Gespräche in der Dämmerung 00417
Parte de:
C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / C. La individualidad que se es real en y para sí misma [C. Die Individualität, welche sich an und für sich selbst reell ist] / a. El reino animal del espíritu y el engaño, o también: la cosa misma [a. Das geistige Tierreich und der Betrug oder die Sache selbst]
[La cosa misma y sus momentos, no sólo como contenido sino también como formas de la conciencia y de la pugna del estar todos en ello; el juego del mutuo y universal engañar y engañarse; la cosa misma como repetición del «juego de las fuerzas» del cap. III]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[417] Es ist also ebenso Betrug seiner selbst und der anderen, wenn [309] es nur um die reine Sache zu tun sein soll; ein Bewußtsein, das eine Sache auftut, macht vielmehr die Erfahrung, daß die anderen, wie die Fliegen zu frisch aufgestellter Milch, herbeieilen und sich dabei geschäftig wissen wollen, – und sie an ihm, daß es ihm ebenso nicht um die Sache als Gegenstand, sondern als um die seinige zu tun ist. Hingegen, wenn nur das Tun selbst, der Gebrauch der Kräfte und Fähigkeiten oder das Aussprechen dieser Individualität das Wesentliche sein soll, so wird ebenso gegenseitig die Erfahrung gemacht, daß alle sich rühren und für eingeladen halten und statt eines reinen Tuns oder eines einzelnen eigentümlichen Tuns vielmehr etwas, das ebensowohl für andere ist, oder eine Sache selbst aufgetan wurde. Es geschieht in beiden Fällen dasselbe und hat nur einen verschiedenen Sinn gegen denjenigen, der dabei angenommen wurde und gelten sollte. Das Bewußtsein erfährt beide Seiten als gleich wesentliche Momente und hierin, was die Natur der Sache selbst ist, nämlich weder nur Sache, welche dem Tun überhaupt und dem einzelnen Tun, noch Tun, welches dem Bestehen entgegengesetzt und die von diesen Momenten als ihren Arten freie Gattung wäre, sondern ein Wesen, dessen Sein das Tun des einzelnen Individuums und aller Individuen, und dessen Tun unmittelbar für andere oder eine Sache ist und nur Sache ist als Tun Aller und Jeder, das Wesen, welches das Wesen aller Wesen, das geistige Wesen ist. Das Bewußtsein erfährt, daß keins jener Momente Subjekt ist, sondern sich vielmehr in der allgemeinen Sache selbst auflöst; die Momente der Individualität, welche der Gedankenlosigkeit dieses Bewußtseins nacheinander als Subjekt galten, nehmen sich in die einfache Individualität zusammen, die als diese ebenso unmittelbar allgemein ist. Die Sache selbst verliert dadurch das Verhältnis des Prädikats und die Bestimmtheit lebloser abstrakter Allgemeinheit, sie ist vielmehr die von der Individualität durchdrungene Substanz; das Subjekt, worin die Individualität ebenso als sie selbst oder als diese wie als alle Individuen ist, und das Allgemeine, das nur als [310] dies Tun Aller und Jeder ein Sein ist, eine Wirklichkeit darin, daß dieses Bewußtsein sie als seine einzelne Wirklichkeit und als Wirklichkeit Aller weiß. Die reine Sache selbst ist das, was sich oben als die Kategorie bestimmte: das Sein, das Ich, oder Ich, das Sein ist, aber als Denken, welches vom wirklichen Selbstbewußtsein sich noch unterscheidet; hier aber sind die Momente des wirklichen Selbstbewußtseins, insofern wir sie seinen Inhalt, Zweck, Tun und Wirklichkeit, wie insofern wir sie seine Form nennen. Fürsichsein und Sein für Anderes, mit der einfachen Kategorie selbst als eins gesetzt, und sie ist dadurch zugleich aller Inhalt.
