Gespräche in der Dämmerung 00461
Parte de:
C. (BB) El espíritu [C. (BB) Der Geist] / VI: El espíritu [VI. Der Geist] / A. El espíritu verdadero, la eticidad [A. Der wahre Geist. Die Sittlichkeit] / a. El mundo ético, la ley divina y la ley humana, el hombre y la mujer [a. Die sittliche Welt. Das menschliche und göttliche Gesetz, der Mann und das Weib]
[El Todo y la justicia, única y última injusticia no vengada]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[461] Das Ganze ist ein ruhiges Gleichgewicht aller Teile und jeder Teil ein einheimischer Geist, der seine Befriedigung nicht jenseits seiner sucht, sondern sie in sich darum hat, weil er selbst in diesem Gleichgewichte mit dem Ganzen ist. – Dies Gleichgewicht kann zwar nur dadurch lebendig sein, daß Ungleichheit in ihm entsteht und von der Gerechtigkeit zur Gleichheit zurückgebracht wird. Die Gerechtigkeit ist aber weder ein fremdes, jenseits sich befindendes Wesen noch die seiner unwürdige Wirklichkeit einer gegenseitigen Tücke, Verrats, Undanks usf., die in der Weise des gedankenlosen Zufalls als ein unbegriffener Zusammenhang und ein bewußtloses Tun und Unterlassen das Gericht vollbrächte; sondern als Gerechtigkeit des menschlichen Rechts, welche das aus dem Gleichgewichte tretende Fürsichsein, die Selbständigkeit der Stände und Individuen in das Allgemeine zurückbringt, ist sie die Regierung des Volks, welche die sich gegenwärtige Individualität des allgemeinen Wesens und der eigene selbstbewußte Willen Aller ist. – Die Gerechtigkeit aber, welche das über den Einzelnen übermächtig werdende Allgemeine zum Gleichgewichte zurückbringt, ist ebenso der einfache Geist desjenigen, der Unrecht erlitten, – nicht zersetzt in ihn, der es erlitten, und ein jenseitiges Wesen; er selbst ist die unterirdische Macht, und es ist seine Erinnye, welche die Rache betreibt; denn seine Individualität, sein Blut, lebt im Hause fort; seine Substanz hat eine dauernde Wirklichkeit. Das Unrecht, welches im Reiche der Sittlichkeit dem Einzelnen zugefügt werden kann, ist nur dieses, daß ihm rein etwas geschieht. Die Macht, welche dies Unrecht [340] an dem Bewußtsein verübt, es zu einem reinen Dinge zu machen, ist die Natur, es ist die Allgemeinheit nicht des Gemeinwesens, sondern die abstrakte des Seins, und die Einzelheit wendet sich in der Auflösung des erlittenen Unrechts nicht gegen jenes, denn von ihm hat es nicht gelitten, sondern gegen dieses. Das Bewußtsein des Bluts des Individuums löst dies Unrecht, wie wir gesehen, so auf, daß, was geschehen ist, vielmehr ein Werk wird, damit das Sein, das Letzte, auch ein gewolltes und hiermit erfreulich sei.
Conversaciones en Valencia
[El Todo y la justicia, única y última injusticia no vengada]
[461]1Epígrafe: El Todo y la justicia, única y última injusticia no vengada. El todo es un equilibrio quiescente de todas las partes, y cada parte es un espíritu indígena, nativo, un espíritu centrado en lo suyo, que no busca su satisfacción más allá de sí mismo, sino que la tiene en sí mismo precisamente porque se encuentra en ese equilibrio con el todo. — Este equilibrio, ciertamente, sólo puede ser un equilibrio vivo por producirse en [559] él desigualdad que la justicia [o justeza] reconduce a igualdad. Y la justicia no es ni un ser extraño que se encuentre en el más-allá, ni tampoco una realidad indigna de ese ser ético, una realidad de mutuas alevosías, traiciones y desagradecimientos, etc., [la realidad de una vendetta], que en forma de una casualidad [de un azar] carente de pensamiento hubiese de acabar consumando el juicio [es decir, acabase erigiéndose en tribunal] en términos de un contexto que en definitiva no resultase inteligible [es decir, en términos de un azar que consumase el juicio en términos no inteligibles], y [en forma] de un hacer u omitir carentes de conciencia; sino que se trata de la justicia por la que, como justicia del derecho humano, es devuelto a lo universal [es hecho retornar a lo universal] el para-sí que se sale del equilibrio, es decir, es devuelta a lo universal la autonomía de los estamentos y de los individuos, se trata de la justicia, digo, que, como justicia del derecho humano, es el gobierno del pueblo, el cual gobierno es la individualidad del ser universal que se es presente a sí mismo [el gobierno es lo universal en forma individual], y la propia voluntad autoconsciente de todos. — Y a su vez, se trata de la justicia que devuelve al equilibrio [que hace que retorne al equilibrio] un universal que se ha vuelto demasiado poderoso sobre el individuo, es decir, es asimismo el espíritu simple de aquel que ha sufrido una injusticia [que lo universal le ha infligido], no es algo que se descomponga entre aquel que ha sufrido la injusticia y un ser que quede más allá; él mismo, ese individuo, es el poder subterráneo, y es su Erinia, es su Furia, quien promueve la venganza X36X;2Erinia, que equivale al latín Furia, en la mitología griega diosa infernal de la venganza. pues su individualidad, su sangre, sigue viviendo en la casa; su sustancia tiene una realidad permanente y duradera. La injusticia que en el reino de la eticidad puede infligirse al individuo [todas las demás acaban siendo vengadas aunque sea por la Erinia y la Furia de la sangre vertida] sólo puede consistir en que a él pura y definitivamente «le pase algo» [un pasarle, pues, en puridad, no un hacer él algo o sufrir él algo] [el morirse, pues]. El poder que inflige esta injusticia a la conciencia, a saber: la de convertirla en una pura cosa, ese poder, digo, es la naturaleza, es la universalidad no de la comunidad o de la res publica, sino la universalidad abstracta del ser [Seyn]; y la particularidad [es decir, el individuo, el singular], para deshacer la injusticia sufrida, no se vuelve contra la res publica (pues no es de ella de quien ha sufrido la injusticia), sino contra éste [es decir, contra el ser, contra la universalidad abstracta del ser]. La conciencia de la sangre del individuo [sus consan- [560] /guíneos en cuanto conciencia de la misma sangre] disuelve o deshace, como hemos visto, esta injusticia, de suerte que lo que ha sucedido [lo que no es ni hacer ni sufrir, sino un puro pasarle a uno, o un puro haber pasado, un haber pasado en puridad], sea más bien una obra, con lo cual el ser [la abstracción del ser que viene a equivaler a nada], es decir, lo último, sea también algo [objetivamente] querido, y, por tanto, algo que resulte favorable y de lo que, por tanto, quepa alegrarse [en lo que quepa encontrar satisfacción, erfreulich].
