Gespräche in der Dämmerung 00381

C. (AA.) Vernunft / C. (AA.) Razón

V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft / V: Certeza y verdad de la razón

B. Die Verwirklichung des vernünftigen Selbstbewußtseins durch sich selbst / B. La realización de la autoconciencia racional mediante sí misma

c. Die Tugend und der Weltlauf / c. La virtud y el curso del mundo

 

[Individualidad y universalidad en las dos figuras anteriores y en la presente]

Gespräche in Jena

V.B.c. Die Tugend und der Weltlauf

[381] [283] In der ersten Gestalt der tätigen Vernunft war das Selbstbewußtsein sich reine Individualität, und ihr gegenüber stand die leere Allgemeinheit. In der zweiten hatten die beiden Teile des Gegensatzes jeder die beiden Momente, Gesetz und Individualität, an ihnen; der eine aber, das Herz, war ihre unmittelbare Einheit, der andere ihre Entgegensetzung. Hier im Verhältnisse der Tugend und des Weltlaufs sind beide Glieder jedes Einheit und Gegensatz dieser Momente oder eine Bewegung des Gesetzes und der Individualität gegeneinander, aber eine entgegengesetzte. Dem Bewußtsein der Tugend ist das Gesetz das Wesentliche und die Individualität das Aufzuhebende, und also sowohl an ihrem Bewußtsein selbst als an dem Weltlaufe. An jenem ist die eigene Individualität in die Zucht unter das Allgemeine, das an sich Wahre und Gute, zu nehmen; es bleibt aber darin noch persönliches Bewußtsein; die wahre Zucht ist allein die Aufopferung der ganzen Persönlichkeit als die Bewährung, daß es in der Tat nicht noch an Einzelheiten festgeblieben ist. In dieser einzelnen Aufopferung wird zugleich die Individualität [283] an dem Weltlaufe vertilgt, denn sie ist auch einfaches, beiden gemeinschaftliches Moment. – In diesem verhält sich die Individualität auf die verkehrte Weise, als sie am tugendhaften Bewußtsein gesetzt ist, nämlich sich zum Wesen zu machen und dagegen das an sich Gute und Wahre sich zu unterwerfen. – Der Weltlauf ist ferner ebenso für die Tugend nicht nur dies durch die Individualität verkehrte Allgemeine, sondern die absolute Ordnung ist gleichfalls gemeinschaftliches Moment, an dem Weltlaufe nur nicht als seiende Wirklichkeit für das Bewußtsein vorhanden, sondern das innere Wesen desselben. Sie ist daher nicht erst durch die Tugend eigentlich hervorzubringen, denn das Hervorbringen ist, als Tim, Bewußtsein der Individualität, und diese vielmehr aufzuheben; durch dieses Aufheben aber wird dem Ansich des Weltlaufs gleichsam nur Raum gemacht, an und für sich selbst in die Existenz zu treten.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Valencia

V.B.c. La virtud y el curso del mundo

[Individualidad y universalidad en las dos figuras anteriores y en la presente]

