Gespräche in der Dämmerung 00131

Parte de:

A. Conciencia [A. Bewußtsein] / II: La percepción; o la cosa y la equivocación [II. Die Wahrnehmung oder das Ding und die Täuschung]

 

[Resumen; la sofistería de la percepción; las vacías abstracciones de la equivocación, y el sano sentido común; sano sentido común y filosofía; el Uno y el También, la Universalidad y la Individualidad, y lo Esencial y lo Inesencial, como los poderes de los que la conciencia perceptiva es juguete]

Gespräche in Jena

[131] Diese leeren Abstraktionen der Einzelheit und der ihr entgegengesetzten Allgemeinheit sowie des Wesens, das mit einem Unwesentlichen verknüpft, eines Unwesentlichen, das doch zugleich notwendig ist, sind die Mächte, deren Spiel der wahrnehmende, oft so genannte gesunde Menschenverstand ist; er, der sich für das gediegene reale Bewußtsein nimmt, ist im Wahrnehmen nur das Spiel dieser Abstraktionen; er ist überhaupt immer da am ärmsten, wo er am reichsten zu sein meint. Indem er von diesen nichtigen Wesen herumgetrieben, von dem einen dem anderen in die Arme geworfen wird und, durch seine Sophisterei abwechslungsweise jetzt das eine, dann das gerade Entgegengesetzte festzuhalten [105] und zu behaupten bemüht, sich der Wahrheit widersetzt, meint er von der Philosophie, sie habe es nur mit Gedankendingen zu tun. Sie hat in der Tat auch damit zu tun und erkennt sie für die reinen Wesen, für die absoluten Elemente und Mächte; aber damit erkennt sie dieselben zugleich in ihrer Bestimmtheit und ist darum Meister über sie, während jener wahrnehmende Verstand sie für das Wahre nimmt und von ihnen aus einer Irre in die andere geschickt wird. Er selbst kommt nicht zu dem Bewußtsein, daß es solche einfache Wesenheiten sind, die in ihm walten, sondern er meint es immer mit ganz gediegenem Stoffe und Inhalte zu tun zu haben, so wie die sinnliche Gewißheit nicht weiß, daß die leere Abstraktion des reinen Seins ihr Wesen ist; aber in der Tat sind sie es, an welchen er durch allen Stoff und Inhalt hindurch und hin und her läuft; sie sind der Zusammenhalt und die Herrschaft desselben und allein dasjenige, was das Sinnliche als Wesen für das Bewußtsein ist, was seine Verhältnisse zu ihm bestimmt und woran die Bewegung des Wahrnehmens und seines Wahren abläuft. Dieser Verlauf, ein beständig abwechselndes Bestimmen des Wahren und Aufheben dieses Bestimmens, macht eigentlich das tägliche und beständige Leben und Treiben des Wahrnehmenden und in der Wahrheit sich zu bewegen meinenden Bewußtseins aus. Es geht darin unaufhaltsam zu dem Resultate des gleichen Aufhebens aller dieser wesentlichen Wesenheiten oder Bestimmungen fort, ist aber in jedem einzelnen Momente nur dieser einen Bestimmtheit als des Wahren sich bewußt und dann wieder der entgegengesetzten. Es wittert wohl ihre Unwesenheit; sie gegen die drohende Gefahr zu retten, geht es zur Sophisterei über, das, was es selbst soeben als das Nichtwahre behauptete, jetzt als das Wahre zu behaupten. Wozu diesen Verstand eigentlich die Natur dieser unwahren Wesen treiben will, die Gedanken von jener Allgemeinheit und Einzelheit, vom Auch und Eins, von jener Wesentlichkeit, die mit einer Unwesentlichkeit notwendig verknüpft ist, und von einem Unwesentlichen, [106] das doch notwendig ist, – die Gedanken von diesen Unwesen zusammenzubringen und sie dadurch aufzuheben, dagegen sträubt er sich durch die Stützen des Insofern und der verschiedenen Rücksichten oder dadurch, den einen Gedanken auf sich zu nehmen, um den anderen getrennt und als den wahren zu erhalten. Aber die Natur dieser Abstraktionen bringt sie an und für sich zusammen; der gesunde Verstand ist der Raub derselben, die ihn in ihrem wirbelnden Kreise umhertreiben. Indem er ihnen die Wahrheit dadurch geben will, daß er bald die Unwahrheit derselben auf sich nimmt, bald aber auch die Täuschung einen Schein der unzuverlässigen Dinge nennt und das Wesentliche von einem ihnen Notwendigen und doch Unwesentlichseinsollenden abtrennt und jenes als ihre Wahrheit gegen dieses festhält, erhält er ihnen nicht ihre Wahrheit, sich aber gibt er die Unwahrheit.

