Gespräche in der Dämmerung 00001

Vorrede / Prefacio (Prólogo)

 

[Del conocimiento científico]

Gespräche in Jena

[1] Eine Erklärung, wie sie einer Schrift in einer Vorrede nach der Gewohnheit vorausgeschickt wird – über den Zweck, den der Verfasser sich in ihr vorgesetzt, sowie über die Veranlassungen und das Verhältnis, worin er sie zu anderen früheren oder gleichzeitigen Behandlungen desselben Gegenstandes zu stehen glaubt –, scheint bei einer philosophischen Schrift nicht nur überflüssig, sondern um der Natur der Sache willen sogar unpassend und zweckwidrig zu sein. Denn wie und was von Philosophie in einer Vorrede zu sagen schicklich wäre – etwa eine historische Angabe der Tendenz und des Standpunkts, des allgemeinen Inhalts und der Resultate, eine Verbindung von hin und her sprechenden Behauptungen und Versicherungen über das Wahre –, kann nicht für die Art und Weise gelten, in der die philosophische Wahrheit darzustellen sei. Auch weil die Philosophie wesentlich im Elemente der Allgemeinheit ist, die das Besondere in sich schließt, so findet bei ihr mehr als bei anderen Wissenschaften der Schein statt, als ob in dem Zwecke oder den letzten Resultaten die Sache selbst und sogar in ihrem vollkommenen Wesen ausgedrückt wäre, gegen welches die Ausführung eigentlich das Unwesentliche sei. In der allgemeinen Vorstellung hingegen, was z.B. Anatomie sei, etwa die Kenntnis der Teile des Körpers nach ihrem unlebendigen Dasein betrachtet, ist man überzeugt, die Sache selbst, den Inhalt dieser Wissenschaft, noch nicht zu besitzen, sondern außerdem um das Besondere sich bemühen zu müssen. – Ferner pflegt bei einem solchen Aggregate von Kenntnissen, das den Namen Wissenschaft nicht mit Recht führt, eine Konversation über Zweck und dergleichen Allgemeinheiten nicht von der historischen und begrifflosen Weise verschieden zu sein, in der auch [11] von dem Inhalte selbst, diesen Nerven, Muskeln usf., gesprochen wird. Bei der Philosophie hingegen würde die Ungleichheit entstehen, daß von einer solchen Weise Gebrauch gemacht und diese doch von ihr selbst als unfähig, die Wahrheit zu fassen, aufgezeigt würde.

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Conversaciones en Valencia

[Del conocimiento científico]

[1] Una explicación, tal como es costumbre darla en el prefacio de un libro sobre el fin que el autor se propone en él, así como sobre los motivos y sobre la relación que el autor cree que ese libro guarda con otras formas anteriores o contemporáneas de tratar ese mismo objeto, no sólo parece superflua cuando se trata de un libro de filosofía, sino que a causa de la naturaleza de la cosa parece incluso inadecuada y contraproducente. Pues lo que en un prefacio fuese pertinente decir acerca de la filosofía, como por ejemplo el contar en qué corriente se sitúan el libro y el punto de vista que en él se adopta, o el explicar cuál es su contenido en general y cuáles sus resultados, lo que no sería sino un trabar afirmaciones o aseveraciones acerca de lo verdadero, que hablarían desde este o aquel lugar, eso, digo, no podría considerarse el modo y manera como hay que exponer la verdad filosófica.—Y también porque la filosofía esencialmente se mueve en el elemento de la universalidad, la cual encierra en sí lo particular, se produce en ella mucho más que en otras ciencias la apariencia de que en el fin [que el autor se propone] o en los últimos resultados estuviese expresada la cosa misma o incluso la cosa misma en su ser perfecto [es decir, en lo que ella perfectamente es, en su esencia completa], y que frente a ello el desarrollo conducente a esos resultados propiamente no sería sino lo inesencial. En cambio, en la representación que generalmente se tiene acerca, por ejemplo, de qué sea la anatomía, que se supone ser el conocimiento de las partes del cuerpo consideradas éstas conforme a su existencia inanimada, se está convencido de no estar en posesión de la cosa misma, es decir, de no estar en posesión del resultado de esta ciencia al menos todavía, sino de haberse de esforzar uno aún acerca de lo particular. Además, en tal agregado de conocimientos [que constituyen la anatomfa], al que no debe darse el nombre de ciencia, una conversación sobre el fin y sobre generalidades de ese tipo no se distingue [no se distinguiría] mucho de la forma narrativa y carente de concepto en que se habla del contenido mismo, es decir, de esos nervios, de esos músculos, etc. [no se distinguiría mucho del aspecto que la exposición del contenido de la anatomía ofrece ya de por sí]. En filosofia, en cambio, surgida la desigualdad de que, si se hiciese uso de esa forma de proceder, esa forma de proceder, desde sí misma, acabarla mostrándose incapaz de aprehender la verdad.

