Gespräche in der Dämmerung 00168
Parte de:
B. Autoconciencia [B. Selbstbewußtsein] / IV: La Verdad de la Certeza de sí mismo [IV. Die Wahrheit der Gewißheit seiner selbst]
[La supresión del quedar algo autónomamente ahí, momentos de la autoconciencia]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[168] Der Gegenstand, welcher für das Selbstbewußtsein das Negative ist, ist aber seinerseits für uns oder an sich ebenso in sich zurückgegangen als das Bewußtsein andererseits. Er ist durch diese Reflexion-in-sich Leben geworden. Was das Selbstbewußtsein als seiend von sich unterscheidet, hat auch insofern, als es seiend gesetzt ist, nicht bloß die Weise der sinnlichen Gewißheit und der Wahrnehmung an ihm, sondern es ist in sich reflektiertes Sein, und der Gegenstand der unmittelbaren Begierde ist ein Lebendiges. Denn das Ansich oder das allgemeine Resultat des Verhältnisses des Verstandes zu dem Innern der Dinge ist das Unterscheidendes nicht zu Unterscheidenden oder die Einheit des Unterschiedenen. Diese Einheit aber ist ebensosehr, wie wir gesehen, ihr Abstoßen von sich selbst, und dieser Begriff entzweit sich in den Gegensatz des Selbstbewußtseins und des Lebens: Jenes die Einheit, für welche die unendliche Einheit der Unterschiede ist; dieses aber ist nur diese Einheit selbst, so daß sie nicht zugleich für sich selbst ist. So selbständig also das Bewußtsein, ebenso selbständig ist an sich sein Gegenstand. Das Selbstbewußtsein, welches schlechthin für sich ist und seinen Gegenstand unmittelbar mit dem Charakter des Negativen [139] bezeichnet oder zunächst Begierde ist, wird daher vielmehr die Erfahrung der Selbständigkeit desselben machen.
Conversaciones en Valencia
[168] [Mirando ahora las cosas por el lado del objeto:] XX6X1Véase infra Algunas aclaraciones XX6X . Pero por su parte, el objeto que para la autoconciencia es lo negativo, para nosotros o en sí ha retornado a sí al igual que por otro lado lo ha hecho la conciencia [cap. III]. Y mediante esta reflexión en sí, el objeto se ha convertido en vida [recuérdese el final del cap. III].2Vide final de 00160 y el principio de 00162. Por eso, lo que la autoconciencia distingue de sí misma en cuanto algo que está ahí distinto de ella, tiene también en él (en cuanto queda puesto como siendo o estando ahí, o en ese su quedar puesto como estando o siendo ahí) no simplemente la manera [de ser] de la certeza sensible y de la percepción, sino que es ser reflectido en sí, y, por tanto, el objeto del deseo inmediato es algo vivo, un viviente. Pues el en-sí o el resultado universal de la relación del entendimiento con el interior de las cosas [o el resultado universal del haberse el entendimiento acerca del interior de las cosas, recuérdese de nuevo el final del cap. III] es el distinguir de lo que no puede distinguirse, o lo que es lo mismo: la unidad de lo distinto. Pero esta unidad es asimismo, como hemos visto, su repelerse [esa unidad] a sí misma de sí misma, o su expelerse a sí misma de sí misma, y este concepto es el que se disocia ahora en la contraposición entre autoconciencia y vida; la autoconciencia es la unidad para la que es la infinita unidad de las diferencias; y ésta, es decir, la vida, es sólo esa misma unidad, pero de manera que esa unidad no es a la vez unidad para sí misma [unidad que está ella para sí misma ahí]. Por tanto, tan autónomo como la conciencia lo es también en sí su objeto. La autoconciencia, que es simpliciter para sí misma, y que sella inmediatamente su objeto con el carácter de lo negativo [es decir, que lo que inmediatamente empieza haciendo va a ser poner a su objeto el sello de lo negativo, de lo diferente de ella y, por eso, nulo], o lo que es lo mismo: la autoconciencia, que por de pronto es deseo, tendrá, pues, más bien que empezar haciendo experiencia de la autonomía de ese objeto.
