Gespräche in der Dämmerung 00666

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]

 

[La indignidad e hipocresía de la conciencia enjuiciadora]

Gespräche in Jena

[666] Dies beurteilende Bewußtsein ist hiermit selbst niederträchtig, weil es die Handlung teilt und ihre Ungleichheit mit ihr selbst hervorbringt und festhält. Es ist ferner Heuchelei, weil es solches Beurteilen nicht für eine andere Manier, böse zu sein, sondern für das rechte Bewußtsein der Handlung ausgibt, in dieser seiner Unwirklichkeit und Eitelkeit des Gut- und Besserwissens sich selbst über die heruntergemachten Taten hinaufsetzt und sein tatloses Reden für eine vortreffliche Wirklichkeit genommen wissen will. – Hierdurch also dem Handelnden, welches von ihm beurteilt wird, sich gleich machend, wird es von diesem als dasselbe mit ihm erkannt. Dieses findet sich von jenem nicht nur aufgefaßt als ein Fremdes und mit ihm Ungleiches, sondern vielmehr jenes nach dessen eigener Beschaffenheit mit ihm gleich. Diese Gleichheit anschauend und sie aussprechend, gesteht es sich [489] ihm ein und erwartet ebenso, daß das Andere, wie es sich in der Tat ihm gleichgestellt hat, so auch seine Rede erwidern, in ihr seine Gleichheit aussprechen und [somit] das anerkennende Dasein eintreten werde. Sein Geständnis ist nicht eine Erniedrigung, Demütigung, Wegwerfung im Verhältnisse gegen das Ändere; denn dieses Aussprechen ist nicht das einseitige, wodurch es seine Ungleichheit mit ihm setzte, sondern allein um der Anschauung der Gleichheit des Anderen willen mit ihm spricht es sich, es spricht ihre Gleichheit von seiner Seite in seinem Geständnisse aus und spricht sie darum aus, weil die Sprache das Dasein des Geistes als unmittelbaren Selbsts ist; es erwartet also, daß das Andere das Seinige zu diesem Dasein beitrage.

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Conversaciones en Valencia

[La indignidad e hipocresía de la conciencia enjuiciadora]

[666]1Epígrafe: La indignidad e hipocresía de la conciencia enjuiciadora. Esta conciencia enjuiciadora se convierte, por tanto, ella misma en innoble e infame, porque parte y divide la acción, provocando y fijando así la desigualdad de la acción consigo misma. Pero además esa conciencia enjuicia dora es hipocresía porque ese enjuiciamiento ella no lo tiene por una forma más de ser uno malo, sino que lo da por la correcta conciencia de la acción, de modo que en la irrealidad y vanidad [Eitelkeit] de ese su querer saber bien y su querer saber mejor se coloca por encima de las actos que ella ha echado por tierra, y ese su hablar y más hablar totalmente carentes de acción quiere verlos tomados (y quiere saberlos tomado) por una realidad excelente.— Y haciéndose de esta forma, pues, igual al agente que es enjuiciado por ella, ella es reconocida por éste como siendo ella lo mismo que él. [Aquí acaba, pues, el razonamiento sobre la igualdad entre enjuiciante y enjuiciado, sabida por este último, o tal como la sabe el enjuiciado]. Éste no solamente se encuentra aprehendido por ella como un extraño, como un desigual a ella, sino que más bien encuentra a la conciencia enjuiciadora (por las propias características de la conciencia enjuiciadora, y por lo que ella dice) la encuentra, digo, igual a él. Y mirando esa igualdad, y expresándola, se confiesa a ella [a la conciencia enjuiciadora], y espera asimismo que ella, por cuanto por el aspecto y hechura con que se ha presentado no es sino igual a él, responderá también en similares términos a lo que él dice, y en esa réplica o respuesta [es decir, en lo que diga] expresará su igualdad, presentándose así [o haciendo así acto de presencia, o produciéndose así] la existencia reconociente [el quedar ahí ambos reconociéndose]. Su confesión [la del enjuiciado] ya no es un rebajar [un humillar, un poner en ridículo, un echar por tierra] en su comportarse respecto al otro; pues ese expresarse o declararse ya no es aquel enjuiciar unilateral por medio del cual él sentase su desigualdad con el otro [con la conciencia enjuiciadora], sino que sólo se declara, sólo se expresa a causa de esa igualdad que ha visto de él con el otro [es decir, en virtud de estar viendo y mirando esa su igualdad con el otro], en su confesión él expresa, pues, por su lado [por el lado de él] su igualdad [la igualdad de ambos], y la expresa porque el lenguaje, el hablar, es la existencia del espíritu como self inmediato, y él espera, por tanto, que el otro aporte lo suyo [aporte lo que le corresponde] a esta existencia. [Pues sin que lo que digo se reconozca, no hay existencia o estar ahí inmediato del espíritu, como veremos a continuación].

