Gespräche in der Dämmerung 00394
C. (AA.) Vernunft / C. (AA.) Razón
V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft / V: Certeza y verdad de la razón
C. Die Individualität, welche sich an und für sich selbst reell ist / C. La individualidad que se es real en y para sí misma
[Compenetración de lo universal y la individualidad en su en-sí y ser-para-sí; La individualidad como realidad en ella misma; El hacer en su exposición y expresión de la individualidad es su telos en y por sí mismo; La autoconciencia es la categoría que se ha vuelto consciente de sí manteniendo su unidad simple por su género [Gattung]; La autoconciencia se somete únicamente a su propio hacer: la individualidad es la realidad en ella misma]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
V.C. Die Individualität, welche sich an und für sich selbst reell ist
[394] [292] Das Selbstbewußtsein hat jetzt den Begriff von sich erfaßt, der erst nur der unsrige von ihm war, nämlich in der Gewißheit seiner selbst alle Realität zu sein, und Zweck und Wesen ist ihm nunmehr die sich bewegende Durchdringung des Allgemeinen – der Gaben und Fähigkeiten – und der Individualität. – Die einzelnen Momente dieser Erfüllung und Durchdringung vor der Einheit, in welche sie zusammengegangen, sind die bisher betrachteten Zwecke. Sie sind als Abstraktionen und Chimären verschwunden, die jenen ersten schalen Gestalten des geistigen Selbstbewußtseins angehören und ihre Wahrheit nur in dem gemeinten Sein des Herzens, der Einbildung und der Reden haben, nicht in der Vernunft, die jetzt an und für sich ihrer Realität gewiß, sich nicht mehr als Zweck im Gegensatze gegen die unmittelbar seiende Wirklichkeit erst hervorzubringen sucht, sondern zum Gegenstande ihres Bewußtseins die Kategorie als solche hat. – Es ist nämlich die Bestimmung des für sich seienden oder negativen Selbstbewußtseins, in welcher die Vernunft auftrat, aufgehoben; es fand eine Wirklichkeit vor, die das Negative seiner wäre und durch deren Aufheben es erst sich seinen Zweck verwirklichte. Indem aber Zweck und Ansichsein als dasselbe sich ergeben hat, was das Sein für Anderes und die vorgefundene Wirklichkeit ist, trennt sich die Wahrheit nicht mehr von der Gewißheit – es werde nun der gesetzte Zweck für die Gewißheit seiner selbst und die Verwirklichung desselben für die Wahrheit oder aber der Zweck für die Wahrheit und die Wirklichkeit für die Gewißheit genommen –, sondern das Wesen und der Zweck an und für sich selbst ist die Gewißheit der unmittelbaren Realität selbst, die Durchdringung des Ansich– und Fürsichseins, des Allgemeinen und der Individualität; das Tun ist an ihm selbst seine Wahrheit und Wirklichkeit, und die Darstellung [292] oder das Aussprechen der Individualität ist ihm Zweck an und für sich selbst.
