Gespräche in der Dämmerung 00437

C. (BB) Der Geist / C. (BB) El espíritu

VI. Der Geist / Capítulo VI: El espíritu

 

[XXXXXX]

Gespräche in Jena

[437] [324] Die Vernunft ist Geist, indem die Gewißheit, alle Realität zu sein, zur Wahrheit erhoben und sie sich ihrer selbst als ihrer Welt und der Welt als ihrer selbst bewußt ist. – Das Werden des Geistes zeigte die unmittelbar vorhergehende Bewegung auf, worin der Gegenstand des Bewußtseins, die reine Kategorie, zum Begriffe der Vernunft sich erhob. In der beobachtenden Vernunft ist diese reine Einheit des Ich und des Seins, des Fürsich– und des Ansichseins, als das Ansich oder als Sein bestimmt, und das Bewußtsein der Vernunft findet sich. Aber die Wahrheit des Beobachtens ist vielmehr das Aufheben dieses unmittelbaren findenden Instinkts, dieses bewußtlosen Daseins derselben. Die angeschaute Kategorie, das gefundene Ding, tritt in das Bewußtsein als das Fürsichsein des Ich, welches sich nun im gegenständlichen Wesen als das Selbst weiß. Aber diese Bestimmung der Kategorie, als des Fürsichseins entgegengesetzt dem Ansichsein, ist ebenso einseitig und ein sich selbst aufhebendes Moment. Die Kategorie wird daher für das Bewußtsein bestimmt, wie sie in ihrer allgemeinen Wahrheit ist, als anundfürsichseiendes Wesen, Diese noch abstrakte Bestimmung, welche die Sache selbst ausmacht, ist erst das geistige Wesen, und sein Bewußtsein ein formales Wissen von ihm, das sich mit mancherlei Inhalt desselben herumtreibt; es ist von der Substanz in der Tat noch als ein Einzelnes unterschieden, gibt entweder willkürliche Gesetze oder meint, die Gesetze, wie sie an und für sich sind, in seinem Wissen als solchem zu haben, und hält sich für die beurteilende Macht derselben. – Oder von der Seite der Substanz betrachtet, so ist diese das anundfürsichseiende geistige Wesen, welches noch nicht Bewußtsein seiner selbst [324] ist. Das anundfürsichseiende Wesen aber, welches sich zugleich als Bewußtsein wirklich und sich sich selbst vorstellt, ist der Geist.