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Conversaciones en Madrid

[666] Esta conciencia que juzga, por ende, es ella misma abyecta, pues divide la acción, y produce y retiene la desigualdad consigo misma. Es, además, una hipocresía, porque hace como si semejante emitir juicios no fuera otra manera de ser malo, sino la conciencia recta y justa de la acción, y dentro de esta irrealidad efectiva y vanidad de saberlo todo y saberlo mejor, se pone a sí misma más allá de los actos que vilipendia, y quiere que su hablar inactivo sea tomado por una realidad efectiva excelente. — Haciéndose, entonces, igual al que actúa y al que está juzgando, es conocida por éste como lo mismo que él. Éste que actúa no se encuentra aprehendido por ella meramente como algo extraño y desigual de ella, sino, que, antes bien, encuentra que ella, por su propia hechura, es igual que él. Contemplando esta igualdad y enunciándola, se confiesa y espera que la otra, igual que se ha igualado a él en el hecho, también replicará a su discurso, pronunciará en él su igualdad, y entonces intervendrá la existencia que reconoce. Su confesión no es una humillación, una degradación, un envilecimiento en la relación frente al otro; pues este enunciar no es lo unilateral por medio de lo cual sentara su desigualdad con él, sino que sólo en virtud de la contemplación de la igualdad del otro con él se enuncia, enuncia de su lado, en su confesión, la igualdad entre ellos, y la enuncia por la razón de que el lenguaje es la existencia, el estar ahí del espíritu en cuanto sí-mismo inmediato; espera, entonces, que el otro contribuya por su parte a esa existencia.

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Conversations in Washington

[666] [666]2We kept the numeration given by the editor in the printed edition The judging consciousness is itself thereby base because it divides up the action, and it both brings out and holds onto the action’s inequality with itself. Furthermore, it is hypocrisy because he pretends that such judgment is not only another manner of being evil but is rather itself the rightful consciousness of action. In his non-actuality and in the vanity he has in being such a faultfinder,3Gut- und Besserwissens he places himself far above the deeds it excoriates, and he wants to know that his speech, which is utterly devoid of any deeds, is to be taken as a superior actuality. – In thereby making himself equal to the agent about whom it is so judgmental, the judging consciousness is thus known4erkannt by that consciousness to be the same as himself. The latter consciousness not only finds himself to have been taken by the former, the judging consciousness, as somebody alien and unequal to him, but rather instead finds that the judging consciousness, according to his own constitution, is equal to himself. Intuiting this equality and giving voice to it, he confesses this to the other, and he equally expects that the other, just as he has in fact placed himself on an equal plane to him, will reciprocate his speech and in that speech will pronounce their equality so that recognitional existence5anerkennende Dasein will make its appearance. His confession is not an abasement, nor a humiliation, nor is it a matter of his casting himself aside in his relationship with the other, for this declaration is not something one-sided through which he would posit his inequality with the other, but rather it is solely on account of the intuition of his equality with the other that he gives voice to himself, that in his confessions he gives voice on his own part to their equality, and he does this because language is the existence of spirit as the immediate self. He thus expects that the other will contribute his own part to this existence.

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Conversaciones en el Atrium

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