Parmenides GARCÍA BACCA
PARMÉNIDES. Radiografía argumental

PARMÉNIDES
Παρμενίδης
ĒRVDĪTIŌRIBVS ***
Advertencia: El uso de la presente reseña lógico-argumental no sustituye la lectura del diálogo Parménides. Como todo diálogo platónico, el Parménides es una obra muy trabajada, que dice más por sus personajes (sus ausencias), sus interlocutores y los escenarios, por ello el autor de la reseña nos amonesta:
Esta es la radiografía lógica del diálogo. Léalo el lector en su forma viviente, engendrada, sostenida en vida y en vilo por la palabra de los dialogantes.
Al leer o releer esos diálogos de Platón se debe prestar atención tanto a lo que Platón va diciendo como, por decirlo así, a lo que en el diálogo va pasando y pasa.1Especialmente en éste, pues los hechos son narrados por Antifonte, quien los memorizó de los relatos de Pitodoro (vide Parmenides 126a – 126c). Es decir, el lector debe intentar hacerse cargo de cuál es la moraleja que habría que sacar del diálogo si éste hubiera de considerarse como experiencia intelectual típica o prototipica, esto es, debe tratar de hacerse concepto de la «experiencia de la conciencia», que en esos diálogos típicamente se refleja.
Tenga siempre en mente que se encontrará frente a una obra de filosofía, con los efectos secundarios que ello conlleva. Lea la obra con calma, considere las anotaciones críticas y consulte a su filólogo de confianza. Atrium Philosophicum no se hace responsable de ninguna μετάνοια producto de leer directamente a Platón.
Fuente: PLATÓN [Πλάτων / Plato vel Platon] (c. 425 a. C.-c. 348 a. C.). Platón Obras Completas.
Tomo IV. Parménides – Protágoras – Filebo, Caracas: Presidencia de la República / Facultad de
Humanidades y Educación de la UCV / Dirección de Bibliotecas, Información, Documentación
y Publicaciones de la UCV, 1981, pp. 8-45.
Tabla de contenidos
- DATOS GENERALES SOBRE EL DIÁLOGO
- ARGUMENTO
- MAPA DEL DIÁLOGO
- PARTE PRIMERA DEL DIÁLOGO
- PARTE SEGUNDA DEL DIÁLOGO
- (A) «Lo Uno es Uno»: II) Lo Uno es Uno
- II.11) Parménides se examina y pone a prueba a sí mismo: «Lo Uno es Uno»
- II.12) Lo Uno no puede tener (o ser de…) principio-medio-fin, que sean partes suyas, de él mismo
- II.13) ¿Puede estar Lo Uno siendo su unidad «en movimiento», en movimiento de sí, de por sí?
- II.14) Lo Uno no es ni idéntico con otro, ni idéntico consigo mismo; ni diverso de sí, ni diverso de otro
- II.15) El par «semejante-desemejante» no le conviene a Lo Uno
- II.16) Par «igual-desigual»
- II.17) Dualidad peculiar de Tiempo: posterior-anterior
- II.18) Apareamiento entre «fue-es-será», respecto de Lo Uno, en sí mismo
- II.19) Lo Uno no se da nombre, no se da razón de sí, ni tiene ciencia de sí, ni sensación de sí; no opina sobre sí
- II.20) La unidad de «lo Uno» es compatible con poseer «ser» y «esencia»; escindirse en ellas y ser aún «uno»
- II.21) Es la negación de (II.18): interna pluralidad
- II.22) es otra negación original de (II.12). «lo Uno» es, ilimitadamente en cuanto a multiplicación interior y multitud resultante
- II.23) Más transformaciones de «lo Uno» que no permitía «Lo Uno»
- (A) «Lo Uno es Uno»: III. Lo Uno, Los Otros; lo Uno, los Otros.
- (A) «Lo Uno no es…»
- (B) Si «Lo Uno» no es (está siendo) «Uno», ¿qué ha de haberles pasado a «Los-Otros»?
- (C) «Si Lo Uno está siendo ‘Uno’, ¿qué es lo que tienen que ser Los-Otros de Lo Uno?»
- (A) «Lo Uno es Uno»: II) Lo Uno es Uno
- ANOTACIONES
DATOS GENERALES SOBRE EL DIÁLOGO
PARMÉNIDES
Παρμενίδης
Lugar y tiempo del diálogo hablado
Atenas. En el Ceramique (fuera de los muros). Hacia el año 449 a. C. fiesta de las grandes Panateneas.
Escenario
Casa de Pitodoro.
Personas, presentes y dialogantes
- SÓCRATES. Joven de unos veinte años. Ateniense. Filosofante (Ápología, 28 e).
- PARMÉNIDES. De Elea, «ya bien viejo, de unos sesenta y cinco años, y , grandemente calvo, mas bueno-y-bello de ver». (127 b). Filósofo.
- ZENÓN, De Elea, Edad: unos cuarenta años. «De bellas proporciones, y agradable a la vista; se decía de él haber sido el doncel preferido de Parménides» (127 b). Filósofo.
- ARISTÓTELES. «El más joven de todos» (137 c). «Uno de los Treinta” (Tiranos). Simple responsal a las preguntas de Parménides.
Presente al diálogo
- PITODORO, Discípulo de Zenón.
Relator del diálogo
- ÁNTIFONTE.
Lugar y tiempo de la transcripción definitiva del diálogo
Atenas. Academia; hacia 369 (?).
ARGUMENTO
MAPA DEL DIÁLOGO
Parte Primera
- (A) Sócrates – Zenón (127 d – 130 a)
- (B) Sócrates – Parménides (130 a – 136 c)
Parte Segunda
- Parménides – Aristóteles (137 c – 166 a)
PARTE PRIMERA DEL DIÁLOGO
I.A. Sócrates – Zenón
El diálogo entre ellos no llega a entablarse en firme y en largo. No se pasa aquí de escaramuza, preparatoria de un verdadero —y no muy largo— diálogo de Sócrates con Parménides, preparatorio a su vez de uno larguísimo y complicadísimo de Parménides con Aristóteles.
Sócrates, joven de unos veinte años, acaba de escuchar lo que de sus escritos acababa de releerle Zenón mismo, y traía ya conocidos los Poemas de Parménides.2Vide Fragmentos en Griego. O puedes ver algunos fragmentos en el Atrium Philosophicum: Perí Physeos PARM. ¿Qué es lo que su memoria y mente de veinte años, y «su fervor por los razonamientos» (130 a), toman de lo leído por Zenón; y qué de lo leído ya en Parménides aporta al diálogo con Zenón?
De Zenón toma la hipótesis primaria: que «los entes son muchos» (πολλά τὰ ὄντα); mas si los entes son muchos, se sigue que han de ser a la vez semejantes-y-desemejantes. Mas esto es imposible… (127 e); luego «es imposible el que sean precisamente muchos» (127 e).
Sócrates, el veinteañero, conoce ya la forma deductiva de «reductio ad impossibile», ἐπαγωγή εἰς ἀδύνατον. Y le concede a Zenón la [10] corrección de su razonamiento, aunque eso de que «no son muchos» vaya contra «todo lo que se dice» (ibid). Y reconoce que Zenón trae para probar la verdad de la primera secuela «han de ser a la vez semejantes-y-desemejantes» tantas pruebas de fiar (τεκμήρια) cuantos razonamientos.
Mas Zenón los trae —y escribe— en favor de los Poemas de Parménides. Y Sócrates hace notar a Parménides que lo advierte; y que, en realidad, Zenón dice de manera indirecta y negativa lo mismo que en directa y afirmativa dice él en sus Poemas.
«Que los entes son muchos» —o que «hay muchos entes» és una vulgar y verbal tautología, pues el sujeto de la proposición es ya un plural: «los entes». La letra del griego dice: «los entes es muchos», πολλά ἐστι τά ὄντα. «Sujeto neutro plural rige, en griego, verbo en singular», suele ahora decirse. Mas no es cuestión gramatical; es ontológica y gnoscológica. El griego habla en neutro plural cuando las diferencias y diversidades de las cosas de que habla no le interesan —vgr. las de masculino-femenino— o le son indiferentes o no las distingue. Ve los árboles en «bosque». Ciertas clases de árboles. «Ente es múltiple», fuera traducción más apropiada. «Ente es un plural». «En ente hay muchos entes». «Hay muchos entes»: esta última fórmula es la «que suele decirse». La del vulgo. Contra ella van Parménides directamente; y Zenón, indirectamente. Tal vez la vuelta por un absurdo —el tropezarse con una contradicción— fuerce a volver atrás, al revés, cual todo choque, —real o mental.
Sócrates ha leído los Poemas de Parménides (128 a), con «ardor juvenil por los razonamientos»; y cual resumen, a propósito de la tesis de Zenón, recuérdale a Parménides su tesis: «que el Todo es uno», —ἕν εἶναι τὸ πᾶν (128 a); «eso afirmas». Mas en los fragmentos conservados del Poema se hallan nada más las frases:
… πᾶν δ᾽ἔμπλεον ἐστιν ἐόντος.
τῷ ξυνεχές πᾶν ἐστιν, ἐόν γάρ ἐόντι πελάζει
… νῦν ἐστιν ὁμοῦ πᾶν,
ἕν (Fragmente der Vorsokratiker, ed. Diels-Krantz, 1951, 8, 24-25[Vide in Atrio Frag. VIII 22-25;]).3O en Wiki Source Frag. VIII. Vide versionem Anglici Frag. VIII.
«El Ente (τὸ ἐόν) está siendo ahora, todo El a la vez (ὁμοῦ);4Vide ὁμοῦ en Middle Liddell o en LSJ. está siendo uno (ἕν)».5Vide ἕν en LSJ. La frase «ἕν (εἶναι) τὸ πᾶν», literalmente no se halla.
Si «el Todo está relleno de ente», y «el ente es uno», es comprensible, y aceptable —y aceptado por el silencio de Parménides— el que Sócrates resuma: «El Todo es uno». Todas las cosas —sean [11] cuales fuerren sus parenciales— son, en realidad de verdad, en «esencia» (οὐσία), «ente» y ni más ni menos que ente, porque ente no admite «ni más ni menos», como dicé otro verso del Poema (8; 44; ed. cit.). Luego el Todo, o el Gran Total ( τὸ πᾶν: el total de todos, τὰ πάντα) no puede ser «muchos». Sumadas todas las cosas por lo que tienen de ente, y «ente» son un total, dan Ente. El Gran Total es Ente; es decir: el Gran Uno. «Ente» —ser ente— es el Gran Unificador, y por ser, por lo que tienen de «ente», todas las cosas se uni-fican. Dicho negativamente «no son muchas». Se continúan (συν-εχές) unas con otras por lo que son, por lo que tienen de «ente», —cual gota-gota-got- (de agua), se continúan en Agua, apenas se tocan o aproximan (πελάζει).6Vide πελάζω.
Los razonamientos de Zenón en favor de esta tesis de Parménides, releídos en favor del recién llegado Sócrates, no lo han convencido. Que de ser muchas las cosas se seguiría, entre otras muchas, la de que serían a la vez, cada una, semejantes-y-desemejantes, sólo vale: 1.º) si vale el que «nada puede ser y no ser algo a la vez», o que «es imposible (no hay cómo, μὴ εἶναι) que alguien esté siendo y esté no siendo algo»… ὅπως ἔστιν τε καὶ ὡς οὐκ ἔστι μὴ εἶναι (2, a). Que ahora escribiríamos: μὴ εἶναι [ὅπως (ἔστιν καὶ οὐκ ἔστι)].
No hay cómo «ser-y-no-ser»;
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2.º) y si el sujeto de «es, no es», es «ente» (ἐόν); no, si es una cosa, o algo como cosa: parencial, práctica…, agua, Sol, hombre, tierra… Que no siempre las cosas se ponen a ser, o a estar en estado de ente. Ahí está el mundo parencial, tema de la segunda parte del Poema de Parménides, —segunda parte, o poema aparte (?).
Las cosas no son ni semejantes ni desemejantes en cuanto «ente», sino son en eso tan semejantes que son «una sola»: El Todo, El Ente. La contradicción «ser semejante-y-desemejante», señalada y exhibida por Zenón en favor de la tesis de Parménides, no es contradicción real de verdad, o contradicción en «ser», y entre lo ente de las cosas, sino, a lo más, contradicción aparencial, cual las de movimiento-reposo, saeta, estadio… de Zenón.