Siguiente párrafo

Ir al índice

Conversaciones en Valencia

[437] La razón es espíritu al quedar elevada a verdad X1X1Es decir, en «la cosa misma» (cap. V, C, a) la autoconciencia se tiene ella ahí delante como correspondiendo por completo al concepto que ella tiene de sí, a la certeza que ella tiene de ser ella toda realidad. El concepto se corresponde, pues, con la cosa. El concepto se ha hecho verdad. Se trata ahora del movimiento de ello. la certeza de ser la razón toda realidad y al volverse la razón consciente de sí misma como de su mundo y consciente del mundo como de sí misma X2X.2Vide infra Algunas aclaraciones X2X. — El devenir del espíritu lo mostró el movimiento inmediatamente precedente [el descrito en el cap. V, A, B, C] X3X,3Pero el autor se está refiriendo sobre todo a lo dicho al final del cap. V, B, y al principio del cap. V, C, pues en las líneas que siguen va a hacer uso incluso de las expresiones que empleó allí. en el que el objeto de la conciencia, es decir, la pura categoría o la categoría pura, se elevó a concepto de la razón X4X.4Vide infra Algunas aclaraciones X4X. En la razón observadora [cap. V, sección A], esta pura unidad del yo y del ser, del ser-para-sí y del ser-en-sí, queda determinada o quedó determinada como en-sí o como ser, y la conciencia de la razón encuentra esa unidad [da con ella como algo ahí, recuérdese sobre todo el cap. V, A, c]. Pero la verdad de la observación es más bien [fue más bien, consistió más bien en] suprimir y superar ese instinto que empieza dando con algo ahí en términos inmediatos, [la verdad de la observación es] el suprimir o superar la existencia de esa unidad [el suprimir y superar esa existencia de la razón, o este quedar ahí esa unidad, o este quedar ahí la razón], que es un quedar ahí, todavía carente él de conciencia. La categoría, en ese su quedar vista ahí [en ese su quedar ahí a la vista], es decir, la cosa encontrada, entra en la conciencia en cuanto ser-para-sí del yo [se vuelve consciente de sí en cuanto ser-para-sí del yo], el cual, entonces, en el ser objetivo [es decir, en su quedar ahí objetivo], se sabe como sí-mismo, como self [cap. V, B]. Pero esta determinación de la categoría como de un ser-para-sí contrapuesto al ser-en-sí es asimismo unilateral y, por tanto, es un momento que también se suprime y supera a sí mismo. La categoría, por consiguiente, quedará ahora determinada para la conciencia [quedará ahora determinada en el cobrarse así conciencia de ella] como esa categoría es en su verdad universal, es decir, como ser [Wesen] que es en y para-sí. Sólo esa determinación aún abstracta que constituye lo que he- [538] /mos llamado la cosa misma X5X5A lo largo del cap. V, C, a, b, c, hemos visto a la autoconciencia convertirse en unidad de universalidad e individualidad también para ella, es decir, hemos visto a la categoría convertirse en categoría en y para sí. La conciencia de ello es lo que ahora en la presente introducción del cap. VI es lo que estamos llamando espíritu. Dicho en otros términos, el espíritu es un «mundo de la vida» consciente de sí frente a otros, en su estar objetivamente ahí para sí y frente a otros estriba su realidad. [cap. V, C, a] es el ser espiritual [geistiges Wesen] [es decir, el ser espiritual empieza siendo eso, o es eso lo que el ser espiritual recién es, o es eso lo que el ser espiritual inmediatamente es], y su conciencia es un saber formal acerca de ese ser, que anda todavía a vueltas [ella, la conciencia] con los múltiples contenidos de ese ser; pues esa conciencia, en cuanto particular [einzeln], se distingue efectivamente todavía de la sustancia, y o bien da leyes arbitrarias [leyes cualesquiera, leyes que ella supone ser leyes, cap. V, C, b], o bien se imagina que, en su propio saber como tal, está ella en posesión de esas leyes tal como esas leyes son en y para sí; y se tiene a sí misma por el poder enjuiciador de esas leyes [cap. V, C, b y cap. V, C, c]. — O, consideradas las cosas por el lado de la sustancia, esta sustancia [«la cosa misma»] es el ser espiritual que es en y para-, que todavía no es conciencia de sí mismo [pues para ello ha de tenerse ahí delante a sí mismo como objeto precisamente en ese su ser en y para sí]. — El ser en y para- que a la vez se es real como conciencia, y se representa a sí mismo [se tiene él delante como objeto a sí mismo], esto es el espíritu [y es este ser espiritual el que vamos a pasar a considerar en el presente cap. VI].

Algunas aclaraciones

X1X

Es decir, en «la cosa misma» (cap. V, C, a) la autoconciencia se tiene ella ahí delante como correspondiendo por completo al concepto que ella tiene de sí, a la certeza que ella tiene de ser ella toda realidad. El concepto se corresponde, pues, con la cosa. El concepto se ha hecho verdad. Se trata ahora del movimiento de ello.

X2X

O es «la cosa misma», tras haber quedado suprimida y superada la diferencia de la autoconciencia respecto a ella, primero para nosotros, y después para la autoconciencia misma, en el cap. V, C, a, b, c.

Sería muy útil al lector comparar esta definición con la definición que Hegel da de eticidad en los en los §§ 142 ss. de su Filosofía del Derecho.

A través del concepto aristotélico de praxis, del que, como ya he indicado, estas definiciones de Hegel dependen, la idea de «mundo» que M. Heidegger desarrolla en la primera parte de Ser y tiempo repiten esas mismas determinaciones de Hegel e incluso es posible que se inspiren también en ellas o que no sean del todo ajenas a ellas.

En todo caso, aunque la noción del ser-en-el-mundo, tal como Heidegger la proyecta, esté inspirada también en el Nuevo Testamento y en la patrística, la determinación conceptual última que esa idea cobra en Ser y tiempo es aristotélica y también hegeliana: a este respecto véase sobre todo el final del §18 de Ser y tiempo.

Heidegger articulaba así sobre otras bases el concepto de mundo que Husserl estaba tratando de articular en términos de horizonte perceptivo; o quizá fuera al contrario, es decir, que Husserl tratase de hacerse cargo del imprescindible concepto de «mundo» desarrollado por su discípulo Heidegger, sobre bases distintas a las de éste, distintas a las bases aristotélicas y hegelianas de éste, que a Husserl le resultaban ajenas.

