Gespräche in der Dämmerung 00622
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / C. El espíritu seguro de sí mismo. La moralidad [C. Der seiner selbst gewisse Geist. Die Moralität] / b. El trastrueque, o todo cambiado de sitio [b. Die Verstellung]
[Trastrueque e inconsistencia del segundo postulado]
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Gespräche in Jena
[622] Von diesem Resultate muß das Bewußtsein in seiner widersprechenden Bewegung sich weiter fortwälzen und das Aufheben des moralischen Handelns notwendig wieder verstellen. Die Moralität ist das An sich; daß sie statthabe, kann der Endzweck der Welt nicht ausgeführt sein, sondern das moralische Bewußtsein muß für sich sein und eine ihm entgegengesetzte Natur vorfinden. Aber es an ihm selbst muß vollendet sein. Dies führt zum zweiten Postulate der Harmonie seiner und der Natur, welche an ihm unmittelbar ist, der Sinnlichkeit. Das moralische Selbstbewußtsein stellt seinen Zweck als rein, als von Neigungen und Trieben unabhängig auf, so daß er die Zwecke der Sinnlichkeit in sich vertilgt hat. – Allein diese aufgestellte Aufhebung des sinnlichen Wesens verstellt es wieder. Es handelt, bringt seinen Zweck zur Wirklichkeit, und die selbstbewußte Sinnlichkeit, welche aufgehoben sein soll, ist gerade diese Mitte zwischen dem reinen Bewußtsein und der Wirklichkeit, – sie ist das Werkzeug des ersteren zu seiner Verwirklichung oder das Organ und das, was Trieb, Neigung genannt wird. Es ist daher nicht Ernst mit dem Aufheben der Neigungen und Triebe, denn eben sie sind das sich verwirklichende Selbstbewußtsein. Aber sie sollen auch nicht unterdrückt, sondern der Vernunft nur gemäß sein. Sie sind ihr auch gemäß, denn das moralische Handeln ist nichts anderes als das sich verwirklichende, also sich die Gestalt eines Triebes gebende Bewußtsein, d.h. es ist unmittelbar die gegenwärtige Harmonie des Triebes und der Moralität. Aber in der Tat ist der Trieb nicht nur diese leere Gestalt, die eine andere Feder, als er selbst ist, in sich haben und von ihr getrieben werden könnte. Denn die Sinnlichkeit ist eine Natur, die ihre eigenen Gesetze und Springfedern an ihr selbst hat; es kann der Moralität daher nicht Ernst damit sein, die Triebfeder der Triebe, der Neigungswinkel der Neigungen zu sein. Denn indem diese ihre eigene feste Bestimmtheit und eigentümlichen Inhalt haben, so wäre vielmehr das Bewußtsein, dem sie gemäß wären, ihnen gemäß; eine Gemäßheit, welche sich [457] das moralische Selbstbewußtsein verbittet. Die Harmonie beider ist also nur an sich und postuliert. – In dem moralischen Handeln war soeben die gegenwärtige Harmonie der Moralität und der Sinnlichkeit aufgestellt, dies aber ist nun verstellt; sie ist jenseits des Bewußtseins in einer nebligen Ferne, worin nichts mehr genau zu unterscheiden noch zu begreifen ist; denn mit dem Begreifen dieser Einheit, das wir soeben versuchten, ging es nicht. – In diesem Ansich gibt aber überhaupt das Bewußtsein sich auf. Dieses Ansich ist seine moralische Vollendung, worin der Kampf der Moralität und der Sinnlichkeit aufgehört hat und die letztere der ersteren auf eine Weise gemäß ist, die nicht zu fassen ist. – Darum ist diese Vollendung wieder nur eine Verstellung der Sache, denn in der Tat gäbe in ihr vielmehr die Moralität selbst sich auf, denn sie ist nur Bewußtsein des absoluten Zwecks als des reinen, also im Gegensatze gegen alle anderen Zwecke; sie ist ebenso die Tätigkeit dieses reinen Zwecks, als sie sich der Erhebung über die Sinnlichkeit, der Einmischung derselben und ihres Gegensatzes und Kampfes mit ihr bewußt ist. – Daß es mit der moralischen Vollendung nicht Ernst ist, spricht das Bewußtsein unmittelbar selbst darin aus, daß es sie in die Unendlichkeit hinaus verstellt, d.h. sie als niemals vollendet behauptet.