Algunas aclaraciones
XX6X = El cap. III lo concluyó el autor haciendo consideraciones sobre la naturaleza de la autoconciencia. Pero decía allí el autor que teníamos el concepto de autoconciencia. Lo teníamos nosotros, pero la conciencia aún no se reconocía en el objeto que allí obtuvimos. Ese objeto podía caracterizarse también como vida.
En el presente cap. IV el autor ha empezado asimismo haciendo consideraciones sobre la naturaleza de la autoconciencia. Pero ahora se interrumpe (la verdad es que lo hace un tanto abruptamente), y vuelve a la consideración del objeto tal como allí lo dejó, es decir, como vida. Y en lo que inmediatamente sigue va a desarrollar ese objeto hasta la noción de género.
Es en el género, es decir, es cuando llegamos al género en el proceso del barruntar la conciencia que la diferencia con su objeto no es ninguna, es entonces, digo, cuando la conciencia se tiene ella ahí a sí misma por objeto, es decir, es cuando tenemos la autoconciencia. También por la vía de una consideración de tipo muy general sobre la vida, nos queda introducida, pues, la figura de la autoconciencia.
Conversaciones en Madrid
[168] Pero el objeto, que es lo negativo para la autoconciencia, por su parte, para nosotros o en sí, ha retornado hacia dentro de sí, en la misma medida en que la conciencia también lo ha hecho por la suya. A través de esta reflexión hacia dentro de sí, el objeto ha llegado a ser vida. Lo que la autoconciencia diferencia de sí en cuanto ente, en la medida en que es ente puesto, no tiene tampoco en él meramente el modo de la certeza sensorial y de la percepción, sino que es ser reflexionado dentro de sí, y el objeto del deseo inmediato es algo vivo. Pues lo en-sí, o el resultado universal de la relación del entendimiento con el interior de las cosas, es el diferenciar lo que no se puede diferenciar, o la unidad de lo diferente. Mas esta unidad es igualmente, como hemos visto, su repelerse de sí misma, y este concepto se escinde en la oposición de la autoconciencia y de la vida: aquélla, la unidad para la cual es la unidad infinita de las diferencias; mientras que ésta es sólo esa unidad misma, de manera que la unidad no es a la vez para sí misma. Tanto, pues, como se sostiene en sí misma y es autónoma la conciencia, se sostiene en sí mismo y es autónomo, en sí, su objeto. Por eso, la autoconciencia, que es para sí sin más, y marca a su objeto inmediatamente con el carácter de lo negativo, o que es primeramente deseo, hará, más bien, la experiencia de la autonomía del objeto, descubrirá que éste se sostiene por sí mismo.
Conversations in Washington
[168] [168]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition For its part, the object, which for self-consciousness is the negative, has likewise for us, or in itself, returned into itself, just as consciousness, for its part, has done the same. Through this reflective turn into itself, the object has become life. What self-consciousness distinguishes from itself as existing also has in it, in as much as it is posited as existing, not merely the modes of sensuous-certainty and perception. Rather, it is being reflected into itself, and the object of immediate desire is what is living,4ein Lebendiges for the in-itself, or the universal result of the relations between the understanding and the inner of things, is the differentiating of that which is not to be distinguished, or it is the unity of what is differentiated. However, this unity is, as we saw, just as much its repelling itself from itself, and this concept estranges itself into the opposition between self-consciousness and life. The former is the unity for which the infinite unity of differences is, but the latter is only this unity itself such that this unity is not at the same time for itself. As self-sufficient as consciousness is, its object is in-itself just as self-sufficient. Self-consciousness, which is utterly for itself and which immediately marks its object with the character of the negative, or is initially desire, will instead thus learn from experience about this object’s self-sufficiency.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
EN CONSTRVCCION