Hegel über Sokrates 010
Don Jorgue Guillermo Federico sobre Sócrates
Parte de:
Lecciones de Historia de la Filosofía [Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie] / Primera parte: La Filosofía Griega [Erster Teil: Griechische Philosophie] / Sección Primera: de Tales a Aristóteles [Erster Abschnitt. Von Thales bis Aristoteles] / Capítulo 2: de los Sofistas a los Socráticos [Zweites Kapitel. Von den Sophisten bis zu den Sokratikern] / B. Sócrates [B. Philosophie des Sokrates]
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Vorlesungen im Atrium Philosophicum §10
Neben diesen für ihn mehr zufälligen Verhältnissen zum Staate, die er nur als allgemeine Bürgerpflicht tat, ohne eben selbsttätig die Angelegenheiten des Staats zu seiner eigentlichen Hauptbeschäftigung zu machen, noch sich an die Spitze [450] der öffentlichen Angelegenheiten zu drängen, war die eigentliche Beschäftigung seines Lebens aber das ethische Philosophieren mit jedem, der ihm in den Weg kam. Seine Philosophie, als die das Wesen in das Bewußtsein als ein Allgemeines setzte, ist als seinem individuellen Leben angehörig anzusehen; sie ist nicht eigentliche spekulative Philosophie, sondern ein individuelles Tun geblieben. Und ebenso ist ihr Inhalt die Wahrheit des individuellen Tuns selbst; das Wesen, der Zweck seiner Philosophie ist, das individuelle Tun des Einzelnen als ein allgemeingültiges Tun einzurichten. Deswegen ist von seinem eigenen individuellen Sein zu sprechen; oder sein Charakter pflegt durch eine ganze Reihe von Tugenden geschildert zu werden, die das Leben des Privatmanns zieren. Und zwar sind diese Tugenden des Sokrates so zu nehmen, daß es eigentliche Tugenden sind, die er sich durch seinen Willen zur Gewohnheit, zum Habitus machte. Es ist dabei zu bemerken, daß man mehr, wenn von Eigenschaften der Alten gesprochen wird, sie Tugenden nenne, als wenn man von Neueren spricht. Diese Eigenschaften haben bei den Alten überhaupt den Charakter der Tugend (Tugend, auch Individualität, im Gegensatze der Religiosität), menschliche Tugenden – bei den Alten war in der allgemeinen Sitte die Individualität als solche sich selbst überlassen –, wenn sie bei uns als etwas erscheinen, das nicht dem Individuum als Verdienst angehört oder seine eigentümliche Hervorbringung als dieses Einzelnen ist. Wir sind gewohnt, sie weniger von dieser Seite zu nehmen und zu betrachten, auch weniger als Produkt, Hervorgebrachtes, als vielmehr als Seiendes, als Pflicht; indem wir mehr das Bewußtsein des Allgemeinen haben und das rein Individuelle selbst, das eigene innere Bewußtsein als Wesen, als Pflicht, als Allgemeines gesetzt ist. Bei uns sind sie daher auch wirklich mehr entweder Seiten der Anlage, des Naturells oder haben die Form des Notwendigen überhaupt; für die Alten hingegen ist das Individuelle die Form des Allgemeinen, so daß es als ein Tun des individuellen Willens, [451] nicht der allgemeinen Tugend, also als Eigentümlichkeit erscheint. Und ebenso haben auch die Tugenden des Sokrates die Form nicht der Sitte oder eines Naturells oder einer Notwendigkeit, sondern einer selbständigen Bestimmung. Es ist bekannt, daß sein Aussehen auf ein Naturell von häßlichen und niedrigen Leidenschaften deutete; er hat es aber selbst gebändigt, wie er dies auch selbst sagt.
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Praelēctiōnēs in Ātriō Philosophicō §10
Pero, junto a estas relaciones más bien fortuitas con el Estado, en las que Sócrates sólo entraba porque se creía obligado a ello por sus deberes generales como ciudadano, pero sin hacer de los asuntos del Estado su verdadera ocupación principal ni pugnar por colocarse a la cabeza de los negocios públicos, la verdadera actividad de su vida era el filosofar ético [das ethische Philosophieren] con todo aquel que le saliera al paso. Su filosofía, como aquella que sitúa la esencia en la conciencia como un algo general, no es, en realidad, una verdadera filosofía especulativa, sino algo que ha permanecido como una acción individual; sin embargo, se proponía como meta llegar a instituirla como una acción de validez general.
