Gespräche in der Dämmerung 00390
Parte de:
C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / B. La realización de la autoconciencia racional mediante sí misma [B. Die Verwirklichung des vernünftigen Selbstbewußtseins durch sich selbst] / c. La virtud y el curso del mundo [c. Die Tugend und der Weltlauf]
[De por qué el curso del mundo tiene en definitiva que alzarse con la victoria sobre la virtud; sobre la supuesta emboscada del en-sí, en la que la virtud cifraba su expectativa de victoria; sobre la vacuidad de la diferencia en que se basa la conciencia de la virtud; el moderno principio de la individualidad como destino de la areté]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[390] Der Weltlauf siegt also über das, was die Tugend im Gegensatze gegen ihn ausmacht; er siegt über sie, der die wesenlose Abstraktion das Wesen ist. Er siegt aber nicht über etwas Reales, sondern über das Erschaffen von Unterschieden, welche keine sind, über diese pomphaften Reden vom Besten der Menschheit und der Unterdrückung derselben, von der Aufopferung fürs Gute und dem Mißbrauche der Gaben; solcherlei ideale Wesen und Zwecke sinken als leere Worte zusammen, welche das Herz erheben und die Vernunft leer lassen, erbauen, aber nichts aufbauen; Deklamationen, welche nur diesen Inhalt bestimmt aussprechen, daß das Individuum, welches für solche edle Zwecke zu handeln vorgibt [289] und solche vortreffliche Redensarten führt, sich für ein vortreffliches Wesen gilt, – eine Aufschwellung, welche sich und anderen den Kopf groß macht, aber groß von einer leeren Aufgeblasenheit. – Die antike Tugend hatte ihre bestimmte sichere Bedeutung, denn sie hatte an der Substanz des Volks ihre inhaltsvolle Grundlage und ein wirkliches, schon existierendes Gutes zu ihrem Zwecke; sie war daher auch nicht gegen die Wirklichkeit als eine allgemeine Verkehrtheit und gegen einen Weltlauf gerichtet. Die betrachtete aber ist aus der Substanz heraus, eine wesenlose Tugend, eine Tugend nur der Vorstellung und der Worte, die jenes Inhalts entbehren. – Diese Leerheit der mit dem Weltlaufe kämpfenden Rednerei würde sich sogleich aufdecken, wenn gesagt werden sollte, was ihre Redensarten bedeuten; – sie werden daher als bekannt vorausgesetzt. Die Forderung, dies Bekannte zu sagen, würde entweder durch einen neuen Schwall von Redensarten erfüllt oder ihr die Berufung auf das Herz entgegengesetzt, welches innerhalb sage, was sie bedeuten; d.h. die Unvermögenheit, es in der Tat zu sagen, würde eingestanden. – Die Nichtigkeit jener Rednerei scheint auch auf eine bewußtlose Art für die Bildung unseres Zeitalters Gewißheit erlangt zu haben, indem aus der ganzen Masse jener Redensarten und der Weise, sich damit aufzuspreizen, alles Interesse verschwunden ist; ein Verlust, der sich darin ausdrückt, daß sie nur Langeweile machen.