El joven Sócrates lo presiente o subsiente. Y aceptando una advertencia de Zenón acerca de la intención de su escrito, le pregunta: «Pero dime: ¿piensas que hay (εἶναι) un cierto eidos de Semejanza, [12] que esté siendo él «en cuanto el mismo» (αὐτὸ καθ᾽ αὑτό), contrario a éste, otro distinto: el de Desemejante?» (128 c-129 a). (Cl. III, 1).7Vide Clave Hermenéutica III.1.
El jóven Sócrates veinteañero, ha captado bien finamente el tono del poema de Parménides: la fuerza de palabras y frases cual las de έωντῷ πάντοσε τωὐτόν, καθ᾽ αὑτό, refuerzos propios de la identidad de Ente, y de cada cosa en lo que sea o tenga de «ente». (Cl. III, 1; IV, 1, 2, 3).8Vide Clave Hermenéutica III.1; IV.1; IV.2; IV.3.
Y las aplica —por golpe genial, por audacia e ímpetu (ὁρμή) juveniles, que hizo sonreír, complacido, a Parménides y Zenón (130 a, b)— a los eídoses (εἴδη): εἶδός αὐτὸ καθ᾽ αὑτὸ, contraponiendo y separando (διῄρησαι, 130 b) él (αὐτός) cada eidos de su contraeidos: Semejanza-Desemejanza. Tal separación —o diaíresis—, «¿la hiciste tú?», le pregunta Parménides.
Porque esto, sí que es admirable, acaba Sócrates de decirle a Zenón; y no, el que en lo visible (ὁρωμένοις, 130 a) haya cosas que sean a la vez semejantes-y-desemejantes.
Si entre los eídoses mismos no comienza por haber separación disyungente (δι-ἀίρησις),9Vide διαιρέω. sino que están entremezclados, nada de admirar es que haya cosas en que estén entremezclados lo desemejante y lo semejante; y tal contradicción, visible y por visible, no tiene importancia en el orden del ente; no es capaz de destruir su unidad; y queda a salvo Parménides: «El Todo es uno», «El Ente es uno».
Mas si hay eídoses o realidades que estén siendo ellas «en sí mismas», cada una ella «en cuanto ella misma», en-sí-mismada, ella de por sí —seleccione el lector la frase que mejor se le acomode a su comprensión—, su pluralidad es in-eliminable, in-superable. Lo que está siendo «mismo» o perfectamente idéntico —en sí, de por sí— está siendo máximamente ente, y es máximamente diverso de otro que esté siendo lo que es en identidad perfecta, y en máxima disyunción o separación de su eidos contrario. Hay en este caso multitud, un «muchos», en cuanto entes; no, en cuanto cosas visibles.
¿Es el veinteañero Sócrates el inventor de tal tipo de definición divisora? Tal parecería reconocérselo Parménides, el gran Viejo. Y le pregunta: «¿hay eidos de Justo, Bello, Bueno…», es decir: de Justo, Bello… que estén siendo, o sean, ellos lo que son en estado de ellos, «en cuanto ellos mismos», en estado de perfecta identidad (καθ᾽ αὑτό), o en estado de ente? (130 b).
— «Sí», haber afirmado Sócrates.
[13] Pero, «¿y un eidos de Hombre, separado de nosotros y de lo que todos nosotros somos: hombres; y hay eidos de Fuego, de Agua…?»
— «Y de pelo, barro, porquería…?», insiste Parménides. Y ante el desconcierto, confesado por Sócrates mismo, respecto de tal universalización, Parménides, viejo benévolo, le dice: «Joven eres aún, Sócrates; y no se ha apoderado todavía de ti la filosofía, como se apoderará de ti más tarde, tal opino, cuando nada de eso no desprecies». (130 e).
Más adelante, en su vida posterior de filosofante, mostrará Sócrates que de él se ha apoderado la filosofía.
I.B. Sócrates – Parménides
Parménides le va a enseñar a filosofar, de dos maneras: 1.ª), planteándole el problema de la «participación» (μετάληψις) de los eídoses —Hombre, lo Justo, lo Bello, lo Bueno…— por las cosas: actos justos, cosas bellas; 2.ª, enseñándole un procedimiento para tratarse con los eídoses.
Trato, realmente, de padre para con hijo, —casi de abuelo para con nieto adoptivo. 65 años frente a 20.
Tan paternal había sentido Sócrates tal trato que, al filosofar, más tarde, en firme sobre eídoses, y tener, valientemente, que atacar o dejar atacar en su presencia el Poema de Parménides, en su tesis básica «el ente es», sosteniendo «que el ser, miles de miles de veces no es», teme cometerse un «parricidio» (Sofista, 241 d), —él, u otro en su presencia.
Por este tiempo —hacia 449— Sócrates no ha recibido aún la misión divina de examinar y poner a prueba en punto a sabiduría a todos: filósofos, políticos, poetas, artesanos…, para confirmar el oráculo délfico de que es él «el más sabio de los hombres». Misión, fácilmente calumniable de descortés, grandemente expuesta a resentimientos, y gozosamente imitable por jóvenes ricos y vagos. (Apología, 21, 28 e)
Aquí, el examinado y puesto a prueba, en cuanto a su saber de eidos y de su participación por las cosas, es Sócrates. El de la misión divina es Parménides. Misión de la Diosa que le revela el Poema: «únicos caminos que el pensamiento ha de seguir» (2, 8).
Obedece y se los enseñas a Sócrates.
[14] Admiremos cómo le enseña Parménides a discutir el problema de la participación, agravado por tratarse de que las «cosas» —entes en estado inauténtico de ser— participan de «eidos»: de ente, en estado auténtico de ser. Un poco cual ficticio trato entre carbón y diamante.
I. Primer modo (posible o verosímil de «participación»)
«¿Cada participante participa del eidos íntegro o de una parte de él? ¿O habría alguna otra manera de participación, fuera de éstas?» (131 a).
Dos advertencias. Primera: Parménides trae cual conocidas las nociones —o tipos de realidad— de Todo (ὅλον)10Vide ὅλον en LSJ. y partes (μέρος);11Vide μέρος en LSJ. y da por conocida su contraposición-y-complemento. «Todo» es Todo de partes, —de todas sus partes. «Parte» es parte de (un su) Todo. Un todo lo es en estado de «integridad». «Integro» es atributo propísimo de Todo. O dicho en lenguaje objetal, «íntegro» es el modo o estado propio de ser su realidad un Todo. ¿Cabrá el des-integrar un Todo?, —¿sustraerle alguna parte, que, sustraída, dejará de ser suya; del Todo, y se pondrá ella a ser en sí misma, de sí y para sí? Tal Todo, así des-integrado, ¿será aún Todo?
«Parti-cipar», ¿es llevarse una parte de un Todo?, —¿des-integrarlo?
¿Qué se saca de llevarse una parte de un Todo, sino el des-integrarlo, destruir su totalidad, y no llevarse ni una «parte», que no es ya ni siquiera parte de tal Todo?, —¿llevarse algo que ha perdido el «de», y está ya disponible para cualquiera?
Participar es, etimológicamente, «partem capere»; tomar, capturar, una parte. El griego habla más sabiamente: μετὰ λαμβάνειν «llevarse algo consigo». Tal algo «llevado» o captado puede ser el Todo, —y eso es lo que todo captor pretende; o, si no puede llevárselo «íntegro», llevarse una parte, —con lo que ambos, captor y Todo, quedan mal servidos.
Si uno se lleva un Todo, no parti-cipa de él. De un Todo vale la disyunción: o uno se lo lleva Todo, íntegro, o nada.
Parménides le pregunta a Sócrates lo único que, respecto de tal disyunción, cabe razonablemente preguntar: «¿Te parece que el eidos íntegro (ὅλον), siendo como es «uno», se halle en cada uno de los muchos, que llevan su mismo nombre: hombres, el de Hombre; gotas de agua, el de Agua; actos justos, el de Justicia; cosas bellas, el de Belleza…?».
[15] Y responde Sócrates lo único que él, mantenedor de la realidad de los eídoses, podría responder: ¿por qué el ser «uno» ha de estorbar eso de que se lo lleven, cual parte para ellos, los muchos? La unidad, el ser uno (ἕν, así en concreto) no estorba la comunicabilidad, y, por tanto, la captura de «un» eidos por muchos. Lo único que tal unidad del eidos —de todos los eídoses— impone es capturarlo íntegro o nada. La unidad del eidos estorba nada más su divisibilidad.
Pero, le advierte Parménides: por ser todo eidos no sólo «uno», sino «mismo» —«mismo» es refuerzo de «uno»: «unomismo»— un eidos participado o captado por muchos —cada uno «uno» y el «mismo»— estaría fuera de sí mismo tantas veces cuantos «muchos : se dividiría él mismo, y él mismo, a sí mismo, por tal su estadía en muchos.
Sócrates —jovencito en filosofar, además de en edad— acude a un símil para dar verosimilitud a su renovada pretensión de haber «eídoses». Que eidos sea cual «Día» —o cual «velo» le sugiere
malévolamente Parménides— «cual», οἷον; no, «que es», que lo sea. Sócrates no se pone en firme a afirmarlo.
Parménides le aprieta más, con ejemplos de otros eídoses matemáticos, —tema de actualidad para todos. Sócrates termina por concederlo: «no es asunto fácil definir eso» (de participación o captura).
II. Segundo modo de «participación»
Por sugerencia de Parménides, él y Sócrates van a ensayar otra manera de participación o captura de un «eidos» por muchas «cosas».
Haya eidos —cada uno «uno» y «uno mismo» (καθ᾽ αὑτό); mas esté siendo en muchos —cada uno «uno» y «uno mismo»— por modo de idea (ἰδέα) que surge (se engendra, ἐγγίγνεται, 132 b) en el alma (o almas) cuando éstas dan una mirada (vistazo) a muchas cosas que le parezcan al vidente-pensante ser ellas tales cual el eidos: muchas grandes, según Grandor; pequeñas, según Pequeñez… Que un eidos esté con muchas cosas se le parece (φανεῖται) al alma al mirar (ἰδόντι) tal multitud de homónimos, y al pensar por modo de opinión (δόξα), que el eidos del caso está, uno y el mismo, en los muchos.
Donde son de advertir dos puntos, —brevemente, cual breve y rápido es el intercambio de palabras y conceptos entre el viejo Parménides y el joven Sócrates.
[16] Primero: un eidos toma la forma de idea al hallarse (al ser-en) el alma, —un poco cual árbol (eidos) ribereño toma la forma ((idea) de «imagen» en las aguas del río, quietas, en que, por decirlo así, se mira el árbol. «Imagen» es puro presencial —inoperante, simplificado— de «realidad». Cosa e imagen (suya) no hacen «dos», sino «uno» y «uno», —incomparables en cuanto a tipo de realidad.
Idea es, pues, de eidos, cual la imagen de Narciso en el agua es «idea» de su «eidos»: de su rostro real, y adorable. No hay duplicación entitativa, —real de verdad (Cl. III. 1).12Vide Clave hermenéutica III.1.
Idea de un eidos —o eidos en estado de idea— no dan «dos» eídoses, de los que surgiría un tercero, al mirar los dos el alma; y de los tres, un cuarto, al mirar al alma los tres…; y así, indefinidamente, surgirían eidos y más eidos. Cual discretamente se lo indica Parménides a Sócrates para que no acepte, sin más, tal interpretación de «participación», sugerida por Parménides mismo.
No surgen tantos, indefinidamente tantos, eídoses (de un eidos), replica Sócrates, porque esos eidos, réplicas: dúplica, tríplica… n-plicas del mismo, no son eídoses; son «pensamientos» (νόημα, 132 b). Contarlos por eídoses, es cual contar cual dos árboles al árbol real y a su imagen o imágenes en el río. Un eidos, y el mismo eidos, no se multiplica por estar cual idea en muchas almas. En ellas se está siendo por modo (o estado) de «pensamiento». Y no le pasa ya a (un) eidos nada de multiplicarse: de serse en plural de sí mismo, de su unidad misma (ibid.).
III. Tercer modo de «participación»
Tal multiplicación de un mismo eidos, al mirar el alma la multitud de cosas que, aparencialmente (φαίνεσθαι), lo ostentan, es «opinión» (δόξα); no, verdad. Discreta manera, por cierto, de recordarle a Parménides su propia distinción entre verdad (ἀλήθεια, primera parte de su Poema) y opinión (segunda parte), —o dos Poemas (?).
