Hegel über Sokrates 021

Don Jorgue Guillermo Federico sobre Sócrates

Parte de:

Lecciones de Historia de la Filosofía [Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie] / Primera parte: La Filosofía Griega [Erster Teil: Griechische Philosophie] / Sección Primera: de Tales a Aristóteles [Erster Abschnitt. Von Thales bis Aristoteles] / Capítulo 2: de los Sofistas a los Socráticos [Zweites Kapitel. Von den Sophisten bis zu den Sokratikern] / B. Sócrates [B. Philosophie des Sokrates] / 1. El método socrático [1. Sokratische Methode]

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Vorlesungen im Atrium Philosophicum §21

Es ist auch in neuerer Zeit viel über die Sokratische Ironie gesprochen worden. Das Einfache in derselben ist nur das, daß er das gelten ließ, was ihm geantwortet wurde, wie es unmittelbar vorgestellt, angenommen wird. (Alle Dialektik läßt das gelten, was gelten soll, als ob es gelte, läßt die innere Zerstörung selbst sich daran entwickeln, – allgemeine Ironie der Welt.) Man hat aus dieser Ironie etwas ganz anderes machen wollen, sie zum allgemeinen Prinzip erweitert; Friedrich von Schlegel ist es, der diese Gedanken zuerst aufgebracht, Ast hat es nachgesprochen. Sie soll die höchste Weise des Verhaltens des Geistes sein und ist als das Göttlichste aufgestellt worden. Ast sagt: »Die regste Liebe zu allem Schönen in der Idee wie im Leben beseelte seine Gespräche als inneres, unergründliches Leben.« Dieses Leben soll die Ironie sein!! »Der Ironie bediente er sich vorzüglich gegen die Sophisten, um den Dünkel ihres Wissens niederzuschlagen.« Diese Ironie ist eine Wendung der Fichteschen Philosophie, aus ihr hervorgegangen, und ist ein wesentlicher Punkt in dem Verständnis der Begriffe der neuesten Zeit. Sie ist das Fertigsein des subjektiven Bewußtseins mit allen Dingen: »Ich bin es, der durch mein gebildetes Denken alle Bestimmungen zunichte machen kann, Bestimmungen von Recht, Sittlichkeit, Gut usw.; und ich weiß, daß, wenn mir etwas als gut erscheint, gilt, ich mir dies ebenso auch verkehren kann. Ich weiß mich schlechthin als den Herrn über alle diese Bestimmungen, kann sie gelten lassen und auch nicht; alles gilt mir nur wahr, insofern es mir jetzt gefällt.« Die Ironie ist das Spiel mit allem; dieser Subjektivität ist es mit nichts mehr Ernst, sie macht Ernst, vernichtet ihn aber wieder und kann alles in Schein verwandeln. Alle hohe und göttliche Wahrheit löst sich in Nichtigkeit (Gemeinheit) auf; aller Ernst ist zugleich nur Scherz. Zur Ironie gehöre aber schon die griechische Heiterkeit, wie sie schon in Homers Gedichten wehe, daß Amor der Macht des Zeus, des Mars spottet, Vulkan hinkend den Göttern Wein serviert und unauslöschliches Gelächter der unsterblichen Götter sich erhebt, [460] Juno der Aphrodite Backenstreiche gibt. So findet man Ironie in den Opfern der Alten, die das Beste selbst verzehrten, im Schmerze, der lächelt, in der höchsten Fröhlichkeit und Glück, das bis zu Tränen gerührt wird, im Hohngelächter des Mephistopheles, überhaupt in jedem Übergang von einem Extrem ins andere, vom Vortrefflichsten zum Schlechtesten: sonntags recht demütig, in tiefster Zerknirschung in den Staub, die Brust zerschlagen und büßend sich vernichten, abends sich vollfressen und saufen und in allen Lüsten herumwälzen, – Unterjochung, gegen die das Selbstgefühl sich wiederherzustellen hatte. Heuchelei ist da mit verwandt, ist die größte Ironie. Asts »inneres tiefstes Leben« ist eben die subjektive Willkür, diese innere Göttlichkeit, die sich über alles erhaben weiß. Als die Urheber dieser Ironie, von der man versichert, sie sei das »innerste tiefste Leben«, hat man fälschlich Sokrates und Platon an gegeben, obzwar sie Moment der Subjektivität haben; unserer Zeit war es aufbehalten, diese Ironie geltend zu machen. Das Göttliche soll die negative Haltung sein, das Anschauen, Bewußtsein der Eitelkeit von allem; meine Eitelkeit bleibt allein noch darin. Das Bewußtsein der Nichtigkeit von allem zum Letzten machen, mag wohl ein tiefes Leben sein; aber es ist nur eine Tiefe der Leerheit, wie sie wohl in der alten Komödie des Aristophanes erscheinen mag.

