What is Political Philosophy? III 023

Parte de:

¿Qué es la Filosofía Política? / III. Las soluciones Modernas

Por Leōnardus Strūthiō

Leōnardī Strūthiī verba

The difficulties to which German idealism was exposed gave rise to the third wave of modernity—of the wave that bears us today. This last epoch was inaugurated by Nietzsche. Nietzsche retained what appeared to him to be the insight due to the historical consciousness of the 19th century. But he rejected the view that the historical process is rational as well as the premise that a harmony between the genuine individual and the modern state is possible. He may be said to have returned, on the level of the historical consciousness, from Hegel’s reconciliation to Rousseau’s antinomy. He taught then that all human life and human thought ultimately rests on horizon-forming creations which are not susceptible of rational legitimization. The creators are great individuals. The solitary creator who gives a new law unto himself and who subjects himself to all its rigors takes the place of Rousseau’s solitary dreamer. For Nature has ceased to appear as lawful and merciful. The fundamental experience of existence is therefore the experience, not of bliss, but of suffering, of emptiness, of an abyss. Nietzsche’s creative call to creativity was addressed to individuals who should revolutionize their own lives, not to society or to his nation. But he expected or hoped that his call, at once stern and imploring, questioning and desirous to be questioned, would tempt the best men of the generations after him to become true selves and thus to form a new nobility which would be able to rule the planet. He opposed the possibility of a planetary aristocracy to the alleged necessity of a universal classless and stateless society. Being certain of the tameness of modern western man, he preached the sacred right of “merciless extinction” of large masses of men with as little restraint as his great antagonist had done. He used much of his unsurpassable and inexhaustible power of passionate and fascinating speech for making his readers loathe, not only socialism and communism, but conservatism, nationalism and democracy as well. After having taken upon himself this great political responsibility, he could not show his readers a way toward political responsibility. He left them no choice except that between irresponsible indifference to politics and irresponsible political options. He thus prepared a regime which, as long as it lasted, made discredited democracy look again like the golden age. He tried to articulate his understanding both of the modern situation and of human life as such by his doctrine of the will to power. The difficulty inherent in the philosophy of the will to power led after Nietzsche to the explicit renunciation of the very notion of eternity. Modern thought reaches its culmination, its highest self-consciousness, in the most radical historicism, i.e., in explicitly condemning to oblivion the notion of eternity. For oblivion of eternity, or, in other words, estrangement from man’s deepest desire and therewith from the primary issues, is the price which modern man had to pay, from the very beginning, for attempting to be absolutely sovereign, to become the master and owner of nature, to conquer chance.

Previous paragraph

Hispānice

Las dificultades a las que se vio expuesto el idealismo alemán dieron origen a la tercera ola de la modernidad, la que nos ha traído hasta hoy. Esta última época fue inaugurada por Nietzsche. Nietzsche conservó lo que le parecía la intuición debida a la conciencia histórica del siglo XIX, pero rechazó la idea de que el proceso histórico es racional, así como la premisa de que es posible una armonía entre el auténtico individuo y el Estado moderno. Podríamos decir de Nietzsche que, en el nivel de la conciencia histórica, efectuó un retorno de la reconciliación de Hegel a la antinomia de Rousseau. Por ello, proclamó que toda la vida humana y todo el pensamiento humano descansan en último término en unos marcos de referencia creados que no son susceptibles de legitimación racional. Los creadores de estos marcos de referencia son individuos eminentes. El creador solitario que plasma una nueva ley y se somete él mismo a todos sus rigores ocupa el lugar del soñador solitario de Rousseau X*X.1Se refiere, en tono de sorna, a las reflexiones del último Rousseau, en su inacabado texto Les Rèveries du promeneur solitaire («Las ensoñaciones del paseante solitario»). En ellas, a través de sus observaciones en paseos, presenta nuevas elaboraciones de sus argumentos en educación y filosofía política. Finaliza el ciclo de obras autobiográficas que el autor escribió al final de su vida, tales como sus ConfesionesDiálogos: Rousseau juez de Jean-Jaques. El lector en castellano puede disponer de la traducción de Mauro Armiño: Las ensoñaciones del paseante solitario (Madrid: Alianza, 2016; 1.ª ed. 1979). Pues la Naturaleza ha dejado de aparecer como legal y misericordiosa. La experiencia fundamental de la existencia no es, pues, la experiencia de la felicidad, sino del sufrimiento, del vacío, del abismo. La llamada creadora de Nietzsche se dirigía a individuos que debían revolucionar sus propias vidas, no a la sociedad ni a su nación. Según sus expectativas o sus deseos, este llamamiento, a la vez severo e implorante, interrogador y deseoso de ser interrogado, tentaría a los mejores hombres de las generaciones venideras a convertirse en individuos auténticos «verdaderos ‘yoes», coincidentes consigo mismos— y formar así una nueva nobleza capaz de gobernar el planeta. Oponía la posibilidad de una aristocracia planetaria a la supuesta necesidad de una sociedad universal sin clases y sin Estado. Convencido de la insustancialidad del hombre occidental moderno, predicaba el sagrado derecho a la «extinción despiadada» de grandes masas de hombres con tan poca moderación como lo había hecho su gran antagonista. Nietzsche empleó gran parte de su insuperable e inagotable potencia discursiva en un apasionado y fascinante esfuerzo para hacer que sus lectores aborrecieran no sólo el socialismo y el comunismo, sino también el conservadurismo, el nacionalismo y la democracia. Pero, tras haberse impuesto a sí mismo esta gran responsabilidad política, no pudo mostrar a sus lectores un camino hacia la responsabilidad política. No les dejó otra opción que la de la indiferencia irresponsable hacia la política y las opciones políticas irresponsables. De este modo preparó un régimen que, mientras duró, hizo que la democracia desacreditada pareciera nuevamente la edad de oro. Trató de articular su comprensión tanto de la situación moderna como de la vida humana como tal en su doctrina de la voluntad de poder. La dificultad inherente a la filosofía de la voluntad de poder condujo, después de Nietzsche, a la renuncia explícita a la noción misma de eternidad. El pensamiento moderno alcanza su culminación, su autoconciencia más alta, en el historicismo más radical, es decir, en la condena explícita al olvido de la noción de eternidad. Porque el olvido de la eternidad, o, en otras palabras, el alejamiento del deseo más profundo del hombre y, con él, de sus cuestiones primarias, es el precio que el hombre moderno tuvo que pagar, desde el principio, por querer ser absolutamente soberano, por convertirse en dueño y amo de la naturaleza, por conquistar el azar vencer a la Fortuna.

Párrafo anterior

Ir al inicio de esta entrada

Ir al Sumario y Presentación

Sidebar



error: Content is protected !!