Algunas aclaraciones

XX1X = Este epígrafe [«Del conocimiento científico»], lo mismo que la mayor parte de los que siguen en este Prefacio, es del autor. Pero en la edición original ni éste ni los demás epígrafes del autor figuran en el texto del Prefacio, que es un texto sin cortes y todo de corrido. En la edición original estos epígrafes sólo figuran en el índice de contenidos como indicaciones de contenido con señalamiento de página. Ésa es la razón de que en la presente versión castellana figuren entre corchetes, al igual que todo lo demás que no está en el texto original, como se ha dicho en la Introducción del traductor. La razón por la que los he introducido en el texto es porque sin duda facilitan su lectura. Con el fin asimismo de facilitar la lectura del texto, que de otro modo se volvería en ocasiones quizá más desesperante de lo que ya es, el traductor ha introducido otros epígrafes aparte de los del autor. En el índice detallado de contenidos de la presente versión castellana los epígrafes del autor están sin corchetes, mientras que los introducidos por el traductor están entre corchetes. En la versión original el autor pone en el índice de materías esta clase de epígrafes sólo para el Prefacio y para la sección A del cap. V, Por tanto, en la presente versión castellana todos los epígrafes entre corchetes de los capítulos I, II, III, IV, V (secciones B y C), VI, VII y VIII son del traductor, como, por lo demás, se avisa en nota a pie de página al comienzo de cada uno de esos capítulos. Algunas de las mejores ediciones alemanas de la primera mitad del siglo XX contienen a lo largo del texto un minucioso sistema de esta clase de epígrafes. Hoy en las ediciones alemanas se tiende a volver a la pureza y desnudez de la edición original. Las vueltas a la pureza del texto original pueden en muchas ocasiones ser muy útiles para la lectura y la comprensión de un libro. Pero (por lo menos en la versión a una lengua extraña) no creo que sea útil la vuelta a esa desafiante, inmisericorde y apresurada desnudez del original de la Fenomenología del espíritu, que deja al lector solo y abandonado durante largos trechos sin ofrecerle ningúm lugar de parada ni darle la menor indicación de por dónde anda. Ello resultaba tanto más grave cuanto que en no pocos casos las prisas llevaron a Hegel a dejar el texto con una puntuación que a veces es muy deficiente, y que apenas quedó remediada en la corrección de pruebas mediante el recurso al «punto y guión»: Como verá el lector, muchas veces el eplgrafe no puede introducirse en el lugar adecuado porque no hay punto y aparte, y hay que introducirlo antes o después del lugar donde propiamente correspondería. Los epígrafes introducidos por el traductor tienen la finalidad o bien simplemente de fragmentar el texto señalando los cambios de tema, o bien de ofrecer a la vez una vaga orientación de en dónde se está. Están construidos por lo general con alguna frase del propio original que es especialmente indicativa del contenido del pasaje al que pertenece, o contienen alguna otra referencia que facilita la comprensión del contenido del pasaje que sigue.

