Gespräche in der Dämmerung 00200

Parte de:

B. Autoconciencia [B. Selbstbewußtsein] /  IV: La Verdad de la Certeza de sí mismo [IV. Die Wahrheit der Gewißheit seiner selbst] / B. Libertad de la autoconciencia; estoicismo, escepticismo y la conciencia desgraciada [B. Freiheit des Selbstbewußtseins; Stoizismus, Skeptizismus und das unglückliche Bewußtsein]

 

[El estoicismo como no más que concepto de la conciencia autónoma, o la libertad como concepto]

Gespräche in Jena

[200] Ob nun zwar diesem Selbstbewußtsein weder ein anderes als es noch die reine Abstraktion des Ich das Wesen ist, sondern Ich, welches das Anderssein, aber als gedachten Unterschied an ihm hat, so daß es in seinem Anderssein unmittelbar in sich zurückgekehrt ist, so ist dies sein Wesen zugleich nur ein abstraktes Wesen. Die Freiheit des Selbstbewußtseins ist gleichgültig gegen das natürliche Dasein, hat darum dieses ebenso frei entlassen, und die Reflexion ist eine gedoppelte. Die Freiheit im Gedanken hat nur den reinen Gedanken zu ihrer Wahrheit, die ohne die Erfüllung des Lebens ist, und ist also auch nur der Begriff der Freiheit, nicht die lebendige Freiheit selbst; denn ihr ist nur erst das Denken überhaupt das Wesen, die Form als solche, welche von der Selbständigkeit der Dinge weg in sich zurückgegangen ist. Indem aber die Individualität als handelnd sich lebendig darstellen oder als denkend die lebendige Welt als ein System des Gedankens fassen sollte, so müßte in dem Gedanken selbst für Jene Ausbreitung ein Inhalt dessen, was gut, für diese, was wahr ist, liegen; damit durchaus in demjenigen, was für das Bewußtsein ist, kein anderes Ingrediens wäre als der Begriff, der das Wesen ist. Allein so wie er hier als Abstraktion von der Mannigfaltigkeit der Dinge sich abtrennt, hat er keinen Inhalt an ihm selbst, sondern einen gegebenen. Das Bewußtsein vertilgt den Inhalt wohl als ein fremdes Sein, indem es ihn denkt; aber der Begriff ist bestimmter Begriff, und diese Bestimmtheit desselben ist das Fremde, das er an ihm hat. Der Stoizismus ist darum in Verlegenheit gekommen, als er, wie der Ausdruck war, nach dem Kriterium der Wahrheit überhaupt gefragt wurde, d.h. eigentlich nach einem Inhalte des Gedankens selbst. Auf die Frage an ihn, was gut und wahr ist, hat er wieder das inhaltlose Denken selbst zur Antwort gegeben: in der Vernünftigkeit soll das Wahre und Gute bestehen. Aber diese Sichselbstgleichheit des Denkens ist nur wieder die reine [158] Form, in welcher sich nichts bestimmt; die allgemeinen Worte von dem Wahren und Guten, der Weisheit und der Tugend, bei welchen er stehenbleiben muß, sind daher wohl im allgemeinen erhebend, aber weil sie in der Tat zu keiner Ausbreitung des Inhalts kommen können, fangen sie bald an, Langeweile zu machen.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Valencia

