Gespräche in der Dämmerung 00377

Parte de:

C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / B. La realización de la autoconciencia racional mediante sí misma [B. Die Verwirklichung des vernünftigen Selbstbewußtseins durch sich selbst] / b. La ley del corazón y el desvarío de la vanidad, de la petulancia y de la arrogancia (o el desvarío del lado oscuro de uno) [b. Das Gesetz des Herzens und der Wahnsinn des Eigendünkels]

 

[Los latidos del corazón y los fanatismos]

Gespräche in Jena

[377] Das Herzklopfen für das Wohl der Menschheit geht darum in das Toben des verrückten Eigendünkels über, in die Wut des Bewußtseins, gegen seine Zerstörung sich zu erhalten, und dies dadurch, daß es die Verkehrtheit, welche es selbst ist, aus sich herauswirft und sie als ein Anderes anzusehen und auszusprechen sich anstrengt. Es spricht also die allgemeine Ordnung aus als eine von fanatischen Priestern, schwelgenden Despoten und für ihre Erniedrigung hinabwärts durch Erniedrigen und Unterdrücken sich entschädigenden Dienern derselben erfundene und zum namenlosen [280] Elende der betrogenen Menschheit gehandhabte Verkehrung des Gesetzes des Herzens und seines Glücks. – Das Bewußtsein spricht in dieser seiner Verrücktheit die Individualität als das Verrückende und Verkehrte aus, aber eine fremde und zufällige. Aber das Herz oder die unmittelbar allgemeinseinwollende Einzelheit des Bewußtseins ist dies Verrückende und Verkehrte selbst und sein Tun nur die Hervorbringung dessen, daß dieser Widerspruch seinem Bewußtsein wird. Denn das Wahre ist ihm das Gesetz des Herzens, – ein bloß Gemeintes, das nicht, wie die bestehende Ordnung, den Tag ausgehalten hat, sondern vielmehr, wie es sich diesem zeigt, zugrunde geht. Dies sein Gesetz sollte Wirklichkeit haben; hierin ist ihm das Gesetz als Wirklichkeit, als geltende Ordnung Zweck und Wesen; aber unmittelbar ist ihm ebenso die Wirklichkeit, eben das Gesetz als geltende Ordnung, vielmehr das Nichtige. – Ebenso seine eigene Wirklichkeit, es selbst als Einzelheit des Bewußtseins ist sich das Wesen; aber es ist ihm Zweck, sie seiend zu setzen; es ist ihm also unmittelbar vielmehr sein Selbst als Nichteinzelnes das Wesen oder Zweck als Gesetz, eben darin als eine Allgemeinheit, welche es für sein Bewußtsein selbst sei. – Dieser sein Begriff wird durch sein Tun zu seinem Gegenstande; sein Selbst erfährt es also vielmehr als das Unwirkliche und die Unwirklichkeit als seine Wirklichkeit. Es ist also nicht eine zufällige und fremde Individualität, sondern eben dieses Herz nach allen Seiten in sich das Verkehrte und Verkehrende.

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Conversaciones en Valencia

[Los latidos del corazón y los fanatismos]

[377]1Epígrafe: Los latidos del corazón y los fanatismos. Los latidos y aun palpitaciones del corazón a favor del bien de la humanidad se truecan por eso en la furia de una petulancia y arrogancia delirantes; [se truecan] en el furor de la conciencia por conservarse y resistir a su propia destrucción, y ello arrojando fuera de sí la perversión en que la conciencia consiste, y esforzándose en verla como otro y en considerarla y declararla otro que la conciencia. Y así, el orden universal ella lo tiene por un orden inventado por curas fanáticos, por déspotas disipados y libertinos y por sirvientes que buscan desquitarse de su humillación mediante más humillación y represión ejercidas sobre los de abajo, y [ella tiene ese orden] por una perversión de la ley del corazón y de su felicidad, por una perversión manipulada y convertida en una indecible e inenarrable miseria de la humanidad engañada. — En este su desvarío la conciencia declara [en definitiva] a la individualidad [Individualität] lo distorsionante y lo perverso, pero entendiéndola [en cuanto tal individualidad perversa] como una individualidad extraña y casual [por tanto, no la suya]. Pero es el corazón, o la individualidad [Einzelnheit] de la conciencia que en términos inmediatos quiere ser lo universal, es el corazón, digo, lo distorsionante y trastornado mismo, y su hacer es el origen de que a su conciencia [a la conciencia del corazón] le advenga [o le devenga] esta contradicción. Pues lo verdadero es para la conciencia la ley del corazón, algo meramente supuesto [o meramente pensado, o a lo que simplemente se apunta, o en lo que simplemente se está no más que pensando, Gemeyntes], algo que, a diferencia de lo que sucede con el orden vigente, no puede aguantar la luz del día, sino que más bien, tal como se muestra a ésta [es decir, tal como se muestra a esa luz del día], acaba hundiéndose o desvaneciéndose. Esta su ley [esta ley de la conciencia, la ley del corazón] habría de tener realidad; y, por tanto, aquí la ley, en cuanto realidad, en cuanto orden vigente, es telos y fin para la conciencia, pero en términos igualmente inmediatos, la realidad, es decir, la ley en cuanto orden vigente, le es a la conciencia más bien lo nulo [lo que no vale nada], lo que hay que eliminar. — Asimismo su propia realidad [la realidad de la conciencia], es decir, ella misma en cuanto conciencia en esa su particular individualidad [Einzelnheit], se es a sí la esencia; pero es telos para la conciencia el poner esa su particular individualidad como siendo [es decir, como quedando ahí, es decir, como realidad, es decir, como universal, como la negación de ese self particular de ella]; por tanto, resulta que es ese su self [ese su sí-mismo], en cuanto no particular [en cuanto no einzeln], lo que inmediatamente le es la esencia, o [resulta que es ese su self en cuanto no particular lo que le es] el fin en cuanto ley, y, precisamente por ello, [lo que le es el fin] en cuanto [la] universalidad que la ley es para su conciencia misma [es decir, lo que le es fin en cuanto universalidad que la ley es para la conciencia misma de la ley]. Este su concepto [este concepto de la conciencia] se convierte en su objeto mediante su hacer; su self lo experimenta, pues, la conciencia más bien como algo irreal, y la irrealidad como su realidad. No es, pues, una individualidad contingente y extraña [alguna individualidad que aparezca por ahí], no sino que es precisamente el corazón el que por todos lados es en sí mismo lo trastornado y trastornante.