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Conversaciones en Madrid

[1] Una explicación como las que es uso anteponer a un escrito en su prólogo —sobre los fines que el autor se propone, así como los motivos y la relación en que crea estar con otros tratados, anteriores o coétaneos, acerca del mismo tema— parece, en el caso de un escrito filosófico, no sólo superflua, sino, por la naturaleza del asunto, inapropiada y hasta contraproducente. Pues lo que fuera pertinente decir acerca de la filosofía en un prólogo, y el modo de decirlo —cosas tales como indicaciones eruditas acerca de la tendencia y de la posición propias, del contenido general y los resultados, o la conexión con otras afirmaciones y aseveraciones que, a favor o en contra, se hagan en contra de lo verdadero— no puede valer para la manera en que se haya de exponer la verdad filosófica.—Además, como el elemento de la filosofía es esencialmente la universalidad que encierra dentro de sí lo particular, tiene lugar en su caso, mucho más que en el de otras ciencias, la apariencia de que en la meta o en los últimos resultados quedara ya expresada la cosa misma, incluso en la perfección de su ser, frente a lo cual el proceso de ejecución sería, propiamente, lo inesencial. En cambio, en la representación general de lo que sea, verbigracia, la anatomía, en tanto que conocimientos de las partes del cuerpo consideradas en su existencia no viva, se está convencido de no poseer todavía la cosa misma, el contenido de esta ciencia, sino de tener que esforzarse aún por alcanzar lo particular.—Aún más, cuando se trata de semejante agregado de conocimientos, que no lleva legítimamente el nombre de ciencia, la conversación sobre el propósito y generalidades de estilo no es distinta XX1X1En S., «Aún más, […], no suele ser distinta». Hegel empezó a revisar el libro poco antes de su muerte, con vistas a una segunda edición. Sus correcciones, manuscritas sobre su propio ejemplar, sólo llegan hasta la página 37 del prólogo. Estas correcciones se incorporaron al texto en la edición de J. Schulze de 1832, y se han mantenido en todas las ediciones posteriores, salvo en la última de Bonsiepen y Heede, que sigo aquí. Con ellos, me atengo al texto de la primera edición, y señalo en nota a pie de página, con la indicación de S., las variantes y correcciones; pero, tratándose de una traducción, sólo lo hago con aquellas que, por no ser meramente ortográficas o de puntuación, pueden ser más significativas para el contenido del texto. de la manera erudita y sin concepto en que XX2X2S: «en que también». se habla del contenido mismo, de estos nervios, de esos músculos, etc. En cambio, cuando se trata de filosofía, surgiría la desigualdad de que se haría uso de esa manera, de la cual ella misma haría patente que no es apta para captar la verdad.

Algunas aclaraciones

XX1X = En S., «Aún más, […], no suele ser distinta». Hegel empezó a revisar el libro poco antes de su muerte, con vistas a una segunda edición. Sus correcciones, manuscritas sobre su propio ejemplar, sólo llegan hasta la página 37 del prólogo. Estas correcciones se incorporaron al texto en la edición de J. Schulze de 1832, y se han mantenido en todas las ediciones posteriores, salvo en la última de Bonsiepen y Heede, que sigo aquí. Con ellos, me atengo al texto de la primera edición, y señalo en nota a pie de página, con la indicación de S., las variantes y correcciones; pero, tratándose de una traducción, sólo lo hago con aquellas que, por no ser meramente ortográficas o de puntuación, pueden ser más significativas para el contenido del texto.

XX2X = S: «en que también».

