Gespräche in der Dämmerung 00491

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / Capítulo VI: El espíritu [VI. Der Geist] / B. El espíritu extrañado de sí; la formación o Bildung [B. Der sich entfremdete Geist. Die Bildung] / I. El mundo del espíritu extrañado de sí mismo [I. Die Welt des sich entfremdeten Geistes] / a. La formación (Bildung) y su reino de la realidad (o la Bildung y su reino de realidad frente al más-allá ideal) [a. Die Bildung und ihr Reich der Wirklichkeit]

 

[El self como alma; los supuestos momentos fijos de lo bueno y lo malo; una primera referencia a la perichoresis o circumcesio trinitaria; el self extrañándose en su mundo o el self y su mundo extrañado]

Gespräche in Jena

[491] Zuerst ist die einfache Substanz selbst in der unmittelbaren Organisation ihrer daseienden, noch unbegeisteten Momente zu betrachten. – Wie die Natur sich in die allgemeinen Elemente auslegt – worunter die Luft das bleibende, rein allgemeine durchsichtige Wesen ist, das Wasser aber das Wesen, das immer aufgeopfert wird, das Feuer ihre beseelende Einheit, welche ihren Gegensatz ebenso immer auflöst als ihre Einfachheit in ihn entzweit, die Erde endlich der feste Knoten dieser Gliederung und das Subjekt dieser Wesen wie ihres Prozesses, ihr Ausgehen und ihre Rückkehr ist –, so legt sich in eben solche allgemeine, aber geistige Massen das innere Wesen oder der einfache Geist der selbstbewußten Wirklichkeit als eine Welt aus, – in die erste Masse, das an sich allgemeine, sich selbst gleiche geistige Wesen; in die andere, das fürsichseiende, in sich ungleich gewordene, sich aufopfernde und hingebende Wesen; und in das dritte, welches als Selbstbewußtsein Subjekt ist und die Kraft des Feuers unmittelbar an ihm selbst hat. Im ersten [366] Wesen ist es seiner als des Ansichseins bewußt, in dem zweiten aber hat es das Werden des Fürsichseins durch die Aufopferung des Allgemeinen. Der Geist aber selbst ist das Anundfürsichsein des Ganzen, das sich in die Substanz als bleibende und in sie als sich aufopfernde entzweit und ebenso sie auch wieder in seine Einheit zurücknimmt, sowohl als die ausbrechende, sie verzehrende Flamme wie als die bleibende Gestalt derselben. – Wir sehen, daß diese Wesen dem Gemeinwesen und der Familie der sittlichen Welt entsprechen, ohne aber den heimischen Geist zu besitzen, den diese haben; dagegen, wenn diesem das Schicksal fremd ist, so ist und weiß sich hier das Selbstbewußtsein als die wirkliche Macht derselben.