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Conversaciones en Madrid

[377] Por eso, los latidos del corazón por el bienestar de la humanidad se convierten en la furia del engreimiento enloquecido; en la ira de la conciencia por conservarse frente a su destrucción, y esto de tal manera que expulsa de sí misma a la inversión que ella misma es, y se esfuerza por verlo y enunciarlo como otro. Denuncia, entonces, el orden universal como un orden inventado por clérigos fanáticos, por déspotas atrabiliarios y lacayos suyos que se resarcen de su humillación humillando y oprimiendo, como una inversión de la ley del corazón y de su felicidad, inversión manipulada para la indecible miseria de la humanidad engañada XX*X.2Hegel podría estar pensando aquí, según Pinkard, en el ataque de los jansenistas franceses a los jesuitas aliados con Luis XIV, a cuya represión estaban sometidos. En todo caso, la posición jansenista anticipa la posterior crítica ilustrada de la religión (cf. VI, B II). — En esta locura suya, la conciencia enuncia la individualidad como lo que enloquece y lo trastornado e invertido, mas una individualidad extraña y contingente. Pero el corazón, o la singularidad de la conciencia que quiere ser inmediatamente universal es esto que enloquece y, trastornado ello mismo y su actividad, no es más que producir que esta contradicción llegue a ser a los ojos de su conciencia. Pues lo que considera verdadero es la ley del corazón: una ley meramente opinada, que se ha querido íntimamente decir y que, a diferencia del orden existente, no ha resistido la luz del día, sino que más bien sucumbe al mostrarse ante ella. Esta ley suya debía supuestamente tener realidad efectiva; a sus ojos, la ley, en cuanto realidad efectiva, en cuanto orden vigente, es aquí propósito y esencia, pero, en la misma medida, la realidad efectiva, justamente la ley en cuanto orden vigente, más bien es inmediatamente, a sus ojos, lo nulo. — En la misma medida, su propia realidad efectiva, él mismo en cuanto singularidad de la conciencia, se es a sí la esencia; pero su propósito es ponerla como ente; a sus ojos, pues, su sí-mismo como no-individual es antes bien, inmediatamente, la esencia, o bien, su propósito en cuanto ley, precisamente como una universalidad que sería para su propia conciencia misma. — Por su actividad, este concepto suyo se convierte en su objeto; su sí-mismo lo experimenta, entonces, más bien, como lo efectivamente irreal, y la irrealidad la experimenta como su realidad efectiva. No es, entonces, una individualidad contingente y extraña, sino precisamente este corazón el que, en si mismo y por todos lados, es lo trastornado y lo que trastorna.

Algunas aclaraciones

XX*X = Hegel podría estar pensando aquí, según Pinkard, en el ataque de los jansenistas franceses a los jesuitas aliados con Luis XIV, a cuya represión estaban sometidos. En todo caso, la posición jansenista anticipa la posterior crítica ilustrada de la religión (cf. VI, B II).

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Conversations in Washington

[377] [377]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition The heart-throb for the welfare of mankind therefore passes over into the bluster of a mad self-conceit. It passes over into the rage of a consciousness which preserves itself from destruction as a result of the very inversion which is itself which it casts out of itself and which makes every effort to regard and to express that inversion as other than itself. It therefore pronounces the universal order to be an inversion of the law of its heart and its own happiness; it pronounces that the universal order is an inversion completely fabricated by fanatical priests and gluttonous despots, along with their various lackeys, who, by having lowered themselves to such abjection, now seek compensation for their own humiliation by humiliating and oppressing those further below them. It is an inversion which has as its cost the nameless misery of deceived humanity. – In its madness, consciousness expresses that it is individuality itself which, as alien and contingent, drives one mad and which is itself what is inverted. But it is the heart, or the singularity of consciousness immediately willing to be universal, which drives one mad and which is inverted, and its doing is only the production of what makes this contradiction become its consciousness. For the truth is to this consciousness the law of the heart – something merely fancied4gemeintes which has not stood the test of time as has the stably existing order but rather, instead, as it has shown itself to this consciousness, to founder. This, its law, is supposed to have actuality. As actuality, as a valid order, the law is, to itself, its own purpose and essence, but actuality, or just the law as the valid order, is to it, immediately and instead null and void. – Likewise, its own actuality, itself as the singularity of consciousness, is, to itself, the essence, but, to itself, its purpose consists in positing that singularity as existing. To it, its own self as non-singular is thus instead immediately the essence, or purpose as law, therein as a universality which is said to be the law for its consciousness itself. – This, its concept, becomes, through its doing, its object. Therefore, its self thus experiences instead the law as non-actual and the non-actuality as its own actuality. It is thus not a contingent and alien individuality but rather just this very heart, which, according to all of its aspects, is in itself the inverted and inverting.

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Conversaciones en el Atrium

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