Conversaciones en Valencia
[Trastrueque e inconsistencia del segundo postulado]
[622]1Epígrafe: Trastrueque e inconsistencia del segundo postulado. Y desde estos resultados la conciencia no tiene más remedio que seguir avanzando en ese su movimiento contradictorio [en ese movimiento contradictorio de la conciencia], y tiene que trastocar otra vez necesariamente esa supresión y superación de la acción moral [que fue el punto en que nos detuvimos para hacer el precedente resumen de ello]. La moralidad es el en-sí; pero el que la moralidad tenga lugar [el que haya lugar para la moralidad], implica que el fin último del mundo no puede estar realizado, sino que la conciencia moral tiene que ser para sí, y encontrarse ahí [por tanto siempre] con una naturaleza que se le contrapone [o que se le contraponga]. Pero la conciencia moral sí que tiene que ser ella en sí misma perfecta y consumada [vollendet] [y no sólo respecto a aquella naturaleza externa]. Y esto es lo que conduce al segundo postulado, al postulado de la armonía entre ella [entre la conciencia moral] y la naturaleza que está inmediatamente en ella [la naturaleza que está inmediatamente en la conciencia moral, es decir, la sensibilidad]. La autoconciencia establece su fin como puro, es decir, como independiente de las inclinaciones y pulsiones, de suerte que ese fin haya logrado [habría logrado] eliminar en sí los fines propios de la sensibilidad. Pues bien, precisamente esta supresión y superación del ser sensible, que la conciencia moral establece, esa conciencia moral vuelve a trastocarla de nuevo. La conciencia moral actúa, hace realidad su fin, y la sensibilidad autoconsciente que habría de quedar suprimida y superada es precisamente ese término medio entre la conciencia pura y la realidad, es decir, la sensibilidad autoconsciente es el instrumento que la conciencia pura tiene para su realización [para la realización de la conciencia pura], o lo que es lo mismo: [la sensibilidad autoconsciente] es el órgano, y [la sensibilidad autoconsciente] es aquello que se llama impulso o inclinación [es decir, aquello que se llama elemento impulsor]. La conciencia moral no puede tomarse, por tanto, en serio el suprimir y superar las inclinaciones o impulsos, pues precisamente las inclinaciones e impulsos son la autoconciencia en su realizarse ésta a sí misma. Pero tampoco deben ser reprimidos, sino que lo que tienen es que hacerse conformes con la razón. Pero son también conformes con ella, es decir, conformes con la razón, pues la acción moral no es otra cosa que la conciencia que se realiza a sí misma, es decir, la conciencia que se da precisamente la forma de un impulso, es decir, la acción moral es inmediatamente la armonía actual, la armonía presente que se da entre el impulso y la moralidad. Pero el caso es que el impulso no es sólo tal forma vacía que pudiera tener en sí otro móvil y moverse adelante mediante otro móvil u otro resorte que el impulso mismo. Pues la sensibilidad es una naturaleza que tiene en ella misma sus propias leyes y sus propios elementos propulsores; por tanto, la moralidad no puede tomar en serio el ser el resorte o muelle o estímulo que mueva, el ángulo de inclinación que incline las inclinaciones. Pues en cuanto esos impulsos y esas inclinaciones tienen su propia determinidad fija y tienen su peculiar contenido, resultaría que más bien la conciencia con la que ellos hubieran de ser conformes, sería conforme con ellos; una conformidad que precisamente la conciencia moral se prohíbe. La armonía entre ambos [entre la conciencia moral y los impulsos] es, pues, una armonía sólo en-sí y una armonía sólo postulada. — Ahora bien, recuérdese que hace un instante, en la acción moral, quedaba establecida una armonía que presentemente o actualmente se daba entre moralidad y sensibilidad, y precisamente esto queda ahora fuera de lugar o cambiado de sitio o trastocado; esa armonía queda puesta más allá de la conciencia en una lejanía neblinosa, en la que ya no puede distinguirse nada con precisión y claridad, y ya nada puede entenderse; pues ello poco tiene ya que ver con el entender tal unidad, con el llevar a concepto tal unidad, tal como nosotros lo intentamos hace un momento X249X.2Vide infra Algunas aclaraciones X249X. — Por tanto, en este en-sí [el de la armonía postulada de sensibilidad y moralidad] la conciencia hace renuncia de sí misma, hace dejación de sí misma. Pues este en-sí es su consumación [la plenitud o perfección] moral, en la que la lucha entre la moralidad y la sensibilidad habría cesado, y en la que la sensibilidad sería conforme con la moralidad en unos términos que no se ve cuáles podrían ser. De ahí que tal consumación no pueda consistir otra vez sino en un trastocar las cosas, pues de hecho en tal consumación la moralidad haría más bien renuncia a sí misma, haría dejación de sí misma, pues la moralidad no es sino conciencia del fin absoluto como un fin puro, es decir, como un fin en contraposición con todos los demás fines; y la moralidad es asimismo la actividad de este fin puro en cuanto la moralidad se es consciente de su elevación sobre la sensibilidad, de las interferencias o injerencias de ésta, y de la contraposición entre la moralidad y la sensibilidad y de la lucha que la moralidad tiene que sostener con la sensibilidad. — Que tal consumación o plenitud moral no puede tomarse en serio es algo que la conciencia expresa inmediatamente, precisamente cambiándola de sitio y desplazándola hasta el infinito, cambiándola de sitio y trastocándola de suerte que acaba declarándola como nunca realizada ni realizable.