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Conversaciones en Valencia

[491] Lo primero que hemos de empezar considerando es la sustancia simple misma en la organización inmediata de sus momentos que están ahí, pero todavía no animados en el sentido que acabamos de decir. — Así como la naturaleza se despliega o se expone o se presenta en elementos universales, de los que el aire es el elemento permanente, transparente y puramente universal, el agua, en cambio, es el ser [Wesen] que se sacrifica a sí misma [haciendo brotar todo y convirtiéndose en vida de todo], el fuego es la unidad que anima a la naturaleza, la cual unidad consume y destruye siempre también la contraposición de la naturaleza [lo contrapuesto en la naturaleza] cuando la unidad de la naturaleza queda escindida en una contraposición [alusión, pues, a Heráclito], y la Tierra es, finalmente, el nudo fijo de esta articulación y el sujeto de estos seres [de estos Wesen, de estas physeis] al igual que de su proceso, su punto de partida y su punto de retorno; así como la naturaleza, digo, se despliega, se expone y se presenta así, así también el ser [Wesen] simple o el espíritu simple de la realidad autoconsciente se despliega y expone en masas [Massen] universales o en esferas universales como un mundo [es decir, dándose así la forma y realidad de un mundo articulado]; en una primera masa, que es lo universal en sí, es decir, que es el ser espiritual igual a sí mismo; en una segunda masa, que es el ser que es-para-sí, que dentro de sí se ha vuelto desigual a sí mismo, el ser que se sacrifica y que se entrega; y en una tercera masa o esfera, que es sujeto en cuanto autoconciencia, y que encierra inmediatamente dentro de él la fuerza del fuego X91X.1Vide infra Algunas aclaraciones X91X. En la primera masa o esfera, el ser interior o espíritu simple es consciente de sí como ser-en-sí; en la segunda, en cambio, ese espíritu simple tiene [consiste en] el devenir del ser-para-sí mediante el sacrificio de lo universal [mediante sacrificio del en-sí]. Pero el espíritu mismo (y esto es la tercera esfera o masa) es el ser en y para sí de Todo, que se disocia y escinde en la sustancia en cuanto siendo ésta lo permanente, en cuanto siendo ésta lo remanens [primero], y en la sustancia en cuanto sacrificándose ésta y haciendo ésta entrega de sí [segundo], y que asimismo recoge también otra vez a esa [597] sustancia en la unidad del espíritu, y ello tanto en términos de una llama o fuego que se desata y devora a la sustancia [tercero], como en términos de la forma de ser lo permanente, de ser lo remanens [del carácter de permanencia], que esa sustancia tiene [retorno a lo primero] X92X.2Vide infra Algunas aclaraciones X92X. — Vemos que estos seres [o estas masas, o estas physeis, o estas esferas] se corresponden con [o son las análogas a, guardan correspondencia con] lo que era la comunidad [esfera de lo universal, del en-sí] [primero] y lo que era la familia del mundo ético [esfera de lo particular, del para-sí] [cap. VI, a, b] [segundo], sin poseer, empero, ese espíritu hogareño, ese espíritu de ser casa [heimisch] que aquéllas tienen [o tenían]; en cambio, si a este espíritu, es decir, al espíritu que aquí estamos considerando [a diferencia de lo que sucedía en aquél, es decir, de lo que sucedía en el espíritu ético] le es extraño el destino [se diría que no existe aquí tal cosa] [tercero], aquí es la autoconciencia la que es y la que se sabe como poder real sobre esas masas o esferas [es decir, sobre la familia y la comunidad, como el destino de ellas] X93X.3Esta idea de la individualidad abstracta como destino de la existencia moderna es insistente en toda la Fenomenología del espíritu.

Algunas aclaraciones

X91X

Si se tiene en cuenta que incluso para interpretar el Timeo de Platón en sus Lecciones sobre historia de la filosofía de Berlín, Hegel recurre al dogma trinitario, la afirmación que más arriba ha hecho el autor de que fe y concepto nacen juntos y de que al final del presente cap. VI tendremos a la conciencia convertida en su propio concepto habrá de entenderse en el sentido de que dicho concepto nace con ese dogma revirtiendo después críticamente sobre él y sabiéndose a partir de él. De modo que si el convertirse la conciencia en su concepto representa algo así como el darse conceptualmente alcance a sí misma la concíendaa moderna, entonces el análisis de Hegel de la conciencia moderna va directamente ligado a su interpretación de Hegel del dogma de la trinidad. El lector haría muy bien en recurrir a alguna de las fuentes clásicas sobre ese dogma cristiano, como es De trinitate de San Agustín, de la que quizá Hegel depende directamente.

Entre los comentaristas españoles de Hegel es Zubiri quien en El problema teologal del hombre subraya expresamente y como una obviedad la importancia que en la interpretación que Hegel hace de la conciencia moderna en la Fenomenología del espíritu tiene la sorprendente idea del darse conceptualmente alcance a sí misma esa conciencia moderna como la autoconciencia en la que Dios se ha convertido, revirtiendo desde ello a sí mismo como comunidad de espíritu. En ello radica para Hegel el absoluto valor del buscarse y tenerse a sí mismo realmente delante, de la genuina actualidad, del genuino presente, del presente entendido, frente a todo más allá abstracto o frente a toda utopía o ensoñación abstracta. En todo caso, pues, en orden a caracterizar la existencia moderna, Hegel (sobre el trasfondo de los conceptos de derecho romano) empieza a aludir al dogma trinitario. Y me parece que Hegel no ignora la versión que ese dogma recibe en el tratado De trinitate de San Agustín. Pues de hecho recurrirá a un elemento importante de esa versión agustiniana de la doctrina trinitaria para definir el rasgo principal del espíritu extrañado de sí mismo, quizá el rasgo principal de la existencia moderna, la orientación por la utilidad y, por tanto, por lo «instrumental» («razón instrumental») y por la «técnica», en el sentido que a estos términos dieron después Horkheimer y Adorno, y Heidegger, respectivamente.

