Gespräche in der Dämmerung 00664

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / c. La conciencia moral [Gewissen], y el alma bella, el mal y su perdón [c. Das Gewissen. Die schöne Seele, das Böse und seine Verzeihung]

 

[De nuevo el «alma bella» o conciencia que no «se moja»; la hipocresía cambia de sitio]

Gespräche in Jena

[664] Dies Urteil aber hat zugleich eine andere Seite, von welcher es die Einleitung zur Auflösung des vorhandenen Gegensatzes wird. – Das Bewußtsein des Allgemeinen verhält sich nicht als Wirkliches und Handelndes gegen das erste – denn dieses ist vielmehr das Wirkliche –, sondern ihm entgegengesetzt als dasjenige, das nicht in dem Gegensatze der Einzelheit und Allgemeinheit befangen ist, welcher in dem Handeln eintritt. Es bleibt in der Allgemeinheit des Gedankens, verhält sich als auffassendes, und seine erste Handlung ist nur das Urteil. – Durch dies Urteil stellt es sich nun, wie soeben bemerkt wurde, neben das erste, und dieses kommt durch diese Gleichheit zur Anschauung seiner selbst in diesem anderen Bewußtsein. Denn das Bewußtsein der Pflicht verhält sich auffassend, passiv, es ist aber hierdurch im Widerspruche mit sich als dem absoluten Willen der Pflicht, mit sich, dem schlechthin aus sich selbst Bestimmenden. Es hat gut sich in der Reinheit bewahren, denn es handelt nicht; es ist die Heuchelei, die das Urteilen für wirkliche Tat genommen wissen will und, statt durch Handlung, durch das Aussprechen vortrefflicher Gesinnungen die Rechtschaffenheit beweist. Es ist also ganz so beschaffen wie dasjenige, dem der Vorwurf gemacht wird, daß es nur in seine Rede die Pflicht legt. In beiden ist die Seite der Wirklichkeit gleich unterschieden von der Rede, in dem einen durch den eigennützigen [487] Zweck der Handlung, in dem anderen durch das Fehlen des Handelns überhaupt, dessen Notwendigkeit in dem Sprechen von der Pflicht selbst liegt, denn diese hat ohne Tat gar keine Bedeutung.

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Conversaciones en Valencia

[664] Pero este juicio tiene a la vez otro lado, desde el que se produce la introducción de la disolución de esa contraposición que aquí se da. — La conciencia de lo universal no se comporta como una conciencia real y agente contra la primera, pues ésta [la conciencia agente] es más bien la real, sino que se le contrapone como aquella conciencia que no se ve atrapada en la contraposición de la individualidad y la universalidad [en la contraposición de particularidad y universalidad], es decir, que no se ve cogida en esa contraposición que sólo se presenta en la acción. Esa conciencia de lo universal se queda en universalidad del pensamiento, se comporta como conciencia aprehendiente [como conciencia contemplativa, como conciencia que se limita a tomar nota de las cosas y a hacer juicio de las acciones] y su primera acción no es sino sólo el juicio. — Y mediante ese juicio no hace sino colocarse, como acabamos de notar, al lado de la primera, y ésta, mediante esta igualdad, llega a verse a sí misma en esa otra conciencia. [El autor pasa ahora a explicar por qué ha dicho «mediante esta igualdad»]. Pues la conciencia del deber [la conciencia general] se comporta de forma aprehendiente [auffassende], [es decir, de forma contemplativa], pasiva; pero con ello entra en contradicción consigo misma como voluntad absoluta del deber, consigo misma como una conciencia que simplemente habría de determinarse por sí misma y desde sí misma. Se ha mantenido, ciertamente, en la pureza, pero porque no actúa; es la hipocresía que quiere que se tome a ese su juicio por una acción real [por un acto real] y que, en vez de por la acción, quiere demostrar o probar su justicia enunciando muy bonitos pensamientos y excelentes intenciones. Por tanto, esa conciencia universal está enteramente hecha como aquella a la que ella hace el reproche de no poner el deber sino en las palabras. En ambas, el lado de la realidad es igualmente distinto del lado de las palabras [del lado de lo que dicen], en la una a causa de la finalidad interesada de la acción, y en la otra por la falta de acción en general, la necesidad de la cual acción radica precisamente en lo que ella dice acerca del deber, pues ese deber, cuando no hay obras, cuando no hay acción, no tiene significado alguno [no tiene referente alguno].

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Conversaciones en Madrid

[664] Pero esta condena, al mismo tiempo, tiene otro lado, por el cual llega abrir una vía para que se disuelva la oposición que aquí se da. — La conciencia de lo universal no se comporta, frente a la primera, como conciencia efectiva que actúe, pues la realmente efectiva es más bien la primera conciencia, sino que, contrapuesta a ella, se comporta como la que no está atrapada en la oposición de singularidad y universalidad que hace entrada en el actuar. Ella permanece en la universalidad del pensamiento, se comporta como algo que aprehende, y su primera acción es sólo el juicio y la condena. — Ahora bien, por medio de esta condena, como acabamos de ver, se sitúa junto a la primera, y ésta, gracias a esta igualdad, llega a contemplarse a sí misma en esta otra conciencia. Pues la conciencia del deber se comporta de manera aprehendiente, pasiva; pero, por eso, está en contradicción consigo en cuanto voluntad absoluta del deber; consigo, que es sin más la que determina desde sí. Le va muy bien conservarse en la pureza, pues no actúa; es la hipocresía que pretende que el juzgar y condenar se tomen como un acto efectivo, y en lugar de por la acción, quiere demostrar su probidad enunciando que tiene unas convicciones excelentes. De modo que la conciencia del deber tiene la misma hechura que aquella conciencia a la que se le hace el reproche de que pone el deber únicamente en el discurso. En ambas, el lado de la realidad efectiva es igualmente diferente del discurso; en una, por el fin egoísta de la acción, en otra, por faltar la acción como tal, falta cuya necesidad reside en el acto de enunciar el deber mismo, ya que éste, si no hay acto, carece de todo significado.

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Conversations in Washington

[664] [664]1We kept the numeration given by the editor in the printed edition However, this judging has at the same time another aspect to it by which it becomes the introduction to the dissolution of the present opposition. – Consciousness of the universal does not conduct itself as actual and as acting with regard to the first consciousness – for this latter is instead the actual – but rather it conducts itself in opposition to the first consciousness, as what is not caught in the opposition of individuality and universality. It remains within the universality of thinking, conducts itself as interpreting,2auffassendes and its first action is only that of judgment. Through this judgment, it now places itself, as was just noted, alongside the first consciousness, and through this equality, the latter comes to an intuition of itself in this other consciousness. This is so because the consciousness of duty conducts itself as apprehending, passive consciousness, and it is thereby in contradiction with itself as the absolute willing of duty, and in contradiction with itself as that which determines itself quite simply by its own self. It preserves itself well in its purity, for it does not act; it is the hypocrisy which wants to know that its judging is to be taken as the actual deed and which, instead of proving its uprightness in action, proves it by means of speaking about its splendid dispositions. It is thus constituted in entirely the same way as is the one that is reproached for taking its duty to consist in its talking about its duty. In both of them, the aspect of actuality is equally distinguished from that of speech; in one, through the self-interested ends of action, and in the other, through the lack of action at all, action of which the necessity lies in talking about duty itself, for duty without deeds has no meaning at all.

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Conversaciones en el Atrium

EN CONSTRVCCION

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