Conversaciones en Valencia
V.C. La individualidad que se es real en y para sí misma
[Compenetración de lo universal y la individualidad en su en-sí y ser-para-sí; La individualidad como realidad en ella misma; El hacer en su exposición y expresión de la individualidad es su telos en y por sí mismo; La autoconciencia es la categoría que se ha vuelto consciente de sí manteniendo su unidad simple por su género [Gattung]; La autoconciencia se somete únicamente a su propio hacer: la individualidad es la realidad en ella misma]
[394]1Epígrafe (propuesto por el Atrium): Compenetración de lo universal y la individualidad en su en-sí y ser-para-sí; La individualidad como realidad en ella misma; El hacer en su exposición y expresión de la individualidad es su telos en y por sí mismo; La autoconciencia es la categoría que se ha vuelto consciente de sí manteniendo su unidad simple por su género [Gattung]; La autoconciencia se somete únicamente a su propio hacer: la individualidad es la realidad en ella misma. Es ahora X241X,2Vide infra Algunas aclaraciones X241X. pues, cuando la autoconciencia ha aprehendido ella el concepto de sí misma, que no empezó siendo [que primero no era] sino el concepto que nosotros teníamos de ella, a saber: el de ser ella en la certeza de sí misma toda realidad, y el fin y la esencia le es a ella de ahora en adelante la se-moviente compenetración e interpenetración de lo universal (de las dotes y de las capacidades) y la individualidad. Los momentos particulares de este cumplimiento [o satisfacción] e interpretación, con anterioridad a la unidad que esos momentos han pasado a constituir [final del cap. V, B], son [o eran] los fines que hemos venido considerando hasta aquí [cap. V, B, a, b, c]. Estos fines han desaparecido como abstracciones y quimeras que pertenecen a esas primeras insulsas figuras de la autoconciencia espiritual, que sólo tienen su verdad en el supuesto ser del corazón, de la imaginación y de los discursos [cap. V, B, b, c], pero no en la razón que ahora está en y para sí segura de su realidad, que ya no busca empezar produciéndose como un fin en contraposición con la realidad que es inmediatamente ahí, sino que tiene por objeto de su conciencia [de la conciencia de la razón] la categoría como tal [la unidad, pues, de lo objetivo y lo subjetivo] X242X.3Vide infra Algunas aclaraciones X242X. — Pues la determinación de la autoconciencia en cuanto siendo ésta para sí [es decir, la determinación que consiste en ser la autoconciencia un para-sí, es decir, la determinación conforme a la que la autoconciencia, en cuanto para-sí, no era sino negatividad], o lo que es lo mismo: la determinación de la autoconciencia negativa, en la que la razón se nos presentó [el principio del cap. V, B], ha quedado suprimida y superada; la autoconciencia se encontró con una realidad que sería [o que era] lo negativo de la autoconciencia, y sólo mediante la supresión y superación de esta realidad empezaría ella a realizar su fin [empezaba ella a realizar su fin], es decir, el fin de la autoconciencia. Ahora bien, en cuanto el fin y el ser-en-sí han resultado ser lo mismo que el ser-para-otro [es decir, que el no en-sí y que el no para-sí] y ser lo mismo que la realidad con que la autoconciencia se encontraba ahí, resulta también que la verdad ya no se separa de la certeza; da lo mismo que tomemos [o no importa que tomemos] por certeza de sí misma el fin que la autoconciencia se propone y que tomemos por verdad la realización de ese fin, o que, al revés, tomemos por vedad el fin y tomemos la realidad por certeza: sino que la esencia [Wesen] y el fin-en-y-para-sí es la certeza de la realidad inmediata misma, la compenetración del en-sí y el ser-para-sí, de lo universal y la individualidad; el hacer es en él mismo su verdad y su realidad [la verdad y la realidad de ese hacer] y la exposición o expresarse de la individualidad es para ese hacer su telos en y por sí mismo [o en y para sí mismo].
Algunas aclaraciones
X241X
A fin de saber bien dónde estamos, conviene dar algunas indicaciones. Estamos en el cap. V y, por tanto, en el «elemento de la categoría», en el elemento de la unidad del ser y lo que para la conciencia es lo «suyo», en el elemento de la unidad del ser y el ser-para-sí.
Al final del cap. V, A la conciencia acaba descubriéndose como «hueso», es decir, como siendo puramente objeto. Y al revés, segura de que la objetualidad no es sino ser-para-sí (una seguridad que a la conciencia le amaneció ya al final del cap. IV y a nosotros desde el cap. III), la conciencia sale a buscar en todo objeto que se ponga a tiro y en todo ser-para-sí otro que ella, sale a buscar, digo, el para-sí de ella misma que ella barrunta en todo, ese «lo suyo» en que consiste toda objetualidad que por de pronto empieza presentándose le como lo otro de ella. La conciencia moderna es ante todo la conciencia fáustica que tratando de llegar al fondo de todo para serse ella en todo, y asegurarse de sí misma en todo, para tenerlo todo y gozarlo todo, se hace trizas, se ha hecho trizas o se hará trizas contra la ciega y vacía necesidad que ella misma va soltando. Es la necesidad en que se convierte la objetualidad en que la conciencia moderna se encontró consistiendo (cap. V, B, a). La conciencia modera es conciencia utópica que no tiene más remedio que buscar ponerse como el objeto universal como el que ella se sueña, por más que en el resultado de la realización de su sueño no tenga más remedio que descubrir (precisamente en el inevitable nivel que ella introduce o que ella representa) un retorno de la pesadilla que el sueño trataba de disipar, o contra la que su sueño se enderezaba. Y finalmente, la candencia moderna es la conciencia noble y honesta, es la virtud, la conciencia que se quiere coincidente consigo misma, que saliendo (cual Don Quijote) a combatir el vicio, precisamente en ese combate descubre que el curso del mundo que ella buscaba combatir se revela (precisamente mientras ella lo combate) como la realización del bien que ella buscaba realizar contra él.