Ende des Kapitels II

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Conversaciones en Valencia

[131] Estas vacías abstracciones que representan la individualidad [Einzelnheit, el quedar algo suelta y autónomamente ahí] y la universalidad que se contrapone a esa individualidad, así como la esencia que estaría asociada con algo inesencial que, sin embargo, sería a la vez necesario, todo ello, digo, son los poderes, el juego de los cuales es ese entendimiento humano percipiente, que a menudo se llama «sano sentido común»; ese entendimiento, que se tiene a sí mismo por la conciencia sólida y real, no es en la percepción sino un juego [un juguete] de esas abstracciones; ese entendimiento es siempre paupérrimo, allí donde se imagina ser más rico. Precisamente cuando se ve llevado [o viéndose llevado] por estos seres inesenciales [por esas physeis inesenciales, dice Platón, por esos Wesen inesenciales, esencias inesenciales, que se resuelven en nada, dice Hegel], precisamente cuando se ve llevado, digo, por esos seres inesenciales o nulos de acá para allá, y arrojado por cada uno de ellos en brazos del otro, y precisamente cuando anda tratando, mediante pura sofística, de fijar y afirmar ahora lo uno, e inmediatamente después lo exactamente contrapuesto, precisamente cuando en tales términos, digo, no hace sino resistirse a la verdad, ese sano entendimiento común sigue pensando de la filosofía que en ella no se trata sino de puros entes de razón, de puras Gedankendingen [cosas de pensamiento, entes de razón, entes de «razón raciocinante» y entes de «razón raciocinada»]. Y, ciertamente, [la filosofía] tiene que ver también con ellas, y las reconoce por seres puros, por elementos y seres absolutos; pero con ello las está conociendo y reconociendo a la vez en su determinidad, y, por tanto, se convierte en dueña de ellas, mientras que aquel entendimiento percipiente las toma por lo verdadero, quedando así empujado por ellas de un equivocarse a otro, o de un errar a otro [o también: de una errancia, Irre, a otra errancia]. Él mismo ni siquiera llega a percatarse de que son tales entidades [physeis, Wesen] simples las que se han apoderado de él y ejercen su poder sobre él y reinan en él, sino que se imagina estar teniendo que ver siempre con materias y contenidos totalmente sólidos o fijos, al igual que la certeza sensible tampoco sabía que su esencia [la esencia de esa certeza sensible] no era sino la abstracción que representa el puro ser [Seyn] [el puro estar ahí]; pero en realidad es en esas esencialidades simples y por medio de ellas como el entendimiento común pasa a través de toda materia y contenido, y va de acá para allá y de allá para acá; esas esencialidades simples son las que le dan cohesión y las que lo dominan [o las que constituyen la dominación de él, lo que él domina, según se interprete el genitivo como objetivo o como subjetivo], y son ellas solas las que constituyen aquello que lo sensible (en tanto ser o esencia, en tanto Wesen) es para la conciencia, y las que determinan su relación con ella, y aquello en lo que discurre el movimiento del percibir y el movimiento de lo que en el percibir constituye lo verdadero de éste [o la verdad de éste]. Este discurrir, que no es sino un constante cambio y alternancia en la determinación de lo verdadero [en el determinar lo verdadero, lo verdadero de