Gespräche in der Dämmerung 00669
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]
[Conciliación y reconciliación]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[669] Die wahre, nämlich die selbstbewußte und daseiende Ausgleichung [491] ist nach ihrer Notwendigkeit schon in dem Vorhergehenden enthalten. Das Brechen des harten Herzens und seine Erhebung zur Allgemeinheit ist dieselbe Bewegung, welche an dem Bewußtsein ausgedrückt war, das sich selbst bekannte. Die Wunden des Geistes heilen, ohne daß Narben bleiben; die Tat ist nicht das Unvergängliche, sondern wird von dem Geiste in sich zurückgenommen, und die Seite der Einzelheit, die an ihr, es sei als Absicht oder als daseiende Negativität und Schranke derselben vorhanden ist, ist das unmittelbar Verschwindende. Das verwirklichende Selbst, die Form seiner Handlung, ist nur ein Moment des Ganzen und ebenso das durch Urteil bestimmende und den Unterschied der einzelnen und allgemeinen Seite des Handelns festsetzende Wissen. Jenes Böse setzt diese Entäußerung seiner oder sich als Moment, hervorgelockt in das bekennende Dasein durch die Anschauung seiner selbst im Anderen. Diesem Anderen aber muß, wie jenem sein einseitiges, nicht anerkanntes Dasein des besonderen Fürsichseins, so ihm sein einseitiges, nicht anerkanntes Urteil brechen; und wie jenes die Macht des Geistes über seine Wirklichkeit darstellt, so dies die Macht über seinen bestimmten Begriff.
Conversaciones en Valencia
[Conciliación y reconciliación]
[669]1Epígrafe: Conciliación y reconciliación. La conciliación [Ausgleichung] X293X2Vide infra Algunas aclaraciones X293X. verdadera, es decir, la conciliación autoconsciente y que se da a sí misma existencia, está ya contenida en lo anterior, y lo está por su propia necesidad. El romperse el corazón duro [es decir, el quebrarse la dureza de corazón], y su elevación a universalidad, es [como vamos a ver a continuación] el mismo movimiento que se expresó en la conciencia o que quedó expresado en la conciencia que se confesaba a sí misma. Las heridas del espíritu se curan sin que queden cicatrices; la acción, el acto, lo hecho [That], no es lo carente de caducidad, no es lo perenne [no es lo imprescriptible], sino que queda retomado en sí por el espíritu [es decir, el espíritu sale a recogerlo, lo quita, y se lo lleva otra vez, zurücknimmt] y el lado de la particularidad que figura en ese acto, bien sea como intención, bien sea como existente negatividad y limites [Schranke] de él [el ser ese acto ése o el no haber tenido ese acto el alcance que quizá hubiera podido o debido tener], es lo inmediatamente desapareciente. El self que obra y realiza, es decir, la forma de su acción [es decir, ese su ser él la forma de su acción o su dar él forma a su acción], es sólo un momento del todo, y asimismo lo es el saber [el saber de la conciencia enjuiciadora] que con su juicio define la acción y fija la diferencia entre el lado particular y el lado universal de ella. Aquel malo [aquel self malo] pone esta enajenación de sí como momento [es decir, pone como momento la enajenación que supone la obra o realización] o se pone a sí mismo como momento, viéndose atraído a la existencia confesante, es decir, a quedar ahí en confesión, al mirarse y verse a sí mismo en el otro. Pero al igual que al primero [al enjuiciado] se le quebró la existencia unilateral y no reconocida [es decir, que no podía ser reconocida] de su ser-para-sí particular, también a este otro [al enjuiciador] se le tiene que quebrar su juicio unilateral no reconocido [es decir, que, por unilateral, tampoco puede ser reconocido]; y así como el primero expresa y representa el poder que el espíritu tiene sobre su propia realidad [pudiendo levantarla y quitarla, pudiendo cancelarla], así también este segundo representa el poder que el espíritu tiene sobre su determinado concepto o sobre su concepto determinado [es decir, su quedar por encima de lo limitado y determinado de su propio concepto] X294X.3Vide infra Algunas aclaraciones X294X.
Algunas aclaraciones
X293X
El término que emplea aquí Hegel es Ausgleichung, es decir, conciliatio, esto es, componere et transigere. Sobre estas equivalencias también son de interés las mencionadas consideraciones de J. Derrida sobre « Le siecle et le pardon » en Le Monde des Debats de diciembre de 1999, recogidas después en J. Derrida, Foi et savoir, éditions du Seuil, París, 2000.
