Gespräche in der Dämmerung 00726

Parte de:

C. (CC.) La Religión [C. (CC.) Die Religion] / Cap. VII: La religión [VII. Die Religion] / B. La religión-arte o religión del arte [B. Die Kunstreligion] / b. La obra de arte viva [b. Das lebendige Kunstwerk]

 

[Bacantes y corporalidad olímpica; la unilateralidad de ambas exposiciones; el lenguaje como elemento en que la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interior; contenido claro del lenguaje como superación del elemento báquico; contenido universal del lenguaje como herencia de la bella corporalidad olímpica]

Gespräche in Jena

[726] In den beiden Darstellungen, die soeben vorkamen, ist die Einheit des Selbstbewußtseins und des geistigen Wesens vorhanden; es fehlt ihnen aber noch ihr Gleichgewicht. In der bacchischen Begeisterung ist das Selbst außer sich, in der schönen Körperlichkeit aber das geistige Wesen. Jene Dumpfheit des Bewußtseins und ihr wildes Stammeln muß in das klare Dasein der letzteren und die geistlose Klarheit der letzteren in die Innerlichkeit der ersteren aufgenommen werden. Das vollkommene Element, worin die Innerlichkeit [528] ebenso äußerlich als die Äußerlichkeit innerlich ist, ist wieder die Sprache, aber weder die in ihrem Inhalte ganz zufällige und einzelne des Orakels, noch die empfindende und nur den einzelnen Gott preisende Hymne, noch das inhaltslose Stammeln der bacchischen Raserei. Sondern sie hat ihren klaren und allgemeinen Inhalt gewonnen, – ihren klaren Inhalt, denn der Künstler hat sich aus der ersten ganz substantiellen Begeisterung heraus zur Gestalt gearbeitet, die eigenes, in allen seinen Regungen von der selbstbewußten Seele durchdrungenes und mitlebendes Dasein ist, – ihren allgemeinen Inhalt, denn in diesem Feste, das die Ehre des Menschen ist, verschwindet die Einseitigkeit der Bildsäulen, die nur einen Nationalgeist, einen bestimmten Charakter der Göttlichkeit enthalten. Der schöne Fechter ist zwar die Ehre seines besonderen Volkes, aber er ist eine körperliche Einzelheit, worin die Ausführlichkeit und Ernst der Bedeutung und der innere Charakter des Geistes, der das besondere Leben, Anliegen, Bedürfnisse und Sitten seines Volkes trägt, untergegangen ist. In dieser Entäußerung zur völligen Körperlichkeit hat der Geist die besonderen Eindrücke und Anklänge der Natur abgelegt, die er als der wirkliche Geist des Volks in sich schloß. Sein Volk ist sich daher nicht mehr seiner Besonderheit in ihm, sondern vielmehr der Ablegung derselben und der Allgemeinheit seines menschlichen Daseins bewußt.

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Conversaciones en Valencia

[Bacantes y corporalidad olímpica; la unilateralidad de ambas exposiciones; el lenguaje como elemento en que la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interior; contenido claro del lenguaje como superación del elemento báquico; contenido universal del lenguaje como herencia de la bella corporalidad olímpica]

[726]1Epígrafe: Bacantes y corporalidad olímpica; la unilateralidad de ambas exposiciones; el lenguaje como elemento en que la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interior; contenido claro del lenguaje como superación del elemento báquico; contenido universal del lenguaje como herencia de la bella corporalidad olímpica. En las dos exposiciones que nos acaban de aparecer [la de las bacantes y la del participante en los juegos] están presentes la unidad de la autoconciencia y el ser espiritual, pero les falta todavía su equilibrio [el equilibrio de esa unidad]. En el entusiasmo báquico el self está fuera de sí, y en la bella corporalidad lo que está fuera de sí es el ser [Wesen] espiritual. Aquella autooscuridad de la conciencia y el salvaje balbucear de aquella oscuridad tienen que ser asumidos en la clara existencia de la segunda [de la bella corporalidad], y la claridad carente de espíritu, que caracteriza a la segunda [a la bella corporalidad], tiene que ser asumida en la interioridad de la primera [del delirio báquico]. El elemento perfecto en el que la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interior es de nuevo el lenguaje, pero no el lenguaje enteramente contingente en su contenido y enteramente particular del oráculo, ni tampoco el de la sensitividad de un himno que sólo es en alabanza de un dios particular [que es sólo en alabanza de este o aquel dios], ni tampoco el del balbuceo sin contenido que caracteriza al furor báquico. Sino que ese lenguaje ha cobrado su contenido claro y su contenido universal; [ha cobrado] su contenido claro, pues el artista arrancándose de aquel su primer entusiasmo enteramente sustancial [que consistía no más que en ser y en sustancia], ha logrado trabajarse, elaborarse y darse una forma que es existencia propia, traspasada por el alma autoconsciente en todas sus mociones y excitaciones, y que, por tanto, es una existencia que co-vive ella esa vida; y [en el lenguaje ha cobrado] su contenido universal, porque en esta fiesta que es en honor y gloria del hombre, desaparece la unilateralidad de las estatuas, que sólo contienen un espíritu nacional, un determinado carácter de la divinidad. El hermoso luchador, el bello atleta, constituye, ciertamente, el honor y la gloria de su pueblo particular [de su particular ciudad], pero él no es ya sino una individualidad corporal, en la que se ha perdido el detalle y seriedad de ese significado particular [es decir, en la que ese significado particular pierde importancia], y [en la que se ha perdido] el carácter interior [innerer Charakter] del espíritu, que es el portador de la vida particular, de los asuntos, necesidades y costumbres de su pueblo [o de su ciudad]. En este extrañamiento, en esta enajenación, que lo convierte totalmente en corporalidad [en exterioridad], el espíritu aparece desprovisto de [el espíritu ha depuesto] aquellas particularidades, marcas, impresiones, huellas y resonancias de la naturaleza que él incluía en sí como espíritu real del pueblo. En él [en el atleta], por tanto, su pueblo ya no es consciente de su particularidad, sino más bien de haberse desprendido de ella y [es consciente] de la universalidad de su existencia humana.