[381]1Epígrafe: Individualidad y universalidad en las dos figuras anteriores y en la presente. En la primera forma o figura de la razón activa X233X2Vide infra Algunas aclaraciones X233X. la autoconciencia se era pura individualidad, y frente a ella estaba la vacía universalidad [cap. V, B, a]. En la segunda [cap. V, B, b], ambas partes de la contraposición tenían en ellas ambos momentos, es decir, tenían en ellas, como hemos visto, la ley y la individualidad; pero una de esas dos partes, el corazón, era su unidad inmediata [la unidad inmediata de la ley y la individualidad], y la otra [la ley] su contraposición. Aquí, en esta tercera figura, es decir, en la relación entre la virtud [Tugend] y el curso del mundo [Weltlauf], ambos miembros son cada uno de ellos unidad y contraposición de esos momentos, o lo que es lo mismo: son un movimiento de la ley y de la individualidad, la una respecto a la otra y la otra respecto a la una, pero se trata de un movimiento a su vez contrapuesto X234X.3Es decir, en la primera figura individualidad y universalidad (o para sí y en-sí) simplemente se contraponían, como para-sí por un lado y como destino por otro. En la segunda figura individualidad y universalidad acababan quedando ambas en ambos lados de la contraposición, pero sin formar unidad en ninguno de ellos. En la tercera figura ambos miembros (individualidad y universalidad) van a resultar ser ellos unidad de individualidad y universalidad y, por cierto, en complejos movimientos contrapuestos. [El autor pasa al primer movimiento de la ley y la individualidad.] Pues para la conciencia de la virtud la ley es lo esencial, y la individualidad aquello que hay que suprimir y superar, y ello, por ende, tanto en su conciencia misma [en la conciencia misma de esa individualidad], como en el curso del mundo. [El autor pasa a explicar que, primero, a esa individualidad hay que suprimirla y superarla en la conciencia misma.] En lo que se refiere a esa conciencia, a la propia individualidad hay que someterla a crianza y a la disciplina de lo universal, a la crianza y disciplina [Zucht] de lo en sí verdadero y bueno. Pero con ello seguiría quedando todavía conciencia personal; la verdadera crianza y disciplina consiste sólo en el sacrificio de la personalidad entera, como acreditación de que, efectivamente, no queda aún sin erradicar ningún residuo de particularidades [Einzelnheiten]. [El autor pasa a explicar que, segundo, la individualidad es lo que ha de suprimirse y superarse también en el curso del mundo]. Pero en este particular sacrificio la individualidad queda sacrificada y eliminada en [y por] el curso del mundo; pues la individualidad es momento simple común a ambas cosas [a la virtud y al curso del mundo]. En el curso del mundo la individualidad se comporta de forma inversa a como está puesta en la conciencia virtuosa, a saber: convirtiéndose ella en la esencia, en cambio, subyugando lo que en sí es verdadero y bueno, es decir, sometiéndoselo a sí. — [Y ahora el autor pasa a describir el otro movimiento de individualidad y universalidad, del que también se compone la presente figura, contrapuesto al que acabamos de ver]. Ahora bien, resulta además que también para la virtud el curso del mundo no sólo es el Universal puesto del revés por la individualidad; sino que el orden absoluto es asimismo momento común [a la virtud y al curso del mundo], sólo que, en el curso del mundo, [el orden absoluto] todavía no es presente para la conciencia, todavía no es presente, digo, como una realidad que estuviese ahí, sino [que constituye sólo] la íntima esencia de ese momento [del curso del mundo]. El orden del mundo, por tanto, no habrá de empezar siendo producido por la virtud, pues ese producir en cuanto hacer no es sino conciencia de la individualidad, y de lo que se trataría sería más bien de suprimir y superar a ésta [a la individualidad], pero lo que mediante tal supresión y superación se hace no es, por decirlo así, otra cosa que dejar espacio al en-sí del curso del mundo para que eso entre en y para sí [en y de por sí] en la existencia [para que éste cobre existencia]. [Ésta ha sido, pues, la descripción del movimiento de individualidad y universalidad, contrapuesto al primero; tenemos, por tanto, introducida esta tercera figura].

Algunas aclaraciones

X233X

Al final del presente cap. V, A, a, teníamos que la conciencia se descubría como objeto. Ello tenía como reverso que el objeto no es sino autoconciencia, otra autoconciencia, y en él quería verse como suyo, como cosa suya y obra suya.

Consciente de que el objeto no era sino en definitiva ella, ella trata de hacerse valer y de confirmar y dar realidad a ese su ser en definitiva ella todo objeto, cerciorarse de ello. Es la conciencia activa, la individualidad que se vuelve real y se da realidad en y por sí (cap V, B). La primera figura de esa conciencia es la conciencia fáustica (cap. V, B, a); la segunda, la conciencia utópica (cap. V, B, b), la tercera la conciencia noble (el presente apartado).

La primera, al buscar en la cosas y en toda otra conciencia no más que el para-sí que eso otro es, al hacer de todo objeto un objeto destinado a su goce, va dejando suelta una objetividad, una ciega necesidad, una necesidad vacía, un no para-sí, que se vuelve contra ella y acaba aplastándola. Esa conciencia acaba hundiéndose en su propio hueco en que ella se va convirtiendo.

La segunda es la conciencia utópica, en la que individualidad y universalidad, individualidad y necesidad, individualidad y objetividad son un proyecto uno que cuando se realiza es su propio revés, o es lo que proyecta, pero del revés. Esa conciencia, al realizarse, es decir, una vez que ha introducido el nivel que ella representa, hace la experiencia de que no es eso, de que el resultado no vuelve a ser sino el trastorno que la proyección utópica trataba de eliminar, porque todo no es sino trastorno, porque lo universal y necesario no es en definitiva sino un quererse hacer valer e imponer la propia particularidad y la propia contingencia; y sin embargo, he ahí lo universal, lo que todos contra todos acaban en definitiva queriendo. Pero ello significa que para esta conciencia incluso la revolución mejor intencionada e impulsada por puros ideales ha acabado convirtiéndose en una pugna de gente impresentable, de gente que hela ahí haciendo de las suyas.

Frente a ello se alza la conciencia de la virtud, es decir, la conciencia que trata de realizar el genuino sentido de esa universalidad que por de pronto se muestra trastornada o trastocada en la realidad. Estamos con ello en otra figura, la de la virtud que se enfrenta al curso del mundo, constituido por las dos primeras figuras. Esta tercera figura (sobre la que versa el cap. V, B, c) es, pues, una forma de relación de la individualidad particular con ese universal que se escamotea a sí mismo (que se retrae a lo interior del curso del mundo). Ahora la autoconciencia, sacrificando su individualidad, se pone a sí misma como genuino en-sí de lo otro que así sale a la luz consistiendo de verdad en esa autoconciencia. En esta última figura de la autoconciencia que trata de realizarse por sí misma, la autoconciencia, como vamos a ver a continuación, hará la experiencia «de que la virtud querría atenerse a no traer el bien a la realidad sino mediante sacrificio de la individualidad, pero de que el lado de la realidad no es él mismo otra cosa que el lado de la individualidad que se quiere sacrificar» y de que «la realidad del universal no es sino el movimiento de la propia individualidad». Esto último es lo que Hegel va a llamar «la cosa misma» en el cap. V, C, a.