Sócrates, joven inteligente y estudioso, va mostrando a Parménides —inteligente, viejo y benévolo— que conoce muy bien sus (o su) Poemas. La palabra νόημα entra repetida y recalcada en sus versos. Parménides se da por aludido en cuanto al Poema; y aludido en que, caso de ser un eidos, «idea» en el alma —como lo indica Sócrates con palabra propia; o ser un «pensamental», sirviéndose Sócrates de palabra de Parménides— no se cae en multiplicar un eidos o en atentado contra su unidad, y seipsiunidad (καθ᾽ αὑτό) peculiares.
[17] Parménides le recuerda a Sócrates que, según el Poema, «pensamiento» (νόημα) es pensamiento de algo; que es imposibie pensar y que el pensamiento no sea de algo: de ente, de algo que «esté siendo» ἐόντος (132 c); no, de algo que «no esté siendo» (οὖκ ἐόντος):
ταὐτόν δ᾽ ἔστι νοεῖν τε καὶ οὕνεκεν ἔστι νόημα
οὐ γὰρ ἄνευ τοῦ ἐόντος, εν ᾦ πεφατισμένον ἐστίν
εὑρήσεις τό νοεῖν… (8; 34-35-36).13Vide in Atrio Philosophicum Frag. VIII 32-49, en Wiki Source Frag. VIII.
«Están siendo idénticamente uno «pensar» y «aquello» sobre que el pensamiento versa, porque no hallarás que el pensar esté siendo sin el ente en que el pensamiento se expresa», —cual decimos de uno: se expresó en perfecto castellano, cual en lengua nativa, materna. El pensamiento «se expresa» en «ente».
Así que pensamiento es «pensamiento» no de «idea», sino de «eidos»; ya que eidos —tal cual lo concibe Sócrates— es realidad o ente en estado el más auténtico posible; el de en sí mismo, el de «seipsisistente».
De modo que, insinúale Parménides, no te has evadido de la objeción. «Pensamiento», ¿no lo será de algo «uno»; de eso precisamente que tal pensamiento, al estar siendo en (ἐνόν) todos (los homónimos), piense, por ser lo pensado por él una cierta idea?
«Pensamiento» es pensamiento de ente: de algo en cuanto está siendo, o de algo en lo que tiene de ente: de idéntico: de él y de él mismo.
«Idea» es idea de ente, pues «idea» es lo pensado por el pensamiento que es a su vez pensamiento de ente.
Pensamiento e idea pertenecen al ente (a lo pensado); «no los hallarás siendo sin el ente en que se expresan», o en que piensan (están pensando). El pensamiento está-siendo-en (ἐν-όν) lo pensado: en el ente. El mismo pensamiento está siendo en lo pensado, él es uno; muchos, los pensados por él —los homónimos. ¿No resulta, pregunta Parménides a Sócrates, que eso pensado y uno es, siempre, un eidos, por estar siendo uno y el mismo en-y-sobre (ἐπὶ) todo? (132 c).
«¿Y no resulta necesario, por afirmar que las demás cosas participan de los eídoses, el que parezca o el que todas estén hechas de pensamiento, y el que todas piensen; o que, ‘siendo’ pensamiento, no ‘sean’ pensantes?».
Todo se sigue necesariamente de admitir que «pensar es pensar de (en y sobre) ente; que pensar y pensamiento son, en su ser mismo, [18] de otro ente (del pensado). Si lo pensado es un «muchos», el mismo, y uno, pensamiento, es «muchos». Lo pensado es, de nuevo, de tipo «eidos».
Al pensar en algo determinado, pensante y su pensamiento hácense ser o pónense a ser lo pensado: el ente pensado; y hácenlo eso: «pensado», o pensamiento, —cual el calor calienta, el frío enfría…
«¿Todo está hecho de, está siendo, pensamiento; por tanto, todo piensa?». «¿O sucede que, aun ‘siendo’ todas las cosas (pensadas y por pensadas) pensamiento, no ‘sean’ pensantes?».
Eso no tiene sentido (λόγον), responde Sócrates.
Esta tercera interpretación de «participación» de los eidoses por las cosas no es aceptable.
IV. Cuarto modo de «participación»
«Pero, Parménides» —dice Sócrates— «me está ahora mismo pareciendo evidentísimo (μάλιστα καταφαίνεται, 132 d) estotro: que los eídoses estén siendo en la naturaleza cual paradigmas, mientras que las demás cosas se les asemejan y son semejas de ellos; y que esta participación de los eídoses por las demás cosas no consiste sino en asemejárseles».
Parménides le hace notar que, una vez más, la relación de semejanza desata un pululamiento infinito de eídoses.
Si A es semejante con B —empleemos la manera actual de decirlo, porque os lo decimos—, vale que B es semejante a A; la relación de semejanza es simétrica; o lo asemejado es semejante a su modelo, y el modelo es semejante a lo asemejado a él (132 d).
Pero si «A es semejante a B» y «B es semejante a A», se sigue que son «semejantemente» semejantes en eso de semejanza; y surge otro eidos: «semejanza de semejanza»; y así otro de: «semejantemente semejantes en eso de semejantes en semejanza», inicial (eidos inicial)… (133 a).
Parménides y Sócrates retroceden ante semejante irrupción de lo infinito, pues lo sentían —tan espontánea y naturalmente que ni caen en cuenta de su actitud— cual in-definido o des-definiente; irrupción reventante de todo; de eidos y de eidetoides.
Y convienen, sin más, los dos en que «semejanza»: B asemejándose a A (en algo: colorados, a Color; hombres, a Hombre; pares, [19] a Dos…) no es manera de explicar la participación de homónimos en (sus) eídoses, ni la de dejarse éstos participar por aquéllos.
«Ves», termina Parménides diciéndole a Sócrates, «qué dificultad hay si uno define como ‘eidos’ entes que están siendo ellos en cuanto mismos». «Eidos» definido (διορίζηται, ἀφοριζόμενον, 133 a, b) por «ente en-si-mismado», «ente seipsisistente» (Cl. III, 1).14Vide Clave hermenéutica III.1.
Y la conclusión de Parménides recapitula el resultado de las cuatro maneras ensayadas de participación; de la relación de «participación».
Parménides le está enseñando paternalmente a Sócrates a caer en cuenta de que, sobre esto, nada sabe, —antes de que, oficialmente, el oráculo de Delfos le imponga a él, a un Sócrates ya no joven, a misión de mostrar a otros: políticos, poetas, artesanos… (Apología, 29) que, cada uno, de lo suyo, no «sabe» nada.
Mas Parménides le advierte: «por decirlo así» —por decir lo que se dice— «aún no has ‘palpado’ lo grande de la dificultad: que esto no tiene salida» (ἀ-πορία).
V. Imposibilidad de «participar» de los eídoses mediante conocerlos
Imposibilidad de «participar» de los eídoses mediante conocerlos: hacerse «cognoscitivamente» ellos: captarlos con el pensamiento, hacerse a una idea de ellos, asemejarse mentalmente a ellos. Cerrar (ἀ) la salida (πορία) cognoscitiva. Los eídoses —o una cosa en estado propísimo de ente: el de ser lo que es en-sí-misma, en identidad perfecta de sí misma consigo mismo (καθ᾽ αὑτὸ)— son in-cognoscibles.
¿Qué sentido tiene eso de «in-cognoscible»?, pregunta Sócrates a Parménides. ¿Son los eídoses tan en absoluto in-cognoscibles que ni siquiera resulte cognoscible el que son incognoscibles?, ¿preguntaríamos nosotros, los actuales «anacrónicos» dialogantes con Sócrates y Parménides?
Advirtamos la respuesta de Parménides, preparación decisiva de la respuesta o frase final del diálogo (166 c).
«Quien, como tú, ponga haber en cada cosa algo así cual de propiedad privada (οὐσία) de ella misma, en cuanto ella misma (καθ᾽ αὑτήν), habrá de confesar, ante todo, que nada de ella hay en nosotros», —en nuestra mente. (Cl. I, 2; III, 1).15Vide Clave hermenéutica I.2; III.1.
«Pues, ¿cómo sería entonces ella de ella, en cuanto de ella misma?» —replica Sócrates (133 c).
[20] «Ousía» venía significando desde siglos atrás —y siendo palabra «usada»— «propiedad privada» de algo material por un individuo, en su condición de único, —algo mío en cuanto de mí mismo: comida, vestido, ganado (pecus, peculio, entre los latinos, —peculiar, peculiaridad).
Así que no tenía que ver nada con ὄν: con «estar siendo» una cosa algo, —estar algo siendo hombre, agua, caliente, malo… No es οὐσία abstracto de ὄν, —entidad, de ente; ni lo es «esencia» de ente. Y menos femenino (abstracto) emparentado con un participio de presente, ὄν-οὖσα-ὄν, pues en este caso la diferencia entre ente y esencia no iría mucho más allá que lo de varón-hembra.
La sospecha, u ocurrencia, de que todas las cosas —materiales o no, vivientes o no, números o no… — tienen algo como de «propiedad privada» —por tanto in-visible, in-captable, in-asible, in-robable: oculto— es una sospecha u ocurrencia «filosófica», cual había sido una ocurrencia «económica» la de inventar eso de «propiedad privada», —respecto del estado natural de las cosas que es el de «para cualquiera», sin etiqueta individual. Y así, «para un cualquiera», continúan naturalmente viniendo al ser las cosas, aun en día.
El adjetivo «mismo» es el refuerzo máximo y propio del «mío»; y, por ello, es el adjetivo calificativo propio de οὐσία: de propiedad privada. De mi cuerpo puedo decir que es de mí mismo; mi mismísimo cuerpo, —y empeñarse de muchas maneras en que lo sea de «mi mismo»; y no, de otro u otra, u otros.
De todo lo que una cosa tenga, no todo pasa o puede llegar a ser de «propiedad privada», —pues habría para ello de hacerse totalmente in-visible, pues ser o estar visible es estar siendo para otro… Cosa que tenga realmente todo lo que tiene en forma o estado de «propiedad privada» no puede «aparecerse a nadie en nada» (φαίνεσθαι); aparecerse —estar siendo fenómeno— es una manera de ser «para otro», cesión del «para, en, consigo mismo» (καθ᾽ αὑτό).
Tal es una parte de la frase o conclusión final de todo lo que a continuación va —ante Sócrates, admirado de la profundidad de los pensamientos de Parménides (Teeteto, 184)— a desarrollar Parménides: «‘lo Uno’ y ‘todo lo demás’ ni aparece ni no aparece, de ninguna manera» (166 b).
Quedemos en traducir οὐσία por «esencia», dando a «esencia» el significado-programa de estar siendo una cosa todo o algo de [21] ella en sí misma, por sí misma, de sí misma, consigo misma. Ensimismada, consimismada.
(A) En toda cosa, ¿«hay» (τὸ εἶναι) algo en-con-simismado?
(B) En toda cosa, ¿«qué es» (τί ἐστιν) lo en-con-simismado?
«En-con-simismado» traduce el αὐτὸ καθ᾽ αὑτό, αὐτή καθ᾽ αὑτήν: Plan de «esencia», y programa de investigar la «esencia» de cada cosa.
Parménides tratará de demostrar a Sócrates —y hacerle confesar— que no hay en cosa alguna —ni siquiera en los llamados «eidos»— algo que esté siendo «en-con-simismado», que nada tiene esencía; y que la exigencia misma de «esencia»: de «en-con-simismado» hace imposible saber de ella, aun mediante Ciencia (132 c; 137 a, b), aun mediante la «esencia» de Ciencia.
¿Hay en las llamadas «ciencias» —tenidas y usadas cual si fueran «ciencia»— algo así como Ciencia «en cuanto tal»: esencia de Ciencia, Ciencia-en-con-simismada?
Si hay en ellas «esencia», ¿podemos tener nosotros conocimiento, y uso, de tal Ciencia? ¿La tiene y lo tiene dios?
Parménides le muestra a Sócrates que, suponiendo haya Ciencia, y que la tenga el dios, ni a El ni a nosotros nos serviría de nada al intentar que nos sirva para conocer «rigurosísimamente» (ἀκριβεστάτη) —lo que es la virtud propia de Ciencia— cualquier cosa: divina o humana, eidos, ideas de ente, —«si las hay» (135 a).