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Conversaciones en Madrid

[726] En las dos exposiciones que acabamos de ver se halla presente la unidad de la autoconciencia y la esencia espiritual, pero les falta todavía alcanzar su equilibro. En el entusiasmo báquico, el sí-mismo está fuera de sí, mientras que en la corporalidad bella lo está la esencia espiritual. Aquel abotargamiento de la conciencia y su salvaje balbuceo tienen que ser acogidos en la existencia clara de la última, y la claridad sin espíritu de ésta tiene que serlo en la interioridad de la primera. El elemento perfecto en el que la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interior vuelve a ser el lenguaje, pero no el del oráculo, totalmente contingente y singular en sus contenidos, ni el himno sintiente y que sólo alaba al dios singular, ni el balbuceo sin contenido del furor báquico. Sino que ha ganado su contenido claro y universal: su contenido claro, pues el artista ha salido por su trabajo del primer entusiasmo, totalmente substancial, para llegar a la figura, que es existencia propia en todos sus agitaciones, penetrada por el alma autoconsciente y viviendo con ella; su contenido universal, pues en esta fiesta que es el honor del hombre desaparece el carácter unilateral de las estatuas, que no tienen por contenido más que un espíritu nacional, un carácter determinado de la divinidad. El bello luchador es, ciertamente, el honor de su pueblo particular, pero es una singularidad corporal en donde han sucumbido la gravedad y la meticulosidad del significado, así como el carácter interno del espíritu que soporta la vida particular de su pueblo, sus asuntos, necesidades y costumbres. Al despojarse de esto para exteriorizarse en plena corporalidad, el espíritu se ha desprendido de las impresiones y sonidos particulares de la naturaleza, a la que él guardaba dentro de sí como espíritu efectivo del pueblo. Por eso, su pueblo no es ya consciente de su particularidad dentro de él, sino, más bien, de haberse desprendido de ella y es consciente de la universalidad de su existencia humana.

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Conversations in Washington

[726] [726]2We kept the numeration given by the editor in the printed edition In the two portrayals that have just come before us, the unity of self-consciousness and spiritual essence are both present. What is still lacking in them is any equilibrium. In bacchanalian enthusiasm, the self is external to itself,3außer sich; or, “beside itself” but in beautiful embodiment, it is the spiritual essence. That former dullness of consciousness together with its furious stammering must be incorporated into the clear existence of the latter embodiment, and the spiritless clarity of the latter embodiment must be incorporated into the inwardness of the former bacchanalian enthusiasm. The completed element within which inwardness is external just as externality is likewise inward is, again, language; however, it is neither the language of the oracle, which is entirely contingent and singular in its content, nor is it the hymn of feeling sung only in praise of a singular god; nor is it the contentless stammer of the bacchanalian frenzy. Rather, it has attained its clear and universal content. It has attained its clear content, for the artist has worked himself out of his initial, entirely substantial enthusiasm into a definite shape, into his own existence which is permeated and given over in all its emotional stirrings by the self-conscious soul. – It has attained its universal content, for in this festival, which is to the honor of man, the one-sidedness of the statuary columns vanishes, those statues which only contained a single national spirit, a determinate character of divinity. The beautiful fencer is indeed the honor of his particular people, but he is an embodied singular individual in which the comprehensiveness and seriousness of meaning, along with the inner character of the spirit which underlies the particular life, interests, needs, and mores of his people, has met its downfall. In this self-relinquishing into complete embodiment, spirit has cast off the particular impressions and echoes of nature, which, as the actual spirit of the people, it encompassed within itself. Its people thus are, to themselves, no longer conscious of their particularity in that spirit, but rather, are instead conscious of casting off this particularity and of the universality of their human existence.

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Conversaciones en el Atrium

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