Gespräche in der Dämmerung 00328
Parte de:
C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / A. La razón observadora [A. Beobachtende Vernunft] / c. Observación de la relación de la autoconciencia con su realidad inmediata; fisiognómica y teoría del cráneo [c. Beobachtung der Beziehung des Selbstbewußtseins auf seine unmittelbare Wirklichkeit; Physiognomik und Schädellehre]
[Otra relación entre interior y exterior aparte de la psicología y la fisiognómica. — Espíritu, cerebro y cráneo]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[328] Das geistig-organische Sein hat zugleich die notwendige [246] Seite eines ruhenden bestehenden Daseins; jenes muß als Extrem des Fürsichseins zurücktreten und diese als das andere Extrem gegenüber haben, welches alsdann der Gegenstand ist, worauf jenes als Ursache wirkt. Wenn nun Gehirn und Rückenmark jenes körperliche Fürsichsein des Geistes ist, so ist der Schädel und die Rückenwirbelsäule das andere ausgeschiedene Extrem hinzu, nämlich das feste ruhende Ding. – Indem aber jedem, wenn er an den eigentlichen Ort des Daseins des Geistes denkt, nicht der Rücken, sondern nur der Kopf einfällt, so können wir uns in der Untersuchung eines Wissens, als das vorliegende ist, mit diesem – für es nicht zu schlechten – Grunde begnügen, um dies Dasein auf den Schädel einzuschränken. Sollte einem der Rücken insofern einfallen, als auch wohl zuweilen durch ihn Wissen und Tun zum Teil ein-, zum Teil aber angetrieben wird, so würde dies dafür, daß das Rückenmark mit zum inwohnenden Orte des Geistes und seine Säule zum gegenbildlichen Dasein genommen werden müsse, darum nichts beweisen, weil es zuviel bewiese; denn man kann ebenso sich erinnern, daß auch andere äußerliche Wege, der Tätigkeit des Geistes beizukommen, um sie zu erwecken oder zurückzuhalten, beliebt werden. – Die Rückenwirbelsäule fällt also, wenn man will, mit Recht hinweg; und es ist so gut als viele andere naturphilosophische Lehren konstruiert, daß der Schädel allein zwar nicht die Organe des Geistes enthalte. Denn dies wurde vorhin aus dem Begriffe dieses Verhältnisses ausgeschlossen und deswegen der Schädel zur Seite des Daseins genommen; oder wenn nicht an den Begriff der Sache erinnert werden dürfte, so lehrt ja die Erfahrung, daß, wie mit dem Auge als Organe gesehen, so nicht mit dem Schädel gemordet, gestohlen, gedichtet usw. wird. – Es ist sich deswegen auch des Ausdrucks Organ für diejenige Bedeutung des Schädels zu enthalten, von welcher noch zu sprechen ist. Denn ob man gleich zu sagen pflegt, daß es vernünftigen Menschen nicht auf das Wort, sondern auf die Sache ankomme, so ist daraus doch nicht die Erlaubnis zu [247] nehmen, eine Sache mit einem ihr nicht zugehörigen Worte zu bezeichnen; denn dies ist Ungeschicklichkeit zugleich und Betrug, der nur das rechte Wort nicht zu haben meint und vorgibt und [der] es sich verbirgt, daß ihm in der Tat die Sache, d.h. der Begriff fehlt; wenn dieser vorhanden wäre, würde er auch sein rechtes Wort haben. – Zunächst hat sich hier nur dies bestimmt, daß, wie das Gehirn der lebendige Kopf, der Schädel das caput mortuum ist.