Por lo demás, la centralidad de la idea trinitaria en el pensamiento de Hegel, y en la Fenomenología del espíritu en particular, queda bien documentada en Sobre la esencia del Cristianismo de L. Feuerbach, cuyos motivos, por una u otra vía, han influido y están siempre presentes (y a veces determinantemente presentes) en toda la tradición de la «izquierda hegeliana» desde Marx a Th. W. Adorno y a J. Habermas.

La centralidad de la idea trinitaria en Hegel queda también bien vista y documentada (en términos similares a lo que ocurre en el mencionado libro de Zubiri) en el tipo de comentarios o de referencias a Hegel en general y a la Fenomenología del espíritu en particular, que suele realizar M. Heidegger (véase por ejemplo el curso de éste: Hegel: La Fenomenología del espíritu).

En Hegel (y ello casi como una obviedad) el pensamiento griego queda visto desde el cristianismo, y a su vez los motivos cristianos quedan reducidos a concepto desde el pensamiento griego. Y esa reducción ilustrada de los motivos cristianos a concepto significa por su parte el darse conceptualmente alcance a sí misma la conciencia moderna. Es desde el neoplatonismo (muy principalmente desde Proclo) y desde la patrística desde donde Hegel establece esta complicada y tensa continuidad entre pensamiento griego, cristianismo e Ilustración, que, naturalmente, los primeros discípulos de Hegel, tanto de derechas como de izquierdas, vieron muy bien. Diríase que Hegel considera el dogma trinitario como el culmen de la representación religiosa y el inicio del volverse ésta concepto. Ese dogma es la representación, en su poner ésta inexorablemente en marcha su volverse concepto, el cual, al recurrir a los conceptos griegos como punto de partida, acaba siendo el concepto de la conciencia moderna. Esa inexorable tendencia del dogma trinitario hacia el concepto resulta clara cuando se lee, por ejemplo, De trinitate de San Agustín. En todo caso, Hegel parece pensar que el vuelco que la razón moderna representa en la manera de concebir el hombre su puesto en el mundo es tal, que ese vuelco no hubiera sido posible sino como concepto de la representación religiosa de que Dios se hace hombre, como pelea del concepto precisamente con la oculta verdad de esa representación. Por eso la centralidad que en la Fenomenología del espíritu tiene ese dogma va ligada con la que tiene la figura de la «conciencia desgraciada», la figura de la relación de la conciencia contingente con lo Inmutable, de la relación de la autoconciencia racional finita con su propio carácter absoluto.

Para Hegel la virtualidad especulativa de ese dogma es tal, que es lo único capaz de despertar de su letargo a algunos de los más geniales fragmentos del pensamiento griego como son los diálogos Parménides, Teeteto, Filebo y El sofista de Platón, y los pasajes sobre el noûs del libro XII de la Metafísica de Aristóteles, de conmoverlos en ese su quedarse en pensamiento pensado y de sacarlos de ello.

Aguijoneados por la «conciencia desgraciada» en versión neoplatónica, patrística, protestante y teológica (tal mezcla nada tiene de sorprendente), el dogma trinitario convierte a esos diálogos en un pensamiento pensante que al darse alcance a sí mismo aguijoneado por ese dogma, acaba resultando ser la razón completa que de sí puede dar el sujeto moderno (acaba resultando ser Descartes, Hume y Kant explicándose bien a sí mismos), es decir, la razón completa que el sujeto moderno puede dar de la génesis y estructura de su propia cabeza.