X234X

Es decir, en la primera figura individualidad y universalidad (o para sí y en-sí) simplemente se contraponían, como para-sí por un lado y como destino por otro. En la segunda figura individualidad y universalidad acababan quedando ambas en ambos lados de la contraposición, pero sin formar unidad en ninguno de ellos. En la tercera figura ambos miembros (individualidad y universalidad) van a resultar ser ellos unidad de individualidad y universalidad y, por cierto, en complejos movimientos contrapuestos.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Madrid

V.B.c. La virtud y el curso del mundo

[381] En la primera figura de la razón activa, la autoconciencia se era pura individualidad, y frente a ella estaba la universalidad vacía. En la segunda, ambas partes de la oposición tenían cada una en ellas ambos momentos, la ley y la individualidad; pero una, el corazón, era su unidad inmediata, y la otra, su contraposición. Aquí, en la relación entre virtud y curso del mundo, ambos miembros, cada uno de ellos, son unidad y oposición de estos momentos, o bien, un movimiento recíproco de la ley y de la individualidad, pero un movimiento contrapuesto. Para la conciencia de la virtud, la ley es lo esencial, y la individualidad es, entonces, lo que hay que cancelar, tanto en su conciencia misma como en el curso del mundo. En aquélla, la individualidad propia ha de tomarse dentro de la disciplina que está bajo lo universal, lo verdadero y bueno en sí; pero, con ello, sigue siendo una conciencia personal; la única disciplina verdadera es el sacrificio de la personalidad toda, en cuanto que eso da prueba de que no permanece todavía aferrada a singularidades. En este sacrificio singular, a la vez, la individualidad queda aniquilada en el curso del mundo, ya que ella es también el momento simple común a ambas. — En este curso del mundo, la individualidad se comporta de manera inversa a como está puesta en la conciencia virtuosa, a saber: consiste en hacerse esencia y someter bajo sí, en cambio, lo bueno y verdadero en sí. — Además, en la misma medida, el curso del mundo no es para la virtud solamente esto universal trastornado por la individualidad, sino que el orden absoluto es, igualmente, momento común, sólo que, en el orden del mundo, no está presente para la conciencia como realidad efectiva que es, sino que es su esencia interna. Por eso, no es la virtud quien tiene que propiamente producirlo primero, pues, en cuanto que actividad, el producir es conciencia de la individualidad, y más bien tiene que cancelar a ésta última; pero, por medio de este cancelar, sólo se le hace espacio, por así decirlo, a lo en sí del curso del mudo para que entre en la existencia en y para sí mismo.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversations in Washington

C. (AA.) Reason

V. The Certainty and Truth of Reason

B. The Actualization of Rational Self-Consciousness Through Itself

c. Virtue and the Way of the World

[381] [381]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition In the first shape of active reason, self-consciousness was, to itself, pure individuality, and confronting it was empty universality. In the second shape, both parts of the opposition had both of those moments, law and individuality, in themselves. However, the one part, the heart, was their immediate unity, and the other was their opposition. Here, in the relationships between virtue and the way of the world, each of the members is both the unity and the opposition of the moments, or each is a movement of law and individuality vis-à-vis each other but it is an opposing movement. For the consciousness of virtue, the law is the essential, and individuality is to be sublated, and therefore to be sublated in its consciousness as well as in the way of the world. In the former, one’s own individuality is to be brought under the discipline of the universal, or of the good and true in itself, but it still remains therein a personal consciousness. True discipline solely consists in the sacrifice of one’s entire personality as proof that personal consciousness in not in fact still fixated on minutiae. At the same time, in this individual sacrifice, individuality is eradicated in the way of the world, for individuality is also a simple moment common to both. – In the way of the world, individuality behaves in a completely opposite way than it does when it is posited in the virtuous consciousness. In the way of the world, it makes itself the essence and subordinates the good and the true in themselves to itself. – Furthermore, for virtue the way of the world is only the universal inverted through individuality. Rather, the absolute order is likewise a common moment, but in the way of the world, it is only not as existing actuality that it is present for consciousness but rather as the way of the world’s inner essence. Hence, that order is instead not to be first brought out by virtue, for such bringing out is, as doing, the consciousness of singular individuality, and it is singular individuality which is instead to be sublated. However, through this sublating, there is, as it were, only a space which has been opened to the in itself of the way of the world so that it may in and for itself come into existence.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en el Atrium

EN CONSTRVCCION

EN CONSTRVCCION

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Sidebar



error: Content is protected !!