Conversaciones en Valencia
[328] [Y así resulta que en la perspectiva de estas distintas funciones del estar reflectido en sí el espíritu en el cuerpo] el ser orgánico-espiritual tiene a la vez como lado necesario una existencia quiescente, que está ahí fija y estable; el set orgánico-espiritual tiene, por decirlo así, que replegarse sobre sí en cuanto extremo del ser-para-sí [es decir, replegarse sobre sí en cuanto consistiendo también en el extremo que representa el ser-para-sí], y dejar enfrente ese otro lado necesario a título del otro extremo [de extremo opuesto], que entonces se convierte en el objeto sobre el que opera el ser orgánico-espiritual como causa. Y entonces, si el cerebro y la espina dorsal son ese ser-para-sí corporal del espíritu, resulta que el cráneo y la columna vertebral habrán de considerarse el otro extremo separado, es decir, se comportan como cosa fija quiescente. — Ahora bien, así como a cualquiera que se ponga a pensar acerca de en qué lugar se ubica propiamente la esencia del espíritu no se le ocurre pensar en la espalda, sino que lo que se le ocurre es pensar en la cabeza, así también nosotros en una investigación de un saber como es el presente [como es el saber que estamos analizando, el de Gall y Spurzheim] podemos darnos por satisfechos con esta razón (que para ese saber no sería precisamente una mala razón) a fin de (pensando sólo en la cabeza, como es habitual) restringir esa existencia (del espíritu) al cráneo [«esa existencia», es decir, ese lado objetual, ese ser-para-otro, frente al extremo del ser-para-sí orgánico que sería el cerebro]. Y si a alguien se le ocurriese pensar en la espalda en cuanto a veces también mediante ella en parte se recaudan perentoriamente saber y hacer, y en parte se desarraigan saber y hacer [es decir, se aprende y desaprende mediante azotes], resulta que el querer en virtud de ello convertir la médula espinal en lugar de habitación del espíritu, y el pensar que, por tanto, la columna vertebral, correspondiente a esa médula espinal, habría de tomarse por su existencia simétrica [por la existencia que, en cuanto el otro extremo, habría de considerarse imagen simétrica de ese lugar de habitación del espíritu], quien quisiera hacer tal cosa no habría demostrado nada, por haber querido demostrar demasiado [aunque, por tanto, si quiere e insiste, se lo podemos conceder, qué más da]; pues cabe recordar asimismo que también pueden preferirse otras vías externas para descubrirle y conocerle a la actividad del espíritu sus debilidades, es decir, para despertarla o para ponerle freno. — La columna vertebral, pues, si se quiere, puede, por tanto, quedar descartada con razón [la razón de que para qué más que el cráneo]; y podemos dar [también] por decidido o por construido, por tan bien construido como lo está en otras muchas doctrinas de filosofía natural, el que el cráneo no contiene él solo, ciertamente, los órganos del espíritu [pues la relación no incluye sólo cráneo, sino cerebro y cráneo]. Pues esto es algo que ya antes quedó excluido del concepto de esta relación, y por eso pusimos el cráneo del lado de la existencia [y el cerebro del lado del para-sí orgánico]; o si se entiende que [de entrada y sin más] no nos es lícito apelar todavía al concepto de la cosa, es la propia experiencia la que enseña que, a diferencia de lo que sucede con los ojos, que ellos son los órganos de ver, es decir, que con ellos se ve en cuanto órganos, con el cráneo no se asesina, no se roba, no se escriben novelas ni versos, etc. — De ahí que la expresión órgano tendremos que reservarla para aquel significado de cráneo del que todavía habremos de hablar. — Pues aunque suele decirse que, para los hombres sensatos, de lo que se trata no es de palabras sino de la cosa [o que a los hombres sensatos y racionales lo que les importa no son las palabras sino la cosa], ello no debe convertirse en una especie de licencia para designar la cosa [Sache] con un término que no le cuadre, pues ello no es sino falta de habilidad a la vez que una mentira que se imagina carecer sólo del término correcto, y presume de ello, pero que con eso se está ocultando que de lo que efectivamente carece es de la cosa, es decir, del concepto de la cosa; pues si tal concepto estuviese presente, si se tuviese tal concepto, enseguida se encontraría el término adecuado para él. Por de pronto, lo que hasta aquí queda determinado es que, así como el cerebro es la cabeza viva, el cráneo es el caput mortuum.
