Gespräche in der Dämmerung 00465

Parte de:

C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / A. El espíritu verdadero, la eticidad [A. Der wahre Geist. Die Sittlichkeit] / b. La acción ética, el saber humano y el saber divino, la culpa y el destino [b. Die sittliche Handlung. Das menschliche und göttliche Wissen, die Schuld und das Schicksal]

 

[El individuo, sombra irreal; la ley, la acción trágica y el destino; la conciencia ética como conciencia de antemano resuelta por una de las leyes]

Gespräche in Jena

[465] Hierdurch nun, daß einesteils die Sittlichkeit wesentlich in dieser unmittelbaren Entschiedenheit besteht und darum für das Bewußtsein nur das eine Gesetz das Wesen ist, andernteils, daß die sittlichen Mächte in dem Selbst des Bewußtseins wirklich sind, erhalten sie die Bedeutung, sich auszuschließen und sich entgegengesetzt zu sein; sie sind in dem Selbstbewußtsein für sich, wie sie im Reiche der Sittlichkeit nur an sich sind. Das sittliche Bewußtsein, weil es für eins derselben entschieden ist, ist wesentlich Charakter; es ist für es nicht die gleiche Wesenheit beider; der Gegensatz erscheint darum als eine unglückliche Kollision der Pflicht nur mit der rechtlosen Wirklichkeit. Das sittliche Bewußtsein ist als Selbstbewußtsein in diesem Gegensatze, und als solches geht es zugleich darauf, dem Gesetze, dem es angehört, diese entgegengesetzte [343] Wirklichkeit durch Gewalt zu unterwerfen oder sie zu täuschen. Indem es das Recht nur auf seiner Seite, das Unrecht aber auf der ändern sieht, so erblickt von beiden dasjenige, welches dem göttlichen Gesetze angehört, auf der ändern Seite menschliche zufällige Gewalttätigkeit, das aber dem menschlichen Gesetze zugeteilt ist, auf der ändern den Eigensinn und den Ungehorsam des innerlichen Fürsichseins; denn die Befehle der Regierung sind der allgemeine am Tage liegende öffentliche Sinn; der Wille des anderen Gesetzes aber ist der unterirdische, ins Innere verschlossene Sinn, der in seinem Dasein als Wille der Einzelheit erscheint und im Widerspruche mit dem ersten der Frevel ist.

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Conversaciones en Valencia

[465] Y precisamente por eso, a saber: porque por un lado la eticidad consiste esencialmente en este inmediato estar resuelta la conciencia [en este estar la conciencia simplemente y sin más en aquello que le toca, en aquello que le ha tocado, en aquello que tiene atribuido], y, por tanto, para la conciencia sólo una de las dos leyes es el ser o esencia, y por otro lado porque los poderes éticos son reales en el self de la conciencia [es decir, porque es en el self de la conciencia donde esos poderes éticos son reales, donde efectivamente están ejerciendo su poder], cobran esos poderes éticos el significado de excluirse y de contraponerse el uno al otro; en la autoconciencia esos poderes son para sí [de ahí que cobren el significado de contraponerse y excluirse], lo mismo que en el reino de la eticidad son solamente en sí. La conciencia ética, por haberse decidido y resuelto por uno de ellos, o por estar [naturalmente] decidida o resuelta por uno de ellos [por estar sin más en aquello donde tiene que estar], es esencialmente carácter [es decir, persona, es decir dramatis persona]; la conciencia no es para ella misma algo así como la igual esencialidad de ambos [o también: para la conciencia no hay una igual esencialidad de ambos]; la contraposición sólo aparece, por tanto, como una desafortunada o desgraciada colisión entre el deber y una realidad carente de todo derecho. La conciencia ética, en cuanto autoconciencia, está [o se ve] en esta contraposición, y como tal autoconciencia se endereza a la vez a someter por la fuerza esa realidad contrapuesta a la ley, a someterla, digo, a esa ley a la que ella pertenece, o lo que es igual: se endereza a burlar esa realidad [que se contrapone a la ley, a la ley a la que ella pertenece, y no hay para ella otra]. Pero como ambas conciencias ven el derecho [564] [ven la razón] sólo en uno de los lados y la injusticia [el no-derecho, la sinrazón] en el otro lado, resulta que, de ambas conciencias, aquella conciencia que pertenece a la ley divina sólo logra ver en el otro lado contingente violencia humana; y [la otra conciencia], la conciencia que queda asignada a la ley humana, sólo consigue ver en la otra parte la tozudez [el sentido sólo «idiota» o particular] y la desobediencia del ser-para-sí interior; pues los mandatos del gobierno son el sentido universal, el sentido público que yace a la luz del día; y en cambio, la voluntad de la otra ley es el sentido subterráneo, el sentido recluido en el interior, que en su existencia aparece como voluntad del particular [de un individuo particular], y en su contradicción con el primero no es sino desafuero y delito.