Y si la Ciencia misma no nos sirve para nada de lo suyo: para conocer rigurosísimamente, a fortiori, para nada nos sirven los eídoses e ideas. Mas entonces, «¿a dónde se volverá (o dirigirá) el pensamiento?»; ¿«no se habrá corrompido (o disuelto) la potencia de dialogar» (135 c), puesto que no podremos hablar, ni pensar, todos en «lo mismo», o por no haber algo que esté siendo él lo mismo en cuanto mismo?, o por resultarnos incognoscible, ya que esa condición extremada —aunque naturalísimamente exigible— de «algo en-con-simismado», de algo «en estado de perfecta y absoluta identidad», nos «entontece» o desorienta en cuanto ¿«a dónde volvernos», «por dónde salir»? (ἀ-πορία).
«¿Qué harás, pues, de la filosofía?», pregunta Parménides.
«No veo, al presente, qué hacer de ella», responde Sócrates.
[22] «Es que te metes a definir qué es lo Justo, lo Bueno, y cada uno de los eídoses, sin haberte debidamente ejercitado». Definir (ὁρίζεσθαι, 135 c) es des-lindar dentro de las cosas —justas, buenas…— lo que tienen —algo o nada— de «en-sí-consigo mismas»: de «propiedad privada»: de «esencia».
Benévola y prácticamente, Parménides le va a mostrar cómo deslindar (ὁρίζειν) un eidos: aquí el de «Lo Uno», dentro de algo que sea «uno», —además de estar siendo otras cosas, todo ello en unidad global: un hombre, un número…
Así el plan, pretensión o intención —incluidos y actuantes— en la frase «Lo Humano», no es el de buscar-y-hallar una esencia (La Humanidad) cual separada, en sí misma, ensimismada; sino, sin salirse ni abandonar el concreto «hombre» —el sustantivo, el real— indicar lo peculiar de él en cuanto hombre, a pesar de su real unión en tantas otras cosas comunes que hay o que está siendo (ὄν) él —cual viviente, cuerpo…
Lo Uno, Lo Humano, Lo Bueno, Lo Bello… no son abstractos o «esencias»; son «lo peculiar» de un concreto: de uno, hombre, bueno, bello…, que en el estado concreto están siendo modos de su realidad global; o gramaticalmente —según una gramática que hable cual altavoz de una realidad a la que la lengua esté «apegada»— se expresan como «adjetivos»: hombre bueno, hombre bello, hombre uno… ¿Qué es eso de bueno en cuanto bueno, o qué es «Lo Bueno» de bueno; qué es eso de «uno» en cuanto uno, o qué es «Lo Uno» de uno?
Así que lo que aquí hace Parménides —y confirma su acólito Aristóteles— respecto de «Lo Uno de uno», vale por igual, para todo (lo que pretenda ser) eidos, —para Lo Bello, Lo Bueno, Lo Justo… respecto de lo bello, lo bueno, lo uno en cosas bellas, buenas, unas…
Parménides deja de espectador y oyente a Sócrates. Unámonos ahora, y así, a Sócrates, joven, quien en los cuarenta años siguientes hará de inter-locutor: de examinador —riguroso, explícito y aun cruel— de sí, de sus propios conocimientos, y de los otros y de los de estos otros. A Sócrates nos uniremos, en su momento y en su actitud, nosotros.
PARTE SEGUNDA DEL DIÁLOGO
(137 c – 166 c, final)
(A) «Lo Uno es Uno»: II) Lo Uno es Uno
II.11) Parménides se examina y pone a prueba a sí mismo: «Lo Uno es Uno»
II.11)16Respetamos la numeración de los apartados del original. Lo hacemos para mantener el texto en su literalidad, pues el autor hará referencias internas a los apartados. Parménides se examina y pone a prueba a sí mismo en su propia y primera hipótesis que «Lo Uno es Uno»; que «El Todo es Uno». (Nota: «Lo Uno es Uno». Ponemos en mayúsculas sujeto (Lo Uno) y predicado «Uno» para designar lo peculiar del estado de «uno»: Lo Uno, Uno. Alguna manera de énfasis, se puede presumir, emplearía Parménides al hablar. (Aquí no se habla; se escribe enfáticamente con mayúsculas). Según esto la frase «Lo Uno es uno» (con minúscula), no pone énfasis en «uno» o unidad, como se verá al llegar a (B), y por qué (128 a).
Ahora diríamos que «Lo Todo (τό πᾶν) es Uno» (ἕν). Evidentemente Lo Todo es, por antonomasia, de especialísima y única manera, «Uno»; es «Lo Uno». Cual «Lo Humano» es, dentro del (concreto global y abigarrado de) hombre, «lo peculiar» de él, —digamos: lo de racional—, prescindiendo, no separándolo de tanto y tanto como de común tiene, o está siendo: animal, viviente, cuerpo…
O ser «uno» por modo (o en estado de) «Todo», es ser (estar siendo) «uno» de perfecta manera. ¿De «Lo Uno» (de «Uno») se puede decir que es «Todo»; «Todo», cual modo de ser, cual adjetivo calificativo o predicado? Escribamos «Lo Uno es Todo», en vez de «Lo Uno es Uno». La impresión de tautología —o de identidad inmediata repetidora simplista— de tal proposición o hipótesis, la deshace Parménides preguntando a Aristóteles: «Si Lo Uno es Uno», ¿qué otra cosa sería sino no «muchos»? O, como traducen otros: «Si es uno, ¿no es verdad que lo Uno no podría ser una pluralidad?».
No se sale Parménides de Lo Uno, en cuanto él mismo (καθ᾽ αὑτὸ) de lo Lo Uno ensimismado; y para evitar la evidencia simplista, o influencia de la tautología «Lo Uno es Uno», pregunta si le conviene a Lo Uno en sí mismo esotro, nuevo, de «Todo» (ὅλον), que ni verbalmente se parece «Todo» a ἕν. Caso de convenir lo de ser Todo a Lo Uno, tendríamos que «Lo Uno es Uno» se declararía o aparecería (radiante, iluminado, φαίνεσθαι, φῶς) como «Lo Uno es Todo». La unidad peculiar de Lo Uno sería la de «totalidad», —cual lo peculiar de «hombre», «Lo Humano» de él, es la racionalidad. Y decir y pensar que «el Hombre es racional», no es repetir «Lo Hu- [24] /mano es humano». Repetición boba, por simplista, simplona y productora de simplones.
«Muchos» (πολλά, 137 c) no es lo mismo que «los otros» de Lo Uno, —τἆλλα τοῦ ἑνὸς (159 b, ss.) de que tratará y con los que se enfrentará Lo Uno, y ellos a Ello.
«Muchos» está aquí referido a lo interior o íntimo del mismo Uno o Todo. Está Parménides colocado dentro de él. «Los Otros» de Lo Uno están fuera de él; están ellos siendo en sí: cada uno, uno a su manera —un hombre, dos hombres… un número par, dos números pares…
En sí mismo, ¿Lo Uno tiene ese peculiar «muchos» que es tener o estar siendo hecho de partes?
Lo Uno ha de ser perfecta, absoluta, integralmente Uno y, a la inversa, «uno» asciende —al ser perfecta, absoluta e integralmente uno— a Lo Uno: a ser Lo Uno. A esto hay que mirar o volver el pensamiento o tenerlo vuelto siempre (135 b, c). Y esta mirada fija —mirada de Parménides y de Aristóteles, y, seguramente, de Sócrates— hace posible o factible la pregunta: «Si Lo Uno es Uno, ¿qué otra cosa (ἄλλο τι) sería, sino no muchos (οὐκ πολλά)? Y hace posible la secuela: «Luego Lo Uno no ha de ser, respecto de sí (αὐτοῦ), ni Todo ni Parte». Ni el predicado «Todo», —o «Todo» cual predicado; ni el predicado «Parte», —o «Parte» cual predicado— le pueden convenir.
Y Parménides, y Aristóteles, sin desviar un momento su mirada de lo que pretende ser «Lo Uno», continúa aquél preguntando con frases; éste, respondiendo monosilábicamente, casi siempre:
«Lo Parte es parte de Todo».
— Sí.
«Pero, lo Todo, ¿no es Todo por no faltarle parte alguna?».
— Absolutamente.
«Luego Lo Uno sería muchos en ambos casos: por ser (o estar siendo, ὄν) uno, y por tener partes».
— Verdad.
«Mas Lo Uno ha de ser no muchos, sino Uno».
— Lo ha de ser.
«Luego Lo Uno no será, ni Todo ni tendrá partes, si ha de ser Uno».
— Pues no.
[25] Estamos ante el paradigma o dechado de demostración; de una demostración durante cuyos pasos no se pierde, ni un momento, de vista lo que se pretende al decir y pensar —que son una misma realidad, según el Poema— «Lo Uno»: «Uno» en superlativo de perfección y unidad.
Llevemos la cuenta de los ni. Lo Uno no es ni Todo ni Parte. En el Sofista (259 b),17Vide in Atrio Philosophicum: Sophista 258c – 259b. se dirá, respecto de «Lo Ente» (τό ὄν) que miles y miles (μύρια) de veces no es. Aquí, respecto de Lo Uno, van dos veces, —dos negaciones, propias de él en cuanto él. Diríamos, en castellano fuerte, van dos denegaciones o re-niegos que Lo Uno da (o es) a «muchos» de una pretendida multitud interior.
El principio de no-contradicción (o de «no» a la contradicción) formulado en el Poema:
… ὅπως ἔστιν καὶ ὡς οὐκ ἔστι μή εἶναι,
«No hay (μή εἶναι) como ‘ser-y-no-ser’».
(No hay como lo Uno sea uno-y-no-sea-uno,
No hay como lo Uno sea uno-y-sea-muchos)
actúa aquí, y en lo siguiente, de principio constantemente mantenido. Luego si de la afirmación de una hipótesis se sigue algo contra él (o se sigue su negación), de la validez de tal principio (o sea, de la negación de esa negación) se sigue la negación de la afirmación puesta de base (hypó-tesis). Aquí, se sigue la negación de que «Lo Uno sea Todo» o tenga (esté teniendo o siendo) Partes.
A tal hipótesis se la ha llevado (reductio, ἐπαγωγή) a que choque contra tal inmutable principio; choque absurdo; o imposible de efectuar (ἀδύνατον) el destruirlo por tal choque. Tal choque es «im-potente» (ἀ-δύνατον).
Con tal paradigma ante los ojos, Parménides, y su modesto y discreto acólito, irán mostrando que Lo Uno rechaza, por mantener tal principio, tantos atributos, predicados o integrantes que tantas y tantas cosas pueden tener de componentes, o pueden serlos; mas que Lo Uno no puede, por su superlativa unidad, tenerlos como de él mismo.
II.12) Lo Uno no puede tener (o ser de…) principio-medio-fin, que sean partes suyas, de él mismo
II.12) Lo Uno no puede tener (o ser de…) principio-medio-fin, que sean partes suyas, de él mismo; aunque hayan tantas cosas que estén siendo hechas de partes tan conexas como «principio-medio-fin», o hechas de partes con funciones de principio-medio-fin. Así, circunferencia, figura, recta…
[26] Añadamos seis «no» a los dos anteriores. «No» de neutralidad (τὸ).
Lo Uno no es ni redondo, ni recto ni limitado ni ílimitado ni configurado ni afigurado.
Lo Uno es ya ocho veces «no»; o da «no» a ocho modos o atributos reales, reales componentes de ciertas cosas que son «unas» —circunferencia, recta…—, mas que no son «Lo Uno» (137 d, e).
Trascendencia de Lo Uno (τὸ Ἔν) por «neutralidad» (τὸ).
No perdamos de vista la frase completa:
Lo Uno no es ni Todo ni Parte ni recto ni redondo ni limitado ni ilimitado ni configurado ni afigurado. No digamos:
Lo Uno no es ni… ni…ni…; y menos aún digamos:
Lo Uno no es…
Los puntos suspensivos han de rellenarse siempre con algo determinado; con cosas «unas» a su manera: simple o compuesta.