X294X
Más allá de su determinada realidad y más allá de su concepto: el arrepentimiento y el perdón como poderes ambos del espíritu son los que restablecen una se-sabiente inocencia del devenir y, por tanto, la se-sabiente justicia de Dios, éste es un tema insistente en Hegel. Inmediatamente después de la Fenomenología del espíritu aparece desarrollado en la Philosophische Enzyklopädie für die Oberklasse (1808) de Nuremberg, parágrafo 207. Vide infra Conversaciones en el Atrium para el fragmento: Die Religion [La Religión] en la Pequeña enciclopedia de Nuremberg § 207.
Conversaciones en Madrid
[669] La igualación verdadera, a saber, la que es autoconsciente y es ahí, está ya, conforme a su necesidad, contenida en lo que antecede. El romperse el duro corazón y la elevación de éste hasta la universalidad son el mismo movimiento, que estaba expresado en la conciencia que se confesaba a sí misma. Las heridas del espíritu sanan sin que queden cicatrices; el acto no es lo imperecedero, sino que es retomado por el espíritu dentro de sí, y el lado de la singularidad, que está presente en el acto, ya sea como intención, o como negatividad existente y límite suyo, es lo que desaparece inmediatamente. El sí-mismo que realiza efectivamente, la forma de su acción, es sólo un momento del todo, e igualmente lo es el saber que determina por medio de la condena y que establece la diferencia entre los lados singular y universal del actuar. Aquella conciencia mala pone este despojamiento de sí, o a sí misma, como momento, atraída hacia la existencia que confiesa por la contemplación de sí mismo en el otro. Pero a este otro, a la conciencia que condena, igual que a aquélla se le rompía su existencia unilateral no reconocida de ser-para-sí particular, también tiene que rompérsele su condena unilateral no reconocida; e igual que aquélla presenta el poder del espíritu por encima de su realidad efectiva. Ésta presenta el poder por encima de su concepto determinado.
Conversations in Washington
[669] [669]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition The true, namely, the self-conscious and existing conciliation,5Ausgleichung is according to its necessity already contained in the preceding. The breaking of the hard heart and its elevation to universality is the same movement which was expressed in the consciousness that confessed. The wounds of the spirit heal and leave no scars behind; it is not the deed which is imperishable, but rather the deed is repossessed by spirit into itself; the aspect of singular individuality, whether present in the deed as intention or as existing negativity and limitation to the deed is what immediately vanishes. The actualizing self, the form of its action, is only a moment of the whole, and is equally the knowing which through judgment determines and assigns the difference between the singular and the universal aspects of action. The former evil consciousness posits this relinquishing of itself, or posits itself as a moment enticed into a confessional existence through the intuition of itself in an other. However, to this other, the latter consciousness, its one-sided, unrecognized judgment must break, just as to the former, its one-sided, unrecognized existence of particular being-for-itself has to break. As the former exhibits the power of spirit over its actuality, the latter exhibits the power of spirit over its determinate concept.
Conversaciones en el Atrium
Die Religion [La Religión] en la Pequeña enciclopedia de Nuremberg
Philosophische Enzyklopädie für die Oberklasse (1808) de Nuremberg, parágrafo 207
II. Die Religion
§ 207
Die Religion gibt die Darstellung des absoluten Geistes nicht bloß für Anschauung und Vorstellung, sondern auch für den Gedanken und die Erkenntnis. Ihre Hauptbestimmung ist, das Individuum zu dem Gedanken Gottes zu erheben, seine Einigkeit mit ihm hervorzubringen und es derselben zu vergewissern.