[200] Pese a que, ciertamente, para esta autoconciencia su esencia [Wesen] ni es otra que ella misma, ni [es] tampoco la pura abstracción del yo, sino yo (o un yo) que lleva en sí (o tiene en sí) el ser-otro, pero como una diferencia pensada [es decir, como una diferencia operada por el pensamiento en el sentido dicho], de suerte que en ese ser-otro esa autoconciencia ha retornado [está retornada] inmediatamente a sí misma, pese a eso, digo, esa su esencia [Wesen] es a la vez solamente un ser [Wesen] abstracto. Pues la libertad de la autoconciencia es indiferente frente a la existencia natural y, por tanto, ha dejado igualmente suelta a ésta, es decir, la ha dejado libre, y la reflexión en que esa autoconciencia consiste es una reflexión duplicada o doble. La libertad en el pensamiento [Gedanke], o la libertad del pensamiento, sólo tiene por verdad al puro pensamiento [sólo tiene al puro pensamiento por verdad suya], verdad que queda entonces vacía de vida, o de todo lo que llena la vida; resultando, por tanto, que esa libertad es sólo también el concepto de libertad, pero no la libertad viva misma; pues a esa libertad sólo empieza siéndole la esencia el pensamiento en general, es decir, la forma como tal, la cual, soltándose de la autonomía de las cosas [escapando de ella o sacudiéndosela o volviéndole la espalda], ha retornado a sí misma. Ahora bien, en cuanto esta individualidad, en tanto que activa, no tenga más remedio que presentarse o hacer exposición de sí o desenvolverse en esa vida activa que la caracteriza, o, en tanto que pensante, no tenga [o no tiene] más remedio que aprehender el mundo viviente o la vida del mundo como un sistema de pensamiento, resulta que en el pensamiento mismo, a fin de poder abarcar toda esa dispersión y variedad de las cosas, habría de radicar [tendría que haber] algún contenido referente a [primero] lo que es bueno acerca de ese desenvolvimiento de la individualidad y también acerca de la individualidad, y referente a [segundo] lo que es lo verdadero en lo que respecta a ese mundo; a fin de que efectivamente, de verdad y por entero, en aquello que es para la autoconciencia no hubiera otro ingrediente [o no hubiera otro ingrediente en absoluto] que el concepto que es la esencia. Sólo que tal como ese concepto se nos presenta aquí, a saber: como una abstracción que se desgaja y separa de la diversidad de las cosas, no tiene ningún contenido en él mismo o por sí mismo, sino sólo un contenido dado o un contenido que le viene dado [de esas cosas de las que se desgaja o retrae]. Y se trata, ciertamente, de un contenido que la conciencia, al pensarlo, destruye y aniquila como ser extraño [no lo deja ser como ser extraño]; ahora bien, como el concepto es siempre concepto determinado [aunque sea por la contraposición que establece con la diversidad y color que deja fuera], precisamente esa determinidad del concepto es lo extraño que el concepto porta en sí. El estoicismo, por tanto, se ve en una perplejidad cuando, tal como se decía entonces, se preguntaba por el criterio de verdad en general, es decir, se preguntaba por cuál era propiamente el contenido del pensamiento mismo. Cuando se preguntaba al estoicismo qué era lo bueno y qué era lo verdadero, no tenía otra respuesta que dar, sino la de remitir de nuevo al pensamiento mismo carente de todo contenido. Lo verdadero y lo bueno habrían de consistir en la racionalidad misma. Pero tal igualdad del pensamiento consigo mismo no es otra vez sino la pura forma, en la que nada se determina o en la que nada queda determinado; esos rótulos generales o universales que son lo verdadero y lo bueno, o la sabiduría y la virtud, sobre los que el estoicismo tenía que volver una y otra vez sin lograr salir de ellos, son [o eran] rótulos, lemas o consignas, que en general edifican y otorgan elevación al ánimo, pero que, al ser en general incapaces de llegar a despliegue o desenvolvimiento o desarrollo alguno del contenido, empiezan enseguida a aburrir.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en Madrid

[200] Ahora bien, aunque para esta autoconciencia la esencia no sea ni otro distinto de ella ni la abstracción pura del yo, sino el yo que tiene al ser-otro en él —pero como diferencia pensada, de tal manera que, en su ser otro, ha retornado inmediatamente dentro de sí— aún así, al mismo tiempo, esta esencia suya sólo es una esencia abstracta. La libertad de la autoconciencia es indiferente frente a la existencia natural, por lo que ha dejado igualmente libre a ésta, y la reflexión es una reflexión doble. La libertad en el pensamiento no tiene por verdad suya más que al pensamiento puro, una verdad que no se ha llenado de vida; también es, entonces, solamente el concepto de la libertad, no la libertad viva misma; pues, para ella, la esencia, de primeras, es sólo el pensar sin más, la forma como tal que, alejada de la autonomía de las cosas, ha retornado dentro de sí. Pero, en tanto que la individualidad, en cuanto que es agente, debería presentarse viva, o, en cuanto que es pensante, debería captar el mundo vivo como un sistema de pensamiento, en el pensamiento mismo tendría que residir para cada expansión un contenido de lo que es bueno para ésta, de lo que es verdadero; ello, con el fin de que en aquello que es para la conciencia no haya absolutamente ningún otro ingrediente distinto del concepto, que es la esencia. Sólo que el concepto, igual que, en cuanto abstracción, se separa aquí de la multiplicidad de las cosas, tampoco tiene ningún contenido en él mismo, sino un contenido dado. No cabe duda de que, al pensarlo, la conciencia aniquila el contenido en cuanto ser extraño; pero el concepto es concepto determinado, y esta determinidad del concepto es lo extraño que éste tiene en él. Por eso, el estoicismo se quedaba perplejo cuando se le preguntaba, como dice la expresión, por el criterio de verdad en general, es decir, por un contenido de pensamiento mismo propiamente dicho. A la pregunta que se le hacía de lo que es bueno y verdadero, volvía a dar por respuesta el pensar carente de contenido; lo verdadero y lo bueno debían consistir en la racionalidad, en la adecuación a a la razón XX*X.1Vide infra Algunas aclaraciones XX*X. Pero esta seipseigualdad del pensar vuelve a ser tan sólo la forma pura, en la cual no se determina nada; de ahí que las palabras universales de lo verdadero y lo bueno, de la sabiduría y la virtud, en las que él quería detenerse, produjeran, en términos generales, cierta elevación; pero como, de hecho, no podían de ningún modo expandir el contenido, muy pronto empezaron a resultar aburridas.