Conversaciones en Madrid
[328] El ser espiritual-orgánico tiene, al mismo tiempo, el lado necesario de la existencia subsistente y en reposo; en cuanto extremo del ser-para-sí, tiene que retirarse, y tener enfrente a este lado como el otro extremo que, por consiguiente, es el objeto sobre el que aquél hace efecto en cuanto causa. Ahora bien, si el cerebro y la espina dorsal son aquel ser-para-sí corporal del espíritu, el cráneo y la columna vertebral son el otro extremo separado que les corresponde, a saber, la cosa firme en reposo. — Sin embargo, dado que a cualquiera, cuando piensa en el lugar donde tiene propiamente su existencia el espíritu, se le ocurre, no la espalda, sino sólo la cabeza X*1X,1Hegel se refiere irónicamente a las teorías de Gall, según las cuales el cerebro tiene su origen en la espina dorsal, y se forma después que ésta. Cf. Blöde; K. A.: D. F. J. Galls Lehre über die Verrichtungen des Gehirns, nach dessen zu Dresden gehaltenen Vorlesungen in einer faßlichen Ordnung mit gewissenhafter Treue dargestellt von einem unbefangenen Zuhörer, Dresde, 1805. También cf. Bischoff: Darstellung der Gallschen Gehim – und Schädel-Lehre, op. cit., pp. 6 y sigs. nosotros, al investigar un saber, en cuanto que lo sea este con el que estamos tratando, podemos darnos por satisfechos con este motivo —que, para tal saber, es sobrado— y restringir esa existencia al cráneo. Si fuera el caso que a alguien se le ocurriera la espalda, en la medida en que, ciertamente, también por ella se introducen y se extraen a veces saber y actividad, ello no probaría en nada que la espina dorsal tenga que ser tomada también por el lugar donde reside el espíritu, y la columna como su existencia en contraimagen, porque eso sería demostrar demasiado; pues puede igualmente recordarse que también hay otros caminos exteriores preferidos para adecuarse a la actividad del espíritu, despertarla o refrenarla. — De modo que la columna vertebral queda eliminada justamente, si quiere decirse así; y como muchas otras doctrinas de la filosofía natural, está así bien construido que el cráneo, ciertamente, no contiene por sí solo los órganos del espíritu. Pues esto ya había quedado excluido previamente del concepto de esta relación, y por eso se había puesto al cráneo como lado de la existencia; o bien, dicho en otros términos, si no se puede apelar al concepto de la cosa, ya la experiencia enseña bien que no se asesina, se roba o se escriben poemas con el cráneo igual que sí se ve con el ojo como órgano. — Por eso, hay que abstenerse también de usar la expresión órgano para ese significado del cráneo X*2X,2La alusión va dirigida, probablemente, a Gall, quien escribía, por ejemplo, que «el alma que ve por el órgano de la vista y huele por el órgano del olfato, aprende las cosas de memoria por el órgano de la memoria, y hace algo bueno por el órgano de la bondad». Cf. Gall, F. J.: Des Herrn Dr. F. J. Gall Schreiben über seinen bereits geendigten Prodromus über die Verrichtungen des Gehirns der Menschen und der Thiere, an Herrn Jos. Fr. Von Retzer, en: Der Neue Teutsche Merkur vom Jahre 1798, ed. de Christoph Martin Wieland, vol. 3, Weimar, 1798. significado del que se habrá aún. Pues, aunque se acostumbra igualmente a decir que a las personas razonables no les importan las palabras, sino la cosa, ello no da licencia para designar una cosa con una palabra que no sea la suya, ya que eso es improcedente a la vez que un engaño que pretende no tener la palabra justa, y presume de ello, ocultándose que, de hecho, le falta la cosa, esto es, el concepto; si dispusiera de éste, tendría también su palabra justa. — Para empezar, lo único que hay claro y determinado aquí es esto: que, igual que el cerebro es la cabeza en cuanto que está viva, el cráneo es el caput mortum.
