Gespräche in der Dämmerung 00712
Parte de:
C. (CC.) La religión [C. (CC.) Die Religion] / Cap. VII: La religión [VII. Die Religion] / B. La religión-arte o religión del arte [B. Die Kunstreligion] / a. La obra de arte abstracta [a. Das abstrakte Kunstwerk]
[El lenguaje, el himno y el oráculo]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[712] Das weitergebildete Selbst, das sich zum Fürsichsein erhebt, ist über das reine Pathos der Substanz, über die Gegenständlichkeit [519] des aufgehenden Lichtwesens Meister und weiß jene Einfachheit der Wahrheit als das Ansichseiende, das nicht die Form des zufälligen Daseins durch eine fremde Sprache hat, sondern als das sichere und ungeschriebene Gesetz der Götter, das ewig lebt und von dem niemand weiß, von wannen es erschien. – Wie die allgemeine Wahrheit, die vom Lichtwesen geoffenbart wurde, hier ins Innere oder Untere zurückgetreten und damit der Form der zufälligen Erscheinung enthoben ist, so ist dagegen in der Kunstreligion, weil die Gestalt des Gottes das Bewußtsein und damit die Einzelheit überhaupt angenommen hat, die eigene Sprache des Gottes, der der Geist des sittlichen Volkes ist, das Orakel, das die besonderen Angelegenheiten desselben weiß und das Nützliche darüber kundtut. Die allgemeinen Wahrheiten aber, weil sie als das Ansichseiende gewußt werden, vindiziert sich das wissende Denken, und die Sprache derselben ist ihm nicht mehr eine fremde, sondern die eigene. Wie jener Weise des Altertums, was gut und schön sei, in seinem eigenen Denken suchte, dagegen den schlechten zufälligen Inhalt des Wissens, ob es ihm gut sei, mit diesem oder jenem umzugehen, oder einem Bekannten gut, diese Reise zu machen, und dergleichen bedeutungslose Dinge, dem Dämon zu wissen überließ, ebenso holt das allgemeine Bewußtsein das Wissen vom Zufälligen von den Vögeln oder von den Bäumen oder von der gärenden Erde, deren Dampf dem Selbstbewußtsein seine Besonnenheit nimmt; denn das Zufällige ist das Unbesonnene und Fremde, und das sittliche Bewußtsein läßt sich also auch, wie durch ein Würfeln, auf eine unbesonnene und fremde Weise darüber bestimmen. Wenn der Einzelne durch seinen Verstand sich bestimmt und mit Überlegung das wählt, was ihm nützlich sei, so liegt dieser Selbstbestimmung die Bestimmtheit des besonderen Charakters zum Grunde; sie ist selbst das Zufällige, und jenes Wissen des Verstandes, was dem Einzelnen nützlich ist, daher ein ebensolches Wissen als das jener Orakel oder des Loses; nur daß der [, der] das Orakel oder Los befragt, damit [520] die sittliche Gesinnung der Gleichgültigkeit gegen das Zufällige ausdrückt, da jenes hingegen das an sich Zufällige als wesentliches Interesse seines Denkens und Wissens behandelt. Das Höhere als beide aber ist, zwar die Überlegung zum Orakel des zufälligen Tuns zu machen, aber diese überlegte Handlung selbst wegen ihrer Seite der Beziehung auf das Besondere und ihrer Nützlichkeit als etwas Zufälliges zu wissen.
