Gespräche in der Dämmerung 00245

Parte de:

 C. (AA.) Razón [C. (AA.) Vernunft] / V: Certeza y verdad de la razón [V. Gewißheit und Wahrheit der Vernunft] / A. La razón observadora [A. Beobachtende Vernunft] / a. Observación de la naturaleza [a. Beobachtung der Natur]

 

[La descripción como abstractización de lo individual, o lo individual como instancia de un concepto]

Gespräche in Jena

[245] Dies Allgemeine Ist so nur erst das Sichgleichbleibende; seine Bewegung nur das gleichförmige Wiederkehren desselben Tuns. Das Bewußtsein, welches insofern im Gegenstande nur die Allgemeinheit oder das abstrakte Mein findet, muß die eigentliche Bewegung desselben auf sich selbst nehmen [und], indem es noch nicht der Verstand desselben ist, wenigstens sein Gedächtnis sein, welches das, was in der Wirklichkeit nur auf einzelne Weise vorhanden ist, auf allgemeine Weise ausdrückt. Dies oberflächliche Herausheben aus der Einzelheit und die ebenso oberflächliche Form der Allgemeinheit, worein das Sinnliche nur aufgenommen wird, ohne an sich selbst Allgemeines geworden zu sein, das Beschreiben der Dinge hat noch in dem Gegenstande selbst die Bewegung nicht; sie ist vielmehr nur in dem Beschreiben. Der Gegenstand, wie er beschrieben ist, hat daher das Interesse verloren; ist der eine beschrieben, so muß ein anderer vorgenommen und immer gesucht werden, damit das Beschreiben nicht ausgehe. Ist es nicht so leicht mehr, neue ganze Dinge zu finden, so muß zu den schon gefundenen zurückgegangen werden, sie weiter zu teilen, auseinanderzulegen und neue Seiten der Dingheit an ihnen noch aufzuspüren. Diesem rastlosen, unruhigen Instinkte kann es nie an Material gebrechen; eine neue ausgezeichnete Gattung zu finden oder gar einen neuen Planeten, dem, ob er zwar ein Individuum ist, doch die Natur eines Allgemeinen zukommt, [188] kann nur Glücklichen zuteil werden. Aber die Grenze dessen, was wie der Elephant, die Eiche, das Gold ausgezeichnet, was Gattung und Art ist, geht durch viele Stufen in die unendliche Besonderung der chaotischen Tiere und Pflanzen, der Gebirgsarten oder der durch Gewalt und Kunst erst darzustellenden Metalle, Erden usf. über. In diesem Reiche der Unbestimmtheit des Allgemeinen, worin die Besonderung wieder der Vereinzelung sich nähert und in sie hie und da auch wieder ganz herabsteigt, ist ein unerschöpflicher Vorrat fürs Beobachten und Beschreiben aufgetan. Hier aber, wo ihm ein unübersehbares Feld sich eröffnet, an der Grenze des Allgemeinen kann es vielmehr statt eines unermeßlichen Reichtums nur die Schranke der Natur und seines eigenen Tuns gefunden haben; es kann nicht mehr wissen, ob das an sich zu sein Scheinende nicht eine Zufälligkeit ist; was das Gepräge eines verwirrten oder unreifen, schwachen und der elementarischen Unbestimmtheit kaum sich entwickelnden Gebildes an sich trägt, kann nicht darauf Anspruch machen, auch nur beschrieben zu werden.

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Conversaciones en Valencia

[La descripción como abstractización de lo individual, o lo individual como instancia de un concepto]