Algunas aclaraciones

XX*X = Hegel se refiere a la doctrina de los estoicos por la que la fantasía cataléptica proporciona el criterio de verdad; doctrina que los académicos atacaban. Cf. Sexti Empirici opera graece et latina. Pyrrhoniarum institutionum libri III. Cum Henr. Stephani versione et notis. Contra mathematicos, sive disciplinarum professores, libri VI. Contra philosophos libri V. Cum versione Gentiani Herveti. Graeca ex mss. Codicibus castigavit, versiones emendavit supplevitque, et toti operi notas addidit Jo. Albertus Fabricius, Leipzig, 1718, I, Adversus logicos, pp. 416-423, y especialmente p. 421. Para la ética de los estoicos, cf. Adversus ethicos, pp. 720 y sigs., 722 y sigs.; también Diogenes Laertius: Diogenis Laertii de vitis, dogmatibus et apophthematibus clarorum philosophorum libri decem graece et latine, Leipzig, 1759, pp. 432 y sigs., 452.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversations in Washington

[200] [200]2We kept the numeration given by the editor in the printed edition Now, to be sure, it is true that for this self-consciousness the essence is neither something other than itself, nor is it the pure abstraction of the I. It is instead the I which has otherness in it, but as a difference which has been conceived3gedachten such that within its otherness, this I has immediately returned into itself, and its essence is at the same time only an abstract essence. The freedom of self-consciousness is indifferent with respect to natural existence and for that reason has likewise let go of natural existence, has let it be free-standing, and the reflection is a doubled reflection. Freedom in thought only has pure thoughts as its truth, a truth without any fulfillment in life, and thus it is also not living freedom itself but only the concept of freedom, and, initially it is, to itself, only thinking itself which is its essence. That is, it is the form as such which, in turning away from the self-sufficiency of things, has returned into itself. However, while individuality, as acting, is supposed to show itself to be living, or, as thinking, is supposed to grasp the living world as a system of thoughts, so too within the thoughts themselves there must be for the former expansion a content for what is good, and, for the latter expansion, a content for what is true. There would thereby be for all intents and purposes no other ingredient in what is for consciousness than the concept which is the essence. Yet in the way that the concept as an abstraction has here cut itself off from the manifoldness of things, the concept has in its own self no content; instead, it has a given content. Consciousness indeed abolishes the content as an alien being as it thinks it. However, the concept is a determinate concept, and it is this determinateness of the concept that is the alien which the concept has in it. For that reason, stoicism found itself in an embarrassing situation when it was asked, as the expression had it, for the criterion of truth per se, i.e., when it was in fact asked for a content of thought itself. To the question put to it, “What is good and true?”, its answer was once more that it was the abstract thinking devoid of all content itself, namely, that the true and the good is supposed to consist in rationality. However, this self-equality of thinking is only again the pure form in which nothing is determinate. The general terms, “true” and “good,” or “wisdom” and “virtue,” with which stoicism is stuck, are on the whole undeniably uplifting, but because they cannot in fact end up in any kind of expansion of content, they quickly start to become tiresome.

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Conversaciones en el Atrium

EN CONSTRVCCION

EN CONSTRVCCION

Siguiente párrafo

Párrafo anterior

Ir al índice

Sidebar



error: Content is protected !!