Otra versión más reciente y bien famosa del concepto de mundo de Husserl y Heidegger es la desarrollada por J. Habermas en Teoría de la acción comunicativa sobre el trasfondo de las distintas versiones que la idea de mundo ha tenido en la fenomenología.

A mí me parece que esa versión de Habermas, al prescindir expresamente de la base que trata de darle Husserl, y ser del todo ajena a la versión aristotélica-hegeliana de ese concepto, se queda en definitiva sin otra base que la de una vaga apelación a la idea de holismo del significado tal como la sostienen el segundo Wittgenstein o Quine; cfr. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, traducción de Manuel Jiménez Redondo, Taurus, Madrid 1987, sobre todo el final del cap. III en el tomo I, y el desarrollo del concepto de mundo en el capítulo VI en el tomo II. Y la cuestión es si tal apelación es base suficiente para el concepto de mundo que se busca diseñar, o si, sobre tal base, la noción de «mundo de la vida» no acaba dependiendo en definitiva de una ecléctica amalgama de elementos de procedencia muy diversa, que se nutren de las diversas fuentes de las que en cada caso provienen, pero que no quedan reducidos a unidad.

Respecto a esto último, aunque es evidente que la idea de Bewandtnis del §18 de Ser y tiempo se solapa en buena parte con la noción de holismo de significado, tal como, por ejemplo, la desarrolla Quine en la última sección de su famoso articulo «Dos dogmas del empirismo», lo que para Heidegger esa noción señala es el fenómeno que conceptuar, pero no es la conceptuación de él, que Heidegger sólo entiende estar dándola con la noción de «mundanidad del mundo», noción en la que «repite» a Aristóteles y a Hegel.

X3X

Pero el autor se está refiriendo sobre todo a lo dicho al final del cap. V, B, y al principio del cap. V, C, pues en las líneas que siguen va a hacer uso incluso de las expresiones que empleó allí.

X4X

La expresión no es difícil de entender. Objeto de la conciencia significa aquí lo que esa expresión ha venido significando a lo largo del libro. En lo otro no saberse sino a sí misma es la estructura de concepto que hemos visto amanecerle a la autoconciencia en el cap. V, C, a. Esa estructura, en el contexto que acaba de surgirnos, no es sino otra versión de la noción de categoría introducida en el cap. V, A. Pues bien, es esa estructura de concepto lo que ahora se convierte en objeto de la conciencia.

Y después el autor pasa a explicar por qué habla de «concepto de la razón». En el cap. III el logos, la razón, la explicación eran el logos, la razón o explicación del objeto. Al principio del cap. V se hablaba de «tener razón» en el sentido de ζῷον λόγον ἔχον, es decir, de volverse el logos del objeto cosa explícita, de volverse tema, de volverse el logos del objeto el asunto en que la autoconciencia racional consiste. Y en el cap. V, C, a, ese logos ha vuelto a convenirse en algo que desde luego pertenece al objeto, igual que en el cap. III, pero pertenece al objeto como asunto del objeto mismo (como asunto de «la cosa misma» en que se nos ha convertido la razón), igual que al principio del cap. V. Es decir, se convierte en objeto de la conciencia un objeto para el que la razón se ha vuelto tema, para el que la razón es asunto de ese mismo objeto, un objeto que es concepto de la razón, esto es, algo otro de la razón en el que la razón no anda a vueltas sino con ella misma.

Tenemos, por tanto, que se ha convertido en objeto una estructura de concepto y que ese concepto es el concepto de la razón. Dicho aproximadamente y de otro modo: la categoría, la unidad del ser y lo suyo, es ahora el objeto, siéndose el cual la conciencia es ella misma; es el espíritu.

X5X

A lo largo del cap. V, C, a, b, c, hemos visto a la autoconciencia convertirse en unidad de universalidad e individualidad también para ella, es decir, hemos visto a la categoría convertirse en categoría en y para sí. La conciencia de ello es lo que ahora en la presente introducción del cap. VI es lo que estamos llamando espíritu. Dicho en otros términos, el espíritu es un «mundo de la vida» consciente de sí frente a otros, en su estar objetivamente ahí para sí y frente a otros estriba su realidad.