Pero es precisamente la conciencia fáustica, la conciencia utópica y revolucionaria, y la conciencia de la virtud, las que hacen experiencia del objeto como el que de verdad se querían y como el que de verdad se estaban buscando. Ése es el objeto «mío», pero que tiene el carácter universal de ser el de todos, la obra mía y también la de todos los demás (de todo otro), que fue como siempre en definitiva me quise y es ahora cuando lo descubro y lo veo como estando efectivamente ahí. Éste es el punto en que nos encontramos.
En el concepto de «la cosa misma», que es el que vamos a entrar a considerar, aúna Hegel lo que quizá sean las cuatro nociones principales de la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Primera, la de ἕργον ἀνθρώπου (obra del hombre), es decir, de aquello para lo que el hombre está y que haciendo y poniéndolo ahí delante es como ese hombre se es lo que él de verdad es, es decir, es así como los hombres y las mujeres se cumplen. Segundo, el concepto de praxis como aquella forma de acción que no tiene su resultado fuera de ella sino que su resultado es ella misma, es ella misma el resultado que ella busca. Tercero, el concepto de phrónesis como el saber acertar el hombre con aquello como lo que de verdad él se quiere, con aquello como lo que él se quiere cuando se quiere como tiene que quererse. Y naturalmente, cuarto, a esos tres conceptos va ligada la noción de eudaimonia, que está temáticamente presente en todo el capítulo desde la introducción a la sección B del presente cap. V (recuérdese que a lo que nos manda la razón al mundo es a buscar la felicidad, a dar con nosotros mismos en el en-sí, a realizar en el en-sí el nosotros-mismos que ese en-sí es en el fondo, a darnos alcance en lo que en sí somos y gozarnos en ello, etc.), por más que a lo largo del cap. V (y en la descripción que de la conciencia moderna hace Hegel) la felicidad se vuelva una noción más bien huidiza.
En el cap. V, B, que acabamos de dejar detrás, llama, ciertamente, la atención primero la andanada de Hegel contra la areté moderna o contra la supuesta areté moderna frente a la quizá genuina areté antigua.
En segundo lugar llama la atención la idea de Hegel de que la conciencia que se descubre como razón, que tiene ella la razón, para la que la razón es algo que ella se trae entre manos, no tiene más remedio que poner el mundo patas arriba, poniéndose ella a sí misma en un en-sí que, por serlo, se vuelve insistentemente contra el ponerse ella en él. Por escaso (por goethianamente escaso) que sea el entusiasmo de Hegel por la conciencia utópica y la conciencia revolucionaria moderna, ésta para Hegel difícilmente puede eludirse a sí misma, se convierte ella para sí misma en destino; se diría que no tiene más remedio que emprenderse siempre de nuevo a sí misma para acabar haciendo la experiencia que hace.
Y tercero, a pesar de que en definitiva acaba prevaleciendo la conciencia fáustica, a pesar de que en definitiva acaba prevaleciendo la experiencia de cómo en su búsqueda de la felicidad la conciencia se hace trizas contra la dura y vacía necesidad, la experiencia de cómo la conciencia se quiebra en su afán de apoderarse de todo y gozar de todo, a pesar de eso; digo, llama también la atención el que a la conciencia le amanece, por decirlo así, a espaldas suyas, aquello que ella de verdad es, y aquello que ella de verdad quería, pero que no es aquello que ella creía ser, y que no es aquello que ella creía estar buscando, cuando ella creía estarse buscando y estarse poniendo ella misma en el en-sí, en lo universal. Éste fue el final del cap. V, B, c.