Lo mismo veremos pasa a «Lo Ente». Las frases «Lo Ente es», «Lo Ente no es», —o más vulgarmente o vulgarizadamente dicho: «El ente es», «El Ente no es», son frases incompletas y sin sentido, —en Parménides, y no sólo en él. Advirtamos ya que los (posibles) atributos de «Lo Uno», reales atributos de cosas «unas», van apareados: Todo-partes, limitado-ílimitado…; y que Lo Uno, al negarse – ni ( ) – ni ( ) ni ( ) – a serse respecto de tales pares, quédase siendo neutral frente a ellos, con una especial trascendencia de indiferencia que se descubrirá en otros diálogos cuando Sócrates haya asimilado plenamente estas lecciones de «ontología dialéctica» que, aún joven, recibió de Parménides.
Otro grupo de atributos, atribuibles tentativamente a Lo Uno: estar siendo en algún «donde» (τού): en sí, en otro. Hay cosas «unas» a las que convienen lo uno o lo otro. Circundado, no circundado… A «Lo Uno» no puede convenirie nada de eso. Lo niega y re-niega. Lo Uno, no simplemente «niega», sino «niega algo determinado». No es un ni (…) ni (…); da un «no» a algo que, tentativa o atentativamente, pudiera convenirle a su interna constitución.
Añadamos dos ni más, apareados.
Lo Uno no está en «donde»: ni en sí ni en otro (138 a, b).
Las razones, explicaciones o definiciones que Parménides intercala para hacer patente la conclusión, no caben aquí, pertenecen al texto.
[27] Van diez veces lo de ni; diez denegaciones dadas por Lo Uno mismo, por ser «todo un Uno».
Diez reafirmaciones de la unidad superlativa de Lo Uno; diez maneras (o casos) de mostrarse trascendente Lo Uno, por «neutralidad» (τὸ, neutro).
II.13) ¿Puede estar Lo Uno siendo su unidad «en movimiento», en movimiento de sí, de por sí?
II.13) «Moverse», «reposar»: ¿pueden entrar en la contextura íntima de Lo Uno?; ¿puede estar Lo Uno siendo su unidad «en movimiento», —en movimiento de sí, de por sí? No, movido por otro (ἄλλον)— de que se hablará en la segunda parte ¿Puede Lo Uno estarse en reposo?; ¿reposar en sí?, ¿sis-tir? (ἑστάναι). Cosas «unas» hay que poseen en su realidad tales atributos, y su posesión no las destruye; las afirma en lo que son. Así los cuerpos físicos; cada uno de ellos. Y por eso: por reposar o moverse son cuerpos.
Parménides le demuestra a Aristóteles que «Lo Uno ni reposa ni se mueve» (139 b): ni con movimiento de traslación ni con el de alteración, ni con sus correlativos reposos.
Una manera más de ostentar (o darse) Lo Uno trascendencia por «neutralidad» (ταὐτό τὸ ἕν). Apuntemos dos ni más. Van doce (o catorce) (139 b).
II.14) Lo Uno no es ni idéntico con otro, ni idéntico consigo mismo; ni diverso de sí, ni diverso de otro
II.14) Lo Uno no es ni idéntico con otro (ἑτέρῳ) ni idéntico consigo mismo; ni diverso de sí ni diverso de otro (139 b, c, d, e).18Vide in Atrio librum Platonis Parmenides 139a-139b.
De nuevo: tales (tentativamente) atributos, constitutivos de otras cosas, son incompatibles con Lo Uno, precisamente por ser «Uno» superlativa o absolutamente.
Luego Lo Uno es tras-cendente respecto del par idéntico-diverso, si idéntico está apareado necesariamente con diverso, que en tal caso forman una dualidad, inaceptable, insible por Lo Uno.
Luego la identidad compatible o sible por Lo Uno no es de tal tipo. Lo Uno es simplemente idéntico, por modo de ensimismamiento (καθ’ αὑτό). Y es «diverso» de otro «diverso», no por positivo y necesario enfrentamiento en el necesario apareamiento mismo de idéntico-diverso, sino por indiferencia, —por actitud olímpica.
«Luego Lo Uno no sería ni diverso ni idéntico, —ni en sí mismo ni en diverso» (139 e).
Adviértase que Parménides niega el ταὐτόν al αὐτῷ: ser «idéntico» no es ser «mismo»; cabe ser idéntico (ταὐτόν) en «estado de serlo en sí mismo (αὐτῷ), y ser idéntico «en estado de serse diverso» (ἑτέρῳ): de diversificación interior. Cosa interiormente [28] diversificada —cual animal-racional en hombre; par-primo en dos…— está en sí misma (αὑτόν) diversificada. Identidad en estado de «diverso». Mientras que algo perfectamente simple es idéntico en estado de ensimismamiento, sin diversidad interior. «Diverso» se refiere, pues, a diversidad interior. Estamos aún mirando a Lo Uno en sí o respecto de sí. Caso nuevo de trascendencia de lo Uno por «neutralidad».
Van dos ni más; dieciséis.
II.15) El par «semejante-desemejante» no le conviene a Lo Uno
II.15) El par «semejante-desemejante» no le conviene a Lo Uno. Lo razona Parménides aduciendo que «semejanza» es un caso de identidad (139 e, 140 a).
De nuevo «semejante-desemejante» se refiere a la constitución interna de Lo Uno. En otras cosas, tal apareamiento entra en su complejidad o contextuta interna. Todas las partes de una cosa roja son semejantes en rojo; y si es de varios colores una cosa, entre ellos está siendo la desemejanza, etc.
Concluye, por tanto, Parménides: «Luego Lo Uno no es ni semejante ni desemejante, ni en sí mismo ni en diverso» (140 b). «Amén» de Aristóteles: «es evidente que no».
Dos ni más; dieciocho hasta aquí.
Otro modo más de trascendencia por «neutralidad» (τὸ, neutro) de Lo Uno. Luego, a fortiori, no puede ser participado por otros por vía de semejanza. (Contra Sócrates, de nuevo; 132 d, e).
II.16) Par «igual-desigual»
Lo uno —«uno» en superlativo— no es ni igual ni desigual, ni en sí mismo ni en algo otro (ἄλλῳ) dentro de sí. Es decir: no le pasa el que algo suyo sirva de medida (μέτρον) de Lo Uno, en cuanto Todo, en sí; y sea medida de alguna parte suya, diversa de otra parte suya, —cual le pasa naturalmente a una recta, en que, fijado (y es siempre fijable) un segmento (suyo) cual unidad de medida (μέτρον), sirva para medir con él las demás (otras) partes, suyas también.
Parménides demuestra que Lo Uno está excluido, o se excluye, de por sí, de tal par, y de sus dos miembros, por su simple Unidad, superior inclusive a la identidad de tipo apareado: idéntico-diverso.
Y por tanto Lo Uno no es el número «uno», ni por tanto número alguno, evadiéndose de «multiplicación», o suma.
Nuevo modo de trascendencia por neutralidad de Lo Uno.
[29] Van veinte ni. Todos ellos coherentes por la superlativa unidad de Lo Uno (140 d).
II.17) Dualidad peculiar de Tiempo: posterior-anterior
II.17) Dualidad peculiar de Tiempo: posterior-anterior, o expresado antropomórficamente: más viejo – más joven.
Hay cosas que, siendo unos, pasan de ser (ellas mismas) de jóvenes a viejas, y un (estado) excluye por sí mismo al otro, y estotro se excluye de por sí del anterior. Y cosas unas hay en que una parte (suya) envejece más que otras (suyas). Uno envejece; se envejece, de joven que era o fue; y cuanto más él mismo envejece más diferente se hace a sí mismo de lo que, él mismo, fue cuando fue (con fue de es) joven…
Dejando el caso de cosas «unas» vivientes en que Tiempo posee la forma o estado de joven (anterior) -viejo (posterior) —o si queremos, «anterior» toma la forma de «joven», y «posterior», la de «viejo»—, Parménides revierte a Tiempo o a la correlación apareada: anterior-posterior; y concluye: «Luego Lo Uno no toma parte, no con-és (μέτ-ἐστιν = μέτεστιν) con Tiempo. Lo Uno no está siéndose en algún tiempo determinado. No tiene edad. Por lo tanto, o es lo mismo, el tiempo que él dura no se está haciendo mayor o menor; ni se hará menor o mayor; ni se ha hecho mayor o menor, o ha durado, o dura, o durará más o menos. La duración de Lo Uno es in-variante a pasado-presente-futuro, a esta correlación que forma bloqueo o apareamiento esencial.
Lo Uno no es ni temporal ni intemporal; es a-temporal.
Trascendencia por neutralidad (τὸ).
Van veintidós ni. Todos ellos coherentes por la superlativa unidad de Lo Uno.
II.18) Apareamiento entre «fue-es-será», respecto de Lo Uno, en sí mismo
II.18) Apareamiento entre «fue-es-será», respecto de Lo Uno, en sí mismo. Un viviente está siendo el tiempo (está siendo «temporal») por modo de joven-viejo; o una fruta está siendo temporal por modo de «verde-madura-pasada». Pero respecto de ente —respecto de lo que de ente tenga una cosa, o respecto de su «esencia» (οὐσία, entidad; véase aquí antes, I.B.V)—19Vide supra I.B. Sócrates – Parménides; «V. Imposibilidad de ‘participar’ de los eídoses mediante conocerlos», donde se discute οὐσία no como abstracto de ὄν, como «entidad», o como «esencia». una cosa, en cuanto ente o en su entidad, «fue-es-será»; «fue» es fue de ente; «es» es es de ente, «será» es será de ente. Es decir: el tiempo con-és con ente en lo más propio de un ente que es su esencia.
Lo Uno —demuéstralo aquí Parménides, con la vista fija en «Lo Uno» —ni fue-ni es-ni será; ni quedó hecho (γέγονε) ser; ni se hacía (ἐγίγνετο) ser; ni se era (ἦν) ser, alguna vez (ποτέ, en [30] algún «antes»); y, ahora, ni está ya hecho ser ni está haciéndose ser ni es ser: y más adelante, ni se hará ser ni habrá de hacerse ser ni será. Ser (εἶναι) es siempre serse, —en intransitivo reflexivo, si es aceptable hablar así de él. Y γίγνεσθαι, referido a εἶναι, es «hacerse ser»—, y no, hacerse un ente determinado «caliente», «sano», «joven»… No se es ser (ente) por otro, como se es caliente porque otro lo caliente a uno; estar siendo «caliente», cual efecto de haber sido calentado por otro, —al final, por Fuego; o por estar siendo calentado por otro, o por hará-se caliente por virtud de otro que lo calentará.
El ente, o lo ente (τὸ ὄν), ¿es temporalizable, precisamente aun en lo propio de ente que es su esencia? Aquí lo afirma Parménides como programa a enfrentar con Lo Uno.
En su Poema había ya sostenido (al parecer) lo contrario:
οὐδέ ποτ᾽ ἦν οὐδ’ ἔσται, ἐπεὶ νῦν ἔστιν ὁμοῦ πᾶν ἕν, συνεχές… (8; 5-6).20Vide in Atrio Frag. VIII 5-21; o en Wiki Source Frag. VIII. Vide versionem Anglici Frag. VIII.
«Ente ni era, ni será, porque, ahora está siendo a la una (a la vez) todo, uno, continuo…».
Pero esto no viene al caso al tratarse de Lo Uno, porque lo que se intenta (o atenta) es ver si Lo Uno resulta indemne, neutral, frente a ente temporalizado, o frente a tiempo en-ser-iado.
Y Parménides demuestra que Lo Uno —la superlativa unidad de Lo Uno— es tal que no le pasa lo que a ciertos entes en cuanto tales —cual a vivi-entes, movi-entes, creci-entes… decreci-entes…— de estar siéndose temporales en su esencia misma; no, en algún accidente.
Por tanto, si, en principio, esencia no está indemne frente a tiempo, Lo Uno no toma parte en esencia, —en lo que ente tiene de propiamente ente. Lo Uno no es afectable por tal multitud propia del estado temporal.
«No lo es», dice Aristóteles.
«Luego de ninguna de esas maneras» (pasado-presente-futuro) «Lo Uno es» lo que es; es su Unidad superlativa o trascendente. Concluye Parménides.
«Evidentemente, no». Amén, de Aristóteles.
«Luego, de esta manera» (pasado-presente-futuro) «Lo Uno no sería ente tanto tanto» (lo suficiente) «como para ser ‘uno’, porque [31] de ser así (suficiente) estaría Lo Uno siendo ente y estaría participando de esencia. Mas, como pareció, Lo Uno ni es uno ni es, si se ha de dar fe a ese tal razonamiento».