Siguiente párrafo

Ir al índice

Conversaciones en Madrid

[437] La razón es espíritu en cuanto que la certeza de ser toda realidad está elevada a la verdad, y ella es consciente de sí misma en cuanto que es su mundo, y consciente del mundo en cuanto que es ella. — El devenir del espíritu ha hecho ver el movimiento inmediatamente precedente, en el que el objeto de la conciencia, la categoría pura, se elevaba hasta el concepto de la razón. En la razón que observa, esta unidad pura del yo y del ser, del para-sí y del en-sí, está determinada como lo en-sí o como ser, y la conciencia de la razón la X114X6«la» es corrección manuscrita de Hegel. En el original aparecía «sich», esto es, un reflexivo. Ciertamente, parece que tiene más sentido que la conciencia de la razón encuentre esa unidad. encuentra. Pero la verdad del observar es, antes bien, cancelar ese instinto inmediato de encontrar, ese estar ahí, desprovisto de conciencia, de esa unidad. La categoría intuida, la cosa encontrada entra en la conciencia como el ser-para-sí del yo, el cual, ahora, dentro de la esencia objetual, se sabe como el sí-mismo. Pero esta determinación de la categoría como ser-para-sí contrapuesto al ser-en-sí es exactamente igual de unilateral, un momento que se cancela a sí mismo. Por eso, la categoría viene determinada para la conciencia tal como ella es en su verdad universal, como esencia que es en y para sí. Esta determinación, todavía abstracta, que constituye la Cosa misma, no es, de primeras, más que la esencia espiritual, y su conciencia es un saber formal acerca de ella, saber que se dedica a dar vueltas con cualquier tipo de contenido; de hecho, sigue siendo diferente de la substancia en cuanto algo singular, o bien da leyes arbitrarias, o bien se cree que tiene en su saber como tal las leyes según ellas son en y para sí; y se tiene a sí misma por la potencia que juzga. — O dicho de otro modo, considerándolo desde el lado de la substancia, ésta es la esencia espiritual que es en y para sí, que no es todavía conciencia de sí misma. — Pero la esencia en y para sí, que a la vez se representa efectivamente como conciencia y se representa a sí ante sí misma, es el espíritu.

Algunas aclaraciones

X114X = «la» es corrección manuscrita de Hegel. En el original aparecía «sich», esto es, un reflexivo. Ciertamente, parece que tiene más sentido que la conciencia de la razón encuentre esa unidad.

Siguiente párrafo

Ir al índice

Conversations in Washington

C. (BB) Spirit

VI. Spirit

[437] [437]7We kept the numeration given by the editor in the printed edition Reason is spirit as the certainty of being all reality has been elevated to truth, and reason is, to itself, conscious of itself as its world and of the world as itself. – The coming-to-be of spirit was demonstrated in the immediately preceding movement, within which the object of consciousness, the pure category, elevated itself to the concept of reason. In observing reason, this pure unity of the I and of being, of being-for-itself and being-in-itself, is determined as the in-itself, or as being, and the consciousness of reason finds the unity. However, the truth of observing is instead the sublation of this immediate instinct for finding, the sublation of this unconscious existence of the truth. The intuited category, the found thing, enters consciousness as the being-for-itself of the I, which now knows itself in the objective essence as the self. However, this determination of the category, as being for-itself opposed to being-in-itself, is just as one-sided and is a self-sublating moment. Consequently, the category is determined for consciousness as it is in its universal truth, as essence existing-in-and-for-itself. This still abstract determination, which constitutes the crux of the matter, is itself just the spiritual essence, and its consciousness is a formal knowing of the spiritual essence, a knowing that gads around in a variety of the spiritual essence’s contents. As a singular individual, this consciousness is in fact still distinguished from the substance; it either legislates arbitrary laws, or it supposes that it has those laws as they are in and for themselves solely in its knowing as such, and it takes itself to be the power which passes judgment on them. – Or, considered in terms of substance, this is the spiritual essence existing-in-and-for-itself, but which is not yet the consciousness of itself. – However, the essence existing-in-and-for-itself, which as consciousness is at the same time actual and which represents itself to itself, is spirit.

Siguiente párrafo

Ir al índice

Conversaciones en el Atrium

Siguiente párrafo

Ir al índice

Sidebar



error: Content is protected !!