Algunas aclaraciones
X249X = Estamos, pues, ante un motivo muy insistente no sólo del presente cap. VI, C, sino de toda la Fenomenología del Espíritu y que a partir de ahora cobra quizá también una particular relevancia en el texto. Se trata, como ya he dicho, de que el serse ahí la libertad en su ser absoluto no consiste en ninguna lejanía neblinosa, sino que o bien es presente o actualidad, o bien es nada. La radicalidad que cobra en Hegel la exigencia de actualidad, que le lleva a borrar y a desmontar inmisericordemente de la conciencia moderna el elemento mesiánico o toda proyección de infinitud implicada por los postulados kantianos, proviene de la noción aristotélica de noûs, de la noción aristotélica de un theós que es νόησις νοήσεως, que en definitiva sólo puede serse como habiéndose dado alcance a sí misma en consumada y perfecta actualidad. La libertad moderna en ese su tenerse ahí delante en su ser absoluto, es absoluta actualidad, allende la cual ya no hay nada más. Y ello no tiene que ver con ninguna «religión del arte», sino con la «religión del espíritu», la del Dios-hombre, tal como la crítica ilustrada (la reine Einsicht) la vuelve concepto, aunque desconociéndose en ello a sí misma. La Fenomenología del espíritu trata de ser la consumación de esa Einsicht y, por tanto, la consumación de la crítica ilustrada, que arrancando a la representación religiosa de la absoluta actualidad de Dios su concepto, funde al cristianismo (la idea de Dios hecho hombre) con Grecia en este ponerse inmisericordemente la actualidad delante de sí misma, en este darse la actualidad conceptualmente pleno alcance a sí misma.
Conversaciones en Madrid
[622] A partir de este resultado, la conciencia tiene que seguir avanzando lentamente en su contradictorio movimiento, y volver necesariamente a disimular la cancelación de la acción moral. La moralidad es lo en-sí; para que ella tenga lugar, el fin final del mundo no puede ser llevado a cabo, sino que la conciencia moral tiene que ser para-sí, y tiene que encontrar una naturaleza contrapuesta a ella. Pero ella, la conciencia, tiene que estar acabada y completa en ella misma. Lo cual conduce al segundo postulado de la armonía de ella con la naturaleza que es inmediata en ella, la sensibilidad. La conciencia moral emplaza su fin como puro, como independiente de inclinaciones y pulsiones, de modo que haya erradicado dentro de sí los fines de la sensibilidad. — Sólo que, una vez emplazada esta cancelación de la esencia sensible, la vuelve a desplazar disimuladamente. La conciencia actúa, lleva su fin y propósito a la realidad efectiva, y la sensibilidad autoconsciente que debe quedar cancelada es justamente este término medio entre la conciencia pura y la realidad efectiva: es el instrumento de la primera para realizarse efectivamente, o el órgano, y lo que se llama pulsión, inclinación. Por eso, lo de que las inclinaciones y las pulsiones se cancelan no va en serio, pues éstas son justamente la autoconciencia que se está realizando efectivamente. Pero tampoco deben estar reprimidas, sino sólo ser adecuadas a la razón. Y lo son, también, porque el actuar moral no es otra cosa que la conciencia que se está realizando efectivamente, esto es, que se está dando la figura de una pulsión, es decir, es, de modo inmediato, la armonía presente de la pulsión y de la moralidad. Pero, de hecho, la pulsión no es solamente esta figura vacía que pudiera tener dentro de sí otro resorte distinto de la pulsión misma, y que pudiera ser impulsado por él. Pues la sensibilidad es una naturaleza que tiene en ella misma sus propias leyes y resortes; por eso, la moralidad no puede tomarse en serio el ser resorte impulsor de las pulsiones, o el ángulo de inclinación de las inclinaciones. Pues, teniendo éstas su propia determinidad fija y contenido peculiar, sería más bien la conciencia, a la que ellas se adecúan, la que sería adecuada a ellas, una adecuación de la que la autoconciencia moral ha pedido que la preserven. La armonía de ambas, pues, es sólo en sí, y postulada. — En el actuar moral, estaba recién emplazada la armonía presente entre moralidad y sensibilidad, pero eso es lo que ahora está desplazado y disimulado; la armonía queda más allá de la conciencia, en una lejanía neblinosa en la que ya no se puede distinguir ni concebir nada con precisión; pues el concebir esta unidad que recién estábamos intentando no ha resultado. Dentro de esto en-sí, sin embargo, la conciencia, simple y llanamente, se abandona. Esto en-sí es su compleción y acabamiento moral, en donde ha cesado la lucha de la moralidad y de la sensibilidad, y la última es adecuada a la primera de una manera imposible de aprehender. — Por eso, esa compleción, a su vez, es sólo una disimulación de la Cosa, pues, de hecho, con él, la moralidad más bien se abandonaría a sí misma, ya que ella no es más que conciencia del fin absoluto en cuanto fin puro, esto es, en oposición a todos los otros fines; es la actividad de este fin puro tanto cuanto sea consciente de la elevación por encima de la sensibilidad, de la mezcla de ésta y de su contrario y de la lucha con ella. — Que lo de acabarse y completarse moralmente no va en serio, la conciencia lo enuncia ella misma inmediatamente al sacarlo fuera y emplazarlo en la infinitud, es decir, al afirmar de él que no se acaba nunca.