la percepción] y la supresión y superación de tal determinación [en orden a acabar volviendo a ella], es lo que propiamente constituye la vida continua y diaria, la vida de todos los días de la conciencia percipiente, y de la conciencia que supone estar moviéndose en la verdad, y aquello que a diario constantemente la empuja y la mueve. Y así la conciencia se ve llevada inconteniblemente al resultado de tener que suprimir y superar igualmente todas estas esencialidades [supuestamente] esenciales o todas estas determinaciones [supuestamente] esenciales [es decir, no tiene más remedio que marchar inconteniblemente hacia ese resultado], pero en cada momento particular la conciencia sólo se es ella consciente de una de esas determinidades como [siendo esa determinidad] lo verdadero [sólo se es consciente de esta determinidad una como lo verdadero] y después otra vez de la contraria. La conciencia barrunta, ciertamente la inesencialidad de ambas; y para salvarlas del peligro que parece amenazarlas, la conciencia pasa a una sofistería que consiste en afirmar ahora como verdadero aquello que hace un momento la misma conciencia estaba afirmando como lo no verdadero [o estaba negando que fuese verdadero]. Y a lo que la naturaleza de esos seres o esencias [Wesen] no verdaderos [o de esas esencialidades no verdaderas] quiere llevar a ese entendimiento corriente y común es a ponerlos juntos [a ponerlos en conexión] y, por medio de ello, a suprimir y superar esos seres no verdaderos, esas ideas [a las que nos hemos referido] de universalidad e individualidad, de También y Uno, de esa esencialidad que va necesariamente asociada con una inesencialidad, y una inesencialidad [o algo inesencial] que es, sin embargo, necesaria, a lo que la naturaleza de estos seres no verdaderos empuja al entendimiento común y corriente, digo, es a poner juntas [a juntar] y, de este modo, a suprimir y superar las nociones [Gedanken] de esos no-seres [a suprimir y superar ese su no tener más remedio que concebir esos no seres], pero contra ello se empecina ese sano entendimiento, ese sentido común, apoyándose en el «en-cuanto» [la expresión «en-cuanto» está utilizada aquí como sustantivo] y en la diversidad de aspectos o respectos, o también tratando de hacer recaer sobre sí una de esas ideas o nociones, para mantenerla separada de la otra y mantener así a esa otra como la verdadera. Pero [pese a esos intentos la naturaleza de esas abstracciones vuelve a juntarlas en y de por sí [vuelve a ponerlas en conexión y relación en y de por sí], y el sano sentido común se convierte en presa y despojo de ellas, que lo arrastran de acá para allá y de allá para acá en el vórtice de ese movimiento circular que las caracteriza. Y al tratar él de darles la verdad unas veces haciendo recaer sobre sí la no verdad de ellas, y otras también haciendo recaer la equivocación en la apariencia que ofrecen cosas que resultan no ser fiables, y estableciendo una separación entre lo esencial de las cosas y algo que, pese a ser en ellas necesario, sería [o habría de ser], no obstante, inesencial, y fijando aquello [lo esencial] como su verdad [como la verdad de las cosas] frente a esto [es decir, frente a lo inesencial], por medio de todo esto, digo, el sentido común no les conserva a las cosas su verdad [la verdad de éstas], pero sí que se da él a sí mismo la no verdad.