Algunas aclaraciones
X36X = Erinia, que equivale al latín Furia, en la mitología griega diosa infernal de la venganza.
Conversaciones en Madrid
[461] El conjunto de todo es un equilibrio tranquilo de todas las partes, y cada parte es un espíritu nativo que no busca su satisfacción más allá de sí, sino que la tiene dentro de sí porque ella misma es en este equilibrio con el todo. — Ciertamente, este equilibrio sólo puede ser un equilibrio vivo por el hecho de que dentro de él surge la desigualdad y es devuelto a la igualdad por la justicia. Pero la justicia no es ni una esencia extraña que se encuentre más allá, ni tampoco es la realidad efectiva, indigna de esa esencia, de alguna malicia, traición o desagradecimiento recíprocos, etc., que, a modo de contingencia sin pensamiento, como conexión no concebida y como una acción u omisión sin conciencia, llevara a cabo el juicio, sino que, en cuanto justicia del derecho humano que, al ser-para-sí que se sale del equilibrio, a la autonomía de los estamentos y de los individuos, los devuelve a lo universal, la justicia es el gobierno del pueblo, el cual es la individualidad presente a sí de la esencia universal y la voluntad propia y autoconsciente de todos. — Pero la justicia que le devuelve el equilibrio a lo universal que sobrepuja al individuo singular es, en la misma medida, el espíritu simple de aquél que ha padecido la injusticia; — no se descompone en el que ha padecido y en alguna esencia que esté más allá; aquél es, él mismo, el orden subterráneo, y es su Erínea la que urde la venganza; pues su individualidad, su sangre, sigue viviendo en la casa; su substancia tiene una realidad efectiva duradera. La injusticia que pueda hacérsele al individuo singular en el reino de la eticidad es solamente esto: que a él le ocurra pura y simplemente algo. El poder que perpetra en la conciencia esta injusticia de convertirla pura y simplemente en una cosa es la naturaleza, no es la universalidad de la cosa pública, sino la universalidad abstracta del ser; y la singularidad, al disolver la injusticia padecida, no se dirige contra la cosa pública, pues no la ha sufrido de ella, sino contra este ser. La conciencia de la sangre del individuo disuelve esta injusticia, tal como hemos visto, de manera que lo que ha ocurrido se convierte más bien en una obra, a fin de que el ser, lo último, sea también algo querido, y por ende, gozoso.
Conversations in Washington
[461] [461]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition The whole is a peaceful equilibrium of all the parts, and each part is a local spirit that does not seek its satisfaction beyond itself. Rather, each local spirit has its satisfaction within itself because it is itself in this equilibrium with the whole. – To be sure, this equilibrium can only be a living equilibrium because of an inequality that arises within it, an inequality which is then brought back to equality by justice. However, justice is neither an alien essence which is situated somewhere off in the other-worldly beyond, nor is it the actuality of mutual maliciousness, treasonous behavior, ingratitude, etc., an actuality unworthy of the name of justice and which would execute judgment in an unthinking and arbitrary way without even thinking about the context, or in unconscious acts of omission and commission. Rather, as the justice of human law, it is that which brings back into the universal the being-for-itself, or the self-sufficiency, of the estates and singular individuals who are moving out of and away from that equilibrium. As such, justice is the government of the people, which is, to itself, the current individuality of the universal essence and the self-conscious will of all. – However, in bringing the universal back into equilibrium, a universal which is becoming ever more dominant over singular individuals, justice is likewise the simple spirit of he who has suffered wrong. – It has not been subverted into he who has suffered wrong and an other-worldly essence. He himself is the power of the netherworld, and it is his Erinyes [the Furies] which take vengeance, since his individuality, his blood, still lives on in the household, and his substance has an enduring actuality. In the realm of ethical life, the wrong that can be inflicted upon the singular individual would only be this, that something purely and simply happens to him. Nature is the power that commits this wrong to consciousness, that makes it into a pure thing, and the wrong is the universality not of the polity but rather that of the abstract universality of being. In undoing the wrong it has suffered, singular individuality does not turn against the polity because it has not suffered at the polity’s hands; rather, he or she turns against nature. As [267] we saw, the consciousness of the blood [relations] of the individual undoes this wrong so that what was a mere event becomes, on the contrary, a work, and, as a result, being, a finality, is supposed to be something also willed and hence also something gratifying.