What is Political Philosophy? II 006
Parte de:
¿Qué es la Filosofía Política? / II. La solución Clásica
Por Leōnardus Strūthiō
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Leōnardī Strūthiī verba
But this means that wine-drinking educates to boldness, to courage, and not to moderation, and yet wine-drinking was said to be conducive to moderation. Let us therefore consider the other partner in the conversation, the Athenian philosopher. To doubt the sacredness of the ancestral means to appeal from the ancestral to the natural. It means to transcend all human traditions, nay, the whole dimension of the merely human. It means to learn to look down on the human as something inferior or to leave the cave. But by leaving the cave one loses sight of the city, of the whole political sphere. If the philosopher is to give political guidance, he must return to the cave: from the light of the sun to the world of shadows; his perception must be dimmed; his mind must undergo an obfuscation. The vicarious enjoyment of wine through a conversation about wine, which enlarges the horizon of the law-bred old citizens, limits the horizon of the philosopher. But this obfuscation, this acceptance of the political perspective, this adoption of the language of political man, this achievement of harmony between the excellence of man and the excellence of the citizen, or between wisdom and law-abidingness is, it seems, the most noble exercise of the virtue of moderation: wine-drinking educates moderation. For moderation is not a virtue of thought: Plato likens philosophy to madness, the very opposite of sobriety moderation; thought must be not moderate, but fearless, not to say shameless. But moderation is a virtue controlling the philosopher’s speech.

Hispānice
Pero esto significa que beber vino instruye en audacia y en valor, no en moderación; aun así, se había dicho que el beber vino conducía a la moderación. Intentemos, por ello, considerar la posición del otro miembro de la conversación, el filósofo ateniense. Al dudar del carácter sagrado de lo ancestral se está apelando a lo natural frente a lo tradicional. Esto implica aprender a menospreciar lo humano como algo inferior o abandonar la caverna. Pero al abandonar la caverna se pierde de vista la ciudad, la esfera política al completo. Si el filósofo pretende ofrecer orientación y consejo en política debe volver a la caverna: dejar la luz del sol para volver al mundo de las sombras; su percepción debe ser atenuada; su mente debe de experimentar cierta enajenación. El disfrute sucedáneo del vino a través de una conversación sobre el vino, que amplía el horizonte de los viejos ciudadanos criados en el marco de la ley, limita el horizonte del filósofo. Pero esta enajenación, esta aceptación de la perspectiva política, esta adopción del lenguaje del hombre político, este logro de la armonía entre la excelencia del hombre y la excelencia del ciudadano, o entre la sabiduría y la perdurabilidad de la ley es, al parecer, el más noble ejercicio de la templanza —la virtud de la moderación. Por tanto, beber vino instruye en la moderación. La moderación no es una virtud del pensamiento: Platón vincula la filosofía a la locura, precisamente lo opuesto a la sobriedad y a la moderación; el pensamiento no debe ser moderado, sino temerario, por no decir desvergonzado. La moderación —la templanza—, sin embargo, es la virtud en control del discurso del filósofo. Pero esta ofuscación, esta aceptación de la perspectiva política, esta adopción del lenguaje del hombre político, este logro de la armonía entre la excelencia del hombre y la excelencia del ciudadano, o entre la sabiduría y el respeto a las leyes, es, al parecer, el ejercicio más noble de la virtud de la moderación: beber vino educa la moderación. Pues la moderación no es una virtud del pensamiento: Platón compara la filosofía con la locura, lo opuesto a la sobriedad, la moderación; el pensamiento no debe ser moderado, sino valiente, por no decir desvergonzado. Pero la moderación es una virtud que controla el discurso del filósofo.