[245] X*X1Epígrafe del Hegel: La descripción. X**X2Epígrafe: La descripción como abstractización de lo individual, o lo individual como instancia de un concepto. Por de pronto eso universal empieza siendo, pues, no más que lo que permanece igual a sí mismo; su movimiento es sólo el uniforme retorno del mismo hacer [de la misma abstracción practicada por la conciencia, del mismo hacer abstractivo de la conciencia]. La conciencia que en tales términos encuentra en el objeto sólo la universalidad (o lo que es lo mismo: lo «mío» abstracto), tiene que tomar sobre sí misma [tomar ella a su cargo, cargar con] el movimiento propiamente dicho de ese objeto; y en la medida en que esa conciencia no sea todavía el entendimiento [Verstand] de su objeto, tiene que ser por lo menos su memoria [su mneme] X35X,3Creo que se trata de una referencia al libro I de la Metafísica de Aristóteles, 980 b 5. la cual exprese en términos universales aquello que en la realidad sólo está presente de forma individual. Este superficial hacer abstracción de la individualidad, y la forma asimismo superficial de universalidad en la que lo sensible no hace más que quedar recogido, sin que en sí mismo se haya convertido propiamente en universal, este describir las cosas, digo, todavía no tiene en el objeto mismo su movimiento; sino que el movimiento reside más bien en el describir. Y el objeto, tal como es descrito [tan pronto como es descrito, o una vez descrito] ha perdido, por tanto, interés; si se ha descrito uno [si se ha descrito un objeto], habrá que emprender la descripción de otro, y siempre habrá que buscar algún otro, para que el describir no cese [para que el describir no se le vaya a uno]. Por tanto, deja de ser fácil encontrar cosas totalmente nuevas, y no encontrándolas, habrá que volver sobre las ya encontradas, seguir dividiéndolas y descomponiéndolas y seguir rastreando en ellas y encontrando en ellas nuevos aspectos de su coseidad. A este instinto inquieto y sin pausa nunca puede faltarle material [es decir, tiene que procurárselo incansablemente]; encontrar alguna nueva especie importante, o incluso descubrir un nuevo planeta que, aunque, naturalmente, sea un individuo [sea una cosa individual], acabe cobrando [por su tipicidad] la naturaleza e importancia de un universal [es decir, de una nueva clase de cosas], eso, digo, es algo que sólo se otorga a los afortunados. Pero los límites de aquello que, como en el elefante, en la encina, o en el oro, define qué sea género y qué especie, alcanzan a través de múltiples niveles hasta la infinita particularización [Besonderung] de animales y plantas caóticos, de tipos de montañas, o de metales y tierras, etc., que sólo mediante violencia y artificio [sólo forzando mucho las cosas y con mucho arte] pueden sacarse a la luz. En este reino de la indeterminidad de lo universal, en el que la particularización [Besonderung] [el entrar en más detalles y añadir más detalles] se aproxima otra vez a la singularización [Vereinzelung, es decir, se aproxima a lo que no es sino un singular], y [no sólo se aproxima, sino] que aquí y allá vuelve otra vez a descender a lo singular, y a sumirse totalmente en ello, queda abierta una inagotable cantera y provisión para el observar y el describir. Pero aquí, donde a la conciencia parece abrírsele un campo inabarcable, puede muy bien que, en los límites de lo universal [es decir, en tal aproximarse mediante particularización a lo que otra vez no es sino lo individual, a lo que no es sino un singular], en lugar de encontrar inmensas o enormes riquezas, puede muy bien, digo, que la conciencia, en vez de eso, no haya encontrado otra cosa que el límite y barrera de la naturaleza y de su propio hacer; la conciencia ya no puede saber si lo que parece ser en sí [lo que parece ser un en-sí, un nuevo Universal, respecto al cual aquello que me encuentro no es sino una instancia] no es más bien sino una pura contingencia y casualidad; lo que en sí lleva el sello de ser una forma o configuración confusa o inmadura, débil, o que apenas es capaz de desarrollarse a causa de una indeterminidad elemental, eso, digo, tampoco puede pretender o reclamar ni siquiera ser descrito.

Algunas aclaraciones

X35X = Creo que se trata de una referencia al libro I de la Metafísica de Aristóteles, 980 b 5.

