Gespräche in der Dämmerung 00109
Parte de:
A. Conciencia [A. Bewußtsein] / I: La certeza sensible; o el esto y el Meynen (el querer decir que se queda en el querer decir) [I. Die sinnliche Gewißheit oder das Diese und das Meinen]
[Que la certeza sensible no es sino la propia historia de su movimiento; sobre la apelación a la experiencia sensible (los «enunciados protocolarios»); los cultos mistéricos y lo inefable revelado, o la aparente desestimación de lo inefable en la Fenomenología del espíritu X17X;1Digo «aparente» porque lo absolutamente otro de mí que resulto ser yo será al final del cap. VIII precisamente este mismo Inefable. certeza sensible y percepción: saber algo inmediato, y saber algo como de verdad es]
Tabla de contenidos
Gespräche in Jena
[109] Es erhellt, daß die Dialektik der sinnlichen Gewißheit nichts anderes als die einfache Geschichte ihrer Bewegung oder ihrer Erfahrung und die sinnliche Gewißheit selbst nichts anderes als nur diese Geschichte ist. Das natürliche Bewußtsein geht deswegen auch zu diesem Resultate, was an ihr das Wahre ist, immer selbst fort und macht die Erfahrung darüber, aber vergißt es nur ebenso immer wieder und fängt die Bewegung von vorne an. Es ist daher zu verwundern, wenn gegen diese Erfahrung als allgemeine Erfahrung, auch als philosophische Behauptung und gar als Resultat des Skeptizismus aufgestellt wird, die Realität oder das Sein von äußeren Dingen als diesen oder sinnlichen habe absolute Wahrheit für das Bewußtsein; eine solche Behauptung weiß zugleich nicht, was sie spricht, weiß nicht, daß sie das Gegenteil von dem sagt, was sie sagen will. Die Wahrheit des sinnlichen Diesen für das Bewußtsein soll allgemeine Erfahrung sein; vielmehr ist das Gegenteil allgemeine Erfahrung; jedes Bewußtsein hebt eine solche Wahrheit, wie z.B. das Hier ist ein Baum oder das Jetzt ist Mittag, selbst wieder auf und spricht das Gegenteil aus: das Hier ist nicht ein Baum, sondern ein Haus; und was in dieser die erste aufhebenden Behauptung wieder eine ebensolche Behauptung eines sinnlichen Diesen ist, hebt es sofort ebenso auf; und [es] wird in aller sinnlichen Gewißheit in Wahrheit nur dies erfahren, was wir gesehen haben, das Dieses nämlich als ein Allgemeines, das Gegenteil dessen, was jene Behauptung [90] allgemeine Erfahrung zu sein versichert. – Bei dieser Berufung auf die allgemeine Erfahrung kann es erlaubt sein, die Rücksicht auf das Praktische zu antizipieren. In dieser Rücksicht kann denjenigen, welche jene Wahrheit und Gewißheit der Realität der sinnlichen Gegenstände behaupten, gesagt werden, daß sie in die unterste Schule der Weisheit, nämlich in die alten Eleusinischen Mysterien der Ceres und des Bacchus zurückzuweisen sind und das Geheimnis des Essens des Brotes und des Trinkens des Weines erst zu lernen haben; denn der in diese Geheimnisse Eingeweihte gelangt nicht nur zum Zweifel an dem Sein der sinnlichen Dinge, sondern zur Verzweiflung an ihm und vollbringt in ihnen teils selbst ihre Nichtigkeit, teils sieht er sie vollbringen. Auch die Tiere sind nicht von dieser Weisheit ausgeschlossen, sondern erweisen sich vielmehr, am tiefsten in sie eingeweiht zu sein; denn sie bleiben nicht vor den sinnlichen Dingen als an sich seienden stehen, sondern verzweifelnd an dieser Realität und in der völligen Gewißheit ihrer Nichtigkeit langen sie ohne weiteres zu und zehren sie auf; und die ganze Natur feiert wie sie diese offenbaren Mysterien, welche es lehren, was die Wahrheit der sinnlichen Dinge ist.
