Hipersexualizados o hiperenvidiosos
CŌGITĀTIŌNĒS ET CŌGITĀTA ***
Sábado, 16 de diciembre de 2023. Hadrianus scribit:
Encuentro en una entrevista a René Girard una idea interesante: hablamos constantemente de sexo para evitar hablar de la envidia que nos carcome. No, no somos una sociedad hipersexualizada, pues los zilénidos cada vez se ayuntan y coyuntan menos (¡no todo va a ser follar!), el fenómeno MGTOW está en auge, tenemos la cabeza taladrada de sesudísimas disquisiciones sobre el consentimiento… Lacan ha triunfado: «No hay relación sexual«.
Pues no, no somos una sociedad hipersexualizada: somos una sociedad hiperenvidiosa. La verdadera represión no tiene que ver con partes pudendas debidamente rasuradas, ni con el perreo hibristofílico de las chavalitas en una discoteca tenebrosa. La verdadera represión es la de la envidia. Contemplemos el corazón delator que aturde a nuestro prójimo. El verdadero Voldemort del ciudadano liberal, tan doméstico, tan ilustrado, tan mayor de edad. Sigue Girard:
Y, por supuesto, la envidia es mimética. No puedes evitar imitar a tu modelo. Si deseas mucho dinero, entrarás en el mismo negocio que el hombre enriquecido que es tu modelo. Lo más probable es que la fuerza te destruya. Entonces, cuando la gente habla de masoquismo y demás, todavía está hablando de deseo mimético. Está hablando de cómo avanzamos siempre con mayor fuerza hacia el deseo que más envidiamos. Lo hacemos porque ese poder es mayor que el nuestro y probablemente nos derrotará nuevamente. Habrá entonces lo que Freud llama repetición en la vida psicológica, que está ligada al hecho de que estamos obsesionados con lo que nos venció la primera vez. Nuestro rival victorioso al hacer el amor se convierte en un modelo permanente.
Clavem tandem habemus! No se puede imitar sino el deseo ajeno, no se puede querer sino lo que quieren los demás.
No se trata de venir de planetas distintos, sino de deseo mimético: mujeres y hombres envidian lo que supuestamente el otro sexo tiene. Víctimas y verdugos, poderosos y débiles, grandes y pequeños, todos se envidian mutuamente. El «egobody» de Robert Redeker también podría entrar aquí… y ¡qué decir de la autoginefilia! Más o menos casi todas las demencias del mundo contemporáneo podrían explicarse como síntomas de esa envidia forcluida.
En el mundo de los últimos hombres la máxima «dime cuál es tu relación con el dolor y te diré quién eres» (Jünger) admite un corolario: «Dime a quién envidias y te diré quién eres«.
CŌGITĀTIŌNĒS ET CŌGITĀTA ***