Conversaciones en Valencia
[417] Es, pues, tanto un engañarse a sí mismo como un engañar a los demás eso de que no se trataría [o no habría de tratarse] sino de la cosa misma, de que no se trata [o habría de tratarse] sino de la pura cosa; una conciencia que pone sobre la mesa una cosa hace más bien experiencia de que los otros, como moscas que van a la leche que acaba de destaparse, amanecen a toda prisa, y quieren también saberse ocupados en ello; y respecto a ella [o acerca de ella, acerca de esa primera conciencia] saben que para ella [para esa conciencia] no se trataba de la cosa como objeto, sino de la cosa como cosa suya [es decir, como cosa o asunto de esa conciencia]. Y al revés, si sólo el hacer mismo como tal, es decir, si sólo el empleo de las fuerzas y capacidades, o si sólo el expresarse y declararse de esta individualidad, habría de ser lo esencial, entonces se hace asimismo mutuamente la experiencia de que todos se excitan, de que todos empiezan a agitarse, y se dan por invitados, y en lugar de un puro hacer o un hacer puro, o de un peculiar hacer particular, se tiene más bien algo para otros [que, por tanto, ya no se queda en el puro hacer, o en el hacer particular de uno, sino que ahí está para todos y da quehacer a todos], o lo que es lo mismo: se hace la experiencia de que lo que se ha puesto sobre la mesa es la cosa misma. Sucede en ambos casos lo mismo [o sucede por ambas partes, o por ambos lados lo mismo], y [en ambos casos, o por ambas partes, o por ambos lados, por el lado de la cosa y por el lado del hacer] lo que sucede no tiene sino sentido distinto de aquel sentido que se empezó suponiendo y que se suponía que había de valer [que había de ser el de verdad y que, desde luego, no lo es]. La conciencia hace experiencia de ambos lados como igualmente esenciales, y en ello hace experiencia de qué es la naturaleza de la cosa misma, a saber: ni sólo cosa que se contraponga al hacer en general o a este hacer particular, ni tampoco hacer que se contrapusiese al darse ahí [Bestehen] [al darse ahí de la cosa] y fuese libre como género respecto a esos momentos [respecto al hacer particular y al darse ahí el producto de ese hacer], que serían sus especies, sino un ser [Wesen] cuyo ser [Seyn], es decir, cuyo quedar ahí, es el hacer del individuo particular y de todos los individuos [cuyo ser consiste en el hacer del individuo particular y de todos los individuos], y cuyo hacer [Thun] es inmediatamente para los otros [algo, por tanto, que es producto, cosa hecha, realidad ahí], o lo que es lo mismo: es una cosa, pero que sólo es cosa en cuanto hacer de todos y de cada uno; es, por tanto, un ser [Wesen] que es el ser [Wesen] de todos los seres [Wesen], es decir, el ser espiritual, es decir, la entidad espiritual [geistiges Wesen]; la conciencia hace experiencia de que ninguno de esos momentos es sujeto X273X,1Sujeto del predicado que sería «la cosa misma». sino que más bien cada uno de esos momentos se disuelve en la cosa universal misma; los distintos momentos de la individualidad, que precisamente la ausencia de pensamiento de esta conciencia [la ausencia de pensamiento que caracteriza a esta conciencia] fue tomando uno tras otro como sujetos, recógense así, por decirlo así, todos juntos en la individualidad simple que, en cuanto esta individualidad [Individualität], es asimismo inmediatamente universal X274X.2Recuerde el lector que más arriba el autor había dicho que en cierto modo la conciencia hacía con la cosa misma una experiencia análoga a la que hacía con la cosa de la percepción (vide supra 00408 y, especialmente, nota X263X en 00409). Es ahora cuando se ve en qué sentido el movimiento del presente cap. V, C, a, ha sido análogo al movimiento de los caps. I, II, y III. Pero no olvide el lector que toda esta argumentación sólo quedará completa cuando el autor vuelva sobre «la cosa misma» en el cap. VI, C, c. La «cosa misma» pierde con ello la relación de predicado [es decir, pierde el carácter de ser el predicado de esos momentos], y, por consiguiente, pierde la determinidad de ser una cosa abstracta sin vida, la cosa misma es más bien la sustancia transida por la individualidad; [la cosa misma] es el sujeto en el que la individualidad es como ella misma o como esta individualidad y a la vez como todos los individuos, y [la cosa misma] es lo universal [es decir, es el predicado] que sólo es un ser [Seyn] en cuanto este hacer de todos y de cada uno, es una realidad que consiste en que esta conciencia la sabe como su realidad particular y como la realidad de todos [predicado pues, devenido sujeto]. Esta pura cosa misma es aquello que más arriba se determinó como la categoría [es decir, que más arriba definimos como la categoría] X275X,3Vide infra Algunas aclaraciones X275X. que el ser [Seyn] es el yo, o el yo es el ser, pero como pensamiento [Denken] que todavía se distingue [o se distinguía allí] de la autoconciencia real; pero ahora son los momentos de la autoconciencia real, lo mismo en cuanto los entendemos como su contenido, a saber: el fin, el hacer y la realidad, que en cuanto los entendemos como su forma [como la forma de la autoconciencia real], a saber: el ser-para-sí y el ser para otro o para otra autoconciencia, son esos momentos, digo, de la autoconciencia real los que ahora quedan puestos como siendo una y la misma cosa que la categoría simple [o que la simple categoría, o que simplemente la categoría] X276X,4Por eso, en el cap. V, C, b, va a empezar diciendo el autor que el ser espiritual que acaba de amanecemos es cosa pura, es decir, es pura conciencia, y es esta autoconciencia (es la universalidad de estar el objeto ahí para todos, y es individualidad). Esa forma de expresarse con la que empieza el cap. V, C, b, no tiene, pues, ningún misterio después de este final del cap V, C, a. y esa categoría es (por ello o en virtud de ello) a la vez todo contenido.