X92X

Decía Max Weber en su Sociología de la Religión que lo que Hegel llamaba «astucia de la razón» en la historia, propiamente había consistido en el problema de la teodicea, en el problema de Job. Cabría preguntarse si, en otro sentido, dentro del contexto del problema general de la teodícea, la astucia de la razón occidental moderna no la ha constituido el dogma trinitario, con la inexorable coerción conceptual y especulativa que ese dogma ejerce sobre el pensamiento en cuanto éste pisa el terreno de la teología. Pues si la astucia de la razón ha consistido en el problema de la teodicea, en el problema del mal, no hay genuina Aufhebungh del mal hasta que Dios no se hace hombre y el hombre-Dios mediante su pasión y muerte reconcilia al mundo malo con Dios. Éste es un tema central de los caps. VI, C, c, y VII, C, que deben leerse conjuntamente.

X93X

Esta idea de la individualidad abstracta como destino de la existencia moderna es insistente en toda la Fenomenología del espíritu.

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Conversaciones en Madrid

[491] Primero ha de examinarse la substancia simple misma, en la organización inmediata de sus momentos que están ahí, todavía sin habérseles insuflado el espíritu. — Igual que la naturaleza se despliega en los elementos universales, entre los que el aire es la esencia transparente duradera y puramente universal, mientras que el agua es la esencia siempre sacrificada, el fuego es la unidad que anima la naturaleza y disuelve siempre su oposición tanto como escinde su simplicidad en él, y la tierra, finalmente, es el nudo firme de esta articulación y el sujeto de estas esencias, así como de su proceso, su salida y su retorno: del mismo modo, la esencia interna o espíritu simple de la efectiva realidad autoconsciente se despliega, en cuanto que es un mundo, precisamente en tales masas universales, pero espirituales: en la primera masa, lo universal en sí, la esencia espiritual igual a sí misma; en la otra, la esencia que siendo para sí ha devenido desigual dentro de sí, que se sacrifica y se entrega, y en la tercera esencia que, en cuanto autoconciencia, es sujeto, y tiene en ella misma inmediatamente la fuerza del fuego. — En la primera esencia, es consciente de sí como ser-en-sí; mientras que en la segunda tiene el llegar a ser del ser-para-sí por el sacrificio de lo universal. Pero el espíritu mismo es el ser en y para-sí del todo que se escinde en la substancia como lo permanente y en ella como lo que se sacrifica, y que, en la misma medida, vuelve a recogerla en su unidad, tanto al modo de la llama que irrumpe y la consume como al modo de la figura permanente de la unidad. — Vemos que estas esencias corresponden a la comunidad y a la familia del mundo ético, pero sin poseer el espíritu hogareño que éstas tenían; por el contrario, cuando el destino es algo extraño a este espíritu, la autoconciencia es y se sabe aquí como el poder efectivo de esas esencias.

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Conversations in Washington

[491] [491]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition First up for examination is the simple substance itself in the immediate organization of its existing but still not spiritualized moments. – Just as nature explicates itself into universal elements, under which fall: air, the enduring purely universal transparent essence; water, the essence that is ever sacrificed; fire, their ensouling unity, which likewise ever dissolves their opposites as their simplicity becomes disunited within it – the earth as both [287] the firm knots of this classification5Gegliederung and the subject of this essence as it is of their processes, that from which they start and to which they return. – In this way, the inner essence, or the simple spirit of self-conscious actuality, explicates itself into just those kinds of universal, though spiritual, social estates6Massen and presents itself as a world – it explicates itself into the first social estate, the universal in itself, the self-equal spiritual essence – and then it explicates itself as being the other, the essence existing for itself which has become unequal within itself, an essence that is self-sacrificing, self-forsaking; after that, it explicates itself into the third social estate, which, as self-consciousness, is subject, and which immediately has in its own self the force of fire. – In the first essence, it is conscious of itself as being-in-itself, but in the second it has the coming-to-be of being-for-itself through the sacrifice of the universal. However, spirit itself is the being-in-and-for-itself of the whole, which estranges itself into substance as lasting and the substance as self-sacrificing and then likewise takes substance back again into its unity and takes back the flame which bursts out and consumes the substance as well as its lasting shape. – We see that this essence corresponds to the polity and the family of the ethical world, but without possessing the indigenous spirit which these latter have. On the contrary, if fate is alien to the latter, then self-consciousness here both is, and knows itself as, the actual power over these spheres.

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Conversaciones en el Atrium

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