroitness, is now expressed: Each ought to speak the truth according to his knowing and conviction about it at the time. – How-ever, therewith what is universally necessary, what is valid in itself, or what the proposition wanted to express is instead inverted into a complete contingency: Whether the truth will be spoken is left up to the contingency of whether I know it and can convince myself of it; and with that there is nothing further said, other than that it is a confused muddle of truth and falsity which ought to be said and relative to what one knows, intends, and comprehends. This contingency of content has universality only in the form of the proposition in which it is expressed; but as an ethical proposition, it promises a universal and necessary content, and it thus contradicts itself through the contingency of its content. – Finally, if the proposition were to be improved so that the contingency of knowing and conviction of the truth were to be dropped, and if it were that the truth is supposed to be known, then it would be a command that completely contradicts its starting point. Healthy rationality was at first supposed to have the ability to express the truth immediately; however, now what is being said is that it ought to know the truth, i.e., that it does not immediately know how to state the truth. – Viewed from the aspect of content, in the demand that we should know the truth, the proposition has fallen by the wayside, for this demand is related to knowing, full stop: One ought to know; therefore what is demanded instead is thus something which is free of every determinate content. However, the talk here was of a determinate content, or of a difference in ethical substance. But this immediate determination of ethical substance is the kind of content which was shown instead to be a matter of complete contingency, and when that content is thus elevated into universality and necessity so that knowing is expressed as the law, that content instead vanishes.
Conversaciones en el Atrium
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