Algunas aclaraciones
X273X
Sujeto del predicado que sería «la cosa misma».
X274X
Recuerde el lector que más arriba el autor había dicho que en cierto modo la conciencia hacía con la cosa misma una experiencia análoga a la que hacía con la cosa de la percepción (vide supra 00408 y, especialmente, nota X263X en 00409). Es ahora cuando se ve en qué sentido el movimiento del presente cap. V, C, a, ha sido análogo al movimiento de los caps. I, II, y III. Pero no olvide el lector que toda esta argumentación sólo quedará completa cuando el autor vuelva sobre «la cosa misma» en el cap. VI, C, c.
X275X
Como ve el lector, en la cosa misma, que sirve de introducción al concepto de espíritu, van compareciendo (a título de «repetición») los principales motivos de los capítulos anteriores.
Si hace un momento la noción de la cosa misma se presentaba como repetición de la noción del juego de las fuerzas del cap. III, ahora se presenta como repetición de la noción de categoría en el sentido en que esta noción se introdujo al principio del cap. V (vide supra 00235). La noción de la cosa misma representa, pues, la necesaria y consecuente versión práctica de la noción de categoría; o mejor: la noción de la cosa misma no es sino la noción de categoría que ha resultado convertírsenos en noción práctica a lo largo del cap. V, B. A continuación (inicio del cap. V, C, b), en términos de la noción de la cosa misma, el autor va a introducir la noción ya precisa de espíritu [vide infra sequens caput], antes de pasar a discutir con las abstracciones de la conciencia moral moderna, entendiendo por de pronto esas abstracciones en el sentido de determinidades abstractas que, como va a decir el autor, se tienen que quedar en determinidades supuestas.
Mal haría el lector si entendiese el cap. V, C, b, c, como un intento de Hegel de oponer a las abstracciones de la moral kantiana la noción de eticidad simple del cap. VI, A; así se ha interpretado (o mejor: malinterpretado) por lo general a Hegel. El camino en que estamos, que es de ida, es ya también un camino de vuelta, y por tanto, la discusión acerca de las abstractas estructuras de la conciencia moral moderna a la altura de éstas, que implican la imposibilidad de toda eticidad sustancial, no se producirá hasta el cap. VI, C. En este contexto el cap. VI, A, tiene por objeto fijar lo que el mundo moderno no es. Lo que el mundo moderno es, se discute en el cap. VI, B y la discusión se cierra en el cap. VI, C.
X276X
Por eso, en el cap. V, C, b, va a empezar diciendo el autor que el ser espiritual que acaba de amanecemos es cosa pura, es decir, es pura conciencia, y es esta autoconciencia (es la universalidad de estar el objeto ahí para todos, y es individualidad). Esa forma de expresarse con la que empieza el cap. V, C, b, no tiene, pues, ningún misterio después de este final del cap V, C, a.
Conversaciones en Madrid
[417] Hay, pues, tanto un engaño de sí mismo como de los otros cuando se supone que se trata sólo de la Cosa pura; una conciencia que abre y revela una Cosa hace más bien la experiencia de que los otros, igual que hacen las moscas con la leche recién servida, se apresuran a acercarse y querer sacar partido de ella X*1X;5La imagen está en Jonathan Swift, A Tale of the Tub. Written for the Universal Improvement of Mankind (1704), excurso sobre críticos: «en segundo lugar, se puede reconocer a los verdaderos críticos en que husmean instintivamente alrededor de los escritores más importantes, atraídos por ellos como las ratas por el mejor queso, o las avispas por los mejores frutos». y ellos hacen en la conciencia la experiencia de que para ella tampoco se trata de la Cosa como objeto, sino como la Cosa suya. En cambio, si se supone que sólo la actividad misma, el uso de las facultades y capacidades, o el proferirse de esta individualidad es lo esencial, también se hace recíprocamente la experiencia de que todos se agitan y se tienen por invitados, y en lugar de un puro hacer, o de una actividad singular peculiar y propia, lo que se ha abierto y revelado era más bien algo que, en la misma medida, era para otros, o una cosa misma. En ambos casos ocurre lo mismo, y tiene sólo un sentido diverso frente a aquel que se había supuesto que debía valer. La conciencia hace la experiencia de que ambos lados son momentos igualmente esenciales, y con ello, de lo que es la naturaleza de la Cosa misma, a saber ni solamente Cosa que estuviera contrapuesta a la actividad en general y a la actividad singular, ni actividad que estuviera contrapuesta al persistir y que fuera el género libre de estos momentos en cuanto especies suyas, sino una esencia cuyo ser es la actividad del individuo singular y de todos los individuos, y cuya actividad es inmediatamente para otros, o bien: es una Cosa, y sólo es Cosa en cuanto actividad de todos y de cada uno; la esencia que es la esencia de todas las esencias, la esencia espiritual. La conciencia hace la experiencia de que ninguno de esos momentos es sujeto, sino que, más bien, ambos se disuelven en la Cosa universal misma; los momentos de la individualidad que, para la carencia de pensamientos de esa conciencia, pasaban sucesivamente por ser sujetos, se recogen en la individualidad simple