Conversaciones en Valencia
[Que la certeza sensible no es sino la propia historia de su movimiento; sobre la apelación a la experiencia sensible (los «enunciados protocolarios»); los cultos mistéricos y lo inefable revelado, o la aparente desestimación de lo inefable en la Fenomenología del espíritu X17X;2Digo «aparente» porque lo absolutamente otro de mí que resulto ser yo será al final del cap. VIII precisamente este mismo Inefable. certeza sensible y percepción: saber algo inmediato, y saber algo como de verdad es]
[109] Está claro que la dialéctica de la certeza sensible no es otra cosa que la simple historia [que la sencilla historia] de su movimiento y de su experiencia, y la certeza sensible misma no es otra cosa que sólo esta historia. Por eso, la conciencia natural procede [se dirige] siempre también ella misma hacia ese resultado que es lo que en esa certeza [o en ese movimiento] es lo verdadero; sólo que vuelve a olvidarse de ello siempre otra vez, e inicia el movimiento desde el principio. De ahí que resulte admirable y pasmoso que, en contra de esta experiencia, se establezca [o se busque establecer] como experiencia universal o general, o también como afirmación filosófica, e incluso como resultado del escepticismo, que la realidad o el ser de las cosas externas, en cuanto éstas, o en cuanto sensibles, tiene absoluta verdad para la conciencia; tal afirmación no sabe a su vez de qué habla, no sabe que está diciendo lo contrario de aquello que querría decir. La verdad del éste sensible [o del esto sensible] representaría [según esta suposición] para la conciencia una experiencia general o universal; pero más bien la experiencia universal es lo contrario; cada conciencia [o toda conciencia] suprime y supera ella misma otra vez verdades del tipo: el aquí es un árbol, o el ahora es mediodía, y expresa lo contratio: el aquí no es un árbol, sino una casa; y lo que en esta segunda afirmación, que suprime y supera a la primera, es a su vez una igual afirmación de un éste sensible [o de un esto sensible], también la conciencia la supera enseguida a su vez; y en toda certeza sensible, de lo único de lo que en verdad se hace experiencia es de eso que hemos visto, a saber: del esto como un universal, lo contrario de aquello que esa afirmación asegura ser experiencia general o universal. — Y hablando de apelar a la experiencia universal, permítasenos anticipar la atención [que en este libro prestaremos] a lo práctico [o que anticipadamente tomemos en consideración lo práctico, o el lado práctico de lo que venimos diciendo]. Fijándonos en lo práctico, a aquellos que afirman la verdad y certeza de la realidad de los objetos sensibles, se les puede replicar que no tenemos más remedio que remitirlos y mandarlos al nivel ínfimo de la escuela de la sabiduría, a saber: a los viejos misterios eleusinos de Ceres y Baco para que empiecen a enterarse de en qué consistía el misterio del comer el pan y del beber el vino [y aprendan a ejercitarse en ello]; pues el iniciado en esos misterios no solamente llegaba a dudar acerca del ser de las cosas sensibles, sino que incluso llegaba a la desesperación acerca de ese ser [es decir, resolvía que no había tal ser sensible]; y en las cosas sensibles en parte ejercitaba él mismo la propia nihilidad y nulidad de éstas, y en parte veía cómo ellas mismas la ejercitaban sobre sí. Tampoco los animales están excluidos de esta sabiduría, sino que demuestran que están profundísimamente iniciados en ella, pues no se paran ante las cosas sensibles como si éstas fuesen cosas en sí, sino que desesperando acerca de su realidad [cuestionándola radicalmente] y en la plena certeza de la nihllidad de ellas, las agarran sin más y las devoran; y la naturaleza entera celebra como ellos estos revelados misterios [estos misterios así revelados] que nos enseñan en qué consiste la verdad de las cosas sensibles.