De ahí que a partir de este momento empiece a cobrar un particular dramatismo la cuestión de la estructura de «la cosa misma», que vamos a pasar a considerar, es decir, la cuestión de la estructura de algo así como el «ethos moderno» o la eticidad moderna, o el ἕργον ἀνθρώπου moderno, es decir, de la tarea como la que el hombre moderno se encuentra siendo y que le amanece por la espalda como consistiendo él en definitiva y de verdad en ella. Insisto, por tanto, en que para el autor habrían de solaparse el cap. V, C, y el cap. VI, C, c.
Por lo demás, el camino de ida a la eticidad en sentido sustancial se está convirtiendo hasta tal punto en un camino de vuelta, que contra la areté vamos a ver saltar en lo que sigue la abstracción de la conciencia moral moderna, tal como Kant la define. Hegel reabsorbe las abstracciones de la conciencia moral moderna en la noción de un ethos aún indefinido, para el que habremos de esperar, como digo, hasta el cap. VI, C, c. Las abstracciones de la conciencia moral moderna, tal como la describe Kant, aunque le nacen a «la cosa misma» y, por tanto, forman parte esencial de ella, se quiebran, sin embargo, contra ella; es la idea de Hegel.
Se ha vuelto casi un lugar común contraponer la idea kantiana de moralidad a la idea kantiana de eticidad. Incluso suele ser habitual pensar que el concepto contemporáneo de razón comunicativa no es sino una versión procedimental del formalismo kantiano; véase sobre este punto mi larga introducción a las explicaciones de J. Habermas, Erläuterungen zur Diskursethik (aclaraciones sobre la ética del discurso), que puede encontrarse desde fines de los años noventa en varios sitios de Internet dedicados a Habermas (Antroposmoderno, Avizora, Habermas Links y otros). Pero en el cap. VI, C, c, quedará claro que Hegel formaliza hasta tal punto la noción de «la cosa misma» resultante de la articulación de conceptos aristotélicos, que no solamente dejará de tener sentido contraponerla al formalismo de Kant, tal como hoy se lo entiende, sino que es del concepto de la cosa misma, así formalizado, de donde surge la idea de razón comunicativa. Ya Heidegger en su comentario a El sofista de Platón habla sugerido que, cuando se miran las cosas desde Hegel, es decir, cuando se lee a Aristóteles con ojos de Hegel, la supuesta contraposición de principio entre la ética aristotélica y la kantiana era una fábula; véase M. Jiménez Redondo «Heidegger sobre el principio moral de Kant»; en: A. M. Faerna, M. Torrevejano (eds.), Identidad, individuo e historia, Pre-Textos, Valencia, 2003, pág. 191 ss.
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Con lo cual resulta que la reinterpretación que al principio de la «Analítica trascendental» de la Crítica de la razón pura hace Kant del concepto aristotélico de categoría debe interpretarse a su vez en el sentido de las explicaciones que Aristóteles da del concepto de praxis en el libro VI de la Ética a Nicómaco, aunque, eso sí, con tal de entender estas explicaciones en el sentido de aquella primera reinterpretación kantiana. El resultado del movimiento de la conciencia observadora ha sido que la autoconciencia racional al salirse a buscar a sí misma en la razón de todo, al salir a buscar en todo la materia de su propia conversación consigo misma, en que ella consiste, ha acabado encontrándose ella a sí misma como puro objeto (cap. V, A, a, b, c). Eso significaba que lo absolutamente otro de ella no era para la autoconciencia racional sino el lugar donde ella se tenía que hacer valer y darse alcance a sí misma. A esto respondía el epígrafe del cap. V, B, «La realización de la autoconciencia racional mediante sí misma». El resultado era una sistemática disociación entre autoconciencia y universalidad, entre universalidad e individualidad. Las figuras que vamos a pasar a considerar en el cap. V, C, ponen de manifiesto la unidad entre individualidad y universalidad, de para-sí y en-sí, implicada por la noción de categoría con la que hemos caracterizado la autoconciencia racional. El título de la del cap. V, C, «La individualidad que es real en y para sí» significa que la individualidad sólo es real siéndose ella efectivamente para sí el universal o el en-sí al que está referida. Es decir, nos aparecerá un para-sí que sólo lo es consistiendo en universalidad. Esa unidad se pondrá de manifiesto tanto por vía positiva (cap. V, C, a, en que se introduce la noción de la cosa misma) como por vía negativa (cap. V, C, b, c) por la que veremos cómo las supuestas esencialidades morales con las que da la razón moral legisladora y comprobadora de normas se reabsorben en realidad aristotélicamente en «la cosa misma».
