Perí Physeos PARM VIII 22-25

Parmenidis De Natura

Περί φύσεως (Παρμενίδης)

VIII 22-25

Una versión del siglo XXI

VIII 22-25

οὐδὲ διαιρετόν ἐστιν, ἐπεὶ πᾶν ἐστιν ὁμοῖον·

οὐδέ τι τῆι μᾶλλον, τό κεν εἴργοι μιν συνέχεσθαι,

οὐδέ τι χειρότερον, πᾶν δ’ ἔμπλεόν ἐστιν ἐόντος.

[25] τῶι ξυνεχὲς πᾶν ἐστιν· ἐὸν γὰρ ἐόντι πελάζει.

VIII 22-25

Divisible, tampoco lo es, pues es todo él semejante,

ni hay por un sitio algo más que le impida ser continuo,

ni algo menos, sino que está todo él lleno de ser.

[25] Así que es todo continuo, pues, como es, toca con lo que es.

Aclaraciones a la versión castellana

XX1X = (v. 24): Comienza el parlamento de la diosa, pero sería inútil abrir aquí comillas, ya que todo el resto del Poema (al menos lo que conservamos) está puesto en su boca.

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Comentarios de Jorge Pérez de Tudela

[CONTINUA DE LA ENTRADA ANTERIOR] c) Puesto que «fuera» de él nada hay, ¿cómo no iba a ser algo que «no “fue una vez”, ni “será”, sino que ahora es todo a la vez»? Dicho en otros términos: cuando «pasado» y «futuro» representan sendas formas simétricas de una misma e imposible ausencia, ¿cómo concebir un «antes» o un «después» del puro Todo-del-tiempo; de ese puro Todo-de-lo-presente en que, visto desde esta óptica, se viene a transformar el Ser?

d) Puesto que «fuera» de él nada hay, ¿cómo no iba a ser «uno, continuo» (ἕν, συνεχές) X129X? En efecto: ¿de dónde provendría esa (impensable) alteridad que le hiciera 1) diferenciarse de algo externo que no fuera él; 2) diferenciarse internamente en partes de algún modo escindidas, de algún modo aisladas entre sí? ¿Cómo cabría que no se (auto-)con-tuviera?

e) Puesto que «fuera» de él nada hay, «¿qué origen le buscarías? ¿Cómo y de qué habría crecido?». O, como se reitera más adelante (v. 19): «¿Y cómo habría llegado a ser?». Pues ese pensar monobinario que desde el principio nos acompaña no conoce sino (la ruta de) lo Válido y (la ruta de) lo Inválido, más el imperativo de seguir únicamente los dictados de la primera («La decisión sobre tales cuestiones está en esto… Mas decidido ya quedó […]»: vv. 15-16). De modo que a la diosa, que no ha leído aún la Metafísica de Aristóteles, sólo le cabe pensar que, de existir, esa hipotética «generación» (y también, naturalmente, «destrucción») de lo Real tendría insosteniblemente que provenir del insostenible, inefable, imposible no-ser: autodestructiva posibilidad, ya una vez destruida, que caso de ser cierta arruinaría además todo posible sometimiento de la realidad al principio de la Razón X130X. De modo y manera, parece concluir la diosa, que esta radiante autoafirmación del «es», asentada sin temblores sobre el poder de la Necesidad, exige sin paliativos la expulsión de toda «procedencia» y de toda «destinación»: de todo «haber sido» y de todo «ir a ser». Pues sólo hay un presente, el presente que «es», tiempo inconciliable con ninguna otra temporalidad. «Así queda extinguido “nacimiento” y… “destrucción”» (v. 21), «pues “nacimiento” y “destrucción” fueron desterrados muy lejos y los rechazó la verdadera convicción» (vv. 27-28.). El v. 5, intimidante y sentencioso, articula como en piedra la, a su juicio, irrefutable verdad de esta exigencia de presencialismo exhibida por lo Real: «οὐδέ ποτ’ ἦν οὐδ΄ ἔσται, ἐπεὶ νῦν ἔστιν ὁμοῦ πᾶν […]»: «Y que no “fue una vez” ni “será”, pues ahora es todo a la vez […]» Así que, sí, es sólo la total y absoluta simultaneidad de un permanente «ahora», constante, continuo, incansable y sin duración, lo único que resiste incólume la exigente prueba de esta reflexión monológica.