Conversaciones en Madrid
[109] Se hace patente que la dialéctica de la certeza sensorial no es otra cosa que la simple historia de su movimiento o de su experiencia, y la certeza sensorial misma no es otra cosa que esta historia y nada más. Por eso, también, la conciencia natural siempre avanza ella misma hasta este resultado —el de lo que es verdadero en la certeza sensorial— y tiene la experiencia de ello: pero también vuelve siempre a olvidarlo, y empieza el movimiento desde el principio. Es para asombrarse, por tanto, cuando, habida cuenta de esta experiencia, se plantea como experiencia universal, incluso como afirmación filosófica, y hasta como resultado del escepticismo, que la realidad o el ser de las cosas exteriores en cuanto que son éstas, o son cosas sensibles, tiene verdad absoluta para la conciencia X*1X;3Vide infra Algunas aclaraciones X*1X. semejante afirmación, al mismo tiempo, no sabe lo que habla y no sabe que dice lo contrario de lo que quiere decir. La verdad del ésto sensible para la conciencia, dice, es una experiencia universal; pero la experiencia universal es más bien lo contrario; cada conciencia vuelve a cancelar ella misma una verdad semejante, como, por ejemplo: el aquí es un árbol, o el ahora es mediodía, y pronuncia lo contrario: el aquí no es un árbol sino una casa; y lo que en esta afirmación, que cancela la primera, vuelve a ser una afirmación semejante acerca de un esto sensible, asimismo lo cancela enseguida; y en toda certeza sensorial experimentará, en verdad, únicamente lo que hemos visto, a saber, el esto como un universal, lo contrario de lo que aquella afirmación asevera que es la experiencia universal. — En el caso de esta apelación a la experiencia universal puede ser lícito anticipar la consideración debida a lo práctico. Dentro de esta consideración, puede decírsele a quienes afirman esa verdad y certeza de la realidad de los objetos sensibles que harían bien en remitirse a la escuela más elemental de sabiduría, la de los antiguos misterios eleusinos de Ceres y Baco, y en haber aprendido primero el secreto del comer pan y el beber vino X*2X;4Vide infra Algunas aclaraciones X*2X. pues quien está iniciado en estos misterios no sólo llega a dudar del ser de las cosas sensibles, sino hasta a desesperar de él; y en parte consuma él la nulidad de las cosas sensibles en ellas mismas, en parte las ve a ellas consumarse. Tampoco las bestias están excluidas de esta sabiduría, sino que, más bien, prueban estar profundísimamente iniciadas en ella, pues no se quedan paradas delante de las cosas sensibles en cuanto que son en sí, sino que, desesperando de esta realidad, y en la plena certeza de su nulidad, se lanzan sin más sobre ellas y las devoran; y al igual que ellas, la naturaleza entera celebra estos misterios revelados que enseñan cuál es la verdad de las cosas sensibles.
Algunas aclaraciones
X*1X
Probablemente, Hegel está aludiendo a Jacobi e, indirectamente, a Hume. Aquél se refería este último para afirmar la existencia de los objetos sensibles externos. Cf. Jacobi. F. H.: David Hume. Über den Glauben, oder Idealismus und Realismus, ein Gespräche, en Werke, op. cit., vol. 2.1. También puede estar aludiendo a Schulze. Cf. Schulze, G.E.: Kritik der theoretischen Philosophie, vol. I, Hamburgo, 1801, pp. 62 y sigs. De los tres autores se había ocupado detalladamente Hegel en el Kritisches ]ournal der Philosophie. Cf. Hegel: Gesammelte Werke (=GW), vol. 4, Hamburgo, 1968, pp. 197 y sigs. y 347 y sigs.
X*2X
La analogía entre los ritos dionisíacos de Eleusis y la eucaristía cristiana ya había sido fuente antigua de inspiración. En su época de Fráncfort, Hegel escribió, como es sabido, el poema «Eleusis», dedicado a su, entonces amigo, Hölderlin. Cf. GW 1: 399-402.5Vide infra Eleusis Deutsche. Hay traducción castellana en los Escritos de juventud, Fondo de Cultura Económica, y en Duque, F.: La era de la crítica, 1998, pp. 350-351.6Vide infra Eleusis Castellano.
Conversations in Washington
[109] [109]7We kept the numeration given by the editor in the printed edition It is clear both that the dialectic of sensuous-certainty is nothing but the simple history of its movement (that is, its experience) and that sensuous-certainty itself is nothing but just this history. For that reason, natural consciousness also proceeds to this result, what is the true in sensuous-certainty, to keep pressing ever forward. It learns from experience about it, but then it likewise forgets it again, and then it starts the whole movement all over again right from the beginning. It is thus a bit astonishing when, in the face of this experience, it is set up as a philosophical assertion, or as a universal experience, or even as the outcome of skepticism, that the reality, or the being, of external things as this, or as sensuous, is to have absolute truth for consciousness. Such an assertion does not at the same time know what it is saying; it does not know that it is saying the opposite of what it wants to say. The truth of the sensuous This for consciousness is supposed to be a universal experience, but instead it is the opposite which is a universal experience. Each consciousness again itself sublates such a truth as, for example, here is a tree, or now is midday, and declares the opposite: Here is not a tree, but rather a house; and likewise it again straightaway sublates the assertion which sublated the first assertion as itself being only again an assertion of a sensuous This. What in truth has been experienced in all of sensuous-certainty is only what we have seen, namely, the this as a universal, or the very opposite of what that assertion assured us was the universal experience. – With this appeal to universal experience, we may be permitted to anticipate some concerns in the practical sphere. In this respect, what one can say to those who make assertions about the truth and reality of sensuous objects is that they should be sent back to the most elementary school of wisdom, namely, to the old Eleusinian secrets of Ceres and Bacchus, and that they have yet to learn the secret of the eating of bread and the drinking of wine. This is so because the person who has been initiated into these secrets not only comes to doubt the being of sensuous things, but rather arrives at despair about them. In part he brings about their nothingness, and in part he sees them do it to themselves. Nor are the animals excluded from this wisdom. Instead they prove themselves to be the most deeply initiated into it, for they do not stand still in the face of sensuous things, as if those things existed in themselves. Despairing of the reality of those things and in the total certainty of the nullity of those things, they without any further ado simply help themselves to them and devour them. Just like the animals, all of nature celebrates these revealed mysteries which teach the truth about sensuous things.