(Die Religion ist die Wahrheit, wie sie für alle Menschen ist. Das Wesen der wahrhaften Religion ist die Liebe. Sie ist wesentlich Gesinnung als Erkenntnis der Wahrheit des menschlichen Willens. Die religiöse Liebe ist nicht nur die natürliche Anhängigkeit; oder nur moralisches Wohlwollen; nicht eine unbestimmt allgemeine schwachsinnige Empfindung, sondern bewährt sich im Einzelnen mit absoluter Aufopferung. „Liebet Euch unter einander, wie ich Euch geliebt habe.“ X*1X6Joh. 13, 34-35. — Die religiöse Liebe ist die unendliche Macht über alles Endliche des Geistes, über Schlechtes, Böses, Verbrechen, auch positive Gesetze u. s. f. Christus ließ seine Jünger am Sabbath Aehren ausraufen und heilte eine kranke Hand. Die göttliche Liebe vergibt die Sünde, macht für den Geist Geschehenes ungeschehen. Der Maria Magdalena wird viel vergeben, weil sie viel geliebt hat. Die Liebe ist selbst über die Rücksichten der Moral hinaus: Maria salbt Christus, statt es den Armen zu geben und Christus billigt dies. — Das substantielle Verhältnis des Menschen zu Gott ist die Vergebung der Sünden. Der Grund der Liebe ist das Bewusstsein von Gott und seinem Wesen als der Liehe und sie daher zugleich die höchste Demut. Ich soll mir nicht die Objektivität in der Liebe sein, sondern Gott, aber in seinem Erkennen soll ich mich selbst vergessen. — Die Vergebung der Sünde ist nicht ein Zeitliches, keine Folge äußerlicher Strafe, sondern eine ewige, innere in Geist und Gemüt. Das Vernichten seiner Nichtigkeit ist die Hoheit der Liebe. — Das substantielle Verhältnis des Menschen zu Gott scheint in seiner Wahrheit ein Jenseits zu sein, aber die Liebe Gottes zum Menschen und des Menschen zu Gott hebt die Trennung des Diesseits von dem als einem Jenseits Vorgestellten auf und ist das ewige Leben.
Diese Identität wird angeschaut in Christus. Als Menschensohn ist er Gottessohn. Für den Gottmenschen ist kein Jenseits. Nicht als dieser einzelne, sondern als allgemeiner, als der wahrhafte Mensch gilt er. Die äußerliche Seite seiner Geschichte muss von der religiösen unterschieden werden. Er ist durch die Wirklichkeit, Niedrigkeit, Schmählichkeit hindurch gegangen, gestorben. Sein Schmerz war die Tiefe der Einheit der göttlichen und menschlichen Natur im Leben und Leiden. Die seligen Götter der Heiden wurden als in einem Jenseits vorgestellt; durch Christus ist die gemeine Wirklichkeit, diese Niedrigkeit, die nicht verächtlich ist, selbst geheiligt. Seine Auferstehung und Himmelfahrt sind nur für den Glauben: Stephanus sah ihn im Gesicht zur Rechten Gottes. Gottes ewiges Leben ist dies, die Rückkehr in sich. Zweifel aus Umständen, aus Einzelheiten aufzubringen, ob dies eine äußerliche Wirklichkeit, ist läppisch, erbärmlich. Es kommt dem Glauben auf das sinnliche Geschehen gar nicht an, sondern auf das, was ewig geschieht. Geschichte Gottes.
Die Versöhnung Gottes mit dem Menschen als an und für sich geschehen, nicht als ein Zufall, als eine Willkür Gottes, wird in der Kirche gewusst. Dies zu wissen, ist der heilige Geist der Gemeinde. — Das Reich Gottes ist zunächst die unsichtbare Kirche, die alle Zonen und verschiedene Religionen umfasst; dann die äußerliche Kirche. —
In der katholischen Kirche ist die Gemeinde in sich getrennt als Priester und Laien. Jene sind die Bevollmächtigten und üben Gewalt aus. Die Versöhnung mit Gott wird zum Teil äußerlich gemacht; überhaupt herrscht bei den Katholiken eine ungeistigere Wirklichkeit der Religion. — Bei den Protestanten sind die Priester nur Lehrer. Alle sind in der Gemeinde vor Gott als dem gegenwärtigen Geist der Gemeinde gleich. Die Werke als solche sind kraftlos. Auf den Glauben, auf die Gesinnung kommt es an. Das Böse wird als ein an und für sich Nichtiges gewusst. Dieser Schmerz muss den Menschen durchdringen. Er muss die Gnade Gottes, sich mit ihm trotz des Bösen, wenn er es aufgibt und aus ihm sich zurücknimmt, zu vereinen, frei ergreifen. Nur im Gemüt kommt es zur wirklichen Gemeinschaft mit Gott. In ihm verklärt sich auch die sinnliche Form der Sakramente.
II. La religión
§ 207
La religión ofrece la exposición del espíritu absoluto no simplemente para la intuición o la representación, sino también para el pensamiento y el conocimiento. Su destinación principal es la de elevar al individuo al pensamiento de Dios, la de suscitar su unión con él y darle la certeza de esa unión.
