Gespräche in der Dämmerung 00058
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Prefacio (Prólogo) [Vorrede]
[Lo que se exige para estudiar filosofía; pensamiento concipiente, el pensamiento dándose conceptualmente cobro a sí mismo]
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Gespräche in Jena
[58] Worauf es deswegen bei dem Studium der Wissenschaft ankommt, ist, die Anstrengung des Begriffs auf sich zu nehmen. Sie erfordert die Aufmerksamkeit auf ihn als solchen, auf die einfachen Bestimmungen, z.B. des Ansichseins, des Fürsichseins, der Sichselbstgleichheit usf.; denn diese sind solche reine Selbstbewegungen, die man Seelen nennen könnte, wenn nicht ihr Begriff etwas Höheres bezeichnete als diese. Der Gewohnheit, an Vorstellungen fortzulaufen, ist die Unterbrechung derselben durch den Begriff ebenso lästig als dem formalen Denken, das in unwirklichen Gedanken hin und her räsoniert. Jene Gewohnheit ist ein materielles Denken zu nennen, ein zufälliges Bewußtsein, das in den Stoff nur versenkt ist, welchem es daher sauer ankommt, aus der Materie zugleich sein Selbst rein herauszuheben und bei sich zu sein. Das andere, das Räsonieren hingegen ist die Freiheit von dem Inhalt und die Eitelkeit über ihn; ihr wird die Anstrengung zugemutet, diese Freiheit aufzugeben und, statt das willkürlich bewegende Prinzip des Inhalts zu sein, diese Freiheit in ihn zu versenken, ihn durch seine eigene Natur, d.h. durch das Selbst als das seinige, sich bewegen zu lassen und diese Bewegung zu betrachten. Sich des eigenen Einfallens in den immanenten Rhythmus der Begriffe entschlagen, in ihn nicht durch die Willkür und sonst erworbene Weisheit eingreifen, diese Enthaltsamkeit ist selbst ein wesentliches Moment der Aufmerksamkeit auf den Begriff.
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[Lo que se exige para estudiar filosofía; pensamiento concipiente, el pensamiento dándose conceptualmente cobro a sí mismo]
[58] Por tanto, de lo que se trata en el estudio de la ciencia [es decir, en una carrera o Studium de filosofía, que tiene por objeto el saber en el sentido indicado] es de tomar uno a su cargo el esfuerzo del concepto. Ese esfuerzo exige la atención al concepto como tal, a las determinaciones simples, por ejemplo, a la determinación del ser-en-sí, del ser-para-sí, de la igualdad consigo mismo, etc.: pues estas determinaciones puras constituyen tales automovimientos puros, que muy bien se les podría llamar [aristotélicamente] almas, si no resultase que su propio concepto designa algo más alto que almas. Al hábito de discurrir mediante representaciones y en el medio de ellas, la interrupción de esas representaciones por el concepto le resulta algo tan molesto como [molesto resulta el concepto] al pensamiento formal que anda montando razonamientos de acá para allá en el medio de pensamientos o nociones [Gedanken] irreales. A ese hábito [al hábito de discurrir mediante representaciones] habría que llamarlo un pensamiento material, una conciencia contingente que no hace sino permanecer sumida en su materia [o que no consiste sino en permanecer sumida en su materia] y a la que, por tanto, le resulta duro e ingrato levantar a la vez puramente su self de esa materia y permanecer cabe sí misma. Y lo segundo [es decir, el razonar de acá para allá mediante pensamientos irreales] representa, en cambio, la libertad respecto a todo contenido y la superficialidad y ligereza y vanidad en lo que respecta a él; a esta ligereza se le exige el esfuerzo de abandonar tal libertad, y en lugar de que esa libertad sea el principio arbitrariamente motor del contenido, lo que se le exige es sumir esa libertad en el contenido, dejar que ese contenido se mueva por su propia naturaleza, es decir, dejar que ese contenido se mueva a través del self como self de ese contenido, y entonces pasar a considerar y a analizar ese movimiento. El desembarazarse de las propias ocurrencias entrando en el ritmo inmanente de los conceptos, el injerirse e intervenir en él, pero no mediante arbitrariedad ni mediante sabiduría adquirida vaya usted a saber cómo, esta contención [este dejar ser] es él mismo un momento esencial del tipo de atención que el concepto exige que se le preste.
Conversaciones en Madrid
[58] Por eso, de lo que se trata en el estudio de la ciencia es de tomar sobre sí el esfuerzo tenso del concepto. Ese esfuerzo requiere que la atención se fije en el concepto como tal, en las determinaciones simples. por ejemplo, del ser-en-sí, del ser-para-sí, de la seipseigualdad, etcétera; pues éstos automovimientos puros tales que se les podría llamar almas, si no fuera porque su concepto designa algo más elevado que éstas. A la costumbre de seguir de corrido las representaciones, el que el concepto las interrumpa le resulta tan molesto como al pensar formalista que anda raciocinando de acá para allá en pensamientos irreales. A esa costumbre se la debe denominar un pensar material, una conciencia contingente que tan sólo está hundida en la materia, y a la cual, por ello, le resulta demasiado enojoso entresacar limpiamente a su sí-mismo desde la materia y estar, al mismo tiempo, cabe sí. Lo otro, el raciocinar, por el contrario, es la libertad respecto al contenido, y la vanidad de creerse por encima de él; lo que ella se le requiere es el esfuerzo tenso de renunciar a esa libertad, y que, en lugar de ser el principio que mueve arbitrariamente el contenido, hunda en éste esa libertad, que le deje moverse por su propia naturaleza, es decir, por el sí-mismo como lo suyo, y que contemple este movimiento. Abstenerse de injerir con incursiones propias en el ritmo inmanente de los conceptos, no inmiscuirse en él por el propio arbitrio o por alguna sabiduría adquirida de cualquier otro modo, esta contención es, por sí misma, un momento esencial de la atención al concepto.
Conversaciones en el Atrium
[58] [58]1We kept the numeration given by the editor in the printed edition What thus matters to the study of science is that one take the rigorous exertion of the concept upon oneself. This requires concentrated attention to the concept as such, to simple determinations, such as, for example, being-in-itself, being-for-itself, self-equality, and so on, for these are pure self-movements of the kind that one might even call souls were it not that their concept denotes something higher than that. The habit of marking progress in representational thought finds interruption by the concept irksome; likewise, so does formal thinking in the way it employs non-actual thoughts to argue cleverly for this or that thing. That habit should be called materialized thinking, a contingent consciousness which is sunken into what is material and which at the same time finds it exceedingly difficult to lift itsown self out of this matter and to be at one with itself. In contrast, only clever argumentation amounts to freedom from content and to the vanity that stands above all content. This vanity is expected to make the effort to give up this freedom, and, instead of being the arbitrary principle moving the content, it is supposed to let this freedom descend into the content and move itself by its own nature, which is to say, to let it move itself by means of the self as its own self and then to observe this movement. This refusal both to insert one’s own views into the immanent rhythm of the concept and to interfere arbitrarily with that rhythm by means of wisdom acquired elsewhere, or this abstinence, are all themselves an essential moment of attentiveness to the concept.
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Es importante recordar la influencia de Aristóteles en las comparaciones a esos «automovimientos puros». Debo a mi compañero de tertulia −Hadrianus− la atención a la imágen de la «mano» en el De anima de Aristóteles. La mano, como la propia Conciecia, no se puede aprehender a sí misma.
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