Ni ente ni esencia están a la altura de Lo Uno, —a la altura de su unidad. Ente no admite superlativos, decía ya el Poema:
οὔτ’ ἐὸν ἔστιν ὅπως εἴη κεν ἐόντος τῇ μᾶλλον τῇ δ’ ἧσσον… (8; 47-48).21Vide in Atrio Frag. VIII 32-49; o vide Wiki Source Frag. VIII. Vide Versionem Anglici Frag. VIII.
Ente no lo es (nadie y nada lo es) ni más ni menos; ente es igualmente (ἴσον) ente.
Ente está en «positivo».
Mas Lo Uno es más que «uno»; es el superlativo de «uno»; o «uno» en superlativo. Luego ente (y su esencia) no están a la altura de Lo Uno.
«Uno admite superlativo: Lo Uno».
«Ente» no admite superlativo.
(Lo demás de este punto quede para el texto).
Dos «ni» más: Lo Uno no es ni ente ni no ente. Lo Uno ni es ni no es.
Lo Uno tras-ciende a ente, por ser neutral frente a las maneras de serse en pasado, presente, futuro.
Dos ni más. Van veintidós.22¿O veinticuatro?
II.19) Lo Uno no se da nombre, no se da razón de sí, ni tiene ciencia de sí, ni sensación de sí; no opina sobre sí
II.19) Si Lo Uno no es ente ni tiene entidad (esencia), no tiene tampoco ni nombre ni razón ni ciencia ni sensación ni opinión, respecto de sí, porque de Lo Uno, en cuanto tal, respecto de sí, está hablando en esta primera hipótesis Parménides (137 b). Lo Uno no se da nombre, no se da razón de sí, ni tiene ciencia de sí, ni sensación de sí; no opina sobre sí. Todo ello sería un «muchos» (πολλά) dentro de él.
Esto se sigue, además, de lo conocido del Poema, por su autor, y por Sócrates, y, supongámosle, por Aristóteles.
Nombre es nombre de (algo, de un ente: nombre de hombre, de círculo…).
Razón es razón de (algo).
Ciencia es ciencia de (algo…).
οὐ γὰρ ἄνευ τοῦ ἐόντος…
εὑρήσεις τὸ νοεῖν… (8; 35-36).23Vide Frag. VIII. Vide Versionem Anglici Frag. VIII.
Ya se lo había concedido Sócrates en 132 b-c.
[32] Lo Uno es para sí mismo in-nominable, in-racional, in-sciente, in-sensible, in-opinable.
Cinco ni más. Total, veintisiete con los anteriores.
Parménides le pregunta, después de esto, a Aristóteles:
«¿Es posible que a Lo Uno le pase esto?».
— «Pues me parece a mí que no», responde Aristóteles.
Sócrates tiene que darse por aludido. Ya le habia demostrado Parménides que no se puede participar (tomar parte en) los eídoses mediante el conocimiento (Cf. aquí I.B.V, 133 a, b, c, d, e; 134 a, b, c, d, e).
Aquí se lo redemuestra, de nueva manera, exhibiéndoselo en un eidos privilegiado: Lo Uno.
«Uno» es (…).
«¿Quieres, pues, que volvamos al principio, a ver si, vueltos, nos parece algo diferente?».
— «Absolutamente» (142 b).
Comencemos por notar que se vuelve al principio (137 c), mas no se parte ya de él tal cual; si no, llegaríamos otra vez a lo mismo: al atasco de los 27 ni.
Al principio ponía Parménides cual base: «Si Lo Uno es Uno». Ahora suprime lo de «Lo Uno»; y parte de «Si Uno es». «Lo Uno», reforzado por «es Uno» desata un proceso de exclusivas, de neutralización, trascendencias desaforadas e incontenibles, justamente por exigir que Lo Uno sea, superlativamente «Uno».
Ahora prescíndese de la fuerza de «Lo», —y no se repite el predicado de «Uno». Todo ello: «Lo», «Uno», son potencias de unificación exclusivista, aunque también de trascendencia.
«Uno es» —o «Uno no es»— abre a Uno a todo lo que anteriormente «Lo Uno» se cerraba, y excluía. Escribiremos, pues, «lo Uno» lo (l) minúscula frente a «Lo Uno» («L», «U» mayúsculas). En griego τὸ es, a veces, él-y-éste, ello-y-esto; otras veces es sólo «el» (ello), como el hombre: unidad solamente de especie, no designable o demostrable con el pronombre demostrativo de «éste». Cada hombre, es este hombre, mas no es el hombre. Empero, «Lo Uno» es «Lo-y-Ello», pues es único, en virtud de la exigencia absoluta de «Lo Uno». Es único que se queda y es solo a solas: estado propio, manifestado por su desenfrenada o ilimitada potencia de ni. Así que al escribir «lo Uno», «Uno» es él (ello), mas no es «ésto»; no es [33] único, ni dentro ni respecto de otros. «lo Uno» no es desaforadamente lo de «éste» (esto); es simplemente «el» (ello); y es simplemente «uno».
El texto griego dice casi siempre ἓν; no τὸ ἓν. Y cuando, como en 143 a, dice τὸ ἔν, la adición de ὂν —lo Uno que es, o lo Uno que está siendo simplemente— indica que no se refiere a Lo Uno.
Plan actual de enfocar de otra manera (ἀλλοῖον) la cuestión inicial.
¿«lo Uno» es otro estado de «Lo Uno?», —¿estado de unidad, inferior al de «Lo Uno» que se esté siendo «Uno» (en superlativo)?, —¿estado éste propísimo de «Lo Uno»?
En el caso nuevo escribiríamos «lo Uno» es «uno», «lo Uno» está siendo «uno», —sencillamente uno, con minúscula de «u». En «Lo Uno» está siendo «Uno», «Lo Uno» está siendo «uno» superlativamente; «Uno», en mayúscula, la «u».
Quede prevenido el lector estudioso.
O sea: todo lo anterior de-negado por Lo Uno es afirmado como compatible o intrinsecable por «Uno», a causa de su unidad no exclusivista.
II.20) La unidad de «lo Uno» es compatible con poseer «ser» y «esencia»; escindirse en ellas y ser aún «uno»
II.20) Primera cosa que le pasa a lo Uno. Su unidad es compatible con poseer «ser» (εἶναι) y esencia (οὐσία); con escindirse en ser y esencia, —y ser aún «uno». La unidad de lo Uno es unidad de composición: se mantiene, a pesar de ella; y no es unidad de simplicidad, cual la de Lo Uno. En el caso de «Lo Uno es Uno» —por excluir su unidad extremada toda potencia de ni—, la fórmula equivalía a «Uno es Uno» ἔν ἔν (132 c); y decir de tal Uno que es (εἶναι) equivale a decir «Uno es Uno». Y no es esto lo que se pregunta, e intenta ahora con «Uno es uno». «lo Uno» participa de esencia y de ser, contra lo que le pasaba a Lo Uno (II.18).
II.21) Es la negación de (II.18): interna pluralidad
II.21) Es la negación de (II.18).
Este primer aflojamiento de unidad da origen a una interna pluralidad: ser (εἶναι) y esencia (οὐσία) dentro de lo Uno, —y de cualquiera cosa que sea «una»—, mas no, que sea una «en cuanto una».
Surgimiento de pluralidad. Remotamente —por mayores aflojamientos de «unidad»— surgirá el Número.
[34]
II.22) es otra negación original de (II.12). «lo Uno» es, ilimitadamente en cuanto a multiplicación interior y multitud resultante
II.22) «Digamos de nuevo» (142 a, b, c): «Si lo Uno es», ¿qué más le pasará? ¿No será necesario el que por ser «Un» ente de esa manera (la de II.21; «Uno», hecho de ser-y-esencia) tenga partes?, ¿sea Todo? (ὅλον), ¿de manera que ser-y-esencia sean partes de «Uno»; y él, Todo? —Es necesario, dice Aristóteles. A su vez: la unidad (lo Uno) de cada una de esas partes se escinde —sin romperse— en ser-y-esencia; las dos, de uno.
Luego (II.22) es la negación original de (II.11). Continúa la irrupción o erupción interna de pluralidad, dentro de lo Uno, —excluida por Lo Uno.
«Por tanto, haciéndose lo Uno dos» (ser-y-esencia) «necesariamente, ya no se quedará en ser simplemente uno»; o en «Uno es uno», ἔν ἔν; «lo Uno» (τὸ ἔν) que está siendo (ὄν), que simplemente es, O es simplemente «uno», es internamente ilimitado en multitud (143 a).
«Por tanto lo Uno estaría siéndose ilimitado en multitud» (143 a).
(II.22) es otra negación original de (II.12). «lo Uno» es, ilimitadamente en cuanto a multiplicación interior y multitud resultante, «lo Uno» re-niega de «Lo Uno».
Más aún: «Lo Uno», en virtud de su exigencia de desenfrenada unidad es «Lo Uno» una sola vez. Mas «Lo Uno» (o Uno), ya por su primer aflojamiento en unidad, es dos: ser y esencia. «Ser-y-esencia» forman un par; mas cada uno de ellos es «uno», así que son dos; y «uno» está tomado (o se es) dos veces. Dos es dos veces «uno»; y por ser «un» par, es par «una vez». En total, tres veces. La unidad es ya tres veces, o se es «tres veces», «Lo Uno» no podía dar origen a número. «lo Uno» da origen, necesariamente, a número; y lo produce dentro de sí ordenadamente; y es número lo así, internamente, producido, pues es «uno» tomado en «veces». No es «uno» transformado en otra cosa; o «uno» especificado expresamente por ser (εἶναι, serse) y esencia. Ser (uno) y esencia (una), no son dos; son un par; y no se sale de «uno» a número. Pero son cada uno «uno»; por tanto «uno» dos veces; mera repetición. Y esta mera —inofensiva, inoperante, inoriginante— multiplicación es el número.
Dentro de «lo Uno» se engendra, pues, necesaria y ordenadamente número; e indefinidamente, por la repetibilidad pura de «vez»; no, de ser o de esencia. Por eso pregunta Parménides: «Si esto es así, ¿no crees sea necesario el que se quede sin llegar a ser (ὄν) [35] algún número (144 a)?», «No hay modo de no creerlo», responde Aristóteles.
(II.22) es otra negación original de (II.11), efecto del aflojamiento de la potencia unificadora, al pasar de «Lo Uno» a «lo Uno».
Parménides muestra que «lo Uno» no solamente des-hácese en número, indefinida, necesaria y ordenadamente; sino que se desmenuza o destroza en grandes, pequeñas, pequeñísimas partes, —y así indefinidamente (ἀπέραντα).
Otras sutilezas queden para el texto.
(II.22) es otra negación original de (II.11).
(II.21) lo es de (II.12). «Lo Uno» no tiene (repele de sí) figura e infigura, límites… Mas «lo Uno» o es «recto» o es «redondo», o «algo de eso, mezclado» (145 a, b).
«lo Uno» se des-hace, se des-es o des-unifica en figuras, si afloja su extremada unidad (145 e).
Número y figura, números y figuras som solamente posibles con lo Uno, o en Uno; mas no con «Lo Uno». El Uno en cuanto Uno, el Dos en cuanto dos… no son sumables (aritmetizables); nada de lo que se esté siendo «ensimismado» es capaz de unión o desunión con otro, —aun de su mismo orden.
Qué conexión sea aún posible entre los eídoses en cuanto tales será problema que se plantee más adelante ante un Sócrates, —ya no tan joven ni de cuerpo ni de mente. Se lo verá en el Sofista (sobre todo).
Parménides propone a continuación otro grupo, diferente, de secuelas que le pasan necesariamente a «lo Uno», por ser simplemente uno; y ya no, «Lo Uno».
II.23) Más transformaciones de «lo Uno» que no permitía «Lo Uno»
II.231) «lo Uno» es A-y-B-y-C…, respecto de los cuales «Lo Uno» era ni A-ni B-ni C.
Demuestra Parménides a Aristóteles que «lo Uno es diverso (ἕτερον) de los otros (ἄλλων) y de sí mismo; y que es idéntico con ellos y consigo mismo» (146 a, b, c, d, e, 147 a, b). Hemos subrayado el y; y el de, y el con, —que son, para un filósofo, otras formas gramaticales de «y».