Conversaciones en Valencia
[390] El curso del mundo se alza, pues, con la victoria sobre aquello que constituye la virtud en contraposición con ese curso del mundo; el curso del mundo se alza con la victoria sobre la virtud para la que la abstracción carente de esencia es precisamente la esencia. — Pero el curso del mundo no se alza con la victoria sobre algo real, sino que triunfa sobre la fabricación de diferencias que no son diferencia alguna, sobre ese pomposo hablar acerca de lo mejor para la humanidad y acerca de cómo se está reprimiendo eso mejor, acerca del sacrificio y del sacrificarse en favor del bien, y acerca del mal uso que se hace de las dotes y capacidades; tal clase de entidades y de fines ideales se van a pique como hueras palabras que levantan el corazón y dejan vacía la razón; son edificantes, pero nada construyen; declamaciones que el único contenido que definidamente consiguen expresar es que el individuo que presume de actuar por tales nobles fines y ejercita tan excelentes formas de hablar, se tiene por un ser excelente, una hinchazón que engruesa la cabeza de quien habla y también la de los demás, pero de forma tan vacía como se estira y crece una pompa de jabón. — La virtud antigua tenía un significado determinado y bien seguro, pues tenía en la sustancia del pueblo su fundamento, el cual era, por tanto, un fundamento lleno de contenido, y tenía por fin suyo un bien real y ya existente; por tanto, no se enderezaba tampoco contra la realidad, como si ésta fuese un universal estar las cosas cabeza abajo, ni tampoco contra el curso del mundo. En cambio, la virtud que estamos considerando [la virtud moderna] es una virtud carente de esencia, una virtud sólo de la representación y de las palabras, representación y palabras que carecen de aquel contenido X238X.1Es decir, aunque estamos considerando el movimiento que empuja a la conciencia a la eticidad, ello consiste en un empujar a la «conciencia de la eticidad» (es decir, a cobrar conciencia de la eticidad, a volverse la conciencia conciencia de la eticidad) y, por tanto, ello consiste en un empujar más allá de la eticidad, por lo menos de algo así como eticidad simple (cfr. cap. VI, A), y por eso, como ya he indicado en varias ocasiones, este camino se nos convierte en camino de vuelta, y entonces está por ver (pues no se ve sin más) en qué sentido podría considerarse camino de ida (eso sólo lo veremos en el cap. VI, C, c). Pues ya he dicho también que esta problemática la cifra Hegel en la articulación de dos «figuras», la de «la cosa misma» (que aparece en el cap. V, C, a) y la del Gewissen o conciencia moral (o mejor: conciencia religiosa, ética y política protestante) que aparece en el cap. VI, C, c. Esta vacuidad de tanto discurso y de tanta palabrería que andan perpetuamente a la greña con el curso del mundo, quedaría enseguida al descubierto [su vacuidad se volvería evidente] si tuvieran que decir qué es lo que propiamente significan esas sus formas de hablar; de ahí que más bien eso que dicen lo supongan conocido, o se lo dé por conocido. Pero si exigiésemos que se dijese qué es eso conocido, si se exigiese hacer expreso eso que se supone conocido, eso que se sustituye por el guiño de que, en fin, todos estamos en ello [de que todos en definitiva sabemos de qué se habla], no se obtendría por respuesta sino un nuevo diluvio de formas de hablar, de giros que que nada dicen, o no se replicaría sino apelando al corazón, que, eso sí, en el interior de cada cual, vaya por Dios, sí podría decir qué significan esas formas de hablar; es decir, [esos discursos] confesarían la incapacidad de decir de verdad qué significa en realidad tanta cháchara [sobre la virtud]. De la nihilidad o nulidad de tales discursos y de tal palabrería parece haberse cobrado conciencia y certeza en la cultura o formación de nuestro tiempo, siquiera de forma inconsciente; en cuanto parece haberse perdido todo interés por toda esa masa de formas de hablar y por la forma que es habitual de hincharse la boca con ellas; una pérdida que se expresa en que no producen ya sino aburrimiento y bostezos.
Algunas aclaraciones
X238X = Es decir, aunque estamos considerando el movimiento que empuja a la conciencia a la eticidad, ello consiste en un empujar a la «conciencia de la eticidad» (es decir, a cobrar conciencia de la eticidad, a volverse la conciencia conciencia de la eticidad) y, por tanto, ello consiste en un empujar más allá de la eticidad, por lo menos de algo así como eticidad simple (cfr. cap. VI, A), y por eso, como ya he indicado en varias ocasiones, este camino se nos convierte en camino de vuelta, y entonces está por ver (pues no se ve sin más) en qué sentido podría considerarse camino de ida (eso sólo lo veremos en el cap. VI, C, c). Pues ya he dicho también que esta problemática la cifra Hegel en la articulación de dos «figuras», la de «la cosa misma» (que aparece en el cap. V, C, a) y la del Gewissen o conciencia moral (o mejor: conciencia religiosa, ética y política protestante) que aparece en el cap. VI, C, c.