Algunas aclaraciones
X*1X = Hegel se refiere irónicamente a las teorías de Gall, según las cuales el cerebro tiene su origen en la espina dorsal, y se forma después que ésta. Cf. Blöde; K. A.: D. F. J. Galls Lehre über die Verrichtungen des Gehirns, nach dessen zu Dresden gehaltenen Vorlesungen in einer faßlichen Ordnung mit gewissenhafter Treue dargestellt von einem unbefangenen Zuhörer, Dresde, 1805. También cf. Bischoff: Darstellung der Gallschen Gehim – und Schädel-Lehre, op. cit., pp. 6 y sigs.
X*2X = La alusión va dirigida, probablemente, a Gall, quien escribía, por ejemplo, que «el alma que ve por el órgano de la vista y huele por el órgano del olfato, aprende las cosas de memoria por el órgano de la memoria, y hace algo bueno por el órgano de la bondad». Cf. Gall, F. J.: Des Herrn Dr. F. J. Gall Schreiben über seinen bereits geendigten Prodromus über die Verrichtungen des Gehirns der Menschen und der Thiere, an Herrn Jos. Fr. Von Retzer, en: Der Neue Teutsche Merkur vom Jahre 1798, ed. de Christoph Martin Wieland, vol. 3, Weimar, 1798.
Conversations in Washington
[328] [328]3We kept the numeration given by the editor in the printed edition The spiritual-organic being has at the same time the necessary aspect of a motionless stable existence.4ruhenden bestehenden Daseins. The former, as the extreme term of being-for-itself, must step back and have this latter as the other extreme over and against it, which is then the object on which the former acts as a cause. However much the brain and spinal cord are that bodily being-for-itself of spirit, still the skull and spinal column are the other extreme which is separated off and added to it, or, to be specific, are the motionless fixed thing. – However, while anyone who thinks of the genuine location of the existence of spirit thinks not of the spine but only of the head, it follows that in the course of an investigation into the kind of knowing here before us, we can content ourselves with the following reason – and in the present case not too bad a reason at that – if we are to confine this existence of spirit to the skull. Insofar as, from time to time, knowing and acting are also indeed in part driven in – and indeed in part driven out – through the spine, then, even if it should strike anyone to regard the spine as the location of spirit, this would not demonstrate either that the spinal cord must equally be taken as the indwelling location of spirit or that the spinal column should be taken as the existing counter-image for the simple reason that this would prove too much. One can just as well remember that there are also other equally beloved external paths to come by the activity of spirit if one is to awaken it or inhibit it. – Thus, the spinal column, if you please, rightly falls by the wayside. That the skull alone surely does not contain the organs of spirit is something that is as well contrived as are many other doctrines of nature-philosophy. This is what was previously excluded from the concept of this relation, and it was for this reason that the skull was taken to be the aspect of existence. Or, if we are forbidden to be reminded of the concept of what is at stake here, experience still surely teaches that just as one sees with the eye as the organ of sight, then it is not with the skull that we commit murder, steal, write poetry, etc. – For that reason, one should also abstain from using the expression, “organ,” for the meaning of the skull, a meaning about which there is still something to be said. For although people are accustomed to saying that for rational people what matters are not words but the matters themselves, that still does not entitle anybody to designate a thing in terms that are not appropriate to it, for it is at the same time both a matter of clumsiness and deceit to suppose that one only does not have the right word or that the word is lying dormant, when in fact, what is lacking is the relevant matter itself, i.e., the concept. If the latter were available, one would also have the right word for it. – What has been here determined is, first of all, that just as the brain is the living head, the skull is the caput mortuum.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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