La lógica que preside —e impregna— las condiciones de posibidad de nuestro Todo le hace, en poderosa advertencia divina, o ser «todo de golpe», «de una vez», o no ser en absoluto. Interpretación tradicional de esta condición de perfecto alejamiento de Lo-que-hay con respecto a toda posibilidad tanto de comienzao como de finalización, es naturalmente la de que, en rigor, Lo-que-hay es, para la diosa, quizá «eterno» X131X, quizá «a-temporal» u / y «omni-temporal». Pleno, completo, repleto, atravesado de punta a punta por la presencia, el ser mantiene una tensa y nada obvia relación con el tiempo. Ante todo, «se mantiene». Y se mantiene no de cualquier forma, sino justamente «lo mismo y en lo mismo», yaciendo «por sí mismo», ajeno también, por lo demás, a cualquier tipo de diferencia real (un nombre que faltaba para el no ser) que le haga perder la homogeneidad. Así que la pregunta surge inevitable, y surge con toda la carga de una profunda ambigüedad: ¿qué diremos, a la vista de todo esto, del «tiempo»? ¿Diremos que la diosa lo ha desterrado extramuros de su Objeto, enviándolo a morar en el imposible recinto de Lo-que-no-hay? ¿Carecerá, pues, de «tiempo» Lo-que-hay? ¿O habrá más bien que decir que lo pensable, aquí, es un Todo-del-tiempo al que, siendo como es, nada temporal es ajeno, pero que re-úne en su conjunto el despliegue entero del devenir X132X? [CONTINUA DE LA ENTRADA SIGUIENTE]

Algunas aclaraciones

X129X

Tampoco es ésta la única lectura posible. Algún manuscrito propone οὐλοφυής, provocando, en consecuencia, la (relativamente) drástica reinterpretación de Mario Untersteiner (Parmenide, cap. I [«L’essere di Parmenide é OYLON non EN»], pp. XXVII ss.).

X130X

«¿Y qué necesidad lo habría impulsado a crearse antes o después, originado de la nada?» (vv. 9-10). La diosa establece aquí los fundamentos de una relación llamada, como tantas de sus invenciones, a recorrer la historia de la filosofía (y de la ciencia): la básica solidaridad, para Occidente, entre el motivo de continuidad y el motivo de razón o de causalidad. No podemos sino apuntar un tema, por lo demás tan leibniziano. cuyo alcance desborda el de nuestro trabajo. Como mínima indicación de lo que aquí está implicado, recuérdese a Lucrecio: «Por un principio suyo empezaremos: / Ninguna cosa nace de la nada; […| Porque si de la nada fuese hecho, / Podría todo género formarse / De toda cosa sin semilla alguna» (De la naturaleza de las cosas, II, 210-211 y 224-226; trad. cit., p. 38).

X131X

En su comentario al fragmento, M. Conche (Le Poème…, pp. 134 ss.) trae muy atinadamente a colación, a este respecto, concepciones clásicas de la eternidad que armonizarían, sostiene, con la presente: son los casos de Tomás de Aquino (que define la eternidad como una cierta duración sin sucesión [S. Theol., I, q. 10, art. I]), de Descartes y Arnauld… Por no mencionar la archifamosa frase de De Consolatione Philosophiae V, de Boecio, que justamente acude al mismo sintagma utilizado por la diosa: Interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio.

X132X

Sobre este conjunto de cuestiones, vid. especialmente C. Collobert: L’être de Parnténide ou te refus du temps, passim. Es de resaltar, en todo caso, la interpretación que aquí se propone del «ahora» parmenídeo como «momento eterno», la marca misma de la permanencia intemporal de un «ser» sin tiempo, pero no sin duración (p. 192).

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Una versión del siglo XX

iii) (b) Uno y continuo.

297 Fr. 8, 22-25, Simplicio, in Phys. 144, 29 (continuación de 296)

 

οὐδὲ διαιρετόν ἐστιν, ἐπεὶ πᾶν ἐστιν ὁμοῖον·

οὐδέ τι τῇ μᾶλλον, τό κεν εἴργοι μιν συνέχεσθαι,

οὐδέ τι χειρότερον, πᾶν δ’ ἔμπλεόν ἐστιν ἐόντος.

[25] τῷ ξυνεχὲς πᾶν ἐστιν· ἐὸν γὰρ ἐόντι πελάζει.

297. Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay

más aquí, esto impediría que fuese continuo, ni

menos allí, sino que está todo lleno de ente. Por

tanto, es todo continuo, pues lo ente toca a lo ente.

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Comentarios de Kirk, Raven y Schofield

¿Piensa Parménides aquí en una continuidad espacial o temporal? No hay duda de que quiere decir que lo que es es continuo en cualquier dimensión que ocupe; pero es probable que la cita 296 haya negado que existe en el tiempo. ¿Consiste la cuestión simplemente en que cualquier objeto de investigación debe caracterizarse por una continuidad interna, o manifiesta Parménides una mayor ambición, postulando que toda realidad es una? Resulta difícil resistirse a la impresión de que aspira a la tesis más fuerte, aunque no está claro por qué se encuentra justificado para afirmarlo (tal vez se apoyara, e. g. en la identidad de los indiscernibles: no hay base para distinguir algo que es de cualquier otra cosa que no es. La misma ambigüedad afecta a 298 y 299 y merecen el mismo veredicto.

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