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Praelēctiōnēs in Ātriō Philosophicō §21

En tiempos recientes, se ha hablado mucho de la ironía socrática. En ella, lo único simple es que Sócrates da por válido lo que se le responde, tal y como se le presenta de de manera inmediata. Como toda dialéctica, concede validez a lo que se da por supuesto, como si efectivamente valiera, permitiendo así que su propia destrucción interior se desarrolle a partir de ahí. Esta es la ironía general del mundo.

No obstante, se ha tratado de convertir esta ironía de Sócrates en algo completamente distinto, extendiéndola hasta transformarla en un principio general. Se ha propuesto como la forma más elevada del obrar del Espíritu, y se ha elevado a la condición de lo más divino. El primero que ha formulado estos pensamientos ha sido Friedrich von Schlegel, y Ast no hace sino repetirlos.

Ast afirma: «Los diálogos socráticos están animados, como por una vida interior insondable, por el más vivo amor hacia cuanto hay de bello en la idea y en la vida». ¡Y se pretende que esta vida es ironía!1Exabrupto del propio Hegel. «[Sócrates] empleó la ironía especialmente contra los sofistas para abatir la vanidad de su saber». Tal concepción de la ironía es, en realidad, una inflexión de la filosofía de Fichte, surgida de ella, y constituye un punto esencial comprender ciertos conceptos de la modernidad. Representa la actitud de la conciencia subjetiva que cree estar al cabo de todas las cosas, y que se dice a sí misma: «Soy yo quien, por medio de mi pensamiento formado [gebildetes Denken] puede anular todas las determinaciones del derecho, de la moral, del bien, etc., ya que soy, sencillamente, dueña y señora de todas ellas; sé que, si algo me parece bueno, puedo invertirlo igualmente, si así me place. Me sé, en términos absolutos, como la soberana de todas estas determinaciones: puedo validarlas o no; todo es verdadero para mí solo en la medida en que ahora me complace». La ironía, así concebida, es el juego con todo y puede convertirlo todo en mera apariencia. Esta subjetividad ya no se toma nada en serio; su propia seriedad se torna enseguida en broma, y toda verdad, por elevada o divina que sea, se disuelve finalmente en lo vulgar, en la nada. Toda seriedad es, al mismo tiempo, tan solo una broma.

Con todo, la alegría griega pertenece ya a la ironía. Así se nos muestra en los poemas de Homero, donde a Eros desafiar el poder de Zeus o burlarse de Ares, en los que Hefesto, cojeando, sirve vino a los dioses, donde resuena la risa incontenible de los dioses inmortales y Hera abofetea a Afrodita. Hay ironía también en los sacrificios antiguos, donde lo mejor era consumido por los hombres; en el dolor que sonríe; en la más intensa alegría que conmueve hasta las lágrimas; en la risa sardónica de Mefistófeles; y, en general, en todo lo que sea pasar de un extremo a otro, de lo más elevado a lo más bajo: como cuando, el domingo por la mañana vemos a las gentes devotas humillarse sobre el polvo, darse de golpes en el pecho y hacer penitencia humildemente, y por la noche atiborrarse comiendo y bebiendo y entregarse a toda suerte de placeres, como si quisieran restaurar su amor propio destrozado por aquella humillación. La hipocresía está emparentada con ello: es la forma más extrema de ironía.