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Conversations in Washington

Preface

[1] [1]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition In the preface to a philosophical work, it is customary for the author to give an explanation – namely, an explanation of his purpose in writing the book, his motivations behind it, and the relations it bears to other previous or contemporary treatments of the same topics – but for a philosophical work, this seems not only superfluous, but in light of the nature of the subject matter X1X, even inappropriate and counterproductive. For whatever it might be suitable to say about philosophy in a preface – for instance, to give some historical instruction about the biases and the standpoint of the text, or some talk about the general content and the results together with a set of scattered assertions and assurances about the truth – none of these can count as the way to present philosophical truth. – Moreover, because philosophy essentially is in the element X2X of universality, which encompasses the particular within itself, it might seem that even more so than in the other sciences, in philosophy what is indeed salient about its subject matter,4die Sache selbst even its perfect essence, would be expressed in the goal of the work and in its final results, and that the way the project is in fact carried out would be what is inessential. In contrast, if a person were to have only a general notion5Vorstellung. Vide infra Some clarifications X3X. of, for example, anatomy, or, to put it roughly, if he were to have an acquaintance with the parts of the body taken in accordance with their lifeless existence, nobody would thereby think that he has come into full possession of the salient subject matter of that science, which is to say, its content. One would think that in addition he would have to go to the trouble to pay attention to the particularities of the science. – Furthermore, that kind of an aggregation of little bits and pieces of information has no real right to be called science, and a conversation about its purpose and other such generalities would be in no way distinct from the ordinary historical and uncomprehending way in which the content, or these nerves and muscles, and so forth, is itself discussed. In the case of philosophy, on the other hand, this would give rise to the following incongruity, namely, that if philosophy were indeed to make use of such a method, then it would have shown itself to be incapable of grasping the truth X4X.

Some clarifications

X1X

der Natur der Sache. Sache translates “thing”, “matter”. In contrast to Ding, ‘thing’, which Hegel uses in chapter II for the ‘thing’ that has ‘properties’ and is the object of ‘perception’. Sache means ‘thing’, but also ‘affair, business, (subject-)matter’. While Ding is often pejorative, in Hegel’s usage Sache carries a suggestion of the thing ‘at stake/issue’, as does ‘thing’ in such expressions as ‘The thing is…’, ‘That’s just the thing (for…)’, ‘do one’s own thing’, ‘make a thing of it’, ‘have a thing about…’.

X2X

Hegel invariably uses the word Element in the sense of a ‘milieu’ or ‘environment’ (as in being ‘in your element’), not in the sense of a simple principle or constituent.

X3X

Vorstellung, in this case ‘notion’ when Hegel uses the word informally, and not in his technical sense of ‘representation’ in contrast to ‘thought’, ‘concept’, etc.

X4X

Hegel objects to two main features of the customary preface, its inclusion of material irrelevant to the philosophical work itself (the Thing)—such as the author’s reasons for writing it—and its tendency to summarize the main conclusions of the work, while omitting the systematic argumentation and the elaboration of details.

 

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Conversaciones en el Atrium

Incipiunt notanda, quae Hadrianus Muratellensis excogitavit.

Schreiben Sie eine Einleitung für meine letzte Einleitung?

Una explicación … no sólo parece superflua cuando se trata de un libro de filosofía, sino que a causa de la naturaleza de la cosa parece incluso inadecuada y contraproducente. El primer objetivo de los dardos irónicos de Hegel es Fichte, el eterno escritor de prólogos e introducciones a su Doctrina de la ciencia (no solo en Jena: cuando llegue a Berlín tras la acusación de ateísmo y hasta su muerte seguirá escribiendo introducciones a la Wissenschaftslehre). La idea central aquí es que los resultados (Resultate) de una «ciencia» no pueden separarse del proceso mediante el cual se alcanzan (Ausführung, «proceso de ejecución»). Hegel nos presenta, por tanto, el contraste entre la conciencia ordinaria y el pensamiento sistemático, los dos polos que van a unirse en su libro. El prólogo es aquel instrumento utilizado por pensadores y escritores en general para pasar desde el desorden de la conciencia cotidiana al orden del sistema y Hegel lo está utilizando para mostrar el problema que encierran para las obras de filosofía. La reflexión filosófica es algo absolutamente distinto de una mera acumulación de tesis, de la erudición (doxográfica o historiográfica) y de la narración.

EN CONSTRVCCION

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