Conversaciones en Madrid
V.C. La individualidad que se es real en y para sí misma
[394] La autoconciencia ha captado ahora el concepto de sí, que primero era solamente nuestro concepto de ella, a saber: ser toda realidad en la certeza de sí misma; y, a partir de ahora, su fin y esencia son la compenetración en movimiento de lo universal —los dones y capacidades— y de la individualidad. Los momentos singulares de este cumplimiento y compenetración antes de la unidad en la que han venido a juntarse son los fines que hemos examinado anteriormente. Han desaparecido en cuanto abstracciones y quimeras que formaban parte de aquellas primeras e insulsas figuras de la autoconciencia espiritual y tenían su verdad únicamente en el ser opinado del corazón, de las fantasías y de los discursos, no en la razón, que ahora, cierta en y para sí de su realidad, no busca ya producirse primero como fin en oposición a la realidad que es inmediatamente, sino que tiene por objeto de su conciencia la categoría como tal. — Pues, en efecto, la determinación de la autoconciencia que es para sí, o negativa, con la que la razón entró en escena, ha quedado cancelada; la autoconciencia se encontraba con una realidad efectiva que era lo negativo de ella, y sólo cancelándola llegaba ella a darse la realización efectiva de su fin. Pero, en tanto que el fin y el ser para sí han resultado ser lo mismo —lo que es el ser para otro y la realidad efectiva con que se ha encontrado—, la verdad ya no se separa de la certeza —el fin puesto se toma ahora por la certeza de sí mismo, y la realización efectiva del mismo por la verdad, o bien, el fin se toma por la verdad y la realidad efectiva por la certeza—, sino que la esencia y el fin en y para sí mismo es la certeza de la realidad inmediata misma, la compenetración de lo en-sí y el ser-para-sí, de lo universal y de la individualidad; la actividad es en ella misma su verdad y su realidad efectiva, y la presentación o el enunciar la individualidad es, a sus ojos, fin en y para sí mismo.
Conversations in Washington
C. (AA.) Reason
V. The Certainty and Truth of Reason
C. Individuality, Which, to Itself, is Real in and for Itself
[394] [394]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition Self-consciousness has now grasped the concept of itself, which was initially only our concept of it, namely, that in its certainty of itself, it is all reality, and its purpose and essence henceforth consist in the self-moving permeation of the universal – of its gifts and abilities – and individuality. The singular moments of this fulfillment and permeation, prior to the unity into which they have come together, are the purposes which have been considered up until this point. As abstractions and chimeras, what has vanished are those moments which belonged to those first empty shapes of spiritual self-consciousness, which themselves had their truth only in what was fancied5gemeinten as the being of the heart, the imagination, and rhetoric. They did not have their truth in reason, which is now in and for itself certain of its reality and no longer seeks to bring out itself as a purpose in opposition to immediately existent actuality. Rather, it has the category as such as the object of its consciousness. – To be specific, it is the determination of self-consciousness existing for itself, or negative self-consciousness which was the determination in which reason came on the scene and which is sublated. This self-consciousness came upon an actuality that would be its negative, and it was, to itself, to have first realized its purpose through sublating that actuality. However, while purpose and being-in-itself have proven themselves to be the same as being for others and the actuality which it came upon, truth no longer parts with certainty. – Now the posited purpose is supposed to be taken as the certainty of itself, and the actualization of the posited purpose is supposed to be taken as the truth; or the purpose is supposed to be taken for the truth, and the actuality is supposed to be taken for the certainty – but rather the essence and the purpose in and for itself is the certainty of immediate reality itself, the permeation of being-in-itself and being-for-itself, of the universal and individuality. The doing is in its own self its own truth and actuality, and the exhibition or expression of individuality is, to itself, its purpose in and for itself.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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