Así pues, la «vida interior insondable» de Ast no es sino arbitrariedad subjetiva, esa pretendida divinidad interior que se sabe por encima de toda determinación. Se ha atribuído erroneamente a Sócrates y Platón el origen de esta clase de ironía, de la que se nos asegura que es «la vida más interior y más profunda», aunque ambos hayan encarnado el momento de la subjetividad. Hacer valer esta forma de ironía fue tarea reservada a nuestra época. Se pretende presentar como lo divino una actitud puramente negativa: la contemplación, la conciencia de la vanidad de todo, en la que sólo sobrevive mi propia vanidad. Puede que convertir en criterio supremo la conciencia de la nulidad de todo encierre una cierta profundidad vital; pero se trata, en última instancia, de la profundidad del vacío, tal como se nos revela, por ejemplo, en la comedia antigua de Aristófanes.

Máscara de cómico de terracota (en la Estoa de Átalo, Atenas)

Algunas aclaraciones

Se refiere al célebre filólogo y filósofo Georg Anton Friedrich Ast (1778–1841), nacido en Gotha y formado en la Universidad de Jena. Fue profesor de literatura clásica en la Universidad de Landshut, y más tarde en la de Múnich, donde permaneció hasta su muerte. Ast es conocido, sobre todo, por su dedicación a los diálogos de Platón, a los que consagró los últimos veinticinco años de su vida, tanto con investigaciones originales como con traducciones, ediciones críticas y su célebre Lexicon Platonicum. Su obra Plato’s Leben und Schriften [La vida y los escritos de Platón] (1816) marcó un hito al inaugurar el enfoque crítico moderno sobre las complejas relaciones entre la biografía del filósofo y la autenticidad de sus textos. No dudó en declarar como espurios varios diálogos atribuidos tradicionalmente a Platón, y propuso una clasificación según criterios estilísticos y doctrinales. Ast fue, en suma, una figura clave en la transición entre la filología ilustrada y la crítica histórica que dominaría el siglo XIX.

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Iura

Georg Wilhelm Friedrich Hegel: Werke in zwanzig Bänden. Band 18, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1979 [Hrsg. Eva Moldenhauer und Karl Markus Michel]

Hegel hielt die Vorlesungen insgesamt neunmal, zuerst 1805/06 in Jena, dann 1816/17 und 1817/18 in Heidelberg und von 1819 bis zu seinem Tod sechsmal in Berlin. Schon bald nach Hegels Tod wurden sie von Karl Ludwig Michelet auf der Grundlage von Vorlesungsmitschriften und handschriftlichen Notizen Hegels rekonstruiert und herausgegeben. Erstdruck in: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, hg. v. Karl Ludwig Michelet, Berlin 1833-1836. – Der Text folgt im wesentlichen Michelets Rekonstruktion der Vorlesungen. Eine Ausnahme bildet der erste Teil der Einleitung, der auf Johannes Hoffmeisters Edition des Manuskripts von Hegels Heidelberger Antrittsvorlesung von 1817 zurückgeht.

Hegel pronunció estas lecciones un total de nueve veces. Primero en 1805-1806 en Jena; posteriormente en 1816-1817 y 1817-1818 en Heidelberg; y, desde 1819 hasta su muerte otras seis veces en Berlín. Poco después de la muerte de Hegel, fueron reconstruidas y publicadas por Karl Ludwig Michelet basándose en las lecciones y notas del propio Hegel. Se publicó por vez primera en: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Karl Ludwig Michelet (ed.), Berlin 1833-1836. El texto sigue esencialmente la reconstrucción de las lecciones que hace Michelet. Una excepción es la primera parte de la introducción, que se remonta a la edición de Johannes Hoffmeister del manuscrito de la lección inagural de Hegel en Heidelberg en 1817.

Traducción de Atrium Philosophicum de la edición referida. Tenemos delante la clásica traducción de don Wenceslao Roces de 1955 en el FCE, de la que nos reconocemos deudores, pese a sus omisiones (en algunos casos, párrafos enteros) y la necesaria actualización de la terminología hegeliana.

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