Conversations in Washington
[622] [622]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition On the basis of this result, consciousness must advance further in its contradictory movement, and again it necessarily dissembles about the sublating of moral action. Morality is the in-itself; for morality to come about, the final end of the world cannot be realized, but rather, moral consciousness must be for itself, and it must find that it confronts a nature which is opposed to it. However, in its own self it must be completed, and this leads to the second postulate of the harmony of itself and the nature which is immediately in it, namely, sensibility. Moral self-consciousness puts forward the view that its purpose is pure purpose, independent of inclinations and impulses so that the pure purpose has eliminated within itself sensibility’s purposes. – Yet this proposed sublation of the sensuous essence is again made into a matter of dissemblance. Moral consciousness acts, brings its purpose into actuality and self-conscious sensibility, which ought to be sublated, is precisely the mediating middle between pure consciousness and actuality. – It is the former’s instrument, or organ, for its realization, and it is what is called impulse, inclination; hence, it is not really serious about sublating inclinations and impulses, for it is just these which are the self-actualizing self-consciousness. However, they should also not be suppressed, but rather, only to be in accordance with reason. They are also in accordance with reason, for moral action is nothing but self-realizing consciousness giving itself the shape of an impulse, which is to say, it is immediately the current harmony of impulse and morality. However, impulse is in fact not only this empty shape which might have within itself a spring of action other than itself and by which it could then be impelled. This is so because sensibility is a nature which contains in its own self its own laws and springs of action, and thus morality cannot be serious about the driving force for the drives or the angle of inclination for inclinations. For, while these latter have their own fixed determinateness and distinctive content, the consciousness with which they were to conform would instead be in accordance with them, and this is a conformity which moral self-consciousness refuses to tolerate. The harmony between the two thus is only in itself and is postulated. – In moral action, the current harmony of morality and sensibility had been put forth as a view, but now even this is a matter of dissemblance. The harmony is an other-worldly beyond of consciousness, lying somewhere off in a foggy distance in which there is no longer anything which can be accurately differentiated or comprehended, since the comprehension of this unity, which we just attempted to provide, itself failed. – However, within this in-itself, consciousness gives itself up altogether. This in-itself is its moral completion within which the struggle of morality and sensibility has ceased, and the latter is in accordance with the former in a way which cannot be grasped. – For that reason, this completion is again only a dissemblance about what is really at issue, for in that completion morality would instead be abandoned, since morality is only consciousness of the absolute purpose as pure purpose, and therefore as opposing all other purposes. Morality is just as aware of the activity of this pure purpose as it is aware of its elevation above sensibility, aware of the intrusion of sensibility, and aware of the opposition and struggle with sensibility. – Consciousness itself immediately expresses that it does not take this moral completion seriously by its dissemblance about the way this culmination is put off into infinity, which is to say, by asserting that this completion is never completed.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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