II.232) «lo Uno aparecerá evidentemente ser (φανήσεται) semejante y desemejante»; sobre la anterior base de ser, respecto de sí y de los otros, idéntico-y-diverso (147 c; 148 a, b, c, d). «lo Uno [36] es, pues, semejante y desemejante» respecto de sí y de los otros; desemejante, aun siendo idéntico; semejante, aun siendo diverso.
«lo Uno» aguanta contradicciones que Lo Uno no soporta. Por donde se echa de ver que unidad (uno) admite niveles.
(II.232) es negación original de (II.15).
II.233) Parménides demuestra que «lo Uno» está (siendo) en contacto y en no-contacto consigo mismo y con los otros (148 d, e; 149 a, b, c, d).
(II.233) es negación original de (II.12).
II.234) «lo Uno» es igual y mayor y menor —en cuanto a número— que él a sí mismo y a los otros» (149 d, e; 150 a, b, c, d, e; 151 a, b, c, d, e). Contra (II.16), en que domina el ni.
Otra contradicción más que aguanta (o es compatible con) «lo Uno».
II.235) «lo Uno» es más viejo que los otros; y los otros, más jóvenes que lo Uno. «lo Uno» es más viejo y más joven que sí mismo y que los otros»; y ni es «eso de ni; más viejo ni más joven; ni es ni se hace tal respecto de sí mismo y de los otros» (154 a-e; 155 a-e).
Una vez más, «lo Uno» es ( ) y no es ( ), respecto de sí mismo y de los otros.
«Lo Uno», en este punto, ni es ( ) ni no es ( ). Absolutamente perfecta neutralidad (II.235) es negación original de (II.17).
II.236) «lo Uno» es y será y hacíase (ser) y está haciéndose (ser) y haráse (ser); y de haber algo en él y de él, eso lo era y lo es y lo será.
(II.236) es la negación de (II.18).
«lo Uno» es temporalizable. «Lo Uno» ni es temporal ni intemporal, Es neutral frente a tal par de disyuntos: es realmente, de manera ejemplar «τὸ», —«lo».
II.237) Además: «lo Uno» tendría ciencia de sí-y-opinión de sí y sensación de sí. Y nosotros, ahora, estamos tratándolo con todos esos modos de trato; y tiene lo Uno, para sí, nombre y razón; y con él se nombra y con ella se habla; y todo lo demás de tales tratos que haya, los tiens (es) «lo Uno» (155 d, e).
(II.237) niega (II.19).
[37] La degradación de «Lo Uno» hace posible, respecto de «lo Uno», lo que a «Lo Uno» le era imposible en el modo de «neutralidad», —que es estado de trascendencia, superior al par «posible-imposible». A saber: resúltale posible a «lo Uno» saber de sí, tratarse a sí y lo suyo con ciencia, opinión, sensación.
II.238) Todavía se mantiene Parménides en «lo Uno». E intenta determinar si lo Uno es capaz de cambiar-se a sí mismo, —lo que no le era posible a Lo Uno, por su absoluta unidad interior.
— «Si lo Uno es uno, de la manera explicada, ¿no será mecesario el que, por estar siendo ‘uno-y-muchos’, y, ‘no uno y no muchos’, y por estar participando de tiempo, cuando está ‘siendo’, participe entonces en esencia; mas, cuando no está siendo, no participe de esencia?».
— Necesariamente.
— Pues bien: mientras participa, ¿será entonces capaz de no participar, y cuaudo no participa, de participar?
— No es capaz.
— Luego en un tiempo participa, y en otro no participa; únicamente de esta manera participa y no participa de algo determinado.
Este algo determinado puede ser esencia, realidad (οὐσία), y tenerla una vez sí, otra no, Y tenerla una vez no, otra sí, es «cambiar». No es tenerla y no tenerla (serla y no serla) a la vez (ἅμα), lo que iría contra el principio de no-contradicción, mantenido en el Poema.
Luego a «lo Uno» el cambio —de nacer a perecer, de perecer a nacer, de unificarse y desunirse, de moverse y reposarse…— le es posible por participar de Tiempo. Acaecimiento im-posible de pasarlo dentro (en-sí-mismo) a Lo Uno.
Empero, tampoco le puede pasar eso a «lo Uno», si tal paso dura, si «a la vez» (simultaneidad) no se reduce a ese mínimo que se llama «instante», —es decir: al algo urgido o apresurado, in-stans, en el paso de ser a no ser, o de no ser a ser algo; de reposo a movimiento; de movimiento a reposo.
La «duración» del cambio ha de ser —para evitar el «a la vez», que haría explotar el proceso— algo desconcertante, ἄτοπον: estar siendo en el cambiar mismo (156 d). Es el ἐξαίφνης: el «de súbito»; es el salir mismo «de» (ἐξ) «a» otro (εἴς).
[38] Si «lo Uno», por su grado (menor) de unidad, puede ser «uno-y-muchos» -y- «no uno y no muchos», puede «estar siéndose y desiéndose» y «desiéndose y siéndose» —bajo la forma «de repente se halla siéndose», de «repente se halla desiéndose». Parménides advierte, sinceramente, que tal «suceso» es «des-concertante», extraño.
Si es posible, lo es a lo Uno; no, a Lo Uno.
Se trata siempre de «cambios» internos a lo Uno.
En instante —durante él, si uno no se da por enterado de esa palabra de «durar»— lo Uno no es ni semejante ni desemejante, ni pequeño ni grande, ni igual (157 a, b). Durante el instante, lo Uno es Lo Uno.
«Todas estas cosas le pasan a lo Uno, por ser uno» (157 b); o por no ser Lo Uno. Por aflojarse en unidad.
(A) «Lo Uno es Uno»: III. Lo Uno, Los Otros; lo Uno, los Otros.
III. Lo Uno, Los Otros (τἆλλα); lo Uno, los Otros (τὰ ἄλλα).
III.11) Lo Uno, Los Otros (τἆλλα); lo Uno, los Otros (τὰ ἄλλα).
III.11). Si «uno» se pone (o está puesto) a ser Lo Uno, ¿qué les pasa a Los-Otros?» (157 b, c, d, e; 158; 159 a, b). O «Si Lo Uno es tal» —de tal y tanta unidad desaforada y superlativa— «¿qué tiene que pasarles a Los-Otros?»; ¿a las cosas que no estén siendo su unidad a la altura de la de «Lo Uno»?
Lo Uno es, por razón de tal estado, in-participable tal cual por otros; luego estos otros no llegan a ser tan perfecta y superlativamente cada uno, «uno», cual lo es Lo Uno. Mas tienen alguna (πῇ) unidad (157 c); si no, serían nada (158 b). Mas por ser diversos (ἕτερον) de Lo Uno, ser «otro» es ser muchos. «Estar hechos de unidad (ἑνὶ εἶναι) les es imposible a: todos, menos a Lo Uno».
Es algo diverso «estar hecho de unidad» (de «uno»: ἑνὶ εἶναι, 158 a) y «ser uno», ἑνὶ εἶναι. Lo Uno es uno, y está hecho (o es) de ni más ni menos que de unidad.
Lo Otro de Lo Uno, es necesariamente un plural: Los-Otros. Cada uno de ellos es uno; mas no está hecho (es de sola) unidad. Por ello, o es lo mismo, tiene partes, aunque unificadas en Todo; y aun cuando cada una es un Todo, todas sus partes están hechas (además) de ilimitación, —son ilimitadas— y de límite; aunque esto no lo participan (o toman) de Lo Uno, que no es ni ilimitado ni limitado (158 d). Los-Otros (de Lo Uno) son, cada uno, idénticos-y-diversos, movidos-y-reposantes; y padecen de toda esa clase de afecciones (159 a, b).
[39] Todo esto les pasa (lo son) a Los-Otros de manera diversa y más radical, y resaltante —por contraponerse a Lo Uno que es Uno en superlativo— que a los Otros: los contrapuestos a lo Uno.
Los Otros (τὰ ἄλλα) son menos «uno» —más «muchos» menos Todo, con más partes; más ilimitados, menos limitados— que los Otros (τὰ ἄλλα). De esto se trata a continuación.
III.12) «Si lo Uno es» —o Si hay lo Uno, o algo que sea Lo Uno— «¿qué ha de pasarles a los-Otros?»
III.12) Lo anterior es «evidente», dice Parménides; dejémoslo, pues. Y de nuevo: «Si lo Uno es» —o Si hay lo Uno, o algo que sea Lo Uno— «¿qué ha de pasarles a los-Otros?», —(τὰ ἄλλα τοῦ ἑνός, 159 b). A los Otros (respecto de lo Uno) ¿les pasa lo mismo y de la misma manera anterior (οὕτως, οὕτω, μόνον, 159 b) que a Los-Otros (respecto de Lo Uno) ? «¿Que los Otros (τὰ ἄλλα) de lo Uno están tan fuera (χωρίς) de lo Uno como Los-Otros (τἆλλα), respecto de Lo Uno?» (159 b).
«Entre Lo Uno y Los-Otros (τἆλλα) no hay algo diverso (ἕτερον)», un intermedio, —«diferente (ἄλλα) de Lo Uno y diferente de Los-Otros; todo queda dicho, cuando se ha dicho Lo Uno y Los-Otros (τἆλλα)».«No hay algo mismo en que estén siendo Lo Uno y los-Otros» (τἆλλα) (159 b). ¡Tal y tanta es la separación, el «aparte» (χωρίς)! Por tal disyunción, absoluta y suprema, entre Lo Uno y Los-Otros, en éstos se acentúan las negaciones: no son ni dos ni tres…, ni semejantes ni desemejantes, ni idénticos, ni diversos, ni mayores ni menores ni iguales… entre sí (159 c, d, e; 160 a, b).
Es decir: Los-Otros forman una mera multiplicidad. O como dice, en conclusión, Parménides: «Así que si Lo Uno es» (si Uno, es tal) «es todo lo que hay (πάντα) de Uno» (unidad); y nada es «uno respecto de sí mismo y respecto de los otros, parecidamente» (160 b). Y el acólito responde: «De todo en todo, ciertamente».
III.13) ¿La distinción o disyunción entre Lo Uno y Los-Otros es mayor que la entre lo Uno y los Otros?
III.13) ¿Falta determinar el tipo de pluralidad de los Otros (τὰ ἄλλα) frente a lo Uno? ¿O no quedará incluido en el anterior? ¿O cabrá aquí —cual diferencia frente al caso anterior, extremado y superlativo— que entre lo Uno y los Otros (de él) haya un medio?; ¿que la disyunción entre lo Uno-los Otros no sea total?
«Textualmente» hay dos χωρὶς: χωρὶς μὲν τὸ ἓν τῶν ἄλλων, χωρὶς δὲ τἆλλα τοῦ ἑνὸς (159 b). ¿La distinción o disyunción entre Lo Uno y Los-Otros es mayor que la entre lo Uno y los Otros? Parece que en el primer caso Los-Otros descienden a superlativa multiplicidad; en el caso de lo Uno, los Otros resultan simple multiplicidad. [40]
(A) «Lo Uno no es…»
(II.11) Remite Parménides una vez más al principio. Así que esta hipótesis tiene también por sujeto «Lo Uno». Si, al principio (137 c) se ponía «Si Lo Uno es uno»; ahora se pone: «Si Lo Uno no es Uno, ¿qué ha de ser?» (τὶ χρὴ εἶναι) ¿Lo Uno? Tanto que se diga «Lo Uno es Uno», como que «Lo Uno ni es Uno», se dice que Lo Uno es algo diverso de los-Otros, —por ser Lo Uno no ser, por no ser Uno Lo Uno; y se dice que «nos-otros sabemos lo que eso significa» (160 c, d): «Decimos, pues, primero, que tenemos nosotros ciencia de él; si no, no se diría que es conocido, cuando se dice de Lo Uno que no es» (160 d).
Nosotros nos estamos siendo como unos de esos Los-Otros que conocen y hablan de Lo Uno desde el punto de vista de y estancia de él en nos-Otros; y que, sabiendo (ἴσμεν) lo que decimos, o podemos decir, sólo decimos y podemos decir que es «diverso» de nosotros y de todo lo nuestro, —sea él en-sí-mismo y para sí mismo lo que sea o no sea.