Conversaciones en el Atrium
Eleusis (Deutsch)
An Hölderlin (August 1796)8Hoffmeister (ed.), Dokumente zu Hegels Entwicklung, S. 377 ff; Schüler Nr. 58 (August 1796)
Um mich, in mir wohnt Ruhe, – der geschäftigen Menschen
Nie müde Sorge schläft, sie geben Freiheit
Und Muse mir – Dank dir, du meine
Befreierin, o Nacht! Mit weißem Nebelflor
Umzieht der Mond die ungewissen Grenzen
Der fernen Hügel; freundlich blinkt
Der helle Streif des Sees herüber,
Des Tags langweil’ges Lärmen fernt Erinnerung,
Als lägen Jahre zwischen ihm und jetzt.
Dein Bild, Geliebter, tritt vor mich,
Und der entfloh’nen Tage Lust; doch bald weicht sie
Des Wiedersehens süßern Hoffnungen –
Schon malt sich mir der langersehnten, feurigen
Umarmung Szene; dann der Fragen, des geheimem
Des wechselseitigen Ausspähens Szene,
Was hier an Haltung, Ausdruck, Sinnesart am Freund
Sich seit der Zeit geändert, – der Gewißheit Wonne,
Des alten Bundes Treue fester, reifer noch zu finden,
Des Bundes, den kein Eid besiegelte,
Der freien Wahrheit nur zu leben, Frieden mit der Satzung,
Die Meinung und Empfindung regelt, nie, nie einzugehn.
Nun unterhandelt mit der trägem Wirklichkeit der Wunsch,
Der über Berge, Flüsse leicht mich zu dir trug,
– Doch ihren Zwist verkündet bald ein Seufzer, und mit ihm
Entflieht der süßen Phantasien Traum.
Mein Aug’ erhebt sich zu des ew’gen Himmels Wölbung,
Zu dir, o glänzendes Gestirn der Nacht!
Und aller Wünsche, aller Hoffnungen
Vergessen strömt aus deiner Ewigkeit herab;
(Der Sinn verliert sich in dem Anschaun,
Was mein ich nannte, schwindet,
Ich gebe mich dem Unermeßlichen dahin,
Ich bin in ihm, bin alles, bin nur es.
Dem wiederkehrenden Gedanken fremdet,
Ihm graut vor dem Unendlichen, und staunend faßt
Er dieses Anschauns Tiefe nicht.
Dem Sinne nähert Phantasie das Ewige,
Vermählt es mit Gestalt)9Die eingeklammerten Verse sind gestrichen. – Willkommen, ihr
Erhab’ne Geister, hohe Schatten,
Von deren Stirne die Vollendung strahlt!
Er schrecket nicht,-ich fühl, es ist auch meiner Heimat Äther
Der Ernst, der Glanz, der euch umfließt.
Ha! sprängen jetzt die Pforten deines Heiligtums von selbst
O Ceres, die du in Eleusis throntest!
Begeistrung trunken fühlt’ ich jetzt
Die Schauer deiner Nähe,
Verstände deine Offenbarungen,
Ich deutete der Bilder hohen Sinn, vernähme
Die Hymnen bei der Götter Mahlen,
Die hohen Sprüche ihres Rats. –
Doch deine Hallen sind verstummt, o Göttin!