Por eso, es necesario hablar del ser propio e individual de este filósofo, de su carácter absolutamente noble, el cual aparece ante nosotros rodeado de toda una serie de virtudes que adornan la vida del hombre particular; además, estas virtudes de Sócrates deben ser consideradas, en rigor, como virtudes reales [virtudes verdaderas; eigentliche Tugenden] convertidas en hábitos [Gewohnheit] —en habitus—1En latín en el original, Hegel piensa en sus connotaciones filosóficas, tal como fue vertido en latín el concepto aristotélico de ἕξις. por obra de su propia voluntad. Hay que advertir, a propósito de esto, que estas cualidades a que nos referimos tenían entre los antiguos, en general, un carácter de virtudes más marcado que hoy, entre nosotros, ya que entonces, en las costumbres generales de aquel tiempo, la individualidad quedaba entregada a sí misma como la forma de lo general, lo que hacía que las virtudes estuviesen consideradas más bien como actos de la voluntad individual, es decir, como algo propio y peculiar; en cambio, entre nosotros ya no se percibe de igual manera, en las virtudes, méritos atribuibles al individuo o actos peculiares de la voluntad individual.
Nosotros estamos habituados a considerarlas más bien como algo existente, como un deber [Pflicht], ya que tenemos una mayor conciencia de lo general, tendiendo a ver incluso en lo puramente individual, en la propia conciencia interior, la representación de una esencia [Wesen] y un deber [Pflicht]. Por eso, nosotros tendemos a ver en las virtudes algo más bien asociado a las dotes o al temperamento del hombre o a cubrirlas con la forma de lo general y lo necesario. Para los antiguos, sin embargo, lo individual es la forma de lo universal, de modo que aparece como acto de la voluntad individual, no de la virtud universal, y por tanto, como una peculiaridad. Del mismo modo, las virtudes en Sócrates, en cambio, no presentan la forma de las buenas costumbres [Sitte], del temperamento del hombre o de una necesidad cualquiera, sino la forma de una determinación independiente. Sabido es que la fisonomía de Sócrates indicaba un temperamento dominado por las pasiones feas y bajas, que su espíritu supo refrenar y gobernar, como él mismo nos dice en alguna parte.

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Iura
Georg Wilhelm Friedrich Hegel: Werke in zwanzig Bänden. Band 18, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1979 [Hrsg. Eva Moldenhauer und Karl Markus Michel]
Hegel hielt die Vorlesungen insgesamt neunmal, zuerst 1805/06 in Jena, dann 1816/17 und 1817/18 in Heidelberg und von 1819 bis zu seinem Tod sechsmal in Berlin. Schon bald nach Hegels Tod wurden sie von Karl Ludwig Michelet auf der Grundlage von Vorlesungsmitschriften und handschriftlichen Notizen Hegels rekonstruiert und herausgegeben. Erstdruck in: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, hg. v. Karl Ludwig Michelet, Berlin 1833-1836. – Der Text folgt im wesentlichen Michelets Rekonstruktion der Vorlesungen. Eine Ausnahme bildet der erste Teil der Einleitung, der auf Johannes Hoffmeisters Edition des Manuskripts von Hegels Heidelberger Antrittsvorlesung von 1817 zurückgeht.
Hegel pronunció estas lecciones un total de nueve veces. Primero en 1805-1806 en Jena; posteriormente en 1816-1817 y 1817-1818 en Heidelberg; y, desde 1819 hasta su muerte otras seis veces en Berlín. Poco después de la muerte de Hegel, fueron reconstruidas y publicadas por Karl Ludwig Michelet basándose en las lecciones y notas del propio Hegel. Se publicó por vez primera en: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Karl Ludwig Michelet (ed.), Berlin 1833-1836. El texto sigue esencialmente la reconstrucción de las lecciones que hace Michelet. Una excepción es la primera parte de la introducción, que se remonta a la edición de Johannes Hoffmeister del manuscrito de la lección inagural de Hegel en Heidelberg en 1817.
Traducción de Atrium Philosophicum de la edición referida. Tenemos delante la clásica traducción de don Wenceslao Roces de 1955 en el FCE, de la que nos reconocemos deudores, pese a sus omisiones (en algunos casos, párrafos enteros) y la necesaria actualización de la terminología hegeliana.
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