Conversaciones en Madrid
[390] El curso del mundo vence, entonces, sobre aquello que la virtud constituye en oposición a él; vence sobre ella, a quien la abstracción sin esencia le es la esencia. Pero no vence sobre algo real, sino sobre la creación de diferencias que no son tales, sobre este hablar pomposo de lo mejor de la humanidad y de la opresión de ésta, del sacrificio por el bien y del mal uso de los dones; semejantes esencias ideales y propósitos se hunden todos juntos como palabras hueras que elevan el corazón y dejan la razón vacía; son edifican tes, pero no construyen nada; declamaciones que sólo enuncian determinadamente este contenido: que el individuo que pretende actuar para tan nobles fines y profiere tan excelentes sentencias se tiene a sí mismo por un ser excelente; — henchimiento que hace más grande la propia cabeza y la de los otros, pero acrecentándola a base de unas ínfulas vanas. — La virtud antigua tenía su significado determinado y seguro, pues tenía en la substancia del pueblo su fundamento lleno de contenido, y su propósito era un bien realmente efectivo que ya existía; por eso, tampoco estaba dirigida contra la realidad efectiva como si en esta todo estuviera universalmente invertido y trastornado, ni contra un curso del mundo. La que hemos examinado aquí, en cambio, está sacada fuera de la substancia, es una virtud sin esencia, un virtud sólo de la representación y de palabras que carecen de ese contenido. — Esta vacuidad de la charlatanería en combate con el curso del mundo quedaría al descubierto en cuanto se debiera decir lo que significan sus sentencias: por eso se las presupone como ya conocidas. La exigencia de decir eso conocido, o bien se vería cumplida con un nuevo aluvión de sentencias, o bien se le contrapondría la apelación al corazón, que, supuestamente, dice interiormente lo que significan; es decir, se concedería la incapacidad para decirlo de hecho. De una manera sin conciencia, la nulidad de esa charlatanería parece haber alcanzado también su certeza para la cultura de nuestra época, en cuanto que se ha desvanecido todo el interés de la masa entera de tales sentencias y del modo de pavonearse con ellas; una pérdida que se expresa en que ya no producen más que aburrimiento.
Conversations in Washington
[390] [390]2We kept the numeration given by the editor in the printed edition The way of the world is victorious over what constitutes virtue in opposition to it. It is victorious over that for which the essenceless abstraction is the essence. However, it is not victorious over something real but only over the creation of differences which are no differences, over this pompous talk about what is best for humanity and about the oppression of humanity, this incessant chattering about sacrifice for the good and the misuse of gifts. – Those kinds of ideal essences and purposes all slip away from sight since they are only empty words which elevate the heart but leave reason empty; they edify but erect nothing; they are only declamations whose content is this: The individual who pretends to act for such noble ends and who masters such admirable oratory counts to himself as an excellent creature3Wesen – he gives himself and others a swelled head, although the swelling is only due to self-important puffery. – Ancient virtue had its own determinate, secure meaning since it had its basis, itself rich in content, in the substance of the people, and it had an actual, already existing good for its purpose. Hence, it was also oriented neither against actuality as a universal invertedness nor against the way of the world. However, the virtue which has been just considered has left that substance behind, and it is a virtue with no essence, a virtue only of ideas and words which have dispensed with that content. The emptiness of these oratorical flourishes in their struggle with the way of the world would be revealed at once if what its oratory really means were simply to be stated. – It is therefore presupposed that what these oratorical flourishes mean is well known. The demand to put this familiarity into words would either be fulfilled by a new torrent of fancy oratory, or by an appeal to the heart, which internal to itself is supposed to state what those fine words mean, which is to say, it would amount to an admission that it cannot in fact say what it means. – It seems that the culture of our own time has unconsciously come to a kind of certainty about the emptiness of that kind of fancy oratory, while any interest in those oratorical flourishes has disappeared along with any interest in the kind of self-puffery involved in them. This finds expression in the way such oratory nowadays only produces boredom.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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