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Conversaciones en Madrid

[465] Ahora bien, por el hecho de que, por un lado, la eticidad consiste esencialmente en esta decisión inmediata y, por ello, para la conciencia, sólo una de las leyes es la esencia, y que, por otro lado, las potencias éticas son efectivamente reales en el sí-mismo de la autoconciencia, conservan éstas el significado de excluirse y de estarse contrapuestas; dentro de la autoconciencia, son para sí, igual que en el reino de la eticidad son solamente en sí. La conciencia ética, por haberse decidido por una de ellas, es esencialmente carácter; para [551] ella, las esencialidades de una y otra no son iguales; por eso, la contraposición aparece como una colisión desdichada del deber con una realidad efectiva carente de derecho. La conciencia ética, en cuanto autoconciencia, está en esta oposición, y en cuanto tal se apresta, a la vez, a someter con violencia, o a engañarla, a esta realidad efectiva opuesta a la ley a la que pertenece. Pero, al ver el derecho sólo en un lado, y la injusticia en el otro, entonces, aquella de las dos que pertenece a la ley divina, percibe en el otro lado una violencia contingente humana; mientras que la que corresponde a la ley humana percibe en el otro lado la obstinación y la desobediencia del ser-para-sí interior, pues las órdenes del gobierno son el sentido universal y público que está a la luz del día; mientras que la voluntad de la otra ley es el sentido subterráneo, clausurado en lo interno, que al estar ahí aparece como voluntad de la singularidad y que, estando en contradicción con aquélla, es el crimen.

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Conversations in Washington

[465] [465]1We kept the numeration given by the editor in the printed edition Now, because on the one hand ethical life consists essentially in this immediate decisiveness, and for that reason only one law is the essence for consciousness, on the other hand, it is because the ethical powers are actual in the self of consciousness that these forces receive the significance [269] of excluding each other and of being opposed to each other – they exist for itself in self-consciousness just as they only exist in itself within the realm of ethical life. Because it has decided in favor of one of them, ethical consciousness is essentially character. It is not the equal essentiality of both which is for ethical consciousness; and for that reason, the opposition appears only as an unfortunate collision of duty with an actuality utterly devoid of any right. Ethical consciousness is in this opposition as self-consciousness, and as such it sets itself to subordinate by force the actuality opposed to the law to which it belongs, or to deceive this opposed actuality. While it sees right only on its own side and sees only wrong on the other, the consciousness that belongs to divine law beholds on the other side human, contingent violence; and that consciousness which belongs to human law beholds on the other side the obstinacy and disobedience of inward being-for-itself. For the commands of government have a universal, public sense lying open to the light of day, but the will of the other law is the sense of the netherworld, sealed up in innerness, a sense which in its existence appears as the will of singular individuality and, when it stands in contradiction to the first, is sacrilege.

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Conversaciones en el Atrium

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