Conversaciones en Valencia
[712] El self ya más formado, que se eleva al ser-para-sí, es ya dueño y señor del [queda ya por encima del] pathos puro de la sustancia, es ya señor de [y queda por encima de] la objetualidad de la luz que sale, y a aquella simplicidad de la verdad ese self la sabe como aquello que, por ser en sí, no tiene ya la forma de una existencia contingente que le viniese prestada por un lenguaje extraño [o por palabras que al self le resultasen extrañas], sino que la sabe como la ley segura [sicheres] y no escrita de los dioses, que eternamente vive, y de la que nadie sabe cómo ni dónde apareció. — Y así como la verdad universal que fuera revelada por la luz se diría que aquí [en la religión del arte o en esta forma de la religión del arte] se ha retraído al interior, al subsuelo, quedando así sustraída a la forma del fenómeno o aparición contingentes [quedando ahí como algo propio, necesario, pero que nadie sabe ni cómo surgió ni de dónde], así también resulta que, en cambio, en la religión del arte [porque la forma del dios, la Gestalt del dios ha asumido aquí la conciencia y, por tanto la individualidad [es decir, ha cobrado conciencia y con ella individualidad], resulta, digo, que en la religión del arte el lenguaje propio del dios, dios que es el espíritu del pueblo ético, ese lenguaje, es el oráculo, que sabe de los asuntos particulares de ese pueblo, y acerca de ellos manifiesta lo que conviene hacer. Y las verdades generales o universales, porque son sabidas como lo que es en sí, las vindica ahora [pasa a vindicadas ahora] el pensamiento sabiente X73X,1Vide infra Algunas aclaraciones X73X. y el lenguaje de ellas ya no le es a ese pensamiento un lenguaje extraño, sino el propio. Así como aquel sabio de la Antigüedad [Sócrates] buscaba en su propio pensamiento qué sea lo bueno y qué sea lo kalón [lo bello], y, en cambio, lo que era el contenido contingente y malo [es decir, no necesario, es decir, de rango inferior, de menos calidad] del saber, por ejemplo: si era bueno para él tratar con éste o con aquél, o era bueno para un conocido suyo hacer tal viaje, y tales cosas sin importancia, se las dejaba a su daimon para que fuera éste quien entendiese de ellas, así también el saber de lo contingente la conciencia universal se lo busca y procura ahora en los pájaros, o en los árboles, o en la tierra en ebullición, cuyos vapores privan a la autoconciencia de su equilibrio y discernimiento, pues lo contingente y casual es lo no reflectido, es lo no obtenido en la reflexión [lo no obtenido del pensarse uno las cosas], es lo extraño, y la conciencia ética, por tanto, se deja también determinar acerca de ello, no mediante la propia reflexión y discernimiento, sino en términos irreflexivos y extraños, como echando los dados. Cuando el individuo [Einzelner] se determina por su propio entendimiento y elige mediante deliberación [mediante el pensarse las cosas] aquello que le conviene, resulta que a esta autodeterminación le subyace la determinidad que representa el particular carácter de ese individuo; lo contingente resulta ser entonces esa misma determinidad [o entonces esa determinidad misma es lo contingente]; y el saber del entendimiento acerca de qué sea lo que conviene al individuo, es, por tanto, un saber que es exactamente del mismo tipo que aquél de los oráculos o el de la echada de dados; sólo que quien recurre a los oráculos o a la suerte, está expresando con ello la actitud ética [o mentalidad ética o sittliche Gesinnung] de indiferencia frente a lo contingente, mientras que, en cambio, aquel saber del entendimiento [del individuo pensándose lo que le conviene] trata lo que en sí es contingente como el interés esencial de su pensar y de su saber. Por supuesto que es superior a ambas cosas [superior a recurrir a los oráculos o a la suerte] convertir la deliberación en oráculo del hacer contingente [basar en la deliberación lo que uno vaya a hacer o no vaya a hacer], pero [como queda dicho] sabiendo a la acción así meditada y pensada (a causa de su lado de relación con lo particular y de su esencial orientación a lo útil y conveniente), sabiéndola, digo, como algo contingente.
Algunas aclaraciones
X73X = Unas líneas más arriba el autor ha hablado de «lo que es en sí» como leyes no escritas de los dioses. Ahora lo que es en sí pasa a vindicado el pensamiento sabiente. La relación entre ambas nociones de lo que es en sí, ha de entenderse, obviamente, en el sentido en que Hegel interpreta tantas veces la República de Platón como un intento (por lo demás imposible) de sustituir el ethos tradicional, que se viene abajo, por un ethos integralmente derivado del pensamiento. Una precisa explicación de ello puede encontrarla el lector en el parágrafo 552 de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas y también en el parágrafo 185 de la Filosofía del Derecho.
Conversaciones en Madrid
[712] El sí-mismo que ha seguido formándose, elevado hasta el ser-para-sí, está por encima del pathos puro de la substancia, por encima de la objetualidad del dueño y señor de la esencia luminosa que despunta en el amanecer, y sabe la simplicidad de esa verdad como lo-que-es-en-sí, que no tiene forma de estar ahí contingentemente por una lengua extranjera, sino en cuanto la ley segura y no escrita de los dioses que vive eternamente, y de la que nadie sabe cuándo apareció. — Así como la verdad universal que había sido revelada por la esencia luminosa retornaba aquí a lo interior o a lo inferior; y con ello se desprendía la forma de la aparición contingente, en cambio, en la religión del arte, puesto que la figura del dios ha adoptado la conciencia y, por ende, la singularidad como tal, la lengua propia del dios que es el espíritu del pueblo ético es el oráculo, el cual sabe de los asuntos particulares de ese pueblo, y anuncia lo más conveniente para ellos. Pero las verdades universales, por ser sabidas como lo-que-es-en-sí, las reivindica para sí el pensar que sabe, y la lengua de esas verdades ya no es extranjera para él, sino