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Conversaciones en Madrid

[245] De primeras, esto universal no es más que lo que permanece igual a sí; su movimiento no es más que el uniforme retornar de la misma actividad. La conciencia, que, en esta medida, sólo encuentra en el objeto la universalidad o el mío abstracto, tiene que tomar sobre sí el movimiento propiamente dicho de éste; no siendo todavía el entendimiento del mismo, tiene que ser al menos su memoria, la cual expresa de manera universal lo que en la realidad efectiva sólo se da de manera singular. Este superficial destacarse a partir de la singularidad, y la forma igualmente superficial de la universalidad, en la que lo sensible sólo queda registrado sin haber llegado en sí mismo a ser algo universal; el describir las cosas, no tiene su movimiento todavía en el objeto mismo; el movimiento está más bien, únicamente, en el describir. Por eso, el objeto, según queda descrito, ha perdido interés; una vez que se ha descrito uno, es preciso tomar otro, y hay que estar siempre buscando para que el describir no cese. Cuando ya no es tan fácil encontrar cosas nuevas completas, hay que retornar a las ya encontradas, seguir dividiéndolas, descomponiéndolas, y rastrear nuevos aspectos de la cosidad en ellas. A este instinto inquieto y sin pausa nunca le puede faltar material; encontrar y distinguir una nueva especie, o incluso un nuevo planeta —al cual, aunque sea un individuo, bien que le corresponde la naturaleza de algo universal— es algo que sólo le está destinado a los afortunados. Pero los límites de lo que se ha señalado y distinguido como el elefante, el roble, el oro, lo que es el género y la especie, atraviesan muchos niveles hasta la infinita clasificación particularizadora del caos de los animales y de las plantas, de las clases de montaña o de los metales y minerales, que sólo por mediación de la violencia y la técnica pueden exponerse. En este reino de la indeterminidad de lo universal, en el que la clasificación particularizadora se acerca de nuevo a la singularización, y vuelve luego también a descender dentro de ella aquí y allá, se ha abierto una reserva inagotable para observar y describir. Pero aquí, donde se le abre un campo inabarcable a la vista, en el límite de lo universal, la conciencia puede que más bien haya encontrado, en lugar de una inmensa riqueza, tan sólo las barreras de la naturaleza y de su propia actividad; la conciencia ya no puede saber si lo que parece ser en sí no será una casualidad; lo que lleva en sí la impronta de una conformación confusa o inmadura, débil y que apenas se desarrolla más allá de una indeterminidad elemental, no puede ni siquiera plantear la pretensión de ser sólo descrito.

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Conversations in Washington

[245] [245]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition At first, this universal is only just what remains self-consistent, and its movement is only the uniform repetition of the same doing. The consciousness which finds in the object only universality, or the abstract mine, must shift the responsibility to itself for the real movement of the universal. While it is not yet the understanding of it, it must at least be the memory of it, a memory which expresses in a universal manner what is in actuality only available in a singularly individual manner. This superficial accentuation of individuality and the equally superficial form of universality into which the sensuous is only incorporated, but without the sensuous having in itself become a universal, or the describing of the thing, still does not have the movement in the object itself. Instead, the movement is in the describing. The object as it is described is no longer of interest; if one object is described, then another must be given preference and always sought out so that the describing does not itself just peter out. If it is no longer easy to find new, whole things, then it must turn back to those already found in order to divide them still further, to analyze them, and then to track down new aspects of thinghood in them. This restless, unceasing instinct can never run out of material; to find a new genus of distinctive significance, or even to discover a new planet, which, although it is an individual,5Individuum, nonetheless corresponds to the nature of a universal, can only fall to the lot of the lucky few. However, the boundary line that singles out, for example, what is an elephant, an oak, gold, and the line between the genus and the species itself pass through many stages into the endless particularization of the chaotic range of animals and plants, mountain ranges, metals, earth, etc., such that it is only violence and artfulness which can first put them on view. In this realm of the indeterminateness of the universal, in which particularization again approximates to singularization and into which particularization again entirely descends here and there into such singularization, what is opened up is an inexhaustible supply for observing and describing. However, here at the limits of the universal, where such an enormous field is opened up for it, what it has found is, instead of an immeasurable wealth, in fact only the limits of nature and of its own doings. It can no longer know whether what seems to have being in itself is not a contingency. What bears in itself the stamp of a confused or immature structure, of weakness and the elemental indeterminateness of a structure barely developing itself, cannot also make even a claim only to be described.

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Conversaciones en el Atrium

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