Final del Capítulo II

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Conversaciones en Madrid

[131] Estas abstracciones vacías de la singularidad y de la universalidad que se le contrapone, así como de la esencia que se halla enlazada con algo inesencial, y de algo inesencial que, sin embargo, es, al mismo tiempo, necesario, son los poderes en cuyo juego consiste el entendimiento que percibe, lo que a menudo se llama se llama sano sentido común X63X;1Vide infra Algunas aclaraciones X63X. éste, que se tiene a sí mismo por la conciencia real sólida y genuina, no es, en el acto de percibir, más que el juego de estas abstracciones; y es siempre de lo más pobre allí donde cree ser más rico. Siendo impulsado de acá para allá por estas esencias nulas, arrojado por una en los brazos de la otra, y esforzándose con su sofistería en afirmar y retener ora lo uno, ora justamente lo contrario, resistiéndose a la verdad, opina que la filosofía sólo trata de entelequias y entes de razón X64X.2Vide infra Algunas aclaraciones X64X. También trata de ellos, en efecto, y los reconoce como las esencias puras, los elementos y poderes absolutos; pero, con eso, los reconoce al mismo tiempo en su determinidad, y es por eso dueña y señora de ellos, mientras que aquel entendimiento perceptivo los toma por lo verdadero, y se ve remitido por ellos de un error a otro. El mismo no llega a tener conciencia de que son tales esencialidades simples las que mandan y disponen dentro de él, sino que opina estar tratando siempre con materias y contenidos concretísimos y genuinos, igual que la certeza sensorial no sabe que su esencia es la abstracción vacía del ser puro; pero, de hecho, es al hilo de estas esencialidades simples que puede recorrer y atravesar en todas las direcciones cualquier materia y contenido, ellas son lo que cohesiona y domina a éstos últimos, y son lo único que lo sensible en cuanto esencia es para la conciencia, lo que determina las relaciones de lo sensible con ésta, y la guía por la que discurre el movimiento del percibir y de lo verdadero suyo. Este discurrir, un determinar en permanente alternancia de lo verdadero y de cancelar esa determinación, constituye, propiamente hablando, la vida y el trabajo permanente del que percibe y de la conciencia que opina estar moviéndose en la verdad. Esa conciencia prosigue sin parar hasta el resultado de cancelar igualmente todas estas esencialidades esenciales o determinaciones, pero, en cada momento singular, sólo es consciente de esa única determinidad como lo verdadero, y luego de la contraria. Barrunta, seguramente, su inesencialidad; para salvarla del peligro que la amenaza, pasa a la sofistería, y lo que recién afirmaba como lo no verdadero, lo afirma ahora como verdadero. A lo que la naturaleza de estas esencias no-verdaderas quiere empujar propiamente al entendimiento es a agrupar los pensamientos de aquella universalidad y singularidad, del también y del uno, de aquella condición de esencial que se halla enlazada necesariamente con una condición de inesencial, y de algo inesencial que, sin embargo, es necesario; juntar los pensamientos de ese engendro sin esencia X65X3Vide infra Algunas aclaraciones X65X. y, de esta manera, cancelarlos: contra esto, el entendimiento se revuelve apoyándose en el en-la-medida-que y en las diversas perspectivas, o bien, cargando sobre sí un pensamiento para mantener al otro, separado, como el verdadero. Pero la naturaleza de estas abstracciones las agrupa ya a ellas de por sí, el sano entendimiento del sentido común es su botín, al que arrastran dándole vueltas en su torbellino. Y él, queriendo darles la verdad por la vía, ora de cargar sobre sí la no-verdad, ora de llamar a la ilusión, no obstante, apariencia de las cosas engañosas y de separar lo esencial de algo que les es necesario y que, sin embargo, les debe ser inesencial, reteniendo lo primero como la verdad de ellas frente a lo último, haciendo todo esto no les conserva a ellas su verdad, mientras que a sí mismo, empero, se da la no-verdad.

Final del Capítulo II

Algunas aclaraciones

X63X

«Sano sentido común» corresponde en alemán a »gesunder Menschenverstand«, literalmente, el sano entendimiento (Verstand) humano, de ahí la asociación que hace Hegel. El espectro semántico de Verstand es más amplio en alemán que el de «entendimiento» en castellano, con el que se lo traduce, sobre todo en el contexto de Kant. Verstand corresponde también a la inteligencia de alguien, su discernimiento y su juicio: de ahí el sentido común como juicio compartido por las mentes sanas, y del que Hegel se mofa, aquí como en otros pasajes del libro.

X64X

Gedankendinge: literalmente, «cosas pensadas». La Gedankending era el ens rationis de Leibniz. Utilizo aquí, también, el sentido peyorativo que tiene la palabra entelequia en castellano, como cosa irreal, por más que traicione el sentido original aristotélico. Pero algo parecido hace Hegel en este pasaje.