Si nos-otros suponemos que «Lo Uno no es Uno», es decir: que no es «uno» de esa manera suya propia de ser uno Lo Uno, que es la de serlo en superlativo, le quedan, —desde el punto de vista de nos-otros, o de estancia de nosotros en nosotros— el que sea uno por modo de «lo Uno»; y el que sea «diverso» de nos-otros. Por suposición no puede ya ser (εἶναι) uno, a la manera de Lo Uno, ya que suponemos que «Lo Uno no es Uno»; nada impide el que participe de muchas cosas; no sólo no hay impedimento, sino hay necesidad de esto, si Lo Uno es precisamente eso, y no es otra cosa. Que, por cierto, si Lo Uno no es Uno ni no ha de ser tampoco eso —sino que se está hablando de algún otro— no hay que ni siquiera pronunciarlo. Mas si se supone que Lo Uno es eso —«que no es Uno— y que no es otra cosa, le es necesario el que consea con eso y con otras muchas cosas» (160 e; 161 a).
A Lo Uno que no se es «Uno» —con unidad a la altuta de Lo Uno— le va, pues, a pasar, necesariamente, lo que en B (211-237) le pasaba a lo Uno; irrupción en él de todo lo plural. En lugar del «ni… ni…» de Lo Uno frente a Lo Otro, adviénele lo de «y-y…» de todo lo otro, plural, apareado en oposiciones.
Una excepción: «Necesariamente hay (εἶναι) en Lo Uno» —aun en Lo Uno que no está siendo «Uno», con unidad a la altura [41] de Lo Uno— «semejanza de él consigo mismo» (161 c). ¿Es lo único que se ha salvado en punto a unidad, ya que «semejanza» es una manera de unidad, aunque inferior? «lo Uno» —a pesar de su estado de decadencia en unidad respecto de la suprema de «Lo Uno»— ha de tener semejanza consigo mismo, como resultado de ser desemejantes con él los otros. Por tanto «Lo Uno» es desemejante de los desemejantes con él. Ser desemejante de desemejantes es ser semejante no con ellos sino ser semejante a sí. Hácese en «Lo Uno» reflexiva tal relación. Simplemente desemejantes lo son (lo están siendo) los ótros.
«Semejante» – «desemejante», es relación, diríamos ahora, triargumental: «Á es semejante a B, en C», —en color, figura, materia, tipo de ser, clase de estado (de ser), en nacer-perecer, en finito-infinito…, en unidad.
Y triargumental es la relación inversa: la de «des-semejante». «Lo Uno» frente a sus desemejantes es semejante a sí mismo en cuanto a unidad; lo que no pueden ser sus desemejantes: Los-Otros; son desemejantes con él en unidad, precisamente.
Mas tal Lo Uno que no está siendo Uno con-sería (μετείη)24Vide μετείη en LSJ. con igualdad y magnitud y pequeñez (161 e); y esencia (οὐσία) aparécese en Lo Uno; y no esencia, también, ya que no es «Uno» (161 e; 162 a, b, c). «Aparécese», φαίνεται la es por modo de «parecerserla»; y no la es simplemente, porque él mismo no es simplemente «Uno».
Y Lo Uno que no se esté siendo Uno —a su altura (τὸ ἓν μὲν ὄν)— adviene y destrúyese y ni adviene y ni se destruye (162 b, c, d, e; 163 a, b).
Esto es lo que nos-otros —que somos o nos estamos siendo los otros (de Lo Uno)— podemos decir y pensar de Lo Uno que no está siendo con unidad a la altura de Lo Uno: Lo Uno que no sea «Uno».
(Que tampoco los hombres, aun siendo hombres, estamos siendo siempre todo lo nuestro a la altura de Hombre, —se es uno a veces o a ratos tonto, voluble, enfermo… inhumano).
Vuelta (αὖθις,25Vide αὖθις en LSJ. πάλιν,26Vide πάλιν en LSJ.) final ya (δή) al principio. Refuerzo de las negaciones en «Lo Uno» que no está siendo «Uno», precisamente por no estar siéndolo.
Advirtamos que hay en Parménides, aquí en este diálogo, dos clases de refuerzo de la negación: 1) Por número, ni ni, ni…; [42] hemos hallado 27 en (A). «Lo Uno» que está siento «Uno» niega 27 atributos, propiedades y notas, admisibles o unificables por y en cosas de unidad inferior que aguantan tal multitud, aun la de pares contrarios: Todo-partes; grande-igual-pequeño; nacimiento-perecimiento… 2) Por refuerzo cualitativo de la negación. «Ausencia» (ἀπουσία, ἀπὸ, οὐσία) de la οὐσία; ausencia, o ab-essentia, precisamente de lo más propio de Lo Uno que es ser (εἶναι). «Uno» con supetlativa perfección; y no, «participar» (μετέχειν, que es, en cuanto «tener», modo menor que «ser» de poseer algo) «en manera ni modo alguno» (οὐδαμῶς, οὐδαμῆ) repetidos en este solo párrafo —163 c, 164 b— siete veces; y por negación de «como» (πῶς, πῇ, tres veces) de esencia.
La demostración termina con la afirmación absoluta: «Así, Lo Uno» que no está siendo (ὄν) «Uno» no tiene, modo alguno ( πῶς, οὐδαμῆ) de ser nada de «esencial» (οὐσία, repetida aquí siete veces), de lo en otros esencializable.
«Lo Uno» qu no esté siendo «Uno» (en superlativo, que es su modo propio de serlo) es lo «In-determinado» esencialmente, Tal «Uno» declara (φαίνεται) cincuenta veces en este párrafo su «no» respecto de todo lo que pueden ser Los-Otros (τἆλλα) esencialmente, y que entran en el recuento de negaciones de los pares o ternas ya catalogadas. Así que en «Lo Uno» que esté no siendo «Uno» nada tienen que ver lo de «de aquel», «en aquel», lo de «algo», lo «esto», lo «de esto», lo «de otro», lo «en otro», lo «alguna vez», lo «después», lo «ahora», lo de «ciencia», lo de «opinión», lo de «sensación», lo de «razón», lo de «nombre», o «cualquier cosa de los entes» (164 a, b). «Lo Uno», en tal estado, es «Lo In-determinable».
En tal estado, ¿qué les pasa a Los-Otros?
(B) Si «Lo Uno» no es (está siendo) «Uno», ¿qué ha de haberles pasado a «Los-Otros»?
Si «Lo Uno»— no es (está siendo) «Uno», ¿qué ha haberles pasado (πεπονθέναι) a «Los-Otros»? (164 b, c, d, e; 165 a, b, c, d, e).
«Digámoslo una vez más».
Por el mero no estar «Lo Uno» siendo «Uno», les ha pasado ya el quedar reducidos a mera multiplicidad inconexa, in-finita, disperdigada, en que cada uno no es, ni siquiera, «uno» positivamente; parecerá (δόξει) que forman número; mas «aparecerá en verdad» (ἀληθῶς φαίνεται) que no hay entre ellos ni par ni impar, porque [43] «Lo Uno» no está siendo «Uno». «Parecerá» (δόξει) que háy entre ellos muchos grandes respecta de muchos pequeños; «parecera» que hay iguales.
Por estar siéndose así «los-Otros» de un «Lo Uno», qué no se es «Uno», el pensamiento (διάνοια) que capte uno cualquiera de ellos cual principio notará que hay otro que pretende ser principio; y detrás de un final, otro final…; entre dos, otro intermedio…; no podrá captar que uno de ellos sea «uno», porque «Lo Uno» no está siendo «Uno» (165 b, c). Al pensamiento captor en intención de «uno», todo se le aparece (φαίνεσθαι), por necesidad, «vagamente» (ἀμβλύ) uno, visto de lejos; de cerca, se le aparecerá cada uno «infinito» en multitud «en caso de que Lo Uno no esté siéndose Uno».
«Necesariamente», —dice el acólito.
Y los verbos delatores «δόξει», «φαίνεσθαι»; y las palabras calificativas, frente a ente que lo es, de ἑσκιαγραφεμένα (siluetas), φάντασμα, se presentan en el textó, porque el texto (λόγος) dice lo que el pensamiento está viendo (ὁρῶντι) y experimentado (λαμβάνει).
Conclusión-resumen. Si Lo Uno no está siendo (ὄντος), «Uno», hay «muchos», —mera multiplicidad (165 d, e).
—«Verdaderísimamente, por cierto, y por eso», —dice el acólito.
(C) «Si Lo Uno está siendo ‘Uno’, ¿qué es lo que tienen que ser Los-Otros de Lo Uno?»
«Volvamos una vez más al principio».
«Si Lo Uno no está siendo «Uno», ¿qué es lo que tienen que ser (χρὴ εἶναι) Los-Otros de Lo Uno?».
Se trata no solamente, como antes, de lo que tienen que «aparecer ellos» (φαίνεσθαι) y de lo que tiénen que parecer (δόξει) al pensamiento que los recorre (διά-νοια) y pretende captar, sino de lo que tienen que ser (χρὴ εἶναι).
No ser-hán ni uno ni muchos; no aparecer-hán ni como uno ni como muchos; ni siquiera tendrán con el no ser ni con algo de ningún no ente ninguna comunidad de ninguna manera y de ningún modo, ni tan sólo una parte (μέρος) común con ellos. Por tanto (ἄρα) no tendrán Los-Otros con tales no entes esa comunidad que es tener una opinión sobre ellos, ni la de tener un parencial (τὸ φάντασμα) de tales no entes ante otros; ni de ningún modo ni [44] de ninguna manera; tales no entes serán objetos sobre los que opinen (δοξάζεται) Los-Otros (166a). La repetición de «ningún» es aquí numéricamente la misma que en el texto.
De ese «estado» de «Lo Uno» —que es no estar siendo «Uno»— se sigue necesarísima y verdaderísimamente para «Los-Otros», que éstos
no ser-hán ni ser ni no ser,
no aparecer-hán ni ser ni no ser
de ningún modo y manera.
Y esto le pasa en tal «estado» a «Lo Uno» y les pasa a «Los-Otros», respecto de sí mismos y respecto de los otros; y les pasa, a «Lo Uno» y a «Los-Otros», esto, a todos y de todas las maneras.
—«Verdaderísimamente» (166 c).
Superlativo final.
ANOTACIONES
1) El diálogo termina sin que Sócrates reaparezca en escena. Veremos que en el Sofista, en que Sócrates toma, al cabo de pocas intervenciones, la actitud de mero presente, atento, ciertamente y respetuoso, termina también el diálogo sin reaparecer Sócrates. Sócrates declara que ya no es tan joven como cuando estuvo presente (παρεγενόμην ; Sofista, 217 c) en la tercera parte del diálogo Parménides, cuando «Parménides se sirvió y desarrolló grandemente bellos razonamientos».

En el Sofista Parménides queda sustituido y representado, modestamente, por un eléata de su escuela, —«extranjero»—, de paso, en Atenas.

Estudiaremos qué delata el retiro de Sócrates en una determinada fase de un diálogo sobre eidos, —especialmente sobre dos: «lo Uno», y «Los Otros»; «Lo Ente», y Lo no-ente; y sobre el contexto de eidos.
2) Habrá notado el estudioso lector el empleo constante que se ha hecho aquí —en Argumento, y en el texto (traducido)— de las palabras conexas, en castellano, «ser y estar».
¿Es una ventaja —tal vez caso único, del castellano frente a las demás lenguas, inclusive la griega«— esa dualidad verbal?
¿Es una ventaja «filosófica», además de filológica?
[45] Si lo es filológica y filosófica, el lector estudioso —en filología y filosofía— lo juzgará.
El lector queda advertido. La respuesta afecta al tema integro del diálogo. De éste y de otros.
El traductor no ha podido prescindir de su uso.
3) Otras cuestiones —conexas con las dialogadas y que al lector le acudirán durante la lectura del texto«— aparecerán en el Sofista, y en otros diálogos en los que a lo largo de los siguientes cuarenta y tantos años intervendrá Sócrates, siempre en plan de aprender de quien sabe lo que él no sabe; y, no obstante, ha de tenerse por el más sabio de los hombres. Oráculo es éste del dios de Delfos (Apología, 21).

De ellas se irá tratando en sus lugares.

4) El mapa del argumento, y su delineamiento, ayuda —tal espera el traductor— a la lectura y comprensión del texto; mas no elimina el trabajo, ni aclara todas las dificultades.
ĒRVDĪTIŌRIBVS ***