Sobre Apología y Critón Strūthiō 010

Parte de:

«Sobre la Apología de Sócrates y el Critón de Platón» / I

Leōnardus Strūthiō (1899-1973)

ĒRVDĪTIŌRIBVS ***

Versiō hispānica Aemiliā Aquadītī auctrīce 10

Podría parecer extraño que Sócrates nunca haya intervenido en la actividad política. En la primera digresión (23b8-9) había dado una explicación, para entonces perfectamente suficiente, de esta abstención: el ajetreo que le imponía el servicio al dios, consistente en examinar a cada uno de los que creía sabios. Pero esta explicación ya no tiene validez luego de que se ha revelado como alguien que exhorta o refuta a todo ateniense, y no sólo a los que cree sabios; luego de que su servicio al dios ha demostrado ser idéntico a su servicio a los atenienses (31b3), o luego del giro de una concepción puramente negativa de la sabiduría humana a una concepción más positiva, indicada por el término «filosofar». Ahora, atribuye su abstención de la política a su daimonion (δαιμόνιον) —algo divino y daimónico que llega a él.1El profesor aclarará este término con más detalle en el siguiente fragmento. Vea ahí el vínculo al diccionario LSJ, donde incluye la versión castellana del DGE de la entrada. Esto no es nada nuevo para la audiencia; Sócrates le ha hablado de ello muchas veces y en muchos lugares, y ha brindado a Meleto la oportunidad de caricaturizarlo como un creyente en nuevos daimonia. Desde la infancia, esta voz le llega o se le presenta, y cuando aparece, siempre le impide hacer lo que está a punto de hacer y nunca lo insta a seguir adelante. Es ese daimonion el que se opone a su actividad política. Tal oposición le parece del todo justa, porque si mucho tiempo atrás hubiera intentado ser políticamente activo, habría perecido hace tiempo y no habría sido de utilidad alguna para sus conciudadanos ni para sí mismo: si un hombre que lucha por la justicia desea conservar la vida siquiera por un breve lapso, debe llevar una vida privada, y no pública. El daimonion, pues, permitió a Sócrates cumplir con la misión que le impuso el oráculo de Delfos. Sin embargo, es radicalmente diferente de ese oráculo. Por no mencionar el hecho de que la audiencia estaba familiarizada con el daimonion, en tanto que nada sabía de la orden délfica impartida a Sócrates, el daimonion actuaba desde la infancia, mientras que la orden de Apolo le llegó cuando ya se lo conocía como sabio; el daimonion nunca lo apremió, mientras que Apolo siempre lo hizo, y así como su obediencia a las órdenes del dios lo hizo odiado y, de esa manera, lo puso en peligro de muerte, el daimonion, al apartarlo de la vida política, lo salvó del peligro mortal o preservó su vida; actuó, por decirlo así, según la premisa de que la vida es buena y la muerte es mala, en tanto que la orden délfica actúa a partir de la premisa opuesta (cf. Socrates and Aristophanes, pp. 82, 114 y 123).2Refiere a este título de su propia autoría (New York: Basic Books, 1966), reeditado en Chicago: University of Chicago Press, 1980. La digresión que empieza con la proclamación de un absoluto desprecio de la preocupación por la autoconservación culmina en una justificación de esa misma autopreservación: de In autopreservación que está al servicio del bien más elevado. En vista del propósito primario del discurso de Sócrates, no resulta superfluo señalar que de lo que dice del daimonion no puede derivarse argumentación alguna para refutar la acusación de impiedad.

Sócrates y su Daimonion, grabado de Giulio Antonio Bonasone en el libro de Achille Bocchi: Symbolicarum quaestionum de universo genere, quas serio ludebat, libri quinque, Bologna 1555.

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Leōnardī Strūthiōnis verba 10

It could seem strange that he never engaged in political activity. In the first digression (23b8-9) he had given a then perfectly sufficient explanation for this abstention by the busy-ness imposed on him by the service to the god which consists in examining everyone whom he believes to be wise. But this explanation will no longer do after he has revealed himself as exhorting or refuting every Athenian and not only those whom he believes to be wise, or after his service to the god had proved to be identical with his service to the Athenians (31b3) or after the shift from the purely negative understanding of human wisdom to a more positive understanding indicated by the term “philosophizing.” He traces now his abstention from politics to his daimonion (δαιμόνιον)—something divine and daimonic which comes to him. This is nothing new to the audience; he has spoken to them about it many times and in many places, and it has given occasion to Meletos to caricature him as believing in new daimonia. From his childhood this voice comes or arises to him, which when it arises always turns him away from doing what he is about to do and never urges him forward. It is this daimonion that opposes his political activity. This opposition seems to him to be altogether fair, for if he had attempted a long time ago to be politically active, he would have perished a long time ago and would not have been of any benefit to his fellow citizens or to himself: if a man fighting for the right wishes to preserve his life even for a short time, he must lead a private not a public life. The daimonion then enabled Socrates to perform the mission imposed on him by the Delphic oracle. It is, however, radically different from the Delphic oracle. Not to mention the fact that the daimonion was familiar to the audience while they knew nothing of the Delphic command addressed to Socrates, the daimonion was effective from his childhood while Apollo’s command reached him when he was already known as wise; the daimonion never urged him forward while Apollo always did; and while his obedience to Apollo’s commands made him hated and thus brought him into mortal danger, the daimonion by keeping him back from political activity saved him from mortal danger or preserved his life; it acted as it were on the premise that life is good and death is bad while the Delphic command proceeds from the opposite premise (cf. Socrates and Aristophanes, pp. 82, 114, 125).3Titulus librī suī. Originally published in New York: Basic Books, 1966. Reissued in Chicago: University of Chicago Press, 1980. The digression which begins with voicing utter contempt for concern with self-preservation culminates in a vindication of self-preservation—of self-preservation that is in the service of the highest good. With a view to the primary purpose of Socrates’ speech it is not superfluous to note that from what he says about the daimonion no argument can be derived for refuting the impiety charge.

Socrates and his daemonion. Engraving by Giulio Bonasone as published in Symbolicarum quaestionum de universo genere, quas serio ludebat, libri quinque, by Achille Bocchi (Bologna 1555).

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Iūra

El texto en lengua inglesa fue publicado de manera póstuma en un volumen en honor al prof. Jacob Klein: Essais in Honor of Jacob Klein (Annapolī, ē Typographeō Acadēmīae Sānctī Iōhannis MCMLXXVI). Aunque nosotros tomamos como base lo aparecido en una antología dedicada a escritos del prof. Strūthiō en inglés en 1983: Studies in Platonic Political Philosophy (Sicagī, ē Typographeō Ūniversitātis Sicagī MCMLXXXIII). La versión castellana es obra de Aemilia Aquadīs, aparecida en la traducción del volumen mencionado anteriormente (Bonāeropolī, ē Typographeō Amōrrortī MMVIII). La publicación de estos fragmentos promueve la difusión en castellano de la obra del profesor Leōnardus Strūthiō con fines académicos y de formación. Conminamos a visitar su biblioteca más cercana o adquirir el volumen físico en su librería de confianza.

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