Gedankending. ENTELEQUIA; COSA SÓLO PENSADA; ENTE DE RAZÓN. Literalmente, es una «cosa del pensamiento». Corresponde al ens rationis de Leibniz; y para Kant «la cosa en sí» también era un Gedankending. Aquí traduzco, según el contexto, como «ente de razón», «cosa sólo pensada» o bien, cuando parece evidente un tono irónico o desdeñoso, como «entelequia», palabra ésta que, aun traicionando el sentido aristotélico original de la palabra, corresponde bien al valor despectivo que tiene actualmente en castellano, como cosa irreal, y como Hegel usa a veces esa Gedankending.

X65X

Unwesen. Hegel hace un juego de palabras: Unwesen alude tanto a la no-esencia, a la inesencia (de ahí lo inesencial: unwesentlich) como designa, en alemán coloquial, algo monstruoso, un engendro deformado, mal desarrollado, tanto como para, literalmente, no tener esencia.

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Conversations in Washington

[131] [131]4We kept the numeration given by the editor in the printed edition These empty abstractions of singularity and of the universality opposed to it, as well as the empty abstraction of essence which is bound up with an inessential, or an inessential which is nonetheless at the same time necessary, are the powers whose play is the perceptual understanding, often called healthy common sense. That healthy common sense which takes itself to be solid, real consciousness, is, in perceiving, only the play of these abstractions, and that common sense is the poorest exactly at the point where it means to be the richest. While it is pushed around by these empty essences and is thus thrown out of the arms of one abstraction into the arms of another, and, through its own sophistry, alternately goes to all the trouble of tenaciously clinging to one of them and asserting it to be true, only then to turn around and assert its opposite to be true, and then to set itself against the truth, it says that philosophy only deals with thought-things.5Gedankendingen In fact, philosophy also deals with such thought-things, and at the same time it is cognizant6erkennt of them in their determinateness and for that reason is master over them,7Meister whereas the perceiving understanding takes them to be the true, and such thoughts send it on its way from one error to another. Perceptual understanding does not amount to the awareness that it is those kinds of simple essentialities which are governing in it; rather, it always supposes that it is dealing with entirely solid material and content, just as sensuous-certainty does not know that the empty abstraction of pure being is its essence. However, the essentialities are in fact that in which the perceptual understanding runs hither and thither through all material and content; they are the cohesiveness of and what rules that material and content, and they alone are what the sensuous, as essence, is for consciousness. They alone are what determines the relation between consciousness and the sensible, and they are alone that in which the movement of perceiving as well as that of its truth runs its course. This course, a constant alternation between determining the truth and sublating this determining, genuinely constitutes the everyday and constant life and drive both of perceiving and of the consciousness which supposes that its own movement takes place within the truth. Within that life, consciousness incessantly presses forward to the result in which it sublates all these essential essentialities or determinations. However, in each singular moment, it is conscious only of this one determinateness of the true and then again of its contrary. It no doubt suspects their inessentiality and in order to save them from the danger threatening them, it passes over into sophistry where it asserts as true what it had just asserted as untrue. Just where the nature of these untrue essences really wants to push this understanding is to bring together all those thoughts of that universality and singularity, of the Also and the One, of that essentiality that is necessarily bound up with an inessentiality and of an inessentiality that is nonetheless necessary – that is, to push it to bring together the thoughts of these non-essences and thereby to sublate them. In contrast, the understanding strives to avoid this by basing its support on the Insofar and the various considerations, or by taking upon itself one thought in order to keep the other thoughts separated from it and to preserve it as the true thought. However, the nature of these abstractions bring them together in and for themselves; common sense is the prey of these abstractions which, in all their spinning circularities, bring it to such grief. While healthy common sense wants to bestow truth on them, sometimes by their untruth onto itself, sometimes by calling the semblance of unreliable things an illusion, and sometimes by separating the essential from the necessary but nonetheless inessential, and by clinging to the former as their truth in the face of the latter, in doing so, it does not secure their truth for them, but it does manage to bestow untruth on itself.

End of the Chapter II

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Conversaciones en el Atrium

EN CONSTRVCCION

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