que, en cuanto que esta individualidad, es también inmediatamente universal. De este modo, la Cosa misma pierde la relación del predicado y la determinidad de la universalidad abstracta e inane, es más bien la sustancia penetrada por la individualidad; el sujeto en el que la individualidad es tanto en cuanto ella misma o en cuanto ésta, como en cuanto todos los individuos, y lo universal que sólo en cuanto esta actividad de todos y cada uno es un ser, una realidad efectiva en el hecho de que esta conciencia la sabe como su efectividad singular y como efectividad de todos. La Cosa pura misma es lo que más arriba X*2X6Cf. supra, 00235, especialmente la nota X*1X de dicho párrafo). se determinaba como categoría, el ser que es yo, o yo que es el ser, pero en cuanto pensar que todavía se diferencia de la autoconciencia efectivamente real; pero aquí, los momentos de la autoconciencia efectivamente real, en la medida en que los denominamos contenido, fin, actividad y realidad efectiva, igual que en la medida en que los denominamos su forma, ser-para-sí y ser para otro, están puestos como siendo una sola cosa con la categoría simple misma, y por lo cual, ésta es, a la vez, todo el contenido.
Algunas aclaraciones
X*1X = La imagen está en Jonathan Swift, A Tale of the Tub. Written for the Universal Improvement of Mankind (1704), excurso sobre críticos: «en segundo lugar, se puede reconocer a los verdaderos críticos en que husmean instintivamente alrededor de los escritores más importantes, atraídos por ellos como las ratas por el mejor queso, o las avispas por los mejores frutos».
X*2X = Cf. supra, 00235, especialmente la nota X*1X de dicho párrafo).
Conversations in Washington
[417] [417]7We kept the numeration given by the editor in the printed edition There is therefore just as much deception of oneself and of others when what is at stake is supposed be the pure fact. A consciousness that brings into the open a fact8eine Sache instead learns from experience that others come hurrying over like flies to freshly poured milk, and they too want to know themselves to be busily engaged with it. Likewise, those others then likewise learn from experience that this consciousness is not concerned with such a fact as an object but only with it insofar as the fact is his.9die seinige zu tun ist Conversely, however much it is only the doing itself, the use of powers and abilities, or the expression of this individuality, which is supposed to be the essential, still they all mutually learn from experience that everyone is on the move and considers himself invited, and that instead of a pure doing or a distinctive individual doing, there is something which is just as well for others, or it is a crux of the matter which has been brought into the open. The same happens in both cases, and it only takes on a different sense vis-à-vis what had been thereby accepted and supposed to count as valid. Consciousness experiences both aspects as equally essential moments, and it therein learns from experience about the nature of the crux of the matter, namely, that it is neither only a thing,10eine Sache which would be opposed both to doing in general and to individual doing, nor is it doing which would be opposed to stable existence and would be the free genus of these moments as its species. Rather, it is an essence whose being is the doing of singular individuals and of all individuals, and whose doing is immediately for others, or it is a fact11Sache and is only a fact insofar as it is the doing of each and all, the essence that is the essence of all essence, that is spiritual essence. What consciousness experiences is that no single one of these moments is the subject but rather that each one instead dissolves into the universal crux of the matter. Each of the moments of individuality, taken one after another, were in force for the mindlessness of this consciousness as subject, and now they gather themselves up into the simple individuality which, as this individuality, is just as immediately universal. As a result, the crux of the matter sheds the relation of the predicate and the determinateness of lifeless, abstract universality and is instead substance permeated by individuality. It is the subject within which individuality is just as much itself as much as it is this individual, as much as it is all individuals. It is the universal, which is a being only as this doing which is the doing of each and all. It is an actuality because this consciousness knows it as its own singular actuality and as the actuality of all. The pure crux of the matter is what was determined above as the category. It is being which is the I, or, the I which is being but as thinking, which still distinguishes itself from actual self-consciousness. However, the moments of actual self-consciousness are here posited as being one with the simple category itself to the extent that we designate the content of actual self-consciousness as purpose, doing, and actuality and designate its form as being-for-itself and being for an other. As a result, the category is at the same time all content.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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