propia. Igual que aquel sabio de la Antigüedad X*1X2Probablemente, se trata de Sócrates, tal como aparece en el Teeteto. Cf. Teeteto 186 a. En cuanto al daimon, de las líneas siguientes, vid., por ejemplo, el mismo Teeteto, 151 a. buscaba en su propio pensar lo que es bueno y bello, y dejaba, en cambio, al daimon que supiera el simple contenido contingente de saber si sería bueno para él tratar con tal o cual persona, o sería bueno para un conocido emprender este viaje y otras bagatelas semejantes, del mismo modo, la conciencia universal saca su saber acerca de lo contingente de los pájaros, o de los árboles, o de la tierra humeante X*2X,3Vide infra Algunas aclaraciones X*2X. cuyos vapores le roban su prudencia a la conciencia; pues lo contingente es lo imprudente y extraño, y la conciencia ética también puede determinarse, entonces, de un modo extraño e imprudente, como si se echaran dados al aire. Cuando el individuo singular se determina por su entendimiento y elige con meditación lo que es útil para él, esta autodeterminación tiene su fundamento en la determinidad del carácter particular; ella misma es lo contingente; y aquel saber que entiende es lo que es conveniente para el individuo singular, por eso justamente es un saber tal como el de los oráculos o el de la suerte; sólo que el que pregunta al oráculo o a la suerte, expresa con ello la mentalidad ética de indiferencia frente a lo contingente, mientras que el oráculo, en cambio, trata lo contingente en sí como interés esencial de su pensar y su saber. Pero más alto que los dos saberes está, ciertamente, el convertir la meditación en oráculo de una actividad contingente, pero, a la vez, saber esa acción meditada misma, por el lado de su referencia a lo particular, y por su conveniencia, como algo contingente.
Algunas aclaraciones
X*1X
Probablemente, se trata de Sócrates, tal como aparece en el Teeteto. Cf. Teeteto 186 a. En cuanto al daimon, de las líneas siguientes, vid., por ejemplo, el mismo Teeteto, 151 a.
X*2X
Hegel se refiere a las profecías y oráculos de Dodona y de Delfos. Dodona, el oráculo por excelencia de Zeus, donde los sacerdotes interpretaban la voluntad divina por los susurros del viento entre las ramas de la encina consagrada a Zeus, o por los sueños que ésta inspiraba cuando se dormía a su lado. Los pájaros se refiere a las palomas negras que, según Heródoto, volando desde la Tebas egipcia, determinaron la localización de los oráculos en Dodona y Siwa. En Delfos, el oráculo consagrado a Apolo, y donde la Pitia, en estado de delirante, emitía sus profecías sentada sobre una grieta en la tierra por donde, según la tradición, salían vapores. De ahí la «tierra humeante» (gährende Erde), vide David Hernández de la Fuente: Oráculos griegos, Alianza, Madrid, 2008.
Conversations in Washington
[712] [712]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition The further cultured self, which raises itself to being-for-itself, stands above the pure pathos of substance, is the master craftsman5Meister above the objectivity of the rising sun of the luminous essence, and knows that simplicity of truth, as existing-in-itself, which does not possess the form of contingent existence through an alien language, but instead is as the sure and unwritten law of the gods, a law which lives eternally, and of which nobody knows whence it came. – Just as the universal truth revealed by the luminous essence has here returned into the inner, or the lower, and it has thereby been absolved from the form of contingent appearance, so in contrast in the art-religion, because the shape of the god has assumed consciousness and therewith singular individuality per se, the god’s own language, which is the spirit of an ethical people, is the oracle, who knows the particular affairs of the people and who makes known [to them] what is useful for those affairs. However, the universal truths, because they are known as existing-in-themselves, vindicate knowingly thinking,6wissende Denken and the language of the universal truths is no longer alien but is its very own. Just as that wise man of antiquity searched within his own thinking for what was supposed to be good and beautiful but then left it to his daemon to know about the petty contingent content of what he wanted to know, for example, whether it was good for him to keep company with this or that person, or good for one of his acquaintances to go on a journey, and other such insignificant things, so too the universal consciousness takes its knowing about the contingent from birds or trees or the fermenting earth, whose vapor takes away from self-consciousness all its level-headedness. For what is contingent is the impulsive, the alien, and ethical consciousness thus also lets itself, for example, with a roll of the dice, determine itself in an impulsive and alien manner concerning these things. However much the singular individual through his intellect determines himself and however much he selects what is advantageous for him through deliberation, still it is the determinateness of his particular character which is the ground of this self-determination; this determinateness is itself contingent, and that knowing supplied by his intellect about what is advantageous for the singular individual is therefore precisely the same kind of knowing as that gained from the oracle or the casting of lots. The only difference is that the person who queries the oracle or who casts lots thereby expresses the ethical disposition of indifference towards the contingent, whereas, in contrast, the former person treats what is in itself contingent as an essential interest of his thinking and knowing. However, what is higher than both is to make deliberation into the oracle itself for a contingent doing; it is also to know that this deliberate action itself is contingent on account of its relation to the particular and to what is advantageousness.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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