Gespräche in der Dämmerung 00248
Parte de:
C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / A. La razón observadora [A. Beobachtende Vernunft] / a. Observación de la naturaleza [a. Beobachtung der Natur]
[La tensión entre determinidad y universalidad]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[248] Dieses sich auf das Einfache einschränkende oder die sinnliche Zerstreuung durch das Allgemeine beschränkende Beobachten findet also an seinem Gegenstande die Verwirrung seines Prinzips, weil das Bestimmte durch seine Natur sich in seinem Gegenteile verlieren muß; die Vernunft muß darum vielmehr von der trägen Bestimmtheit, die den Schein des Bleibens haue, zur Beobachtung derselben, wie sie in Wahrheit ist, nämlich sich auf ihr Gegenteil zu. beziehen, fortgehen. Was wesentliche Merkmale genannt werden, sind ruhende Bestimmtheiten, welche so, wie sie als einfache sich ausdrücken und aufgefaßt werden, nicht das, was ihre Natur [191] ausmacht, verschwindende Momente der sich in sich zurücknehmenden Bewegung zu sein, darstellen. Indem jetzt der Vernunftinstinkt dazu kommt, die Bestimmtheit ihrer Natur gemäß, wesentlich nicht für sich zu sein, sondern in das Entgegengesetzte überzugehen, aufzusuchen, sucht er nach dem Gesetze und dem Begriffe desselben; zwar nach ihnen ebenso als seiender Wirklichkeit, aber diese wird ihm in der Tat verschwinden, und die Seiten des Gesetzes [werden ihm] zu reinen Momenten oder Abstraktionen werden, so daß das Gesetz in der Natur des Begriffes hervortritt, welcher das gleichgültige Bestehen der sinnlichen Wirklichkeit an sich vertilgt hat.
Conversaciones en Valencia
[248] Este observar [esta observación] que se restringe a lo simple [e igual a sí mismo] o que mediante lo universal [es decir, recurriendo a características universales] pone límites a la dispersión sensible, esta observación, digo, encuentra, pues, producirse en su objeto la confusión, lío, embrollo y perturbación de su principio [del principio con el que ella opera] porque lo determinado, por su propia naturaleza, no tiene más remedio que perderse en lo contrarío; y, por tanto, resultará más bien que la razón no tendrá más remedio que pasar adelante desde esa determinación indolente, que tenía la apariencia de permanecer, es decir, que tenía la apariencia de lo permanente [pero que no se decide a permanecer firme sino que acaba mostrándose lábil y confusa], no tendrá más remedio que pasar adelante, digo, a la observación de ella, es decir, a la observación de esa indolente determinidad, para ver cómo esa determinidad es en verdad, es decir, no tendrá más remedio que proceder poniendo a esa determinidad en relación con su contrario. Lo que se llaman características esenciales son determinidades quietas [determinidades, por decirlo así, en reposo] que, tal como se expresan y se las concibe en cuanto simples, no representan aquello que constituye su naturaleza [es decir, la naturaleza de esas determinidades], a saber: la de ser momentos desaparecientes de un movimiento que se recoge a sí en sí mismo [o se retrae a sí mismo hacia dentro de sí mismo]. En cuanto ahora, a lo que el instinto de la razón lleva es a buscar la determinidad según esa su naturaleza, conforme a la cual esencialmente la determinidad no es para sí, sino que la determinidad, conforme a su naturaleza, es un transitar a lo contrario, en cuanto el instinto de la razón pasa ahora a buscar eso, digo, lo que pasa a buscar [o lo que se pone a buscar] es la ley y el concepto de ello; y, ciertamente, los busca asimismo en cuanto realidad que es [es decir, en cuanto realidad existente, es decir, en cuanto realidad que está inmediatamente ahí], pero a ese instinto esa realidad tiene de hecho que desaparecerle, o le desaparecerá de hecho, y los lados o aspectos de la ley se convertirán en puros momentos o abstracciones, de modo que la ley donde emerge [o donde trasparece, o donde se deja ver] es en la naturaleza del concepto, concepto que ha aniquilado [o aniquila] en sí ese quedar indiferentemente ahí que caracteriza a la realidad sensible [o por el que se caracteriza, o se supone que se caracteriza, la realidad sensible] X40X.1La ley no es sino el trasparecer de la propia naturaleza del concepto.
Algunas aclaraciones
X40X = La ley no es sino el trasparecer de la propia naturaleza del concepto.
Conversaciones en Madrid
[248] Este observar que se restringe a lo simple, o que por medio de lo universal pone barreras a la dispersión sensible, encuentra en su objeto, entonces, la confusión de su principio, porque lo determinado tiene, por su propia naturaleza, que perderse dentro de su contrario; por eso, la razón tiene más bien que continuar avanzando desde la determinidad inerte, que tenía la apariencia de permanecer, hasta la observación de esa determinidad tal como es en verdad, a saber, referirse a su contrario. Lo que se denominan caracteres esenciales son determinidades quietas, las cuales, así, tal como se expresan y son captadas en cuanto simples, no presentan lo que constituye su naturaleza: ser momentos evanescentes del movimiento que se repliega hacia dentro de sí. En tanto que, ahora, este instinto de razón se pone a indagar la determinidad conforme con su naturaleza —que consiste esencialmente en no ser para sí, sino pasar a lo contrapuesto—, busca él la ley y el concepto de ésta; ciertamente que también los busca en cuanto realidad efectiva que es, pero esta realidad efectiva le desaparecerá de hecho, y los lados de la ley se convertirán en momentos puros o abstracciones, de modo que la ley emerge en la naturaleza del concepto que ha aniquilado en sí el subsistir indiferente de la realidad efectiva sensible.
Conversations in Washington
[248] [248]2We kept the numeration given by the editor in the printed edition In restricting itself to the simple or to sensuous distractions through the universal, this restrictive observing thus finds in its object the disarray of its own principle because what is determinate must by its very nature lose itself in its opposite. On those very grounds, reason must progress instead from inert determinateness, which had the semblance of lasting, to the observation of what such determinateness is in truth, namely, its relating itself to its opposite. What are called essential distinguishing marks are motionless determinatenesses, which, as they express themselves and as they are grasped as simple, do not exhibit what constitutes their nature, namely, to be vanishing moments of that movement taking itself back into itself. While the instinct of reason now gets around to seeking out these distinguishing marks, it searches for the law and the concepts of those determinatenesses. It does this according to the determinateness of the nature of those distinguishing marks, which for each of them essentially consists in not existing for itself but in passing over into its opposite. To be sure, it searches for them just as much as existing actuality, but, to itself, this actuality will in fact disappear, and the aspects of the law will become pure moments, or abstractions, such that the law itself comes to light in the nature of the concept, which has abolished in itself the indifferent stable existence of sensuous actuality.
Conversaciones en el Atrium
EN CONSTRVCCION
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