Geflohen ist der Götter Kreis zurück in den Olymp
Von den geheiligten Altären,
Geflohn von der entweihten Menschheit Grab
Der Unschuld Genius, der her sie zauberte! –
Die Weisheit Deiner Priester schweigt; kein Ton der heil’gen Weihn
Hat sich zu uns gerettet – und vergebens sucht
Des Forschers Neugier mehr als Liebe
Zur Weisheit (sie besitzen die Sucher und
Verachten dich) – um sie zu meistern, graben sie nach Worten,
In die Dein hoher Sinn gepräget wär!
Vergebens! Etwa Staub und Asche nur erhaschten sie,
Worein dein Leben ihnen ewig nimmer wiederkehrt.
Doch unter Moder und Entseeltem auch gefielen sich
Die ewig Toten! – die Genügsamen – Umsonst – es blieb
Kein Zeichen deiner Feste, keines Bildes Spur.
Dem Sohn der Weihe war der hohen Lehren Fülle,
Des unaussprechlichen Gefühles Tiefe viel zu heilig,
Als daß er trockne Zeichen ihrer würdigte.
Schon der Gedanke faßt die Seele nicht,
Die außer Zeit und Raum in Ahndung der Unendlichkeit
Versunken, sich vergißt, und wieder zum Bewußtsein nun
Erwacht. Wer gar davon zu andern sprechen wollte,
Spräch er mit Engelzungen, fühlt’ der Worte Armut.
Ihm graut, das Heilige so klein gedacht,
Durch sie so klein gemacht zu haben, daß die Red’ ihm Sünde deucht
Und daß er lebend sich den Mund verschließt.
Was der Geweihte sich so selbst verbot, verbot ein weises
Gesetz den ärmern Geistern, das nicht kund zu tun,
Was er in heil’ger Nacht gesehn, gehört, gefühlt:
Daß nicht den Bessern selbst auch ihres Unfugs Lärm
In seiner Andacht stört’, ihr hohler Wörterkram
Ihn auf das Heil’ge selbst erzürnen machte, dieses nicht
So in den Kot getreten würde, daß man dem
Gedächtnis gar es anvertraute, – daß es nicht
[Zum] Spielzeug und zur Ware des Sophisten,
Die er obolenweis verkaufte,
Zu des beredten Heuchlers Mantel oder gar
Zur Rute schon des frohen Knaben, und so leer
Am Ende würde, daß es nur im Widerhall
Von fremden Zungen seines Lebens Wurzel hätte.
Es trugen geizig deine Söhne, Göttin,
Nicht deine Ehr’ auf Gass’ und Markt, verwahrten sie
Im innern Heiligtum der Brust.
Drum lebtest du auf ihrem Munde nicht.
Ihr Leben ehrte dich. In ihren Taten lebst du noch.
Auch diese Nacht vernahm ich, heil’ge Gottheit, Dich,
Dich offenbart oft mir auch deiner Kinder Leben,
Dich ahn’ ich oft als Seele ihrer Taten!
Du bist der hohe Sinn, der treue Glauben,
Der, eine Gottheit, wenn auch Alles untergeht, nicht wankt.
Eleusis (Castellano)
A Hölderlin. Agosto 179610Tomado de F. Duque, La Era de la Crítica, op. cit., pp. 350-352
En torno a mí, en mí la calma habita: de los atareados hombres
duerme el incansable cuidado, y libertad y ocio me confieren.
¡Gracias te sean dadas,
mi libertadora, oh Noche! – con blanco velo de niebla
ciñe la Luna los inciertos límites
de las lejanas colinas; amistosa, fulgura
del otro lado la clara línea del lago;
del trajín aburrido del día aparta el recuerdo,
cual si años yacieran entre él y el instante;
tu imagen, amado, aparece ante mí,
y el placer de los días huidos; mas pronto los apartan
las dulces esperanzas de volver a vernos.
Ante mí la escena se dibuja del abrazo, largo tiempo anhelado y fogoso,
y la escena, después, del acecho más secreto,
del recíproco buscarnos con la mirada para saber
el modo en que ahora actitud, expresión, carácter del amigo
cambiado se hayan con el tiempo: dicha de la certeza
de hallar más firme y madura la lealtad a la antigua Alianza,
la Alianza, por ningún juramento sellada,
de vivir solamente por la libre verdad, y nunca, nunca
hacer las paces con el dogma, que opinión y sensación cordial regula.