(La religión es la verdad tal como es para todos los hombres. La esencia de la verdadera religión es el amor. La religión, en cuanto siendo su esencia el amor, es esencialmente disposición interior como conocimiento de la verdad de la voluntad humana. El amor religioso no es sólo afección natural o sólo benevolencia moral, no es una sensación tonta, indeterminadamente general, sino que en el individuo particular el amor se acredita mediante el sacrificio absoluto. «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». El amor religioso es el infinito poder sobre todo lo finito del espíritu, sobre lo malo, sobre el mal, sobre el crimen, también sobre las leyes positivas, etc. Cristo permitió a sus discípulos coger espigas en sábado y curó en sábado una mano enferma. El amor divino perdona los pecados, hace que para el espíritu lo ocurrido se vuelva no ocurrido. A María Magdalena se le perdona mucho porque amó mucho. El amor está incluso por encima de las consideraciones de la moral: María perfuma a Cristo en lugar de dar el precio del perfume a los pobres y Cristo se lo aprueba. La relación sustancial del hombre con Dios es el perdón de los pecados. El fundamento y razón del amor es la conciencia de Dios y la conciencia de la esencia de Dios como consistiendo esa esencia en amor. Y el amor es, por tanto, a la vez la suprema humildad. No soy yo quien me debo ser a mí mismo la objetividad en el amor, sino Dios, y en su conocimiento debo olvidarme a mí mismo. El perdón de los pecados no es algo temporal, no es consecuencia del castigo y expiación externa, sino que es un perdón eterno, interior en el espíritu y en el ánimo. El aniquilar su nihilidad es la grandeza del amor. La relación sustancial del hombre con Dios empieza ofreciendo la apariencia de que en su verdad consiste en un más-allá, pero el amor de Dios al hombre y del hombre a Dios suprime y supera la separación entre el más-acá y lo representado como un más-allá, y es la vida eterna.
Esta identidad queda a la vista en Cristo, en Cristo se vuelve intuición. Como hijo del hombre él es hijo de Dios. Para el hombre-Dios no hay más-allá. A Cristo no hay que considerarlo como este hombre singular, sino como el hombre universal, como el verdadero hombre. El lado externo de su historia hay que distinguirlo del religioso. Tras haber pasado por la realidad, por la bajeza, por la ignominia, murió. Su dolor fue la profundidad de la unidad de la naturaleza humana y divina en la vida y en el sufrimiento. Los bienaventurados dioses de los paganos eran representados como estando en un más-allá; por medio de Cristo la realidad común, esta bajeza, que ya no es despreciable, queda incluso santificada. Su resurrección y subida al cielo son sólo para la fe. Esteban lo vio con sus ojos sentado a la diestra del Dios. La vida eterna de Dios es eso, retorno a sí. El sacar dudas de las circunstancias, de los detalles, preguntándose si todo eso fue realidad externa es ridículo, miserable. Pues a la fe no le importa en absoluto el acontecer sensible, sino aquello que acaece eternamente, historia de Dios.
La reconciliación del hombre con Dios, en cuanto acaecida en y de por sí, es decir, no como un accidente, como un capricho de Dios, es sabida en la iglesia. Saber esto es el Espíritu Santo de la comunidad. El reino de Dios es primero la iglesia invisible que comprende todas las regiones del globo y las distintas religiones; después la iglesia externa.
En la Iglesia Católica la comunidad está dividida en su interior en sacerdotes y laicos. Los primeros son los mandatarios de Dios y ejercen poder. La reconciliación con Dios se hace en parte externamente; por lo general predomina entre los católicos una realidad más bien no-espiritual de la religión. Entre los protestantes, los sacerdotes son sólo maestros. Todos son en la comunidad iguales ante Dios como siendo Dios el espíritu presente, actual de la comunidad. Las obras como tales carecen de fuerza. Lo que importa es la fe, la actitud. El mal es sabido como algo que en y de por sí es nihilidad, es nulo. El dolor acerca de tal nihilidad tiene que traspasar al hombre. El hombre tiene que asumir y aceptar libremente la gracia de Dios, tiene que unirse con él pese al mal, si el hombre abandona el mal y se recoge en sí. Sólo en la interioridad se llega a la comunidad real con Dios. Y en esa interioridad del ánimo se transfigura también la forma sensible de los sacramentos).
EN CONSTRVCCION
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