Ahora con la inerte realidad pacta el deseo,
que ligero a través de montañas y ríos hacia ti me llevó,
mas un suspiro anuncia presto de ambos la discordia, y con él
huye el sueño de dulces fantasías.
Mis ojos se alzan a la bóveda del cielo sempiterno,
a ti, |oh espléndida estrella de la noche!
Y de todo deseo, de toda esperanza
el olvido desciende, fluyente, de tu eternidad;
<en esta intuición se va el sentido,
lo que mío llamaba se evapora,
me entrego a lo inconmesurable,
yo soy en él, soy todo, sólo él soy.
Le extraña al pensamiento que retorna,
espantado ante lo infinito, y en su asombro no capta
de este intuir la hondura.
Al sentido acerca lo Eterno Fantasía,
lo desposa con Figura –>11Hegel tachó ulteriormente los versos 30-37, aquí entre angulatus. ¡Sed bienvenidos,
espíritus sublimes, altas sombras;
de vuestras frentes, la perfección irradia!
De temor no retrocede: siento que aquél es también el éter de mi patria,
la seriedad, el brillo que os circunda.
¡Sí! ¡Que salten, abriéndose al instante, las puertas de tu santuario,
oh Ceres, que en Eleusis reinaste! Ebrio
de entusiasmo sentiría al instante
de tu proximidad escalofrío,
entendería tus revelaciones,
interpretaría de las imágenes el alto sentido, percibiría
los himnos del convivio divino,
las altas sentencias de su concilio –
Pero tus salas han enmudecido, ¡oh Diosa!
Huido está el círculo divino, de vuelta en el Olimpo,
dejando atrás altares profanados.
¡Del degradado sepulcro de los hombres, huido
de la inocencia el Genio, que aquí los encantaba! –
La sabiduría de tus sacerdotes calla, de los sagrados ritos ningún tono
a salvo ha llegado hasta nosotros; tiende en vano
del investigador la avidez –más que el amor–
a la sabiduría (tal poseen quienes buscan, y
a ti te menosprecian): ¡por dominarla excavan tras palabras,
en que tu alto sentido se acuñaba!
¡En vano! Polvo y ceniza es sólo lo que atrapan,
en los que nunca más retorna a ellos tu vida.
¡Y sin embargo entre el moho y lo sin alma aún se contentan
éstos por siempre muertos, tan frugales! En vano: ¡no quedó
signo alguno de tus fiestas ni huella de una imagen!
Al hijo de tu culto le era de altas doctrinas tal la plétora,
del sentir inefable demasiado santa la hondura
como para tener por dignos secos signos.
El pensamiento ya no capta el alma,
que sin espacio y tiempo eternidad presiente
y en sí se olvida, absorta, y luego recupera la conciencia.
Quien siquiera de ello hablar quisiera a otros,
aunque hablara la lengua de los ángeles, de las palabras sentiría la miseria;
le horroriza haber pensado de un modo tan mezquino lo sagrado,
y haberlo hecho por ellas tan mezquino, que el hablar le parece ser pecado
y con temblor su boca sella.
Lo que así el consagrado vedado se ha a sí mismo, vedado lo ha una sabia
ley a espíritus más pobres: no dar cuenta
de lo que él en la sagrada noche ha visto, oído ni sentido;
para que ni aun de los mejores, ni aun de éstos el ruido de su exceso
la devoción del iniciado perturbara, y el huero negocio de palabras
enojarse le hiciera con lo santo, y que éste
no fuera de tal modo arrojado a la inmundicia,
que fuese confiado incluso a la memoria; para que en juguete
no se tornara y en mercancía de sofista,
que éste vendiera por un óbolo,
o en abrigo del hipócrita redicho, ni tampoco
en férula de efebo piadoso, y se hiciera tan vacuo finalmente
que sólo en resonar de lengua ajena
tuviera las raíces de su vida.
Avaros tus hijos no exhibieron, Diosa,
tu honor por calles ni mercado, lo guardaron
en el interno santuario de su pecho;
por eso no vivías tú en su boca:
con su vida te honraban; tú vives en sus gestas todavía.
¡También yo en esta noche te he escuchado, oh sacra Deidad!
¡Con frecuencia la vida de tus hijos también te manifiesta,
y como alma de sus gestas te presiento a menudo!
Tú eres el alto sentido, la fe leal
que, por ser Deidad, aunque todo se hunda no vacila.